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241

Philip W. Silver, «Pedro Salinas o la vanguardia de par en par», en La casa de Anteo (De Antonio Machado a Claudio Rodríguez), Madrid, Taurus, 1985, pp. 135-136 (versión de Salustiano Masó). Pérez Romero, desde una perspectiva más instrumental que analiza la existencia de personajes que están entre dos mundos, opina que la compaginación de las dos realidades regidas por normas diferentes se alcanza mediante este recurso «a la calidad poética del lenguaje» (ob. cit., p. 67).

 

242

Véase su ensayo de 1936 «Dramatismo y teatro de Federico García Lorca» [EC, I, pp. 160-166]. Una voluntad que, como también aclara Marichal, se complementa con su defensa de un teatro «escrito desde arriba» («Nota preliminar» a P. Salinas, Teatro completo, Madrid, Aguilar, 1957, p. 12). Es decir, otra vez el recurso a los conceptos orteguianos en el núcleo de su reflexión dramática, pues, cuando Salinas en El defensor se lamenta de la pérdida del patrimonio espiritual lingüístico que supone el desconocimiento del teatro clásico español, al fondo late la creencia orteguiana del empobrecimiento intelectual a causa del avance de las masas modernas y la consecuente defensa de la minoría literaria en la búsqueda del lector ideal.

 

243

Juan Marichal, ob. cit., pp. 11-12; P Moraleda, «Pedro Salinas: el dramaturgo y las fases de la realidad», en Enric Bou y Elena Gascón-Vera (editores), Signo y memoria: ensayos sobre Pedro Salinas, Madrid, Pliegos, 1993, p. 169.

 

244

Es la manifestación particular en Salinas de lo que Manuel Aznar Soler ha estudiado como «El drama de la dramaturgia desterrada», pues «si, por su propia naturaleza, el teatro es un arte social, el destierro fue para él un hecho radicalmente dramático» al carecer del contacto «con su público natural, el público español» (en Manuel Aznar Soler [editor], Las literaturas exiliadas en 1939, Sant Cugat del Vallès, Associació d'Idees/GEXEL, 1995, p. 24).

 

245

«The dialogue of Pedro Salinas' La fuente del arcángel: a dialectic of poetry and realism», Hispanic Review, 54, 3 (verano 1986), p. 312.

 

246

Su valoración del teatro de Arniches, cuyos moldes son muy evidentes en La fuente del arcángel o La Estratosfera, se situaría en relación con este mismo aspecto; véase su «Del 'género chico' a la tragedia grotesca» (1933) [EC, I, 120-124].

 

247

En «Don Quijote en presente» (1945), Salinas sintetiza su denuncia del materialismo económico y cientifista contemporáneo y defiende como solución la actitud y figura del hidalgo [EC, III, 71-82].

 

248

J. Ortega y Gasset, Meditaciones del Quijote, ob. cit, pp. 231 y 226. Sobre el concepto de héroe en Salinas, véase su ensayo «El 'héroe' literario y la novela picaresca española» (1946) [EC, III, 38-50].

 

249

La misma idea se aplica en su estudio sobre Manrique, en el que recurre a las ideas de Max Scheler o Paul Landsberg: «la persona halla en la muerte la última ocasión de afirmar su vida, con su peculiar acento» [EC, I, 421-422]. La negación a esta posibilidad se retrata de manera explícita en Sobre seguro.

 

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Teniendo en cuenta también que para Salinas la comprensión de la literatura social es muy ancha y en ella él se adscribe a la misma categoría que utilizó en su análisis de la poesía de Darío, la del «modo humanitario» [La poesía de Rubén Darío. Ensayo sobre el tema y los temas del poeta (1948), EC, II, 161]. Una modalidad que, en su efecto de lectura sobre el poeta nicaragüense, revela la orientación del Salinas de finales de los cuarenta hacia la denuncia del cainismo fratricida: «toda guerra es obra de Caín, muerte del hermano por el hermano. Contra esa trágica modulación negativa de la vida social que es, aún, la triste realidad moderna, está el sueño del futuro, la confraternidad, la vida en común de todos los humanos en concordia y armonía» [EC, II, 191].