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El cuento del hijo del rey Alcaraz (Libro de buen amor, 128-41) entre Oriente y Occidente

María Jesús Lacarra Ducay


Universidad de Zaragoza

Para un Seminario centrado en el tema del encuentro de culturas en la narrativa breve me ha parecido adecuado reflexionar sobre un cuento inserto en el Libro de buen amor, ya que esta obra, así como el Libro del cavallero Zifar, ofrece un perfecto ejemplo de fusión y reelaboración de las más distintas tradiciones culturales, tanto clericales como populares, orientales y occidentales, latinas y vulgares. En concreto he escogido el Cuento de los astrólogos y el hijo del rey Alcaraz, un breve relato que refiere el Yo narrador para que sus lectores comprendan la importancia de la astrología («Por que creas el curso d'estos signos atales», estrofa 128) y justificar así más adelante su irresistible vocación de mujeriego, ya que nació bajo el signo de Venus (estrofas 152 y 153). Se trata de una historia claramente determinista, aunque después Juan Ruiz buscará un equilibrio, insistiendo en que la intervención divina puede cambiar el destino.




ArribaAbajoResumen del cuento

Un rey moro, llamado Alcaraz1, preocupado por el futuro de su único hijo recién nacido, consulta a cinco astrólogos, quienes le pronostican que morirá joven y de forma violenta, pero cada uno de ellos anuncia un accidente diferente. El primero predice que morirá lapidado, el segundo, quemado, el tercero, despeñado, es decir, precipitado desde lo alto de un monte, el cuarto, ahorcado y el quinto, ahogado. Antes estos vaticinios tan dispares el Rey considera que todos han errado en sus juicios y los manda encarcelar, hasta que, transcurridos los años, un día el príncipe decide salir de caza en compañía de su ayo. Una vez en el monte se desencadena una fuerte tormenta que acabará con su vida trágicamente, tal y como le había sido vaticinado: golpeado por el pedrisco, destruido por un rayo, es decir, quemado, precipitado desde un puente, que se rompe a su paso, se ahoga al caer a un río, mientras cuelga de un árbol, donde sus ropas se han quedado sujetas. Finalmente el Rey, tras comprobar que se han cumplido los cinco juicios, libera a los astrólogos2.

A diferencia de lo que ocurre con otros episodios del Libro de buen amor, no se ha encontrado hasta ahora la fuente directa de este cuento, pese a que se apuntaran en el siglo pasado algunos paralelos, repetidos mecánicamente por gran parte de la crítica, mucho más interesada en la actualidad por el contexto en el que se inscribe que por la historia en sí misma. Por otra parte, su estudio no se ha librado de la polémica entre los partidarios del mudejarismo del Libro y quienes lo sitúan en las corrientes culturales europeas, ya que, pese a que el relato se abre con la frase «Era un rey de moros» (129a), pocos estudiosos defienden su origen oriental. Así las cosas, me propongo en esta intervención revisar en primer lugar las aportaciones le la crítica, tanto sobre este cuento en concreto como sobre otros afines, para seguidamente dar a conocer otro relato que, a mi juicio, se aproxima más al Cuento del hijo del rey Alcaraz, que los hasta ahora aducidos. Como resultado de este nuevo modelo será necesario preguntarse una vez más sobre las vías que posibilitaban el cruce de culturas en la España medieval.






ArribaAbajoLos modelos de «El cuento del hijo del rey Alcaraz»

En fechas muy próximas se escribieron los dos artículos que han marcado los pasos de todos los comentaristas de este cuento: en 1923 llamaba la atención Florentino Castro Guisasola, en un artículo aparecido en la «Revista de Filología Española», sobre la coincidencia del cuento de Juan Ruiz con un epigrama latino sobre un hermafrodita y dos años después, en la misma revista, el hispanista J.P. Wickersham Crawford recordaba que la triple profecía de muerte se hallaba en el Roman de Merlin de Robert de Boron y en la Vita Merlini de Godofredo de Monmouth3. Repasemos brevemente sus argumentos. En el poema latino, un hermafrodita expone, en primera persona, las respuestas que obtuvo su madre cuando, estando embarazada, preguntó a tres divinidades cuál sería el sexo del recién nacido y qué muerte le esperaría. En relación a la primera duda, Apolo responde que será hombre, Marte, mujer, y Juno, que no pertenecerá a ninguno de los dos sexos. En cuanto a la segunda, Juno profetiza que morirá atravesado por una espada, Marte que acabará sus días de «cruz» y Apolo que perecerá ahogado. Ambos vaticinios, tan aparentemente discordantes e imposibles, se cumplen, aunque parezcan incompatibles, ya que nace un hermafrodita y tiene una triple muerte accidental: el personaje se sube a un árbol en las cercanías de un río, tropieza, pero queda enganchado a una rama por los pies, se clava la espada y finalmente cae al agua; de este modo se confirma el vaticinio de las tres divinidades. Para el latinista Castro Guisasola no cabía duda de que Juan Ruiz utilizó la segunda parte del poema para su cuento, pero modificándola, elevando a cinco los pronósticos, y humanizando la historia4.

Por su parte Crawford aducía que la triple profecía de muerte se hallaba en el Roman de Merlin de Robert de Boron y en la Vita Merlini de Godofredo de Monmouth, y conectaba con otros testimonios celtas más arcaicos. En ambos casos se trata de desacreditar a Merlín, poniendo a prueba su capacidad profética. En la obra de Robert de Boron, Pendragón pregunta a Merlín de qué muerte moriría uno de sus barones, y él emite juicios aparentemente contradictorios -se romperá el cuello, perecerá ahorcado y se ahogará-, que finalmente se cumplirán. En la versión de Monmouth, es su hermana, la reina Ganieda, quien duda de las dotes adivinatorias de Merlín y le presenta al mismo niño en tres ocasiones, pero vestido con ropas diferentes, para que anuncie cómo será su muerte. Pese a todo Crawford concluía su artículo sembrando la duda, al afirmar: «es posible que Juan Ruiz recibiera esta historia del Oriente, o puede ser que su versión represente una combinación interesante de elementos orientales y occidentales»5. La gran mayoría de las ediciones del Libro de buen amor se limitan a reenviar, o sintetizar, en nota a estos dos artículos, sin dar noticia de ninguna de las aportaciones posteriores de la crítica. Sin embargo en 1973 Edgar C. Knowlton aducía otros paralelos que procedían esta vez de la tradición folclórica, aunque su trabajo haya tenido una repercusión menor que los precedentes6. Recordaba una leyenda persa, La Historia del destino del hijo único del rey, en la que un rey pide a tres astrólogos que levanten acta de su hijo único. Cada uno vaticina un desastre distinto, que se cumplirá cuando tenga 14 años: será mordido por una serpiente, caerá de lo alto y morirá ahogado. Efectivamente a esa edad se sube a un árbol para coger un nido, le muerde una serpiente, se cae y se ahoga. El autor, consciente tanto de los paralelismos como de las divergencias, concluía afirmando que «the motif is part of universal folklore, and that Juan Ruiz may not have had a specific literary source, at least no single one, in mind».7

Antes de seguir aportando textos con coincidencias más o menos exactas con el episodio del Libro de buen amor, convendría detenerse. Las distintas fuentes aducidas hasta ahora no suponen tres caminos irreconciliables y opuestos -el latino, el artúrico y el folclórico- en los que por causalidad se reconoce un episodio similar, sino que son posiblemente testimonios de un sustrato común mucho más arcaico.




ArribaAbajoEl motivo de la triple muerte y el esquema trifuncional

Cada uno de los modelos propuestos sigue una trama narrativa diferente, pero concuerda en el motivo central: el anuncio de la triple predicción de la muerte accidental de un personaje que, por inverosímil que parezca, se cumple inexorablemente. Si dejamos a un lado ahora las numerosas variantes que afectan a las circunstancias que originan el pronóstico, observaremos que existen bastantes coincidencias en los accidentes que desencadenarán el fallecimiento del protagonista, como puede comprobarse en el siguiente cuadro:

LBAHerm. sexoHerm. muerteRMerVMerceltasSta. ColumbaCorresp. trifunción
apedreado       
quemado    xxx  
despeñado  xxxxxx   
ahorcadoMarte: mujerxxxxxxxxx xxx1ª función
ahogado Juno: neutroxxxxxxxxxxxxxxx3ª función
 Apolo: varónespada  espadaespada2ª función

En él consta, junto a la columna inicial que resume los datos del Libro de buen amor, la doble predicción del poema latino de Hildeberto de Lavardin. Los paralelismos entre la primera parte, en la que se vaticina el sexo del que ha de nacer, y la segunda, en la que se anuncia su muerte, permiten establecer unos juegos de simetría entre ambos pronósticos. Si atendemos al orden de los vaticinios y a la divinidad que los emite en cada caso, la muerte con la espada se correspondería con el sexo masculino, la muerte femenina se produciría al quedar colgado de las ramas de un árbol, mientras la muerte por ahogamiento fue anunciada por Juno, quien también había vaticinado que su sexo sería neutro. Este paralelismo se acentúa si recordamos, como señala Luigi Ferrreri, que en el mundo antiguo la cuerda era una modalidad de muerte típicamente femenina, mientras que la espada era propia de los hombres, y así se comprueba repasando la mitología griega (Antígona, Ariadna o Fedra se suicidaron ahorcándose, mientras que Ayas lo hizo con su espada). Por testimonios de Tito Livio, entre otros, se sabe que en Roma los hermafroditas eran considerados un mal presagio y debían ser eliminados, para lo cual se les abandonaba en alta mar o junto a un río8.

Las dos columnas siguientes muestran la correspondencia entre los dos episodios atribuidos a Merlín, ya mencionados, en los que, aunque cambia el contexto, se mantienen las mismas predicciones. Para completar el cuadro he considerado oportuno incorporar los arcaicos cuentos escoceses protagonizados por Lailoken, así como un amplio conjunto de leyendas irlandesas, cuyos testimonios más remotos remontan al siglo VI, como las relacionadas con el rey Diarmaid (Aided Diarmada y Aidhedh Muichertaig mic Erca), la Vida de santa Columba, del siglo VII, la leyenda de Suibhne Geilt o la Vida de S. Moling. Todos estos relatos legendarios, protagonizados por locos con dotes proféticas, constituyen el trasfondo del que surge el personaje de Merlín y en concreto suponen el origen del episodio insertado en las historias merlinianas, como ha ido reseñando la crítica9. Coinciden todos en vaticinar la muerte por ahogamiento y por accidente con un arma, que puede ser una espada, una lanza, etc., a lo que se suma en algunos de los relatos más antiguos la muerte quemado, lo que acentúa la contradicción con el ahogamiento (así en los textos Aided Diarmada, Aidhedh Muichertaig mic Erca, Suibhne Geilt, etc.). Las vacilaciones entre la muerte colgado o despeñado parecen obedecer más a problemas de interpretación, ya que no es fácil diferenciar entre ambas. En el epigrama latino Marte profetiza que el hermafrodita morirá por cruz (cruce), que los críticos interpretan como «lazo», lo que se produce cuando, tras tropezar, queda enganchado al árbol por los pies, de tal modo que el lazo lo formarían las ramas que lo sujetan10. La muerte por caída desde un árbol, como la encontramos en la Vida de Santa Columba, y la muerte ahorcado se asimilarían.

Tantas coincidencias entre textos de época y origen dispar se pueden explicar por varias causas (poligénesis, migración de textos, etc.), aunque lo más probable es que, como ha sugerido DJ. Ward11, sean un eco de antiguos ritos indoeuropeos. Como recuerdan algunos historiadores romanos, entre los germanos existían tres tipos de sacrificios humanos, la muerte ahorcado, golpeado con palos o con un arma y ahogado, en función de la divinidad a la que se ofrecían. A ello alude Lucano (De Bello Civili, 1444 6) cuando refiere que tres dioses galos exigían sacrificios humanos diferentes: a Teutates se le ofrecían víctimas ahogadas, a Esus, ahorcadas o apuñaladas y a Taranis, quemadas. Estas mismas prácticas se seguirían en otros pueblos indoeuropeos, sometiendo siempre a sus víctimas a tres tipos de torturas diferentes para contentar así a una triada divina12. Estos ritos pueden ser un reflejo de la tripartición funcional, estudiada por Dumézil, de tal modo que a cada función le pertenece un tipo de muerte: a la primera, morir colgado, a la segunda, mediante un arma y a la tercera, ahogado, aunque en ciertas áreas germánicas a la tercera función le corresponde a veces el ser quemado vivo. Los ecos de estas viejas costumbres se transformarían en la tradición literaria medieval al desplazarse desde su primitivo sentido religioso. Recaen en una sola víctima los tres accidentes que inicialmente suponían sacrificios diferentes y se acaba por olvidar el significado ritual; al ignorarse su sentido último, queda abierta la puerta para que se introduzcan variantes en los accidentes anunciados. Este proceso se descubre con claridad si cotejamos los cuentos y leyendas celtas, así como el epigrama latino, donde aún se percibe una gran coincidencia entre los vaticinios y las viejas formas de contentar a las divinidades teutonas, con la pervivencia del motivo en la tradición oral actual, en la que se producen cambios, ajenos a su primitivo sentido.

Sobrevive en los llamados Cuentos de destino, que existen en todas las épocas y en todas las culturas, y cuya vitalidad en la tradición oral se refleja en el apartado dedicado a ellos en el Catálogo tipológico del cuento folclórico de Antti Aarne y Stith Thompson, donde ocupan los tipos 930-49 («Tales of Fate»)13. En la versión reelaborada y ampliada por Hans-Jörg Uther de este Catálogo se ordena y simplifica considerablemente esta sección, de tal modo que quedan englobados en un solo tipo, el 934, todos los Cuentos de la muerte predestinada, que anteriormente constituían una variedad de subtipos14. Sin embargo, para nuestro análisis resulta preferible atender al antiguo Catálogo en el que se diferenciaban con el subtipo 934 A1 los cuentos en los que se presagia una Triple muerte («El niño morirá de hambre, fuego y agua, así sucede»), y quedaban así separados de otros muchos relatos en los que se pronostica cualquier accidente futuro; de esta manera podemos percibir que son mucho más raros los testimonios actuales de la Triple muerte, frente a la vitalidad de otras variantes en las que se anuncia un destino adverso15. En el único estudio específico que existe sobre esta modalidad de cuentos en la tradición oral se amplían las escasas referencias que figuraban en el Catálogo de Aarne-Thompson, con nuevas versiones de Irlanda, Estonia, Finlandia, Alemania, Eslovenia, Serbia, Croacia, Bulgaria, Grecia e Irán. Todas ellas coinciden en las líneas básicas de la historia y varían una vez más en la modalidad de los accidentes anunciados16. Existe un amplio repertorio de vaticinios que abarca desde la muerte de hambre en un cuento alemán al fallecimiento golpeado por un hacha, como se recoge en una versión de Estonia, aunque las mayores coincidencias se dan con el anuncio de la mordedura de la serpiente, la caída del árbol y el ahogamiento. De este modo se percibe que la muerte por ahogamiento sigue siendo la modalidad preferida desde los textos más antiguos, la caída del árbol se puede asimilar a morir despeñado, como se le vaticina al hijo del rey Alcaraz, mientras que la inserción de un animal muestra ya el olvido del viejo esquema trifuncional.




ArribaAbajoEl Cuento del rey Alcaraz y los cuentos astrológicos

El motivo de la triple muerte, o con más propiedad en nuestro caso quíntuple muerte, se inserta en el Libro de buen amor dentro de una trama muy diferente a la que encontramos en los ejemplos aducidos. Como ya observó Félix Lecoy, en él aumenta el número de predicciones de tres a cinco y cada vaticinio procede de una persona distinta, como ocurría en el epigrama latino y en algunas leyendas celtas, pero no en la mayoría de los paralelos aportados. Pero además difieren de forma notable las características de quienes transmiten la profecía y las circunstancias que la propician. En los modelos propuestos para el Cuento del rey Alcaraz el eje de la narración reside en unos seres extraordinarios, dioses en el epigrama latino, santos, como Santa Columba o San Moling, o profetas, con rasgos de lunáticos, locos o salvajes, como Lailoken, Suibhne Geilt o Merlín. La historia gira en torno a estas figuras con cualidades anormales, en ocasiones no reconocidas por otros personajes, quienes les tienden una trampa para mostrar su incompetencia, como les ocurre a Merlín y a Lailoken; ellos son los auténticos protagonistas, individualizados por su nombre. También varía la naturaleza de quienes reciben el anuncio, un feto en el epigrama, un adulto en muchos relatos celtas, un niño, o incluso, el mismo mago puede hace recaer sobre su persona la profecía, como ocurre con Suibhene Geilt o Lailoken. Estas divergencias también han llamado la atención de algunos críticos. Como concluyó F. Lecoy17, en estos casos se quiere mostrar el poder de Merlín o de otro ser extraordinario, mientras que en el Cuento del rey Alcaraz se pretende destacar la veracidad de la ciencia astrológica; de ahí que desconozcamos el nombre y las condiciones de los sabios, salvo que son los cinco «de más conplido saber» (130b), escogidos entre todos los estrelleros que vinieron a ver al recién nacido.

El episodio del Libro de buen amor debe ponerse en relación con los cuentos astrológicos, tan frecuentes en la narrativa oriental, en los que, tras nacer el heredero al trono, muchas veces hijo único muy deseado, se anuncia que cuando alcance cierta edad un grave suceso pondrá en peligro su vida. Así ocurre en uno de los relatos más antiguos que nos han llegado por escrito, el cuento egipcio de El príncipe predestinado, cuyo manuscrito se ha datado en la segunda mitad del siglo XIV a.C., en el que, una vez que nace el ansiado hijo varón, las diosas le predicen un triple destino funesto, pero alternativo, ya que morirá por un cocodrilo, o por un perro o por una serpiente18. Parecido esquema narrativo encontramos en el marco narrativo del Sendebary en el comienzo del Barlaam e Josafat, donde además la predicción se vincula al horóscopo. Sin embargo, en el cuento del Libro de buen amor, a diferencia de otros modelos orientales, el Rey no parece tomar precauciones especiales para evitar que se cumpla el hado adverso, si bien es cierto que en todos los casos tales medidas resultan inútiles. A los mencionados relatos podríamos sumar otros muchos que se difunden en la España medieval a través de traducciones de la época alfonsí19, y que contribuyen a divulgar la creencia en la llamada astrología judiciaria, ciencia, o seudo ciencia, mediante la cual a partir del horóscopo se establecen predicciones para el futuro20. Pese a que no podamos afirmar que la astrología solamente se conociera entre los árabes, es evidente que ellos alcanzaron un gran nivel en su estudio, como se refleja en al-Andalus, aunque los responsables de la introducción de esta nueva ciencia en la Europa cristiana fueran mayoritariamente judíos, como el converso Pedro Alfonso, Abraham bar Hiyya o Abraham b. Ezra. La presencia de un buen astrólogo, encargado de levantar un horóscopo fiable al producirse un nacimiento, era una realidad histórica que tiene su reflejo en los textos literarios. En la España árabe no era raro que los personajes importantes contaran con uno de estos expertos a su servicio, que asistía al parto para poder conocer el momento exacto y determinar así con precisión el ascendente del recién nacido. Como señalan Juan Vernet y Julio Samsó21, el astrólogo o los astrólogos del califa eran funcionarios pagados por el erario, e igual ocurría con los emires de al-Andalus, de tal modo que, si se equivocaban en sus predicciones, eran severamente castigados. Exactamente esto es lo que inicialmente hace el rey Alcaraz, cuando «oyó el rey juizios desacordados, / mandó que los maestros fuesen muy bien guardados; / fizólos tener presos en logares apartados; / dio todos sus juizios por mintrosos provados» (132). En síntesis, todos los datos hasta ahora aducidos permiten relacionar El cuento del hijo del rey Alcaraz con el viejo y extendido motivo de la triple muerte, pero difícilmente los textos comentados pueden considerarse sus fuentes, ya que las diferencias son notables, lo que explica las vacilaciones de algunos estudiosos. El mismo Crawford concluía su artículo afirmando que «es posible que Juan Ruiz recibiera esta historia del Oriente, o puede ser que su versión represente una combinación interesante de elementos orientales y occidentales», mientras que F. Lecoy, tras poner en duda el modelo artúrico, sostiene que «il reste une dernière explication, que je mentionne à la fin, car elle semble improbable: c'est que le conté soit réellement d'origine oriéntale - ou du moins ait connu une forme oriéntale»22. El posible modelo oriental ha sido aceptado, sin embargo, por otros muchos estudiosos, a quienes no acaban de satisfacer los paralelos occidentales propuestos. Como señala Luce López-Baralt, «el pasaje astrológico del Libro de buen amor es uno de los más fuertemente teñidos de mudejarismo de toda la obra. Significativamente Juan Ruiz hace transcurrir su leyenda ilustrativa de la astrología judiciaria en tierras del Islam», pero estos argumentos se han enfrentado siempre a una evidencia, expresada con claridad por G.B. Gybbon-Monypenny: «no se conoce otra versión que tenga la apariencia de un cuento oriental»23.




ArribaLa historia de El rey y los cuatro astrólogos en el Meshal haqadmoni

Para colmar esa laguna puede resultar interesante el cotejo del pasaje del Libro de buen amor con una historia insertada en un libro hebreo, el Meshal haqadmoni, escrito hacia 1281. Los escasos datos que poseemos acerca de su autor, Isaac ben Solomon ibn Sahula, están en parte entresacados de su obra. Allí afirma que viajó a Egipto en el año 1281, cuando contaba 37 años de edad, lo que permite fijar su fecha de nacimiento en el 1244. Perteneció a una familia de intelectuales, con conexiones entre Burgos y Guadalajara, donde se supone que transcurrió gran parte de su vida y es posible que fuera médico, aunque, tras su estancia en Egipto, decidió consagrar el resto de su vida al estudio de la retórica y la poesía. Fue discípulo del cabalista Mosé ben Simón de Burgos y, al parecer, estuvo en contacto con el propio Mosé de León, autor del Zóhar, el cual vivía también en Guadalajara por esas fechas.

En este libro, considerado el fundamental dentro de su producción, expone su doctrina ascética y mística, sirviéndose para ello de apólogos, retomados de la literatura hebrea y de la tradición oral. Está escrito en prosa rimada, con versos insertados, y se asocia al género de la maqâma, ya que intercala fábulas, poemas y discursos sobre medicina, astrología, etc., en un marco dialogado entre un Cínico y un Moralista. Se ha visto en él un trasfondo muy crítico contra la situación vivida por los judíos en Castilla en ese momento, sometidos a duras presiones en los últimos años del reinado de Alfonso X, pero a su vez de protesta contra la posición de privilegio alcanzada por algunos magnates en las aljamas castellanas. El texto es de enorme interés para la literatura castellana medieval, aunque ha pasado totalmente desapercibido para los hispanistas. Sólo recientemente, tras la aparición de la excelente edición bilingüe de R. Loewe, se ha despertado la atención sobre él; así, por ejemplo, David A. Wacks ha localizado un importante precedente del cuento de Don Illán de El conde Lucanor, al que ahora cabe añadir este paralelo con el Cuento del hijo del rey Alcaraz24.

La obra consta de cinco partes, cada una dedicada a una virtud o cualidad: 1) la sabiduría; 2) la penitencia; 3) el sabio consejo; 4) la humildad y 5) la reverencia. Como señala Ángeles Navarro Peiró25, cada capítulo sigue un esquema básico fijo, en el que se combinan narraciones insertadas según el modelo de la caja china con un marco dialogado, como en tantas colecciones orientales. Se pueden diferenciar las siguientes partes: a) exposición de argumentos en contra de esa determinada virtud por parte de un personaje (macsé), que es el objetor, y que varía en cada capítulo; b) cuento o cuentos narrados por él; c) defensa de la virtud debatida, realizada por otro personaje, llamado autor, que no varía a lo largo de la obra; d) relato complejo del autor. La obra se cierra con unas reflexiones, en las que, tanto el objetor del último capítulo como los de los anteriores, se arrepienten de su conducta.

En el quinto apartado, una cigüeña y una rana discuten acerca de la astrología y la Providencia, y, en el transcurso del debate, la primera insiste en que nadie puede escapar al destino y, como apoyo a esta afirmación, narra la historia de El rey y los cuatro astrólogos. Un monarca de Caldea confía el horóscopo de su hijo recién nacido a sus cuatro astrólogos favoritos, quienes pronuncian su veredicto por separado. Tras justificar su predicción con un largo excurso astrológico, cada uno le anuncia una desgracia futura: la ascendencia de Escorpión justificará su muerte por fuego a los 25 años; el eclipse de luna en el momento del nacimiento predice que morirá ahogado; la concurrencia de Saturno y el sol arroja una sombra sobre su horóscopo que indica que será apedreado y, finalmente, a la nefasta influencia de Marte y Saturno se deberá su caída por los aires. El rey, al escuchar juicios tan discordantes, condena a muerte a los cuatro sabios, pero un consejero le sugiere que dicte una sentencia revocable, que permita comprobar la veracidad de estos pronósticos, y, mientras tanto, los encierre en prisión. Al cumplir 25 años, pese a que el padre quiere evitarlo, el joven se va de caza y se ve sorprendido por una violenta tormenta. Cuando ya cruza el puente de la ciudad, lo alcanza un rayo, cae al río, se golpea y se ahoga. El rey reconoce la fuerza de los astros y, tras el funeral, libera a los astrólogos y los asciende de nuevo a los cargos que ocupaban anteriormente.

La historia se configura como un auténtico cuento astrológico, tanto por su temática como por su organización estructural. En los cuatro vaticinios es fácil descubrir la conexión con los cuatro elementos, fuego, agua, tierra y aire, como se refleja en el siguiente cuadro:

Ibn SahulaCuatro elementosSignos zodiacalesLibro del buen amor
quemadofuegoAries, Leo, Sagitaroquemado
ahogadoaguaCáncer, Escorpión, Piscisahogado
apedreadotierraTauro, Virgo, Capricornioapedreado
despeñadoaireGéminis, Libra, Acuariodespeñado
   ahorcado

La predicción no nos tiene que extrañar, si recordamos la creencia en dos mundos distintos: el sublunar, es decir el situado por debajo de la esfera de la Luna, y ocupado por los cuatro elementos de Empédocles (tierra, agua, aire y fuego), está sujeto a cambios, frente al mundo inmutable de los planetas y de las estrellas. La astrología práctica estudia la influencia que los cuerpos celestes ejercen sobre el primero, gracias a la interrelación entre los signos zodiacales, los cuatro elementos y los cuatro humores. La correspondencia con el Libro de buen amor es evidente, salvo que en este texto se aumentan a cinco los juicios, posiblemente por la vacilación ya señalada entre morir despeñado y ahorcado. Las similitudes entre ambos relatos no se reducen a los vaticinios, como ocurría en los modelos occidentales aducidos, sino que afectan a toda la narración. La historia que enmarca la predicción es prácticamente idéntica, y muy similar a la de otros cuentos astrológicos de procedencia oriental: el heredero anhelado, los astrólogos de la corte, el enfado del monarca, la escena de caza, etc., a lo que se añade aquí el paralelismo en los juicios. Por último, a estas sorprendentes similitudes cabe añadir su inserción dentro de un debate astrológico, lo que obliga a poner en duda la opinión de aquellos críticos que diferencian en el Libro de buen amor entre el posible origen oriental del cuento y el indudable origen occidental del debate26. En el Meshal haqadmoni la cigüeña defiende que la hora de nuestra muerte está predeterminada, a lo que la rana responde que Dios nos enseña a protegernos de los peligros. Tras la inserción del relato continúa la discusión en parecidos términos: frente al determinismo de la cigüeña, la rana insiste en que los astros están sometidos a la Divina Providencia. Finalmente se paso al marco dialogado, en el que el Cínico y el Moralista sostienen parecidos argumentos. Este último, tras quien parece ocultarse la voz de Ibn Sahula, denuncia las prácticas astrológicas, prohibidas en la Escritura, postura no muy común entre otros autores judíos.

Pese a estas semejanzas evidentes hay que ser muy cautos a la hora de establecer una relación de préstamo entre el Meshal haqadmoni y el Libro de buen amor, ya que las barreras entre una y otra obra parecen infranqueables. Por un lado, desconocemos el grado de popularidad alcanzado por este libro hebreo en la España de finales del XIII, ya que de los siete manuscritos conservados, todos ellos tardíos, ninguno se localiza en la Península, sin olvidar que se trata de un texto difícil, con un alto grado de elaboración literaria; por otra parte, ignoramos si Juan Ruiz conocía el hebreo. Pero es muy probable que en la España medieval circularan más versiones de esta historia, de forma escrita u oral, en romance o en árabe vulgar, de donde pudieron retomarla ambos autores. Sin embargo, a la vista de este texto, podemos afirmar que el Cuento del hijo del rey Alcaraz tiene precedentes orientales más próximos que los occidentales hasta ahora reseñados, sin que se haya resuelto por completo el enigma de su fuente. Gracias a este cotejo se pone de manifiesto la conexión entre los vaticinios y los cuatro elementos y se descubre también que un cuento muy similar existía ya en la España medieval como apoyo a un debate en torno a la validez de la astrología judiciaria. Los intercambios culturales entre miembros de las tres comunidades religiosas pueden ser la respuesta para unas coincidencias arguméntales de muy difícil explicación.





 
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