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Véase el artículo de Alejo Carpentier, «Problemática de la actual novela latinoamericana», Ensayos, La Habana, Editorial Letras Cubanas, 1984, pp. 7-29.

 

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En La realidad histórica de España (1966: 268), Américo Castro también reproduce las quejas de los españoles instalados en lo que luego sería Argentina acerca de la necesidad de trabajar por sus propias manos, «lo cual es cosa de mucha lástima», comenta el guardián del convento de San Francisco. Véase también Castro, 1972: 182, acerca de las listas de pasajeros que iban a América en las que se insiste en la condición de cristianos viejos de los que allí pasaban.

 

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Como ejemplo de la perduración de esta actitud, se queja Américo Castro de la escasa presencia hispana en la construcción cultural del conocimiento del mundo frente a la importancia de hispanistas ingleses, franceses, alemanes o italianos (Véase 1972, II: 195-6).

 

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En De la edad conflictiva dedica un espacio a analizar la figura de sor Juana Inés de la Cruz, a quien califica de «mártir de la inteligencia» (1972: 161) y prueba de cómo se importó a las Indias el odio a cualquier trabajo intelectual o a cualquier deseo de saber científico, odio que tiene su germen en el desprecio de la casta judía. De la obra de Juana Inés de la Cruz afirma que se trata de páginas «capaces de atraer la atención desinteresada de un moderno» (Castro, 1960: 53). Otro rasgo que propone como campo de estudio es la cantidad de bibliotecas desperdigadas por toda Hispanoamérica con primeras ediciones de los libros más importantes del siglo XVI, véase en concreto Castro, 1973: 128.

 

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Como cuenta en Sobre el nombre y el quién de los españoles (1973: 96), esta propuesta de federación, que también aplicaba a Perú, Ecuador y Bolivia para recomponer la unidad virreinal e incaica, provocó pocas simpatías entre periodistas peruanos.

 

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El artículo, publicado en la revista Sur, 47, agosto 1938, fue recogido después como apéndice a la edición de 1960 de La peculiaridad lingüística rioplatense. A Sarmiento dedica elogiosas palabras también en La realidad histórica de España, donde le califica de «una de las más extraordinarias personalidades del mundo hispánico» ([22]) y le admira por su sagacidad a la hora de analizar la España de 1846.

 

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Sarmiento, hacia el final de su vida, se consideraba un «español de aquende» (Véase Castro, 1966: [22]). Esta identificación la encontramos también en este otro texto de Facundo recogido por Castro en Aspectos del vivir hispánico (1987: 144): «Los españoles no somos ni navegantes ni industriosos, y la Europa nos proveerá por largos siglos de artefactos, en cambio de nuestras materias primeras... La Europa nos pondrá el remo en la mano y nos remolcará río arriba, hasta que hayamos adquirido el gusto de la navegación».

 

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En palabras de José Luis Abellán, «sin duda quien más ha insistido en esa unidad del mundo hispánico, enlazándolo con el sentido de la historia española, es Américo Castro» (Abellán, 187).

 

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Américo Castro insiste en esta idea en otros trabajos suyos, por ejemplo en «The Meaning of Spanish Civilization»: «Mexico, Peru, Colombia, and the Antilles were not colonies, but were, rather, expansions of the nacional territory» (37), y añade más adelante que «Spain [...] transferred herself to America».

 

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También son para Castro muestra de la identidad entre los pueblos hispánicos las dictaduras que él no encuentra en otros pueblos anglosajones. Véase, por ejemplo, Castro, 1973: 88-89.