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Ana Pérez CAÑAMARES, Ley de conservación del momento

La Isla de Siltolá, Sevilla, 2016, 79 págs.

Para escuchar la armonía del mundo, entre las voces de la mente hay que buscar la que calla.


Barrer las esquinas del cerebro y sorprenderme de que sean redondeadas: las aristas y los ángulos los pongo yo.


Más útil que subir y bajar escaleras es aprender a vivir en el equilibrio de un peldaño.


El cuerpo es el último desván que nos queda para escondernos.


La invisibilidad es un superpoder a nuestro alcance. Su archienemigo es el ego.


No son tesoros los que nos falta, sino islas donde enterrarlos.


Para que nos engañen, uno siempre tiene que poner algo de su parte.


Entre los que pronostican una desgracia, hay dos tipos de gente: los que se alivian de no llevar la razón y los que prefieren que se cumpla para no perderla.


Detrás de un provocador siempre hay un niño que quiere llamar la atención.


A veces sufrir es solo darse importancia.


Hay un límite para la cantidad de intimidad ajena que somos capaces de soportar.


El narcisista llora dos veces: por su dolor y por el reflejo de su dolor.


Celebrar la materia como un milagro es un camino directo a la espiritualidad. El principal problema de la religión es que la gente se toma las metáforas literalmente.


Cuando la ciudad más grande se nos queda pequeña, es hora de volverse hacia el universo de un bosque.


Todas las ruinas son sagradas porque alguien un día las llamó hogar.


Antes de menospreciar lo frágil, hay que preguntarse desde cuándo existe y si es posible que nos sobreviva.


Solo lo sencillo nos presta amparo.


Yo solo soy la conciencia del milagro que se desconoce a sí mismo.


Si el asombro es auténtico, nada hay que se repita.


Escribir para pensar más hondo y sentir más claro.


El poeta cree en las comparaciones, las imágenes y las metáforas como forma de conocimiento científico.


Escribir es chocarse una y otra vez con nuestros límites. El poeta es polilla, las palabras son pantalla, la poesía es la luz.


El viaje de la vida siempre es de vuelta.


La muerte resucita en cada muerto.


Vivir es reescribir. Escribir es revivir.


La sensación de eternidad se pasa. Pero vuelve.


Todo lo que tiene precio está sobrevalorado.


A partir de cierta edad, se consigue ser feliz a pesar de.


Para ser felices, necesitamos pocas cosas, pero es primordial que no sean sucedáneos de nada.


Un sano equilibrio entre duda y radicalidad podría mantenernos siempre jóvenes.


Si superásemos el vértigo, la falta de sentido sería una fiesta continua.


Si se nos acaban los calificativos, es que va siendo hora de los verbos.


Cuando la actualidad me persigue, me refugio en el presente.