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En esta necesidad se entendía la creación de las Sociedades Económicas, a las que, entre otras utilidades, añadía Sempere la de «Tener ocupados honestamente á los nobles, y hacendados de los pueblos, naturalmente inclinados á la ociosidad y holgazanería, entreteniéndolos útilmente en los objetos y las discusiones á que dan ocasion semejantes juntas», Ensayo..., t. V, pág. 142. (N. del E.)

 

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Cuán alejada estaba la recomendación de Meléndez en este punto de la práctica posterior en la Audiencia extremeña, a treinta años de su apertura, puede comprobarse en el estudio de JESÚS MERINERO MARTÍN, La Audiencia de Extremadura y el Sistema Penitenciario (1820-1868), Mérida, Departamento de Publicaciones de la Asamblea de Extremadura, 1990. (N. del E.)

 

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Meléndez redondea una cifra proveniente quizá de los datos del Censo de Floridablanca, de 1787; también es probable que conociese datos de primera mano del Interrogatorio llevado a cabo por la Real Audiencia de Extremadura a principios de 1791, lo que le lleva a aproximarse más a la cifra que posteriormente, en 1813, se extrae del Vecindario para el establecimiento de juzgados efectuado también por el tribunal extremeño. Ver Historia de Extremadura, tomo citado, págs. 481-507 y Miguel Ángel Melón Jiménez, Extremadura en el Antiguo Régimen. Economía y sociedad en tierras de Cáceres, 1700-1814, Mérida, Editora Regional de Extremadura-Servicio de Publicaciones de la Universidad de Extremadura, 1989, págs. 29-72. En estas dos fuentes citadas se aportan las cifras de 421.041 habitantes (Floridablanca) y 461.407 habitantes (Vecindario de la Real Audiencia en 1813). (N. del E.)

 

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Melchor Basadre, José Antonio Palacio, Agustín Cubeles e Roda, y Pedro Bernardo de Sanchoyerto. (N. del E.)

 

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Existe aquí un eco muy significativo con las Noches lúgubres de su amigo Cadalso, que Meléndez conoció en 1775 en una versión manuscrita facilitada por el mismo escritor gaditano (ver José de Cadalso, Escritos autobiográficos y epistolario. Ed. de Nigel Glendinning y Nicole Harrison. London, Tamesis Books Limited, 1979, pág. 102). Otro recuerdo del mismo texto cadalsiano ha sido destacado por Russell P. Sebold en su libro Cadalso: el primer romántico «europeo» de España (Madrid, Gredos, 1974, pág. 154), en este caso, tomado de la «Acusación fiscal contra Manuel C... reo confeso de un robo de joyas [...] pronunciada el día 14 de junio de 1798 en la Sala segunda de Alcaldes de Corte.», en la que el magistrado se dirige al acusado diciéndole: «¡No temblabas, impío, considerando la religión augusta del lugar, el lúgubre silencio, las tinieblas que te cercaban, la soledad espantosa en que te veías, el contemplarte ya como fuera del mundo y en la habitación de la muerte, bajo la mano del Señor, entre las imágenes de los santos, los cadáveres de los fieles, la trémula luz de las lámparas que parecen sólo arder para aumentar con las sombras el pavoroso horror [...]». (N. del E.)

 

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Jovellanos dramatizó esta idea en El delincuente honrado, estrenado en 1773 y publicado en versión definitiva en 1787, teniendo bien presente De los delitos y de las penas de C. Beccaria. Su protagonista, Torcuato, exclama abatido: «El cielo me ha condenado a vivir en la adversidad. ¡Qué desdichado nací! Incierto de los autores de mi vida, he andado siempre sin patria ni hogar propio, y cuando acababa de labrarme una fortuna, que me hacía cumplidamente dichoso, quiere mi mala estrella...» (act. I. esc. III). El mismo «acaso» expresado por Meléndez Valdés en su discurso dará sentido a otra obra sobre un criminal sin delito, Don Álvaro o la fuerza del sino, del duque de Rivas. Juan Pablo Forner quiso presentar en su Discurso sobre la tortura una imagen bien expresiva de las penalidades impuestas por un sistema carcelario injusto, en el mismo sentido de las palabras de Meléndez: «El ciudadano llevado ante el solio de la vindicta pública es considerado al instante como un enemigo de la sociedad, como un hombre perverso e indigno de comunicar con los demás individuos de la patria. Un calabozo lóbrego e inmundo acoge luego en sí al miserable que poco antes gozaba libremente de la risueña luz del día, de las ternuras de su familia, de la dulce familiaridad de sus amigos, y lo que es sobre todo, del derecho de hacer uso de sus acciones; sus pies se hinchan comprimidos con fuertes y pesadas ligaduras de hierro; su cuerpo postrado al peso de una cadena enorme apenas puede ejercer otros movimientos que los que bastan para que el choque de los eslabones produzcan un son funesto y espantoso» (Ed. cit., pág. 143). (N. del E.)

 

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Juan José Alfranca Castellote, Francisco Javier de Contreras, Juan Antonio de Inguanzo, y Francisco Carbonell del Rosal, este último oidor decano, ausente el día de la inauguración. (N. del E.)

 

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elación: altivez, presunción y soberbia. (N. del E.)

 

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El Fiscal de lo civil y criminal: Excmo. Sr. Conde de la Concepción. (N. del E.)

 

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«En el solemne besamanos del nuevo Tribunal, SS. MM., delante de la Corte llenos de ternura y bondad, recomendaron al Regente la provincia, encargándole con una solicitud verdaderamente paternal cuidase mucho de la felicidad de sus naturales». (N. del A.)

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