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Así le llama en sus conferencias acerca de «Calderón y su teatro» el señor Menéndez y Pelayo, añadiendo de él que es «poeta españolísimo», «nuestro poeta nacional por excelencia», el que «cifra, compendia y resume en sí todas las grandezas intelectuales y poéticas de nuestra edad de oro, [...] la España antigua con toda la mezcla de luz y de sombra, de grandeza y de defectos».

 

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En la ópera es donde halla representación. Así es que el genuino teatro alemán es Wagner con el leitmotiv de melodía infinita que se desarrolla en sinfonía armónica e inarticulada.

 

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«Pecado capital de Calderón», llama el señor Menéndez a la monotonía.

 

14

Calderón es poeta idealista «porque ha excluido absolutamente de su teatro todos los lados prosaicos de la naturaleza humana» (Menéndez y Pelayo). ¡Prosa de la vida, fondo inmenso de eterna poesía!

 

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«Vaya el que fuere curioso a Belarmino», dice Tirso al acabar su hermoso drama El condenado por desconfiado.

 

16

Véase A. F. Schack, Historia de la literatura y el arte dramático en España, segundo período, parte primera, capítulo XI (páginas 450 y 459 del tomo II, de la traducción de don Eduardo de Mier). El señor Menéndez compara el gracioso al coro de la tragedia clásica.

 

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Alabando Hernando del Pulgar en Los claros varones de España al almirante don Fadrique, porque «ninguna fuerça de la fortuna abaxó la fuerça de su coraçon», añade: «Loan los historiadores romanos por varón de gran ánimo a Catón, porque se mató no pudiendo con paciencia sufrir la victoria de César, su enemigo. Yo no sé por cierto qué mayor crueldad le hiciera el César de la que él se hizo... Y adornan su muerte diziendo que murió por aver libertad. Y ciertamente no puedo entender qué libertad pueda aver para sí ni para dar a otro el hombre muerto». Esto último es castizo y de oro puro.

 

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Ya Tucídides decía (VI, 90) que los iberos eran tenidos comúnmente por los más belicosos de los bárbaros, y Trogo Pompeyo, que si les falta guerra fuera, se la buscan dentro.

 

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Véase el capítulo LXIV del libro IV de El mundo como voluntad y representación, donde cita el caso de aquel boticario (a quien hace obispo) que en la francesada envenenó a varios oficiales (generales los hace) convidándolos a su mesa, y envenenándose él con ellos. Aquí estriba lo heroico para Schopenhauer. Remite para más ejemplos al capítulo XII del libro II de Montaigne.

 

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«Ser bien nacido y de claro linaje es una joya muy estimada, pero tiene una falta muy grande, que sola por sí es de muy poco provecho, así para el noble como para los demás que tienen necesidad. Porque ni es buena para comer, ni beber, ni vestir, ni calzar, ni para dar ni fiar; antes hace vivir al hambre muriendo privado de los remedios que hay para cumplir sus necesidades; pero junta con la riqueza no hay punto de honra que se le iguale. Algunos suelen comparar la nobleza al cero de la cuenta guarisma, el cual solo por sí no vale nada, pero junto con otro número le hace subir mucho». Dice el doctor Juan Huarte en el capítulo XVI de su Examen de ingenios.