Y al alargarse las
manos, | 1450 |
en tales lides ociosas, | |
parece cuando las
ciñen | |
que las muñecas se tronchan. | |
Y
ya fuertemente asidos, | |
miradas se lanzan hoscas, | 1455 |
presas las siniestras manos, | |
y alto el puñal
en las otras. | |
Tened, pese a
vuestro encono, | |
las aun no manchadas hojas, | |
bastardos
sostenedores | 1460 |
de imaginaciones locas. | |
¿A qué
dios rendís impíos, | |
como ofrenda ignominiosa,
| |
la sangre encolerizada | |
que derramáis gota a
gota? | 1465 |
¡Ah, sin duda a las deidades | |
que el hombre
en su engaño forja: | |
-al amor, -honor -y orgullo!-
| |
¡brumas! ¡ilusiones!! ¡sombras!!! | |
Amaina, don Luis,
la furia | 1470 |
de tu pasión rencorosa, | |
que ese
puñal homicida | |
por donde baja destroza. | |
¿A qué
te anegas en sangre | |
por una palabra rota, | 1475 |
cuando
tantos juramentos | |
falsa quebranto tu boca? | |
¡Duelo común
de los hombres, | |
que con flaqueza notoria | |
venguen las
ajenas faltas | 1480 |
santificando las propias! | |
Detén
el puñal, don Pedro, | |
que quien de hidalgo blasona,
| |
no es justo quite la vida | |
a quien ya privo de la honra.
| 1485 |
No vengues, no, de tu amante | |
la desastrada memoria,
| |
que son del amor recuerdos | |
nieblas del aire traidoras.
| |
Tente, don Luis, porque en tierra | 1490 |
a dar vas ciego
de cólera. | |
Atrás, don Pedro: ¿qué
noble | |
debe a un traspiés la victoria? | |
¿Y adónde
estás en tal cuita, | |
imagen de Irene hermosa,
| 1495 |
que en son de paz sus afanes | |
no departes mediadora?
| |
Sin duda tu acento no oyen, | |
que hombres que a tanto
se arrojan | |
no es mucho, no, que del cielo | 1500 |
voces
internas desoigan. | |
Cesad, que ya de los rostros | |
la
sangre a torrentes brota. | |
Cía, don Pedro, que mueres.
| |
El paso, don Luis, acorta. | 1505 |
¡Ay, que mejor que el
alfanje
| |
|
—137→
|
casi el furor os ahoga!... | |
El pecho, don Pedro,
esquiva: | |
corre... vuela... el paso dobla... | |
Alza, don
Luis, el acero... | 1510 |
ten... oye... ¡misericordia!...
| |
¡Triste de vos, el de Lara, | |
si el cielo ya no os perdona!!
| |
A la maldición postrera
| |
que exhaló don Pedro ronca, | 1515 |
quedaron del
asesino | |
ciegas las potencias todas, | |
y mientras la calma
espera | |
con resignación estoica, | |
el mutilado
cadáver | 1520 |
asido al brazo le encorva. | |
En vano
el acero busca | |
del campo sobre la alfombra, | |
para evadirse
del peso | |
que cruelmente le agobia; | 1525 |
pues al sepultarle
airado | |
con la indignación más loca, | |
quedó
del triste don Pedro | |
entre las entrañas cóncavas;
| |
e inútilmente su diestra | 1530 |
las ligaduras destroza,
| |
por ver si un piadoso esfuerzo | |
de sí el cadáver
arroja, | |
que la invisible potencia | |
de una deidad misteriosa
| 1535 |
parece que al mismo crimen | |
al criminal aprisiona.
| |
Entre el insondable caos | |
que todo su ser trastorna, | |
cree ver los gestos horribles
| 1540 |
de mil figuras diabólicas | |
que asen del muerto,
doblando | |
el peso que le acongoja, | |
y huye, arrastrando
el cadáver | |
que le demandan las sombras, | 1545 |
sin escuchar sus aullidos, | |
carcajadas estentóreas,
| |
que pavoroso el infierno | |
en señal de triunfo
aborta. | |
Y es inútil si contrito | 1550 |
la gracia
de Dios no implora, | |
que huya, rompiendo los lazos | |
que
al parecer le eslabonan, | |
pues mientras que el mundo cruce,
| |
que gire, que pare o corra, | 1555 |
siempre dejando el
infierno, | |
verá que su senda cortan, | |
ya la sombra
del amante, | |
ya la imagen de la esposa; | |
y aunque no
tan crudamente | 1560 |
como a él le acosan ahora,
| |
a cuantos al mundo nacen | |
remordimientos acosan, | |
si
no del brazo pendientes, | |
asidos a la memoria. | 1565 |
Oyendo solo, abismado | |
en confusión
espantosa, | |
los gritos de la conciencia | |
que calladamente
asordan, | |
corre el de Castro, ya viendo | 1570 |
simas que
a sus pies ahondan, | |
ya fieras que le persiguen, | |
ya
montes que se desploman; | |
y trasluciendo entre nubes | |
de Irene la blanca sombra, | 1575 |
único faro que
alumbra | |
al infeliz que se ahoga, | |
por su presencia alentado
| |
corre gritando: -«¡perdona!»- | |
y ella: -«¡sígueme!»
-responde, | 1580 |
cual eco de su voz propia, | |
y siempre
asido al cadáver | |
que entre las peñas destroza,
| |
de la desterrada amante | |
sigue la luz misteriosa, | 1585 |
luz que para el pobre Castro | |
es de la esperanza copia,
| |
pues la luz de la esperanza | |
es tan intensa y tan pródiga,
| |
que cayendo sobre el mundo | 1590 |
desde el crisol de la
gloria, | |
por más que su paso obstruyan | |
las nieblas
caliginosas, | |
se debe ver del infierno | |
aun desde las
grutas lóbregas. | 1595 |
¡Oh!
viendo su atroz martirio, | |
no hay Dios, si Dios no perdona
| |
al que sus culpas expía | |
con amarguras tan hondas!
| |
¿Ni cuál purgatorio,
el cielo | 1600 |
en el horror de su cólera, | |
pudiera
imponer más duro | |
al que sus leyes trastorna, | |
que atar del verdugo al cuello | |
la víctima a quien
inmola, | 1605 |
y hacerle ver en su angustia | |
las ensangrentadas
sombras | |
que desatado el infierno
| |
|
—138→
|
para horrorizarle
arroja, | |
nieblas que su vista ofuscan, | 1610 |
simas que
a sus pies se ahondan, | |
ya fieras que le persiguen, | |
ya montes que se desploman? | |
¡No,
viendo su atroz martirio, | |
no hay Dios, si Dios no perdona
| 1615 |
al que sus culpas expía | |
con amarguras tan
hondas! | |
Y con el ansia del
triste | |
que una esperanza remota | |
ve tras la impía
falange | 1620 |
de muertes mil que le acosan, | |
corre, oyendo
débilmente | |
aquel: -«¡sígueme!» -que sorda
| |
la voz de Irene murmura | |
cual eco de su voz propia,
| 1625 |
hasta que por fin, rendido | |
al crudo afán
que le agobia, | |
ya resbalando en aquella, | |
ya tropezando
en estotra, | |
cayó exánime el de Castro
| 1630 |
sobre las heladas rocas. | |