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1

Las referencias a las páginas de las novelas de Torquemada remiten a la novena edición de Alianza Editorial (Madrid, 1993).

 

2

«Conjunto de las convenciones necesarias para el establecimiento de una situación», «convenciones en la medida en que el texto absorbe elementos conocidos anteriores a éste que remiten a textos anteriores y normas sociales e históricas, al contexto sociocultural lato sensu, de donde se deriva el texto, o sea la «realidad extraestética» (Iser, 1985).

 

3

«La idea del lector tal como se formó en el espíritu del autor, reconstrucción conceptual que presenta las disposiciones del público blanco del autor» (Iser, 1985).

 

4

Ello remite a una lengua de referencia que no se puede sólo definir negativamente: para Torquemada es la de Ruiz Donoso cuyo lenguaje va asimilando «con un gancho imitativo increíble a sus años» escribe el narrador (p. 135), «la máscara de finura»; pero, para el lector, ¿qué será? La lengua de referencia, ¿es la suya?, ¿una lengua estandar?, ¿la de la Academia? y, si no, ¿quién la definió?

 

5

Es fácil comprobar la cuasi desaparición al final de dichos marcadores, ahora inmersos en un registro pretencioso y solamente recordados como de otro tiempo. La identificación de Torquemada como un idiolecto se debe evidentemente a la acumulación recurrente de rasgos que no hace al caso detallar pero sobre todo a la diferencia/diferiencia que puede operarse con la lectura contemporánea e isocrónica, distinguiendo lo que puede funcionar con si solo de lo que se debe a los comentarios del narrador (Navarro, 1997).

 

6

Los estudios de Manuel Tuñón de Lara (1970), Carlos Blanco Aguinaga (1978) y Francisco Villacorta Baños (1979), a partir del sentimiento ya presente en el Licenciado Pérez (La España moderna) de disponer con la serie de un «estudio social (...) que constituye la exacta pintura de la sociedad presente» (Percival, 1985), sobre el reflejo literario de la historia en la serie de los Torquemada, sobre el personaje como tipo-producto de un particular proceso histórico, el encumbramiento económico y ascenso social de Torquemada, la censura de «la alianza oligárquica de fines de siglo» o la «repudiación de la decadencia de la clase media» (Percival, 1985, 334), permiten prescindir de explicitar de nuevo tal dimensión. Sin embargo, bueno es recordar que el período 1886-1891 prepara una profunda «puesta en cuestión» personal de Galdós que coincide con los problemas políticos o económicos que surgen a partir de 1886 y estallan en 1891, con la derrota de los liberales en las elecciones. El reflejo de este principio de crisis, nacional y personal, es ya perceptible en Ángel Guerra... (Lakhdari, 1995).

 

7

En cuanto a las 1.500 cántaras de albillo producidas por la viña de Torquemada en Cadalso de los Vidrios (p. 121) valorado por la reflexión de Donoso («Hola hola») y minorado por el usurero («Pero si va a seis reales»), podían entenderse en la época aun cuando hoy requieren una nota (una cántara es más de 16 litros) pero de cualquier manera, por los comentarios y quien los hace, se entiende que es mucho (240 hectolitros por un valor de 2.250 pesetas o 450 duros o sea casi el sueldo anual del cocinero francés, Chatillon).

 

8

Problema para los traductores o los autores de ediciones críticas, con la consiguiente necesidad de poner notas aclaratorias.

 

9

Convendría interrogarse sobre el estatuto de dichas referencias, alusiones, etc., y decidir sobre el tipo de información o comentario necesarios en una edición hoy en día («dar un rife-rafe», «irse a donde el P. Padilla»), distinguiendo entre lo que sirve para el juego del lector con Torquemada y demás personajes (cf. Escobar, 1997), del autor/narrador con el lector y lo que pertenece al substrato cultural de la época.

 

10

Esto nos da una indicación sobre el tiempo (compartible) de la novela publicada en 1894.