611
Hacer otro tanto con la España.
612
Mis circunstancias se diferenciaban mucho de las suyas en mi empresa contra la España, para que yo tuviera en mi imperio iguales triunfos. Por lo demás me podía pasar sin ello.
613
Fernando fue más feliz que yo, o tuvo ocasiones más favorables. El hacer obrar a mi hermano (¡ah!, ¡qué hermano!), ¿no es como si yo mismo obrara?
614
Mi devoción del concordato no pudo autorizarme más que para echar a los sacerdotes que se habían mostrado siempre y que se mostraban todavía reacios a las promesas y juramentos. No me eran necesarios más que dóciles y bien jesuíticos. ¡De cuando en cuando vejaré por cálculo a los «padres de la fe»! ¡Fesch les protegerá y ellos le harán Papa!
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El tener siempre embobados a mis pueblos, dándoles de continuo que hablar sobre mis triunfos o mis miras engrandecidas por el genio de la ambición: esto no puede menos de serme utilísimo.
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A ello me dediqué especialmente en mis tratados de paz, haciendo insertar siempre en ellos alguna cláusula propia para engendrar el pretexto de una nueva guerra inmediata.
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Es también uno de mis fines en la atropellada sucesión de mis empresas.
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Pero conviene ciertamente que estas cosas deslumbren con el fausto, y que no estén desnudas enteramente de algunos visos de utilidad pública.
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La institución de mis premios decenales.
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No puede inventarse ya nada en este ramo.