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«Madrid, castillo famoso,
»Que al Rey moro alivia el miedo,
»Hace fiestas en su coso,
»Por ser el natal dichoso
»De Alimenon de Toledo, etc.»
................ «Y del cerrillo
»Vienen, y del corral de las Naranjas
»Y del moro Alamin, hoy Alamillo.
»Estas saben tejer flores y franjas,
»Obra morisca, y saben que el juzgado
»Suyo allí estuvo, entre el arroyo y zanjas».

 

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Todo este distrito está en completa renovación, a consecuencia del Viaducto y la prolongación proyecta la de la calle de Bailén.

 

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Entre los primeros, señalaremos más adelante tres modestos recintos, convertidos hoy en otras tantas capillas dedicadas al Santo: el primero, el que se ve en la casa de los Vargas, plazuela de San Andrés, núm. 21. En esta antiquísima casa, y al servicio de Iván de Vargas, tronco de aquella ilustre familia madrileña, es opinión constante que vivió el labrador   —190→   Isidro, y la capilla ocupa una pieza baja pequeña, en que se supone ocurrió su gloriosa muerte. En ella se conserva una buena imagen del Santo, de tamaño natural, y se le da culto público el día de su conmemoración.

Otra capilla existe en el patio de la casa del Marqués de Villanueva de la Sagra (calle del Almendro, núm. 9), y es conocida por la Cuadra, donde la tradición supone que guardaba el ganado el Santo doméstico de Iván de Vargas, y otra en la calle del Águila, número 1, en la misma casa de la sacramental de San Andrés, donde se conserva una de las arcas en que se guardó en lo antiguo el cuerpo del Santo.

La tradición también ha señalado hasta nuestros tiempos el paso del piadoso Madrileño en otros sitios de esta villa y sus contornos, ya en lo que hoy es su calle Mayor, y entonces era extramuros de la puerta de Guadalajara, donde había hasta hace pocos años un trozo de soportales, llamados aún de San Isidro, que se han derribado. Allí se encontraba un pozo milagrosamente abierto, según se cree, por el Santo, y otro en una casa de la calle de los Estudios, contigua al colegio Imperial. También se señala gratamente el sitio que ocupa hoy, a la orilla opuesta del Manzanares, la famosa ermita que visita en su día toda la población de Madrid, por ser el mismo donde hizo brotar el Santo, al impulso de su ahijada, la fuente milagrosa, a cuyas aguas se atribuye gran virtud.

 

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Este preciosísimo resto de venerable antigüedad excitó, hace algunos años, el celo del Gobierno y de la Comisión de Monumentos artísticos, para empeñar al Ayuntamiento de Madrid a su conservación, y la traslación a sitio más decoroso y resguardado de la humedad y el que escribe estas líneas (como individuo que era de la Corporación municipal), en unión del arquitecto de Madrid y de dos señores vocales de la Comisión de Monumentos, fueron encargados de llevar a ejecución aquella idea. Reconocieron, en su consecuencia, los sitios y el arca, levantó el Arquitecto el plano de la nueva colocación en la capilla propia del Santo en la misma iglesia, se proyectó también una restauración bien entendida de las pinturas del arca y de los leones; pero después se olvidó el asunto y quedó en tal estado.

 

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De esta ceremonia fuimos testigos y actores el día 4 de Marzo de 1847, con ocasión de visitar el cuerpo y cambiar los paños riquísimos que le cubrían con los que le regaló S. M. la   —194→   reina madre doña María Cristina de Borbón, lo que creemos no había tenido lugar desde el reinado de Fernando el VI. -El patriarca de las Indias, Sr. Orbe, después Cardenal Arzobispo de Toledo, levantó por sus manos los paños, incorporó y dio a adorar el precioso cadáver, y le volvió a colocar y envolver en una rica sabanilla de encajes, cerrando después la urna y dirigiendo a los circunstantes una breve y patética exhortación; hecho lo cual, fue de nuevo subida aquélla por ocho regidores en representación de la villa de Madrid, dueña del santo cuerpo, y colocada en el sepulcro de mármol que se ostenta en el altar mayor. Fui uno de los ocho regidores que subieron el arca.

 

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Titúlase Vida y hazañas del gran Tamorlan, con la descripción de las tierras de su imperio y señorío, escrita por Ruy González de Clavijo, camarero del muy alto y poderoso señor don Enrique III de este nombre, rey de Castilla y de León, con un Itinerario de lo sucedido en la embajada que por dicho señor Rey hizo al dicho Príncipe, llamado por otro nombre Tamurbec, año del nacimiento de 1403.

Es muy interesante esta relación de viaje que emprendió Ruy Clavijo en unión con Frey Alfonso Pérez de Santa María, maestro en teología, y Gómez de Salazar, su guarda, embarcándose en el Puerto de Santa María en 22 de Mayo de dicho año 1403, y haciendo su derrotero por las Baleares, Córcega, Cerdeña, Sicilia, Malta, islas de Grecia, Constantinopla y Turquía, hasta Samarcanda, cuyos diversos países describe; y también la recepción que merecieron del Gran Tamorlan, y los obsequios y fiestas que les dispensó, etc.; todo con gran candidez y modestia. Recorrieron luego la Persia y la Tartaria, y otros muchos y remotos países, y reembarcados en Constantinopla, regresaron a España en 1.º de Marzo se 1406, (dirigiéndose en seguida a Alcalá de Henares y Madrid, adonde llegaron en 24 de dicho mes, y dieron cuenta al Rey de su embajada. Esta interesante relación fue publicada por Gonzalo Argote de Molina en 1582, y posteriormente el Sr. Llaguno Amirola la volvía publicar entre las Crónicas, españolas, impresas por Sancha a fines del siglo último.

Ruy González de Clavijo, a su regreso a Madrid, su patria, de aquel dilatado y peligroso viaje, reedificó a sus expensas la capilla mayor del monasterio de San Francisco de esta villa, donde después fue sepultado en un rico y suntuoso sepulcro alto de mármol, con su busto de alabastro en su memoria, con un epitafio que decía: Aquí yace el honrado caballero Ruy González de Clavijo, que Dios perdone, camarero de los reyes don Enrique, de buena memoria, e del rey D. Juan su fijo, al cual el dicho Sr. Rey un enviado por su embajador al Tamorlan, et finó dos días de Abril año del   —196→   Señor de mil e cuatrocientos e doce años.

Este sepulcro, que describe Gonzalo Argote de Molina, dice él mismo que luego fue quitado de la capilla mayor y trasladado a otro sitio para dar en ella lugar al cuerpo de la reina doña Juana. Es excusado decir que estos monumentos desaparecieron cuando la iglesia y convento antiguo de San Francisco.

Sobre las curiosas patrañas que Gonzalo Fernández de Oviedo y el maestro Hoyos atribuyen a Ruy González cerca del Tamorlan, véase el Apéndice.

 

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Esta fuente ha sido demolida.

 

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Obsérvese la contradicción en que incurren estos mismos cándidos analistas, pues que primero dicen que la Mantua de los griegos no contenía más que un estrecho recinto, que terminaba en el arco de la Almudena, donde pretenden haberse hallado las láminas que nadie vio; y después aseguran que los romanos agrandaron a Madrid, llamándole por esta razón Majoritum, y que la muralla (en que estaba ya comprendida la Puerta Cerrada) fue obra de estos en tiempo de Trajano. Y a renglón seguido estampan que el dragón o culebra esculpida en ella es el emblema que los griegos dejaban a las ciudades que fundaban.

 

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Habiendo sido derribada en l867 dicha posada del Dragón, quedó en efecto descubierto un cubo y trozo de muralla, que fue también demolido para las nuevas construcciones de casas, y abierta la comunicación que proponíamos, entre la Cava y la calle del Almendro.

 

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En ella vivió también, en el siglo XVI, el cardenal arzobispo de Toledo Rojas y Sandoval, que fue su propietario, y en el XVIII, el último Duque de Arcos, y el célebre jurisconsulto y gobernador del Consejo, D. Pedro Rodríguez de Campomanes.