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No obstante, se han hecho cálculos basados en criterios variados como las regiones de salida, las profesiones, los países de llegada... Javier Rubio habla de unos 475.000, Salvador de Madariaga de 440.000, Tuñón de Lara de 250.000. Vid. CAUDET, F., Hipótesis sobre el exilio republicano de 1939. Madrid, 1997, pp. 84-85.

 

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Este hecho ha llevado a algunos autores a emplear el término reemigración. Vid. ARÓSTEGUI, J., en VV. AA., Historia general de la emigración española a Iberoamérica, Madrid, 1992, vol. 1, p. 479.

 

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CORDERO OLIVERO, I., óp. cit., p. 31.

 

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El Gobierno mexicano entendió siempre que el régimen de Franco era resultado de un golpe de Estado internacional y, por ello, se reservaba el derecho de no reconocerlo. De acuerdo con la ley mexicana, un Gobierno podía existir en el exilio siempre y cuando la salida del país no se debiera a causas domésticas. Vid., CORDERO OLIVERO, I., óp. cit., pp. 50-51.

 

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El texto íntegro aparece recogido en El Nacional, 3-4-1939. Vid. RUBIO, J., La emigración de la guerra civil de 1936-1939, Apéndice I, p. 843.

 

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Como veremos más adelante, quienes llegaron a México no eran sólo políticos y profesionales cualificados, aunque ésta sea la imagen que, por razones obvias, haya pervivido en la mentalidad colectiva.

 

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Con anterioridad a esa fecha se había producido la llegada de unos 500 niños a Morelia, en Michoacán (1937) y el asentamiento de los intelectuales de la Casa de España en 1938.

 

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Este jurista compartió despacho en México con Sánchez Román.

 

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«El 4 de abril de 1939 partió el buque Flandre, con poco más de 300 personas de alta cualificación. El Sinaia partió desde el puerto de Sète, el 23 de mayo, con más de 1.500. El Ipanema zarpó en junio de 1939 desde Burdeos, con 1.000 personas. El Mexique, el mismo barco que había llevado la primera expedición de niños en 1937, salió el 14 de julio de Burdeos, con más de 2.000 [...] un exilio total español en América de unas 30.000 personas, de las que en torno a 20.000 estarían en México», ARÓSTEGUI, J., «La emigración de los años 30», VV. AA., Historia general de la emigración española a Iberoamérica, vol. 1, pp. 458-459.

 

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Lo que parece claro es que fue más abundante la llegada de profesionales pertenecientes a clases medias-altas: para ellos, en gran parte personajes influyentes en la vida española, era más sencillo moverse por el extranjero, obtener un pasaporte con rapidez y valerse de sus contactos personales.