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La caída de Ensenada produjo tal impacto en Europa que muchos pensaron que la guerra era inminente, pues Francia no toleraría el éxito inglés. Los embajadores lo comunicaban, alarmados -muchos eran ensenadistas- a Masones. Cfr. GÓMEZ URDÁÑEZ, J. L., El proyecto...

 

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El marqués pagaba mejor que nadie y lo pudieron comprobar tanto amigos como enemigos, desde la Pompadour al propio Papa. Véase OLAECHEA, R., Las relaciones hispano-romanas en la segunda mitad del siglo XVIII, Zaragoza, 1999, 2 vols., reedic. de su tesis. ZABALA Y LERA, P., El Marqués de Argensón y el Pacto de Familia de 1743, Madrid, 1928, p. 151, para la «dádiva» con la que Ensenada compró a la amante de Luis XV «para la causa del infante». Por el contrario, Carvajal no aceptaba ni condecoraciones ni regalos. Ensenada se ocupaba también del suministro de diamantes y otras joyas, pieles, objetos primorosos, que regala a los reyes y, a veces... a él mismo. Cfr. GÓMEZ URDÁÑEZ, J. L., El proyecto...

 

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Llenar las instituciones de leales tenía a veces la finalidad de desactivarlas. Eso hizo el marqués a través de algunas criaturas. Ordeñana, por ejemplo, en el consejero de Guerra. Ensenada no permitió intervenir en nada a los viejos consejos, a los que enredaba en consultas mientras él actuaba. El caso más espectacular es la paralización de la cámara de Castilla (la encargada del Real Patronato) mientras duraba la negociación del Concordaro. Véase GONZÁLEZ FUERTES, M. A., «La Cámara de Castilla y el Real Patronato (1733-1759): de la prepotencia a la impotencia», Brocar, 25 (2001), 75-108. Hizo lo mismo con el Consejo de Hacienda utilizando incluso a los militares para tranquilizar al rey. Lo más reciente, El catastro de Ensenada, magna averiguación fiscal..., Madrid, Ministerio de Hacienda, 2002.

 

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«Este Padre, confesor del Rey, vale millones, con justísima razón, está pegadísimo de él». Ensenada a Huéscar, 28 de mayo de 1747, en GÓMEZ MOLLEDA, M. D., «El Marqués de la Ensenada...», p. 62. «Si vieras al Rey no le conocerías: desde que tiene este confesor es tal su alegría, su dilación de ánimo y su total mudanza, que no cabe explicarlo. Es obra de Dios el habernos librado del que nos libró, y habernos dado el que nos dio». Carvajal a Huéscar, Aranjuez, 13 de mayo de 1747, en OZANAM, D., La diplomacia de Femando VI..., p. 191.

 

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AHN, Estado, leg. 4880-2. Ensenada a Sada, 21 de abril de 1750.

 

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Rávago debía ayudar a veces. Por ejemplo: «Y para consolarle (a Fernando) añadí, y le gusto mucho, que yo no sabía cuál fuera peor para un Estado, si la unión o desunión de sus ministros, no siendo ellos muy santos; porque si están muy unidos se cubren unos a otros, y nunca llegan a saberse sus yerros». Rávago a Portocarrero, 25 de noviembre de 1749. Cit. en Olaechea, R., «Política eclesiástica...», p. 148.

 

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Véase una sugerente síntesis sobre el regalismo en EGIDO, T., «El regalismo en España», en De la PARRA, E. y PRADELLS, J., Iglesia, Sociedad y Estado en España, Francia e Italia, Alicante, 1992, pp. 193-218.

 

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La idea de la sala de espera viene de lejos, probablemente del propio reinado de Carlos III, que contó en vida con panegiristas y expertos en «allanarle el camino de la gloria»; luego, la retomaron los liberales, ampliándola con la obra de Ferrer del Río, y al fin, llegó a Menéndez Pelayo, que sentenció el reinado como mediocre, a la espera de lo que más le preocupaba, el rey protector de heterodoxos, su campo de batalla particular. Todavía Luis Sánchez Agesta exageraba más y escribía: «[...] desde los más turbios volterianos como Aranda hasta los más nobles reformadores, como Jovellanos, saben, sobre todo en los tiempos de Carlos III, que la voluntad del rey está propicia a sus iniciativas». Sánchez Agesta, L., El pensamiento político del Despotismo Ilustrado, Sevilla, 1979, p. 101. Queda poco para que todas estas ideas, que han hecho imposible entender el XVIII español, pasen al apartado (historiográfico) que les corresponde.

 

39

Véase TÉLLEZ ALARCIA, D., «El caballero don Ricardo Wall y la conspiración antiensenadista», en Ministros..., pp. 93-140.

 

40

Sobre Keene, hay que consultar su correspondencia, LODGE, R., Private Correspondence of sir Benjamin Keene, Cambridge, 1933; así como un buen artículo, PETRIE, C. A., «Estudio de las relaciones anglo-españolas: Fernando VI y Sir Benjamín Keene», en Estudios Americanos, 84-85, (1959), pp. 107-127.