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ArribaAbajo3.- El hombre acecha

Debemos agradecer a la diosa Fortuna que salvara este incomparable libro de la destrucción y el olvido cuando se hallaba en capilla a la espera de ser encuadernado en la Tipología Moderna de la calle Avellanas, 9 de Valencia. Destruida la edición en imprenta al entrar en esa ciudad la llamada «Posición Pekín» de la tropas franquistas en la primavera de 1939. No hubiera tenido importancia su pérdida, de haber sido un libro anodino o sin interés, sin embargo, su contenido, sus testimonios hacen de él una obra imprescindible en la poesía contemporánea dentro de la llamada poesía de guerra o republicana. Una verdadera joya bibliográfica que podemos disfrutar hoy, gracias la casualidad y a una serie de aciertos.

Miguel o el pastor de la luna, entregó el original a Rafael Pérez Contel, director artístico de las ediciones de la Subsecretaría de Propaganda, en el otoño de 193882.

Sólo se conocen dos copias completas de El hombre acecha sin encuadernar, una conservada en la biblioteca de Antonio Rodríguez que encontró Víctor Infantes de Miguel en 1979, y otra ejemplar en la biblioteca de José María Cossío, que se publicó por primera una edición facsímil, la de Cossío, por L. de Luis y J. Urrutia, Madrid, CUPSA Editorial, 1978. Otra edición en 1981, autores ya citados, Casa de Tudanca, Diputación Provincial de Cantabria, que es la que el autor de este ensayo posee y maneja.

¿Cómo llegó un juego de capillas a manos de José María Cossío? Las hipótesis de Leopoldo de Luis son que bien Juan Guerrero Ruiz (amigo de Miguel y de Cossío) tuviera un ejemplar y se lo diera a Cossío, o que Antonio Rodríguez Moñino, bibliófilo extremeño, poseyera dos ejemplares y le regalara uno a Cossío.

Los poemas se escribieron entre 1937-38, «es sin duda un poema de los más intensos y apasionado escritos en torno al tema tan esencia y entrañable de España»83. Es una recopilación de material disperso, de recitales y publicaciones diversas, como una segunda parte de Viento... Son un prólogo y diecinueve poemas de diferentes metros y rimas, de serventesios unos, a veces asonantes y otras consonantes, aunque predominan endecasílabos, alejandrinos y pie quebrado, y el romance. Versos ausentes de retórica. Componen un conjunto diverso, poemas que MH fue acumulando para hacer una recopilación posterior.

María de Gracia Ifach escribe que Miguel estuvo en marzo de 1939 en Valencia y recogió de la Imprenta Moderna un ejemplar impreso y no encuadernado, además del original, y se lo entregó a Josefina [su testaferro literario tal y como hizo con el cuaderno de Cancionero.] De la misma opinión es Jacinto Luis Guereña. Aunque Leopoldo de Luis, lo duda.

Parece ser que Miguel comisionó a varios compañeros (Ramón Garciasol84 y Antonio Aparicio) para la revisión y corrección de la distintas pruebas, ya que él no podía trasladarse a Valencia.

En la edición de Obras escogidas con prólogo de Arturo del Hoyo, Madrid, Aguilar, 1952, se recogen 7 poemas de los 19 de El hombre acecha. Donde no figura el poema Los hombres viejos.

A las Obras completas, edición de Elviro Romero, Losada, Buenos Aires, 1960, le faltan los poemas de Los hombres viejos. Después de la guerra civil Vicente Aleixandre se encargó de ordenar la obra inédita de Miguel Hernández, que la envió a Losada de Buenos Aires en 1948.

En El hombre acecha, el poeta se siente desanimado, fatigado, solo, vulnerado, afligido, los ímpetus juveniles de una poesía primera se van apaciguando ante la dramática realidad de los acontecimientos de la guerra civil, el lenguaje es más sobrio, intimista y directo, menos apoyos en metáforas surrealistas, menos despliegue de medios rurales o bucólicos, hasta perder la felicidad y la fe como si en estos poemas presintiera que se acercaba el fin, el fin de la República, el fin del hombre, «él mismo era la respuesta» dijo María Zambrano. El toro que ha nacido para el luto y el dolor, se convierte en el animal que puede llorar y echar raíces. El hombre, son los españoles, que han regresado al tigre, que se defiende a dentelladas secas y calientes (v. 30 de la elegía a Sijé). Es la tragedia del destino de los hombres a causas de la guerra: soldados, oficiales, jóvenes heridos, «La prolongada guerra -según Fernando Esteve, pág. 47 de su Antología Comentada, E. de la Torre, 2002,- ha hecho mella en el ánimo del poeta y de todos los que se ven implicados en ella».

Muchos de estos poemas fueron recitados por MH o el «lunipastor» como le he bautizado y publicados en diferentes revistas, anteriores a la publicación de 1939.

El orden elegido ha sido el que aparece en la obra de la Casona de Tudanca, ya citada. A la que le he unido una clasificación ordinal para su más fácil estudio. He preferido numerarlos con objeto de manejarlos con más precisión a la hora de analizarlos, individualmente y ordenar las ilustraciones:

  1. Prólogo
  2. Canción primera.
  3. Llamo al toro de España
  4. Rusia.
  5. La fábrica-ciudad.
  6. El soldado y la nieve.
  7. Los hombres viejos.
  8. El vuelo de los hombres.
  9. El hambre.
  10. El herido.
  11. Carta
  12. Las cárceles.
  13. Pueblo.
  14. El tren de los heridos.
  15. Llamo a los poetas.
  16. Oficiales de la VI División.
  17. 18 de julio 1936-18 de julio 1938.
  18. Madrid.
  19. Madre España.
  20. Canción última.

a) Comentarios Seleccionados

Las interpretaciones lo han sido bajo los parámetros de un análisis objetivo y riguroso, a pesar de todo, no significa que sean las más lógicas o acertadas o que deban coincidir con las opiniones del lector. Nadie puede conocer con exactitud lo que pasó por la mente del poeta en el momento de su génesis-creativa. Tampoco espero que el lector sea indulgente y deba estar de acuerdo con mis apreciaciones, ni espero su beneplácito, porque en la divergencia y el riesgo reside la sustancia de las nuevas ideas.

El método usado para los comentarios, en lo posible, ha consistido primero en localizar el poema, estudiar el contexto histórico, buscar un sentido del contenido de conjunto, compararlos, y analizar e interpretar algunas de las metáforas más interesantes, imágenes o significados y, por supuesto, abandonar aquellas surrealistas que por indescifrables me superaron. He prescindido del abuso que, otros autores anteriores, han realizado en pormenorizar los borradores del autor, labor más propias de filólogos e investigadores que de simples amantes a su obra.




ArribaAbajo Prólogo

El prólogo para El hombre acecha se lo dedicó al poeta a Pablo Neruda, Cónsul de Chile, persona de grandes influencias en Madrid (Aunque se hallaba ya en Chile)85 , y de quien, sin duda esperaba que éste pudiera hacer algo por él tras avecinarse la derrota de la República, que presentía, a pesar de que su obligación como miliciano y agitador propagandista debía demostrar lo contrario, alta la moral.

En la dedicatoria recuerda con añoranza los años que pasó en Madrid cuando se reunían con Federico García Loca, con Vicente Aleixandre, con Delia Carril, amiga íntima de Pablo Neruda, en la casa que éste tenía en el barrio de Argües, la Casa de la Flores. «Tú preguntas por el corazón y yo también. Mira cuántas bocas cenicientas de rencor, hambre y muerte, pálidas de no cantar...» Añora los viejos tiempos de tabernas en las que, parece ser, les llegaba el amanecer, como auténticos bohemios felices de un pasado que añoraba. Además Miguel llegó a tener gran amistad con Neruda, iba a visitarle con su sobrina, la hija de Elvira, para jugar con Malva Marina que estaba enferma, hija de Pablo y Maruca, su primera mujer. Y además Miguel intentó que Neruda y su familia visitara la isla de Tabarca para que descansara unos días, y no llegó a venir a la isla.

Pablo Neruda era el seudónimo de Neftalí Ricardo Reyes Basoalto, nació en Parral (Chile) en 1904, hijo de un obrero ferroviario y de una maestra de escuela. Estudió pedagogía en francés, en la Universidad de Chile en Santiago. Se inició en la llamada «poesía sin pureza», en contra del purismo de Rubén Darío. Autor de Residencia en la tierra, influyó en Miguel. Dirigió la revista Caballo verde de la poesía. (del verso de Góngora: Verde el caballo...)

Se exilió en París, desde se dice que ayudó en lo posible a que Miguel saliera de la cárcel, como ya se ha comentado con lo del cardenal al que le leyeron el auto sacramental porque estaba medio ciego, aunque es harto improbable que esto fuera así.




ArribaAbajoCanción primera

Como el propio título anuncia es una canción pero con la métrica de romance. Donde alude a la guerra como un momento trágico y selvático que despierta los más salvajes y primitivos instintos en el hombre, y le hace perder los valores de humanidad, solidaridad e incluso la dignidad. De esta canción se conocen dos borradores. En un borrador del poeta, según nota de L. de Luis y J. Urrutia, «la primera versión del poema es muy distinta», por esta versión podemos intuir el contenido de la canción. En el borrador aparece en el primer verso el título del libro: El hombre acecha al hombre. / El animal que canta, / el animal que puede cantar y echar raíces. / Hay una transposición paralela entre hombre y animal, el hombre-fiera, esa parte sumergida en los instintos del ser como salvaje y primitivo caníbal de aquella primera estrofa carnívoro cuchillo de ala dulce y homicida, de El rayo que no cesa. Un biólogo nos podría argumentar que los animales también cantan y lloran, no obstante, en los años 30 se sabía poco de las cualidades cantoras de los animales, salvo de las aves. Los animales de carga sufrían malos tratos de sus salvajes amos, los mansos y cobardes bueyes.

En el borrador que estudió el profesor Agustín Sánchez Vidal, tiene una estrofa tachada, sucintamente, nos dice que entre todas la fieras el hombre abre sus asesinas garras revestidas antes de suavidad. Este revestimiento de flores es como el halago o excesivo elogio que siempre oculta una traición.

En Canción Primera el verso el hombre acecha se ubicó al final, como un remate de las barbaries que es capaz de cometer el hombre con garras que revestía de suavidad y flores, son las garras retrácteles de los felinos, ocultas en la mimética suavidad de su vellosidad colorista y, a la vez, desplegadas con la velocidad del desgarro: Son las armas del hombre transfigurado en salvaje tigre depredador y traidor. En el primer verso hallamos una transposición de cualidades se ha retirado el campo, sustancia mineral inanimada que toma cualidades dinámicas y se ha retirado, se ha movido empleando un sinónimo que quiere significar: se ha asustado, refugiado, en la idea del hombre de instintos primitivos y de supervivencia.

En el pareado siguiente hace una paralelismo entre el abismo que separa al oleaginoso símbolo de la paz: olivo y el propio hombre.


¡Qué abismo entre el olivo/ y el hombre se descubre!



En la tercera estrofa podemos tener la convicción de que El animal que canta y puede echar raíces, es el hombre-olivo (aceituneros de Jaén), y además añade otra cualidad especificativa: humana, la de llorar, que se sepa los animales no lloran, salvo otras cualificadas opiniones, a la que añade ...y echar raíces, es evidente la transposición vegetal del elemento raíz como órgano vegetal de procreación, láctea creación, perpetuarse en la tierra a través de los hijos-raíces como semejanza de figuras exteriores. ¿Lloran los olivos o los aceituneros altivos? Todos lloramos porque todo perdemos.

En la quinta estrofa crepitan en sus manos, son las garras, los fusiles, las armas y los cañones los que lloran. El hombre, en tiempos de guerra, regresa a la bestia, pierde su dignidad. Advierte a su hijo, el segundo, que nació como regalo de Reyes el día 4 de Enero del 39, Manuel Miguel, que se aparte de la garras, que él mismo como rememoración de la guerra fraticida, puede atacarle y herirle. Puesto que el narrador del poema he regresado al tigre, este tigre simboliza al instinto salvaje del hombre en la guerra, en los estados de catarsis, donde pierde el sentido de la solidaridad y aumenta el de la supervivencia como la de un animal acosado. Lo remata con el título del libro y el hombre acecha al hombre. El hombre espera, vigila a su hermano o a su propio hijo para matarlo, darle sangre.

En Viento del pueblo, en el poema Las manos ya había recogido la idea de las manos de los trabajadores que se convierten en herramientas y en armas:


Las laboriosas manos de los trabajadores
caerán sobre vosotros con dientes y cuchillas.



En otros poemas de Miguel los hijos en lugar de raíces son arcilla que modelo, o filial arcilla como escribió en un poema el poeta Santiago Moreno Grau, natural de Moratalla (Murcia, 1911-1963). Estaba en una silla de ruedas. Muy vinculado con la Vega Baja. El barro animando o Me llamo barro...

En la ilustración siguiente podemos observar cómo el tigre prolonga su larga zarpa, zarpa que al prologarse en su desgarradura semeja una mano androide, rematada con afiladas garras, que amenaza al hijo recién nacido: Manuel Miguel.

Ilustración 1. Canción primera



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