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511

Carlos-Peregrín Otero, «Introducción», en ob. cit., p. 20.

 

512

Este texto parece mantener estrecha correspondencia con el poema «Desolación de la Quimera». Véase el fragmento siguiente: «...ya no hay dioses que nos devuelvan compasivos lo que perdimos, sino un azar ciego que va trazando torcidamente, con paso de borracho, el rumbo estúpido de nuestra vida», Palabras a las que el soliloquio de la Quimera parece responder: «...Lo divino subsiste, / Proteico y multiforme, aunque mueran los dioses. / Por eso vive en mí este afán que no pasa, / Aunque pasó mi forma, aunque ni sombra soy».

 

513

Versos que provienen del final del «Prólogo» que Cervantes pusiera al frente de Los trabajos de Persiles y Sigismunda: «Tiempo vendrá, quizá, donde, anudando este roto hilo, diga lo que aquí me falta y lo que sé convenía. ¡A Dios, gracias; a Dios, donaires, a Dios, regocigados amigos; que yo me voy muriendo, y deseando veros presto contentos en la otra vida». En carta a Jaime Gil de Biedma, fechada el 15 de febrero de 1963, Cernuda reconocía esta deuda: «Las palabras de Cervantes al enviar Persiles, conmovedoras, nobles y admirables, están textualmente citadas por mi al final del poema «Despedida», como testimonio de mi respeto hacia Cervantes, al que no hallo igual en nuestra cargante literatura (...)». (Carta reproducida en Fernando Ortiz, editor, Epistolario inédito, ob. cit., p. 75.)

 

514

Para Cernuda «el poeta no es, como generalmente se cree, criatura inefable que vive en las nubes (el nefelibata de que hablaba Darío), sino todo lo contrario; el hombre que acaso esté en contacto más íntimo con la realidad circundante». (Véase el prólogo a los Estudios sobre poesía española contemporánea, OCS, volumen 2, p. 74.)

 

515

Rosa Chacel, «Respuesta a Ortega: La novela no escrita», recogido en Obra Completa, volumen 3, Valladolid, Diputación Provincial de Valladolid, 1993, p. 389.

 

516

Aunque a lo largo de este trabajo mencionaré algunos de los rasgos, símbolos y mitos del discurso de «la hispanidad» (Mío Cid, Reyes Católicos, Felipe II, El Escorial, Trento; etcétera, etcétera), doy por supuesto que todos los conocemos, por lo menos en término generales. Por lo demás, en cuanto discurso de los años de la Falange y del franquismo, los años que aquí van a ocuparnos, ese discurso está estudiado y documentado en el monumental libro en dos volúmenes de Julio Rodríguez Puértolas, Literatura fascista española, I y II, Madrid, Akal, 1986 y 1987. Y sigue siendo todavía útil para quien necesite algunas precisiones sobre el asunto el libro de José Carlos Mainer, Falange y literatura, Barcelona, Labor, 1971, tanto en su parte antológica como por el excelente estudio que le precede.

 

517

Me refiero, por ejemplo, a la Real cédula de junio de 1765 por la cual se prohibieron los autos sacramentales y a la Real orden del 22 de enero de 1766 (concebida por Esquilache) que prohibía a los funcionarios públicos el uso de la capa larga y el sombrero redondo, orden seguida en marzo por un bando que prohibía esa vestimenta a todos los españoles.

 

518

La frase es de Ángel Valbuena en la edición de 1950 de su manual de Literatura dramática española, Barcelona, Labor, p. 285; pero podría ser de cualquiera de los muchos críticos, incluyendo a los falangistas, que, desde el siglo XIX, consideran no española la cultura reformista toda del siglo XVIII.

 

519

Mainer, ob. cit., pp. 90-94.

 

520

Ibídem, pp. 234-239.