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La bibliografía al respecto comienza a ser abundante. Aparte de los numerosos testimonios «de época», que ya hablaban de colaboración e incluso del mayor peso de María en la producción literaria de su marido, véanse los siguientes estudios: Ricardo Gullón, Relaciones amistosas y literarias entre Juan Ramón Jiménez y los Martínez Sierra, Río Piedras, Ediciones de la Torre, 1961; Patricia W. O'Connor, Gregorio y María Martínez Sierra. Crónica de una colaboración, Madrid, La Avispa, 1987; la «Introducción» de Alda Blanco a María Martínez Sierra, Una mujer por caminos de España, Madrid, Castalia/Instituto de la Mujer, 1989, pp. 7-46; la biografía de Antonina Rodrigo, María Lejárraga, una mujer en la sombra, Barcelona, Círculo de Lectores, 1992, reeditada en Madrid, Ed. Vossa, 1994; y Julio Enrique Checa Puerta, Los teatros de Gregorio Martínez Sierra, Madrid, Fundación Universitaria Española, 1998.

En consonancia con la expresa voluntad de la escritora, decidimos mantener de aquí en adelante como nombre literario aquel con el que firmó su obra, María Martínez Sierra, seudónimo de la mujer que fue María de la O Lejárraga García.

 

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María Martínez Sierra, Teatro escogido, Madrid, Publicaciones de la Asociación de Directores de Escena de España, 1996, edición de Eduardo Pérez-Rasilla.

 

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La versión inglesa de esta obra, con el título That's the way life is, traducida por Collice Henry Pormoff y dirigida por Frank R. Byers, se estrenó en noviembre de 1950 en el State College de Tempe (Arizona). Antonina Rodrigo, ob. cit., pp. 346-347, reproduce el programa de la velada.

 

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La angustia del destierro, la desazón de la soledad y la incertidumbre permanentes se traslucen en algunas de las páginas más emotivas escritas por María en Niza, donde habla de su soledad espiritual: «Estoy escribiendo en esta fatigada y entristecida Europa, en un anochecer de principios de invierno; ya he tenido que cerrar las ventanas y encender la luz no demasiado deslumbrante de una bombilla eléctrica. Llueve caudalosa y mansamente, como si hasta el cielo se sintiese obligado a llorar sobre la tristeza de este Viejo Mundo.

Azares del vivir y del morir hanme traído a tal soledad espiritual que apenas puedo, y muy de tarde en tarde, permitirme el lujo de cruzar con alguien palabra que no haga referencia al problema diario y corporal de seguir viviendo [...] Desde que soy «persona» todos mis afectos se han prendido en seres humanos más jóvenes que yo; y ello ha sido manantial de energía que me impidió durante muchos años, sentir el cansancio del tiempo que huye y al huir, desmorona. Ahora, me falta en absoluto ese amparo, ese alboroto de pájaros al amanecer; por ello no es extraño que, al imaginar posibles interlocutores [...] al soñar, digo, interlocutores, haya ido a buscarlos entre una juventud que lo es dos veces porque no sufre como la de Europa la angustia de sentirse nacida en malhora, condenada casi fatalmente a la esterilidad, ya que aquí se vive únicamente para no morir» (María Martínez Sierra, Una mujer por caminos de España, ed. cit., pp. 287-288).

 

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Las palabras de María proceden de una carta a su sobrino Jaime Lejárraga Campesino, fechada en Niza el 27 de octubre de 1947, citada por Antonina Rodrigo, ob. cit., pp. 335-336. Sobre su etapa de exiliada en Niza, véanse las páginas de ese mismo capítulo, pp. 322-337.

 

626

Aparecen citados en la correspondencia entre María y Collice Portnoff, de la que da testimonio Antonina Rodrigo, ob. cit., p. 340.

 

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«Si D. Rafael [su abogado en aquellos tiempos] está al habla con la familia morganática, desearía que pidiese dos originales que deben estar en posesión suya: uno es el manuscrito de un asunto de película llamado MILAGRO GITANO. Le he escrito yo aquí con una colaboradora que firma Pedro de Massó y que le envié a Gregorio hace unos cuantos meses para ver si podía servirle para impresionarle o para montar un espectáculo mixto; sin duda le recibió estando ya muy enfermo por que no recibí acuse de recibo, y ahora la colaboradora le reclama porque tiene miedo de que se haya perdido. Aunque yo -como siempre- puse el nombre de Gregorio junto al mío, esta obra no tiene nada que ver con él ni él ha tenido de ella la menor noticia, así que si es que se encuentra y la recobráis, haced el favor de devolvérmela» (Carta de María Lejárraga a su familia, fechada en Niza el 21 de febrero de 1948. Archivo María Lejárraga). El otro original que pedía era Sortilegio, «comedia en diez cuadros», todavía inédita a pesar de haberse estrenado en 1930 en el teatro de la ópera de Buenos Aires, y que María quería incluir en su edición de Obras Completas.

El texto de Milagro gitano, que se conserva en el Archivo María Lejárraga, consta de 20 páginas mecanografiadas, con algunas correcciones hechas a mano. Agradecemos a los herederos de María su generosidad y confianza en el envío de esta obra, así como su permiso para reproducirla aquí.

 

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Antonina Rodrigo, ob. cit., p. 144. La propia María se refiere al «número de baile flamenco» que Gerónimo Giménez escribió para el estreno de Lirio entre espinas en el teatro Apolo y a «unas cuantas notas» del mismo músico para la puesta en escena de La suerte de Isabelita (Gregorio y yo, México, Biografías Gandesa, 1953, p. 197).

 

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Véase, entre la amplísima bibliografía dedicada a la famosa «gitanería» de Falla, el imprescindible estudio de Antonio Gallego, Manuel de Falla y El amor brujo, Madrid, Alianza Música, 1990.

 

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Jesús Rubio Jiménez ha estudiado la novedad escénica de este espectáculo en su artículo «Tradición y modernidad en El sombrero de tres picos: de Alarcón a los Martínez Sierra, Falla y Picasso», El Bosque (Zaragoza), 10-11 (enero-agosto 1995), pp. 203-220. La evolución del libreto de María Martínez Sierra sobre la obra alarconiana musicada por Falla puede verse en el documentado trabajo de Antonio Gallego Conciertos de la inauguración del Archivo Manuel de Falla, Granada, Talleres de Ediciones Anel, 1991, en especial pp. 21-40 y 68-107.