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Editorial.

DIAZ GONZALEZ, Joaquín

Cuánto haya influido la letra impresa en las costumbres y hábitos del medio rural es algo que jamás podremos averiguar con certeza; un dato, sin embargo, nos ayudará a entender la decisiva autoridad que determinadas obras tuvieron sobre la forma de ser y comportarse de nuestros antepasados labradores y ganaderos, y éste es la incontable cantidad de ediciones que se hicieron de los lunarios de Gerónimo Cortés y de Victoriano Zaragozano (del que se conocen todavía sucedáneos como el de don Mariano Castillo y Ocsiero). Científico valenciano el primero; matemático y médico aragonés el segundo, contribuyeron con sus escritos desde el siglo XVI a que el rústico conociera, por medio de sus curiosos "catecismos" o pronósticos perpetuos, no sólo una síntesis histórica de acontecimientos universales, sino el predominio de los astros sobre la Naturaleza y su correcta interpretación. Junto a las fiestas movibles y los horóscopos se agrupaban las labores que el campesino debía realizar cada mes, según la experiencia de Aristóteles, Plinio o Ptolomeo. Al lado de las tablas perpetuas de la luna se consagraban principios de medicina natural extraídos de lecturas de Hipócrates, Dioscórides, Galeno, Avicena, Rasis Almanzor o Arnaldo de Villanueva; el hecho de que tanto Cortés como Zaragozano escribiesen sobre remedios para el dolor y las calamidades ("Libro de Phisonomia natural" el primero y "Compendiosa y breve cura de la peste, con lo cual cada uno se puede curar sin consulta de médico", el segundo), les convierte en ilustres predecesores de "El médico en casa" en toda Europa, ya que sus obras fueron traducidas a varios idiomas y difundidas por todo el Continente. Está por reconocerse, sin embargo, su aportación valiosa al conjunto de costumbres y creencias rurales.