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31

De acuerdo con la Crónica de Alfonso X, esa traducción se realizaría en 1260. Aunque los disparates cronológicos son propios de esta sección de la Crónica, por lo que no debe estimarse la fecha como totalmente fidedigna, no es menos cierto que la traducción de la Biblia se incluye en una enumeración de obras que datan con seguridad de los primeros tiempos del reinado. Véase supra nota 26.

 

32

Fernández-Ordóñez (1992: caps. III.3, IV.2 y VI.1).

 

33

Para la combinación de fuentes en la elaboración del relato bíblico, véase Sánchez-Prieto (1998).

 

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Fernández-Ordóñez (1992: cap. III.2). En opinión de Catalán (1997: n. 4, pp. 50-52), no hay razones para suponer que la estoria de Cartago no estuviese destinada originalmente a la Estoria de España, ni para descartar que la General estoria hiciese uso directo de la misma a través de la historia particular, en vista de la identidad del texto presente en una y otra. No puedo compartir esta opinión, según ya aduje en (1992), por varias razones: 1.- Frente a la sistemática «abreviación» de las fuentes que caracteriza a la Estoria de España en este núcleo inicial, los capítulos de la estoria de Cartago traducen verbatim, como es usual en la General estoria, las fuentes empleadas, Pompeyo Trogo a través de Justino y Ovidio; 2.- La estoria de Cartago se insertó con calzador en la Estoria de España, sin justificación estructural alguna, en lugar de figurar donde hubiese sido «lógico», como un prólogo al señorío cartaginés en la Península; 3.- La sincronía procedente de los Cánones crónicos de Eusebio-Jerónimo, fuente que suministra el pautado analístico de la historia universal, figura de forma más completa en ésta que en la Estoria de España; 4.- Las fuentes fundamentales de la estoria de Cartago son dos obras de aprovechamiento extenso y habitual en la General estoria, Pompeyo Trogo y las Heroidas de Ovidio, mientras que en la Estoria de España se emplean tan sólo en este pasaje. Todo ello me conduce a concluir que la estoria de Cartago era una estoria preparada para la General estoria y, ante la inconveniencia de aprovecharla en esa obra porque ponía en duda la dignidad de la figura de Eneas, se decidió darle salida en la Estoria de España, aun a costa de introducirla en ella de forma abrupta.

 

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Para todo ello, Fernández-Ordóñez (1992: caps. I.2, II.2 y IV.1).

 

36

Fernández-Ordóñez (1992: caps. II.2, VI.2.2 y «Nota sobre la parte VI»).

 

37

Esto es, no parecen existir en la tradición textual de la General estoria testimonios caracterizados por una profunda reorganización estructural y parcial reformulación de los modelos precedentes, como es el caso de las Cantigas, el corpus jurídico o la Estoria de España. Aunque, como he señalado antes (véase I.2), tenemos ejemplos de testimonios que reflejan un estado del original previo a la última corrección y su transcripción definitiva en un códice del scriptorium.

 

38

Catalán (1962: 17-203), (1992: caps. II y IV), y ahora (1997).

 

39

Fernández-Ordóñez (1993: 221-224).

 

40

Fernández-Ordóñez (1993: 27-35, 188-202) y Campa (1995).