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1

Quien se interese por la vida de don Pedro puede ver, en lo que nos interesa, Narciso Alonso Cortés, «Genealogía de Calderón», B.R.A.E. XXXI, 1951, págs. 299-309. En general, H. Lund, Pedro Calderón de la Barca, A Biography, Edimburgo, 1963.

En lo que respecta a las fuentes de El Gran Teatro del Mundo se puede consultar el inteligente artículo de Antonio Vilanova, «El tema de El Gran Teatro del Mundo», B.R.A.E. Letras de Barcelona, XXII, 1950, págs. 153-188, o J. Jaquot, «Le theâtre du monde de Shakespeare a Calderón», Revue de Littérature comparée, Juillet-Sept., 1957, págs. 341-372, aunque por supuesto no agoten el problema. Como visión de conjunto, E. R. Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, Méjico, 1955. Influencias significativas para los fines de este trabajo pueden ser las de S. Agustín y S. Tomás, señaladas por Alexander Parker en The allegorical Drama of Calderón, Oxford & London, 1958 y Hans Flasche, «Calderón als Paraphrast mittelalterlicher Hymnen», Medium Aevum Romanicum, Festschrift für Hans Rheinfelder, Munich, 1963.

 

2

Para las nociones de macro y microcontexto, vid. M. Riffaterre, «Stylistic Context», Word XVI, 1960, págs. 207-218. En cuanto al valor que doy a texto es el definido por Hjemslev.

 

3

Opinión sostenida por Micheline Sauvage en Calderón, Dramaturge, París, 1959; también Francisco Ruiz Ramón, en su discreta Historia del teatro español desde sus orígenes hasta mil novecientos, Madrid, 1967, pág. 378, acepta y sostiene el mismo criterio.

 

4

No estará de más recordar que, en representaciones públicas también, fue representada, al parecer, la Numancia en el sitio de Zaragoza, y en versión de Alberti durante el sitio de Madrid.

Para la situación de la escena en la época del resurgir de los autos, vid. José Monleón, Treinta años de teatro de la derecha, Barcelona, 1971.

 

5

Nicolás González Ruiz, Teatro teológico español, tomo I., B.A.C., Madrid, 1953 (la 1.ª ed. es de 1946), págs. IX-XII. Sobre el carácter antiprotestante del auto, M. Bataillon, «Ensayo de explicación del "auto sacramental"», B. H., XXXVII, 1935, págs. 329-336.

 

6

No entro en el uso que de estos planteamientos puedan hacer los diferentes autores y que normalmente les sirve para afirmar el espiritualismo de tipo religioso.

 

7

Sería conveniente recordar que los autos sacramentales pueden ser incluidos como un eslabón más en la cadena que forma la «literatura a lo divino», iniciada a finales del XV.

 

8

Concretamente de Séneca, Epicteto, Focílides, puesto en verso por Quevedo o no, etc. Véase, «Metáforas del teatro» en Curtius, Literatura europea y Edad Media latina, págs. 203-211, Méjico, 1951.

 

9

Vid. Eugenio Frutos, La filosofía de Calderón en sus Autos Sacramentales, Zaragoza, 1952.

 

10

Por eso me parece discutible la afirmación de A. Parker: «This [the auto] takes the form of an analysis of human life in terms of social classes: an analysis of the relation of social classes to each other and the final end of human existence». Op. cit., pág. 113.