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Encuentros en el IV Centenario

Ramón Fernández Palmeral

Parra Pozuelo, Manuel (pr.)



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ArribaAbajoAgradecimientos

Quiero agradecer al profesor Manuel Parra Pozuelo su preciso y detallado prólogo. A la Comisión del IV Centenario de Aranjuez por publicarme algunos artículos en su página web, y muy especialmente a Vicente Duarte por su paciencia conmigo. A todos los cervantistas que me precedieron y que se dejaron los ojos en los archivos, sin los cuales estos trabajos no hubieran sido posibles. A mi mujer y mis hijos que me ayudaron con sus críticas y opiniones. A Orihuela Digital por creer en mis artículos. A mis amigos del Grupo Poético-Literario del Instituto Miguel Hernández de San Blas en Alicante por su apoyo moral. A Sergio Illesca.

Con este breve trabajo/ensayo ilustrado he querido unirme, dentro de mis posibilidades al IV Centenario (2005), aportando mi granito de ilusiones y mi precario arte, participar en esta efeméride literaria que como un cometa fugaz pasará por el firmamento de las letras y nos iluminará por un instante con su polvo de estrellas. Pero el libro eterno: El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, del inmortal Miguel Cervantes Saavedra, regresará en el V Centenario, con la esperanza de que alguien o algunos nos recuerden desde el futuro inmediato.




ArribaAbajoPrólogo

En el pórtico del Cuarto Centenario


Dentro de unos meses, en los días finales de 2004 y los primeros de 2005, habrán transcurrido cuatrocientos años, cuatro siglos, desde que los lectores de Valladolid y Madrid tuvieron a su disposición los primeros ejemplares de la primera tirada de Don Quijote de la Mancha, que acababa de salir de las planchas de la imprenta de Juan de la Cuesta con el texto de la inmortal novela, el periodo de tiempo es muy largo si lo comparamos con nuestra individual existencia y muy corto si el término de la comparación fuese la historia de nuestra especie, en cualquier caso, millones de ediciones, infinitos artículos críticos e ilustraciones suficientes para llenar una gran cantidad de museos, todo un mundo de imágenes y palabras han surgido en esos cuatrocientos años alrededor de aquellas páginas excelsas.

¿Cuál es su secreto? ¿Por qué aquel privilegio para imprimir y vender El Quijote que Cervantes otorgó a Francisco de Robles ha tenido vida tan prolífica y proliferación tan exponencial? A resolver las anteriores incógnitas se han dedicado cascadas de palabras y elaboradísimos discursos, y, sin duda, todos ellos serán, en alguna medida, válidos y plausibles caminos que nos permitirán aproximarnos a la inmortal novela y hacer que su lectura sea más satisfactoria, pero quiero decir, porque hoy estoy seguro de la veracidad de mis palabras, que la única interpretación aceptable de esta maravillosa fábula es aquella que entendiéndola como resultado de la dolorosa experiencia del vivir la valore y juzgue desde el recuerdo de lo vivido, del propio transcurrir humano, siempre más lleno de dolor que de gozo.

A mi entender, es la huella de lo verdaderamente vivido y sentido lo que hace verosímil el relato que mágicamente llena de auténtica vida los arquetipos literarios, por eso en la mente de Cervantes los pícaros y los caballeros, las mozas del partido, las pastoras y las duquesas han dejado de ser arquetipos huecos y vacíos y son seres tan próximos y humanos que los lectores y lectoras se ven en ellos reflejados, y sus avatares son tan sencillos o sublimes como los suyos.

Avispados y conspicuos escritores ya se están apresurando a presentar sus perspectivas como las únicas desde las que puede contemplarse o interpretarse el relato, una lamentable constatación de la veracidad de nuestro aserto nos la ofrece un extenso artículo de un dilecto y afamado plumífero aparecido hace unos días en el que se señala a Don Quijote como prototipo de liberales antiguos y modernos, y ciertamente en las páginas de El ingenioso hidalgo pueden leerse justas y merecidas alabanzas a la libertad humana, cuando Don Quijote libera a la cuerda de presos que se dirigían a las galeras, pero del mismo modo podemos encontrar ejemplos de exaltación de la mujer, en la bellísima figura de la pastora Marcela, cuyo desdén provoca la muerte de su enamorado Grisostomo, o sinceros y apropiados discursos encaminados al restablecimiento de la justicia ante los humillantes e injustificados castigos que Juan Haldudo, el rico de Quintanar, infligía al pastor Andrés, porque lo que es evidente es que el explícito objetivo del caballero andante no es otro que deshacer todo género de agravios y sinrazones, ofreciendo siempre su brazo a los flacos y menesterosos.

No parece lícito, ni justo, ni aceptable considerar parcialmente el mensaje de El Quijote, por el contrario, debemos reconocer explícita y gozosamente que todo lo noble y lo humanamente defendible lo ha sido y lo será siempre por el andante caballero y que es esa universal disposición la que lo hace asumible por todos los hombres y mujeres. Los intentos de capitalizar su mensaje, restringiéndolo a algunos valores que si son definitorios de la humanidad nunca pueden ser esgrimidos frente a otros que también la caracterizan.

Solo una lectura integral, totalizadora y llena de emoción que conduzca a un contenido suspiro en el que se lamente la melancolía que se infiere de la realidad, cuando tan acertadamente se refleja en los libros puede ser el merecido homenaje a Don Quijote de la Mancha, tal como lo es la generosa y docta publicación de Ramón Fernández Palmeral, ejemplo de devota y continuada dedicación al cervantino saber, para la que he escrito las líneas precedentes como prólogo o presentación de un texto que a sí mismo suficiente y explícitamente se valora.

Alicante, Septiembre 2004
Manuel Parra Pozuelo






ArribaAbajo¿Por qué celebrar el IV Centenario de la I Parte del Quijote durante el año 2004?

La respuesta es sencilla: El IV Centenario de la publicación de la I Parte del Quijote, se debería empezar a celebrar a partir de este año 2004 y no en el 2005, puesto que fue en 1604 cuando se le concedió a Miguel de Cervantes Saavedra el privilegio o cédula real para la publicación del El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, puesto que dicho privilegio (licencia y condiciones para su impresión) del rey Felipe III y firmado por mandato real por Juan de Amezqueta, está fechado en Valladolid el 26-09-1604, lugar donde en aquellos años se hallaba la Corte (1601-1606), y donde además vivía.

El «testimonio de las erratas» fue fechado el 1 de diciembre de 1604 por el Licenciado Francisco Murcia de la Llana, que era médico de oficio. El Académico de la Real Academia Martín de Riquer nos lo explicó en unos comentarios que hizo para colección de RBA, Barcelona, 1994, al pie de la (pg. 72), apuntó que para obtener la autorización del Consejo Real había que presentar el original del libro, que era examinado por un escribano de cámara que lo devolvía con las enmiendas, y el impresor a la vista de ellas componía uno o dos ejemplares, y lo presentaba otra vez al Consejo, quien comprobaba que se habían hecho las enmiendas y daba fe de ello en el testimonio, de que las enmiendas habían sido efectuadas.

Una vez obtenido el testimonio de erratas se solicitaba la Tasa, que era el documento por el que se establecía el precio del libro de venta al público. La Tasa para la I Parte del Quijote la redactó el escribano de cámara del Rey don Juan Gallo de Andrada, fechado en Valladolid el día 20-12-1604. En cambio, la Tasa de la II Parte de don Quijote, la firmó el escribano Hernando de Vallejo. El precio de la I Parte se estableció en tres maravedíes el pliego, o sea, un total de 290 maravedíes, un precio muy elevado si tenemos en cuenta que una docena de huevos valía 62 maravedíes según E. J. Hamilton. Estos tres documentos habían de ser impresos en las primeras páginas del libro.

«Halló editor en Francisco de Robles, quien lo dio a imprimir en Madrid a Juan de la Cuesta», según nota de Luis Astrana Marín, uno de los más ilustres cervantistas. La I Parte de don Quijote salió a la calle con muchas erratas, en los primeros días de enero de 1605. La novela está dedicada al duque de Béjar, según notas del murciano don Diego Clemencín (1765-1834) -el más importante y escéptico de los comentaristas del Quijote a cuya memoria le he dedicado un artículo-, se trataba del séptimo duque de Béjar don Alonso Diego López de Zúñiga, que lo fue desde 1601 hasta 1619 fecha de su muerte.

Este evento cultural es de tal importancia para las letras universales que no podemos dejarlo pasar sin indagar, investigar y aportar los últimos descubrimientos a la figura de tan inmortal escritor: «príncipe de los ingenios», gloria de las letras españolas y universales, de tal valor simbólico español que, incluso, aparece en el reverso de los Euros acuñados en España.

Me he permitido meter la nariz donde no me llaman, anticipándome al IV Centenario con una serie de artículos monográficos de investigación literaria cervantina, siguiendo los pasos del inimitable maestro y mejor periodista alicantino Juan Martínez Ruiz (Azorín). Este ínclito alicantino nos legó dos obras cervantinas, cuya deuda no pagaremos nunca: La ruta de don Quijote (1905) y un centenar de artículos que empezó a publicar en 1947 con motivo del jubileo por el nacimiento de Miguel de Cervantes el 29 de septiembre de 1547, titulados: «Con permiso de los cervantistas». Y los trabajos de otros ilustres cervantistas.

Pasados 400 años esta novela inmortal se ha convertido en el libro de los libros, o como lo acabo de bautizar: el molino de los libros.

Ilustración




ArribaAbajoMayans, primer biógrafo de Cervantes

José Bono, actual Ministro de Defensa, cuando era Presidente de la Junta de Castilla-La Mancha dijo en el discurso pronunciado en Brushsal (Alemania) el 13-09-1997 con motivo del 450 Aniversario del nacimiento de Cervantes, que fue un inglés, Lord Carteret quien pensando regalarle a la esposa del rey Jorge II un ejemplar del Quijote, encargó al valenciano Gregorio Mayans, La Vida de Miguel de Cervantes Saavedra para prologar la gran edición impresa en Londres de J. R. Tonson (1737). Es la primera «biografía» de Cervantes.

Aunque no dijo Bono que este investigador cometió tantos errores que no acertó casi nada sobre la vida del célebre «Manco de Lepanto».

Conocemos la dedicatoria que don Gregorio Mayans escribió a Lord Carteret gracias a la edición crítica de Antonio Mestre Sanchís (Madrid, Espasa-Calpe, 1971), Biblioteca del Rey Católico:

Exmo. Señor Don Juan, Barón de Carteret:

«Exmo. Señor: Un tan insigne escritor como Miguel de Cervantes Saavedra, que supo honrar la memoria de tantos españoles y hacer inmortales en la de los hombres a los que nunca vivieron, no tenía hasta hoy, escrita en su lengua, vida propia. Deseoso V. E. de que la hubiese, me mandó recoger las noticias pertenecientes a los hechos y escritos de tan gran varón. He procurado poner la diligencia a que me obligó tan honroso precepto, y he hallado que la materia que ofrecen las acciones de Cervantes es tan poca, y la de sus escritos tan dilatada, que ha sido menester valerme de las hojas de estos para encubrir de alguna manera, con tan rico y vistoso ropaje, la pobreza y desnudez de aquella persona dignísima de mejor siglo; porque, aunque dicen que la edad en que vivió era de oro, yo sé que para él y algunos otros beneméritos fue de hierro...».



Don Gregorio Mayans y Siscar nace en Oliva, provincia de Valencia, el 9 de marzo de 1699. La familia se trasladó a Barcelona, donde Gregorio estudió latín en el Colegio de Cordelles, regido por los jesuitas. En 1713 regresaron a Oliva, y Mayans estudió Filosofía en la Universidad de Valencia, a los que siguieron los de Derecho que continuó en Salamanca, para doctorarse finalmente en Valencia, en este mismo año. Al siguiente año obtuvo en esta última Universidad la cátedra de Derecho de Justiniano, y en 1733 fue nombrado bibliotecario real, cargo del que dimitió seis años después para retirarse a su villa natal y luego a Valencia, dedicado a sus tareas de investigaciones literarias, hasta su muerte ocurrida el 21 de junio de 1781. La vida de Mayans fue la de un tenaz y paciente investigador cuya biografía son sus libros. Mas no por eso debe pensarse en una vida de recogimiento, Mayans fue un incansable agitador del mundo intelectual de su siglo, estudió y discutió variadísimos problemas, y a través de su copiosísima correspondencia mantenida con hombres de letras dentro y fuera del país, estuvo presente en todas las avanzadillas de las controversias ideológicas del periodo de la Ilustración. Una de las más importantes actividades de Mayans y Siscar fue el estudio y divulgación de los grandes escritores del Siglo de Oro.

Actualmente, 2002, existe una versión digital de sus obras en la Biblioteca Valenciana y Fundación Hernando de Larramendi. Ignoramos los detalles internos de la gestación del Gregorio Mayans, Digital, pero por lo que se puede deducir ante lo publicado, al margen del meritorio entorno institucional privado ya mencionado, GM Digital parece ser posible gracias a dos personas: Antonio Mestre Sanchís (profesor de la Universidad de Valencia, y editor principal de las obras y del abundante epistolario de Gregorio Mayans) en tanto que su labor, junto a la de otros profesores, dejó ordenados y editados en papel los textos de Mayans; y José Luis Villacañas Berlanga, desde la dirección de la Biblioteca Valenciana y sus responsabilidades políticas actuales.

Lo que ahora se nos presenta almacenado digitalmente en este CD equivale a un conjunto de libros que en cualquier biblioteca pueden llenar un par de estanterías. Se trata, prácticamente, de todos los aparecidos bajo el sello editorial «Publicaciones del Ayuntamiento de Oliva», a saber:

  • -Cinco tomos de obras completas.
  • -Los diecisiete tomos hasta ahora publicados de su Epistolario (aún ha aparecido después otro más, el XVIII).
  • -Otros escritos mayansianos de la «Serie Menor»: su autobiografía latina y su biografía, también latina, de Manuel Martí, su plan de reforma universitaria, etc.

Finalmente, un conjunto muy valioso de estudios sobre Mayans, encabezados, claro está, por los del propio Mestre: con dos tesis: (Ilustración y reforma de la Iglesia..., 1968, e Historia, fueros y actitudes políticas..., 1970). Francisco Brines también ha estudiado la figura de Mayans.

Recopilando alguno de los errores de Mayans en su libro: La vida de Miguel de Cervantes Saavedra, nos dice que Miguel nació en Madrid: «Entre tanto, tengo por cierto que la patria de Cervantes fue Madrid, pues él mismo en el Viaje del Parnaso, despidiéndose de esta grande villa le dice así: "Adiós, dije a la humilde choza mía; adiós Madrid, adiós a tu Prado, y fuentes que manan néctar, llueven ambrosía"».

El Viaje al Parnaso (1614) está dedicado a Rodrigo de Tapia, hijo de oidor del Consejo Real y consultor del Santo Oficio de la Inquisición. El prólogo se lo dedica Cervantes a los poetas: «... si te hallares [...] entre los buenos poetas, da gracias a Apolo por la merced que te hizo, y si no te hallares también se las puedes dar». El más grave error de Mayans es cuando asegura: «Nació Miguel de Cervantes Saavedra el año 1549, según se colige de esto que escribió día 14 de julio del año 1613: "Mi edad no está ya para burlarse con la otra vida, que al cincuenta y cinco de los años gano por nueve más y por la mano". Por la mano entiendo yo la anticipación de algunos días, de manera que en mi sentir nació en el mes de julio, y cuando escribía eso tenía 64 años y algunos días».

Don Alonso Quijano

Don Alonso Quijano




ArribaAbajoBreve semblanza de Miguel de Cervantes

No hay constancia documental de que Miguel de Cervantes Saavedra naciera el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares. Se supone que así fue porque el acta bautismal dice que fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la iglesia de Santa María la Mayor (folio 192 del primer libro), y la proximidad de su onomástica con el día de San Miguel (29 de septiembre), de ahí, su nombre, como fue costumbre en Castilla y otras regiones del territorio español, bautizar a los recién nacidos con el santo del día.

Era Miguel el cuarto hijo del cirujano sangrador Rodrigo de Cervantes y de Leonor de Cortinas (tuvieron siete hijos). En 1551 la familia Cervantes marcha a Valladolid, donde se hallaba la Corte de Felipe II. En 1553 tras el fracaso de la estancia del cirujano en Valladolid, el padre regresa a Alcalá, no sabemos si acompañado de su esposa e hijos. Al que le sigue verdadero peregrinaje por tierras de Andalucía.

Es posible que Miguel asistiera en Córdoba al colegio de Santa Catalina, de los jesuitas, aprendiendo allí la «luz» de las primera letras, y de vida ociosa de los ambientes picarescos que luego recrearía magistralmente en sus novelas y entremeses. A finales de 1564 don Rodrigo reaparece instalado en Sevilla como regente de unas casas de alquileres, sin que sepamos tampoco si su familia lo acompañaba o no, donde nuevas deudas le obligarán a abandonar la ciudad, dos años más tarde.

En otoño de 1566, don Rodrigo Cervantes se halla establecido con su familia en Madrid, ahora metido en negocios, entre otros, con Alonso Getino. Miguel de Cervantes inicia sus primeros pasos poéticos con un soneto «Serenísima reina en quien se halla» escrito a propósito de la celebración del nacimiento en 1567 de la infanta Catalina Micaela, segunda hija de Felipe II e Isabel de Valois. En 1568 Cervantes estudia con Juan López de Hoyos, nombrado rector del «Estudio de la Villa» el 12 de enero de 1568, quien le nombra con el título de amado discípulo, cuando le encarga cuatro poemas destinados a la «Relación» oficial de las exequias celebradas con motivo de la muerte de Isabel de Valois, la cual se publicaría al año siguiente.

Por unas riñas en Sevilla, huye Miguel a Roma, convertido en camarero de monseñor Acquaviva, hijo del duque de Atri, con quien no permanecería más de un año. La única explicación coherente dada a ese brusco cambio de escenario tiene que ver con una provisión real, fechada en septiembre de 1569, en la que se ordenaba el apresamiento de un joven estudiante homónimo de nuestro autor, por haber herido en duelo al maestro de obras Antonio de Sigura. El bajo sueldo y los deseos de gloria, ha hecho pensar, que incitan a Miguel a enrolarse donde participará con heroísmo en la batalla de Lepanto, 1571. Allí recibe dos disparos de arcabuz en el pecho y un tercero en la mano izquierda, que se la dejaría inutilizada para inmortalizarlo como el alto honor de «Manco de Lepanto», otros autores le llaman el «genial manco». Se recupera de sus heridas en Mesina, puerto de Sicilia.

En 1572, pese a haber perdido el movimiento de la mano izquierda, Cervantes se incorpora a la compañía de don Manuel Ponce de León, del tercio de don Lope de Figueroa, y participa, ya en calidad de «soldado aventajado» o «soldado veterano», en varias campañas militares durante los años siguientes: Navarino y La Goleta son los lugares más importantes. Entre tanto permanece en los cuarteles de invierno en Sicilia, Cerdeña y Nápoles.

En 1575; Cervantes convertido en «soldado aventajado», obtiene cartas de recomendación de don Juan de Austria y el duque de Sessa y decide regresar a España. A principios de septiembre embarca en Nápoles en una flotilla de cuatro galeras que se dirige a Barcelona. Una tempestad las dispersa y la galera El Sol, en la que viajaban Cervantes y su hermano Rodrigo, es apresada, frente a las costas catalanas, por unos corsarios berberiscos, cuyo arráez, era Arnaute Mamí. Los cautivos son conducidos a Argel y Miguel de Cervantes cae en manos de Dalí Mamí, apodado El Cojo, quien, a la vista de las cartas de recomendación que llevaba consigo nuestro soldado, fija su rescate en 500 ducados de oro, cantidad prácticamente inalcanzable para su familia.

Se inicia así el período más calamitoso de su vida: cinco años de cautiverio en los baños argelinos, jalonados por numerosos intentos de fuga siempre fallidos, entre otros, el episodio del delator Blanco de Paz.

El 19 de septiembre de 1580, los trinitarios fray Juan Gil y fray Antón de la Bella pagan el monto del rescate y Cervantes queda en libertad. El 27 de octubre llega a las costas españolas y desembarca en Denia (Valencia): su cautiverio ha durado cinco años y un mes. A finales de año se traslada a Madrid, para iniciar una serie de demandas que recompensen sus servicios militares. Desde principios de 1582, reside de nuevo en Madrid y no ceja en sus aspiraciones de conseguir alguna vacante real sin lograrla. Entre tanto, se integra perfectamente en el ambiente literario de la Corte, mantiene relaciones amistosas con los poetas más destacados (Laýnez, Figueroa, Montalvo, Padilla, Maldonado, Dantisco, etc.) y se dedica a redactar La Galatea, donde figuran como personajes buena parte de ellos.

Simultáneamente, sigue de cerca la evolución del teatro, con el nacimiento de los corrales y títeres, y se empapa en las obras de Argensola, Cueva, Virués, etc. De estos años podrían datar sus primeras piezas conservadas de la primera época: El trato de Argel y Cerco de Numancia.

Ante la imposibilidad de obtener algún cargo público y la evidente inutilidad del brazo izquierdo, le llevan a la idea de intentar ser dramaturgo, aunque los asuntos de la vil supervivencia cambiarían muy pronto, puesto que en 1584 mantiene relaciones con Ana de Villafranca o Ana Franca de Rojas, de quien nacería la única descendencia que se llamaría: Isabel de Saavedra.

En Esquivias (Toledo) se entrevista con Juana Gaitán, viuda de su amigo el poeta Pedro Laýnez, e intenta publicar un Cancionero inédito de su difunto amigo.

Cervantes

Allí conoce a Catalina de Palacios, con cuya hija de diecinueve años, Catalina de Salazar, contrae matrimonio a sus treinta y siete, el 12 de diciembre de 1584, (no asisten familiares de Cervantes). Se instala con su esposa de momento en casa de la suegra, pero pronto iniciará un permanente peregrinaje entre Esquivias y Toledo atendiendo los negocios de alquileres, que había dejado el difunto padre de Catalina. ¿Era Cervantes un cazadotes?

Publica la Primera parte de La Galatea (1585), dividida en seis libros, dedicado a Ascanio Colonna, Abad de Santa Sofía (hijo de Marco Antonio, soldado en Lepanto) y que vivía en la ciudad complutense. Imprenta de Juan Gracián, a costa del editor Blas de Robles. Ese mismo año muere su padre. Los viajes se incrementan: se desplaza con frecuencia a Toledo y ya a finales de año lo encontramos en Sevilla, desde donde regresa a Esquivias por Navidad.

En 1586 vuelve a viajar a Sevilla, para regresar enseguida y recibir en agosto la dote de su esposa Catalina. Escribe algunos sonetos: «L. Barahona de Soto», «Las lágrimas de Angélica». Desde principios de mayo de 1587; está en Sevilla, donde, por fin, obtiene, por mediación del Alcalde de la Real Audiencia de Sevilla, Diego de Valdivia, el cargo de comisario real de abastos para la Armada Invencible, al servicio de Antonio de Guevara, comisario general de la provisión de las galeras reales. Inicia así un ajetreado vagabundeo mercantilista, al que se dedicaría durante unos quince años, sin lograr más que disgustos, denuncias y algún encarcelamiento. Comienza en Écija, donde sus requisas de grano eclesiástico le valen la excomunión por parte del vicario general de Sevilla. Recorre luego Córdoba, Castro del Río.

Para 1588, sigue requisando aceite y trigo en Écija y sus alrededores durante dos años. Allí es acusado de malversaciones, denuncias de las que sale airoso, por el regidor Luis de Portocarrero. A principios de mayo muere su suegra Catalina de Palacios. A principios de 1590 está en Carmona, requisando aceite en la región, solicita un oficio en las Indias de las vacantes existentes: contaduría del reino de Granada, gobierno de Soconusco, contador de las galeras de Cartagena o corregidor de la Paz. La respuesta vuelve a ser negativa y decepcionante: «busque acá en que se le haga merced». A estos años pertenece la Novela del Cautivo unida en la I Parte del Quijote (XXXIX-XLI).

En 1592 los enfrentamientos a que da lugar su enojosa tarea dan con él en la cárcel de Castro del Río (Sevilla), merced a una orden del corregidor de Écija por venta ilegal de trigo. De nuevo, la mediación de Isunza logra que se le deje en libertad muy pronto. El 5 de septiembre se compromete con Rodrigo Osorio, mediante contrato y a cambio de 300 ducados, a componerle seis comedias. Quizás sea el momento de pensar e investigar, que Cervantes no fue tan inocente en la distracción o malversación de las cuentas públicas, como se le ha presentado hasta ahora.

En 1594 Agustín de Cetina encomienda al ex-comisario la misión de recaudar los atrasos de tasas en el reino de Granada. Cervantes acepta y vuelve a su tarea de recaudador real, depositando el dinero en casa del banquero Simón Freire, cuya quiebra le llevaría otra vez a la cárcel. Posiblemente es esta etapa cuando Cervantes se alojó en la posada de Vélez-Málaga, lo que se conoce hoy como Casa de Cervantes, donde recorrió la Axarquía, que en aquellos años estaba casi despoblada, a causa de la Guerra de Granada y la rebelión de Bentomiz y Fuerte de Frigiliana (ganado el 11 de junio de 1569, día de San Bernabé), y las continuas y posteriores incursiones de los berberiscos en la costa malacitana.

En 1597 al no poder hacer frente a la cantidad recaudada, el juez Gaspar de Vallejo, abusando de su autoridad, decreta su encarcelamiento en Sevilla el 6 de septiembre, donde permanecería durante varios meses. Allí podría haber esbozado el plan novelesco del Quijote o haber iniciado su escritura. Es en una cárcel donde nos dice Cervantes que escribió o más bien inició El Quijote. Lo lógico es que diera remate a la composición final en las comodidades que daba su casa de Valladolid. En 1603 el matrimonio Cervantes se instala en Valladolid, nueva sede de la Corte, en el suburbio del Rastro de los Carneros, junto al hospital de la Resurrección, rodeado de «las cervantas»: Andrea, Constanza, Magdalena, Isabel y una criada, María de Ceballos, aunque hizo algún que otro viaje a Esquivias y Toledo.

A principios de 1605 ve la luz El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha, dedicado al duque de Béjar, en la imprenta madrileña de Juan de la Cuesta, a costa del editor Francisco de Robles, quien compró los privilegios. El éxito de ventas fue inmediato y apabullante, tal es así que salen ediciones piratas en Lisboa, Valencia y Zaragoza; a los tres meses Cuesta inicia la segunda edición; salen numerosos lotes rumbo a América. En 1612; el matrimonio Cervantes, acompañado por Constanza se traslada al número 18 de la calle Huertas (Madrid), frente a las casas del príncipe de Marruecos, don Felipe de África. Entre tanto, el Quijote es traducido al inglés por Thomas Shelton. Pero la alegría dura poco: a finales de junio Gaspar de Ezpeleta, caballero de la Orden de Santiago, es herido de muerte a las puertas de la casa de los Cervantes en Valladolid, lo que provoca un nuevo, y también efímero, encarcelamiento del escritor y de parte de su familia, ahora por decisión del juez Villarroel, que sin duda se dejó llevar por la mala fama que envolvía a «las cervantas».

En 1614 publica el Viaje del Parnaso, dedicado a Rodrigo de Tapia, en Madrid, por la viuda de Alonso Martín. César Oudin traduce el Quijote al francés. El Licenciado Fernández de Avellaneda (Tordesillas) publicó en Tarragona en 1614 la segunda parte del Quijote, con lo que se adelantó a la segunda parte de Cervantes, Avellaneda mandó a su Quijote a Zaragoza y Cervantes lo mandó más lejos, a Barcelona.

Se publica la II Parte de El ingenioso caballero don Quijote de la Mancha, en Madrid (1615), por Juan de la Cuesta, en casa de Francisco de Robles. Cervantes enferma, sin cura, de hidropesía, en abril profesa en la Orden Tercera de Madrid. El 18 del mismo mes recibe los últimos sacramentos y el 19 redacta, «puesto ya el pie en el estribo», su último escrito: la sobrecogedora dedicatoria del Persiles. El «príncipe de los ingenios» fue enterrado el día 23 de abril de 1616, con el sayal franciscano, en el convento de las trinitarias descalzas de la calle de Cantarranas de Madrid (actualmente, de Lope de Vega).

Casualidades de la historia es el hecho de que otro escritor de la misma talla William Shakespeare, falleció el 3 de mayo de 1616.




ArribaAbajoDon Diego Clemencín, el mejor comentarista del Quijote

Con el nuevo año 2004, y como ya ha quedado expuesto, hemos entrado en la carrera del IV Centenario de la publicación de la I Parte de El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha y creo que es hora de empezar con la tarea de dedicarle unos artículos a nuestro amigo de soledades Miguel de Cervantes Saavedra o «el manco sano» como le llamó Eduardo Martín de la Cámara, así como a algunos de los más destacados cervantistas, que se dejaron los ojos en los archivos, y además poner al día algunos mitos equivocados.

A través de estos cuatrocientos años de la publicación del Quijote (1605) la I Parte, y diez años después la II (1615), se han teorizado y escrito montañas de papel sobre el molino de los libros, pero no ha existido un comentarista de la talla, calidad y precisión como la del murciano don Diego Clemencín, ni Juan Antonio Pellicer, Navarrete, ni J. Eugenio Hartzenbusch, ni Vicente de los Ríos, ni Rodríguez Marín, ni Azorín o la del reverendo inglés John Bowler (comentarios aparecidos en 1781), no han podido superar la erudición de don Diego, sus análisis comparativos de los libros de caballería, romances viejos, símbolos, estudios pormenorizados de la gramática y deslices de Cervantes, que según don Diego, no tenía el «príncipe de los ingenios» la costumbre de repasar sus escritos, por ello, a Sancho le hurtaron el rucio en el capítulo XXIII y lo recuperó en el XXX. Además hizo apreciaciones de defectos sintácticos, observaciones que los cervantistas melindrosos no se lo han perdonado.

Tan solo don Luis Astrana Marín, con Vida ejemplar y heroica de Miguel de Cervantes Saavedra, se le puede acercar, esta obra consta de 7 volúmenes.

Estos deslices del ilustre manco no quitan mérito a la obra, yo mismo he descubierto en el capítulo XXII de la II Parte, que cuando don Quijote baja a la cueva de Montesinos por una soga lo hace sin tea y sin antorcha, no sabemos cómo es posible que luego, al salir de ella, cuente que vio tantas maravillas dentro. Pero como bien sabemos, todas estas aventuras ocurrían en la mente del «genial loco», «Manco de Lepanto» o «el manco de los ingenios» y todo se disculpa. Lo importante es crear, lo de criticar obra de demonios menores.

Y esta actitud beligerante de los cervantistas contra un comentarista sincero y leal a sus principios es lo que yo llamo: «derechos del corso o críticos». Y no querer reconocer que los autores encumbrados o mistificados también pueden ser criticados y analizados, es una idea absurda. Nadie menoscaba la inmortal novela ni el mensaje subliminal y humano que contiene la obra. No es bueno andarse por las ramas en los análisis, sino que hay que profundizar, cuanto más ahondemos en un autor más causas hallaremos para ensalzarlo, y además no debemos olvidar que quienes más encumbran a un autor, son precisamente los que les buscan los tres pies..., con comentarios ingeniosos, bibliografías, estudios, artículos, caricaturas, enriquecidas con opiniones subjetivas de quienes toman la obra como muestras y la desmenuzan hasta triturarla como alimento del espíritu, porque no todos los libros poseen alma como el Quijote.

Tampoco debemos olvidar que, como casi siempre, no fuimos los españoles, quienes descubrimos a Don Quijote, sino que tuvieron que venir las traducciones inglesas de siglo XVIII (J. Ozell, Londres 1725 o Charles Jarvi en 1724), para decirnos que teníamos en nuestra lengua un diamante en bruto. «A Inglaterra cabe la indiscutible gloria de hacer público la primera lámina del Quijote, la primera edición de lujo y la primera anotación comentada...», según anotación de Justo García Morales, (pág. XCL, Editorial Alfredo Ortells, 1998). La I Parte del Quijote fue traducida al inglés por Tomas Shelton. Y al francés en 1614 por César Oudin.

Clemencín, ha sido injustamente olvidado, casi no existen referencias a su biografía o trabajos, y es ahora gracias a la editorial valenciana Alfredo Ortells, cuando aparecen en una publicación asequible sus comentarios al Quijote, a mi parecer lo mejor que se ha editado hasta la fecha en España, con un amplio prólogo de Astrana Marín y las ilustraciones de Doré.

Pues bien es hora de hacer un breve recordatorio, siguiendo las notas de Justo García Morales, de la sección Cervantes de la Biblioteca Nacional, de don Diego Clemencín que nació en Murcia el 27 de septiembre de 1755, de padre de descendencia francesa, niño despierto, ingresó en el seminario de San Fulgencio, donde inicia los estudios eclesiásticos, llegó a traducir varias epístolas del griego. En 1778 fue nombrado preceptor de los hijos del duque de Osuna. Viajó a París. Se casó en Madrid con la rica señora Dámasa Soriano. Fue nombrado académico de la Historia y de la Lengua. Desde la Gaceta Oficial y del Mercurio promovió en 1808 un levantamiento contra el general Murat que acabó en el 2 de Mayo. Para evitar un proceso se retiró a su finca de Guadalajara y para distraerse y olvidar sus cuitas se inició en la lectura y los comentarios del Quijote.

A la vuelta del absolutismo de Fernando VII fue perseguido, pero no abandonó los comentarios hasta el día de su muerte por culpa de un cólera en 1834. (El comentario contiene 949 páginas a dos columnas en letra minúscula y en papel Biblia, más extenso que la suma de las dos partes del Quijote, y luego nosotros nos quejamos cuando escribimos un folio).




ArribaAbajoEl escudo del impresor Juan de la Cuesta, y Benjumea

Don Nicolás Díaz de Benjumea, el más docto de los esoteristas cervantinos, en su libro: La verdad sobre El Quijote. Novísima historia crítica de la vida de Cervantes. Imprenta de Gaspar, Editores, Madrid, 1878, en el capítulo XV, nos avanza notas sobre el escudo de la primera edición del impresor Juan de la Cuesta, en Madrid. Poco o nada se sabe sobre la vida de Nicolás Díaz de Benjumea, lo que sí sabemos es que fue conocido por sus abundantes lucubraciones cervantinas, su oficio no era el de escritor o crítico, sino un aficionado a la obra de Cervantes (Dios mío protégeme de los aficionados indoctos, me recriminó un profesor), tenía negocios que le retenían en Londres, y su tiempo libre lo dedicaba al estudio del «ilustre manco».

Don Quijote

En 1861 publicó La estafeta de Urganda, o Aviso de Cid Asam. Ouzad Bene Jelí sobre el desencanto del Quijote, que fue comentado por Juan Varela (1824-1905) en: Contestación al último comunicado del señor Benjumea, autor de «La Estafeta de Urganda». Además el discurso de ingreso de Juan Varela en la Real Academia Española, Madrid, 1864, se tituló: «Sobre El Quijote y las diferentes maneras de comentarlo y juzgarlo».

El escudo o la divisa tipográfica es la misma tanto para I como para II Parte de El ingenioso hidalgo..., ya que se trataba del mismo impresor. Para la lectura del escudo hemos de partir de la imagen del óvalo del centro donde vemos una manopla que sale de una nube y sobre la cual se posa un halcón encapirotado. Durante el Renacimiento se representó al halcón con la cabeza cubierta por una capucha, y que representa la esperanza de encontrar la luz en medio de la oscuridad. Por ello su divisa era: post tenebras spero lucem (Después de las tinieblas, espera la luz), tal y como la recoge el Diccionario de Símbolos de la editorial LIBSA (2003). El ave en el puño significa alta condición social, puesto que el arte de la cetrería solamente era practicada por la nobleza. De la manopla pende una estola, cuyo remate cae sobre la parte posterior de un león bostezante, símbolo del pueblo español. En la parte superior de la orla se presenta de nuevo la cabeza del león, e inmediatamente debajo una pequeña cruz de Malta. Figuras emblemáticas y alegóricas del estado del pueblo español de aquella época. En la parte inferior aparece un rostro de niño o de ángel. Desde la invención de la imprenta los impresores usaban sus divisas particulares, una especie de sello o marca. Tenían tantos escudos como temas o diferentes contenidos de los libros.

Dice Benjumea que esta divisa para El Quijote, ya la había usado en Venecia el impresor Eneas Alaris, con variaciones en las que se vale de hieroglíficos en vez de palabras. Como ya he dicho Cervantes vendió el privilegio de edición por diez años a Francisco de Robles (hijo de Blas de Robles, librero del rey, quien editó La Galatea) en Valladolid 1604, donde se hallaba la Corte. El documento de otorgamiento ante el escribano Tomás de Baeza se ha perdido, y no se sabe cuánto cobró, aunque en 1613 la deuda de Cervantes con Robles ascendía a 1.600 reales. Cuando Juan de la Cuesta imprimió la primera Parte con muchos errores, a los 4 meses salió de la presa una edición nueva, ese año salieron cuatro ediciones. Hasta la clandestina edición de Lisboa, posiblemente de Antonio Álvarez, tenía el mismo escudo, un claro plagio o imitación de marca, dando a entender que lo había imprimido el propio Juan de la Cuesta.




ArribaAbajoEn un lugar de la Mancha, de cuyo nombre no quiero acordarme

Esta es la frase que más quebraderos de cabeza ha dado y sigue dando a los cervantistas, que por otra parte es un acierto del libro, puesto que ya en la primera frase encierra un enigma, suscita una polémica, y esto es, a mi entender, un recurso literario, uno de los mejores hallazgos del Quijote: la ambigüedad de la patria del protagonista. Esto provoca en el lector un deseo de saber, de indagar y descubrir dónde vivió el personaje (nada se dice de dónde nació): es la intriga. Los lectores queremos saber cuál es la patria de Don Quijote de la Mancha.

Cervantes juega con la curiosidad innata del lector, ya desde el principio nos quiere ocultar el lugar de la Mancha, no como excusa de encubrir una situación personal como se ha venido en decir, sino para dar cabida a toda la Mancha en la novela. Porque como es sabido que el conocimiento del hombre radica en almacenar noticias, y cuando le faltan algunos datos se irrita, algo falla en el sentido lógico de la mente humana, y le provoca frustración, se encela en la nimiedad, en el laberinto de desliar y buscar motivos, y a la vez que avanza en la lectura se pierde ante lo esencial: la razón de la obra, más que en el conocimiento. Porque podremos saber mucho, pero si no razonamos de nada nos vale ese conocimiento.

Las causas que llevaron a Cervantes a no querer acordarse, a no nombrar la villa donde vivía don Alonso Quijano, nos lo explica muy bien el propio autor al final del último capítulo (74) de la II Parte. Primero hace que muera don Quijote par a quitar la ocasión de que otros autores continuaran falsamente la historia como ya sucedió con El Quijote de Avellaneda en 1614. Y nos cuenta Cervantes:

Este fin tuvo el Ingenioso Hidalgo de La Mancha, cuyo lugar no quiso poner Cide Hamete puntualmente, por dejar que todas las villas y lugares de la Mancha contendiesen entre sí por ahijársele y tenérsele por suyo, como contendieron las sietes ciudades de Grecia por Homero.



Entendemos, que esta es la verdadera razón y no otra la que hemos de tomar como válida: la que nos dice el autor. Existen otras hipótesis como la de Fernando Díaz-Plaja, en la que escribe en un artículo: «Cervantes y Esquivias»:

Cervantes no quiere mencionar a Esquivias, no sólo porque todo es de allí, sino porque aún le dolían las palabras insultantes de la que más tarde sería su suegra, cuando le dijo que, era un escritorcillo aventurero y fracasado, sin oficio ni beneficio, que solo venía engatusando a su hija para asegurarse el puchero.



La hipótesis de Diego Clemencín sobre Argamasilla de Alba, se basa en los sonetos burlescos de los académicos de Argamasilla, aunque había y hay otra Argamasilla: la de Calatrava, por la que también se inclinan otros estudiosos al igual que por Esquivias (Toledo). Y Clemencín se basa en el argumento de dar por buenos otros comentarios de autoridad y escribe en los comentarios del capítulo primero, que:

Según las tradiciones populares, de que hacen mención don Juan Antonio Pellicer y don Martín Fernández Navarrete en las vidas que escribieron de nuestro autor, este pasó comisionado judicialmente para ciertas cobranzas a Argamasilla, y la justicia, lejos de auxiliarle para el cumplimiento de su cargo, lo puso en la cárcel pública donde concibió la idea de su libro.



Pero la hipótesis de que Cervantes estuvo «encerrado» en la casa-prisión de Medrano (Argamasilla de Alba), es una leyenda que ha tomado cuerpo con el tiempo, hoy día ya no se sostiene por varias razones: Primero porque si a un recaudador real le hubieran detenido injustamente por realizar el ejercicio de su cargo, ante un pueblo amotinado, el propio Rey en persona hubiera acudido al lugar con sus tropas para dar un escarmiento, para poner en libertad a su funcionario. Prisión de la que no hay constancia documental, los encarcelamientos documentados son los de Sevilla (1597 y 1602). Y segunda hipótesis es a la que se refiere un artículo de Nicolás Díaz de Benjumea, titulado: «Don Rodrigo da que hablar», en la que dice sobre de la casa prisión de Medrano:

Ese infundio ha sido disipado por la revelación documental: en tiempos de Cervantes no había cárcel en Argamasilla y los delincuentes eran llevados a la de Alcázar de San Juan, cabeza de partido.



Azorín también argumenta la probabilidad de la estancia de Cervantes en Argamasilla de Alba, según este autor le hace decir a don Cándido en La Ruta de don Quijote capítulo V: «Pues yo digo que don Quijote era de aquí; don Quijote era el propio don Rodrigo de Pacheco, el que está retratado en nuestra iglesia...» En la Parroquia de San Juan Bautista de Argamasilla, postrado ante la Virgen de la Caridad de Illesca, junto a su esposa orante, está el famoso cuadro fechado en 1601, en una capilla, cuadro de autor anónimo, de la escuela del Greco, debajo figura una inscripción de la que ya nos habló Azorín en La ruta de don Quijote, y que completó el escritor chileno Augusto D'Halmar (1882-1950), en su libro de 1934: La Mancha de don Quijote y escribe:

Aparece Nuestra Señora a este caballero estando malo de una enfermedad gravísima desamparado de los médicos víspera de San Mateo año MDCI encontrándose a esta Señora y prometiéndole una lámpara de plata día y noche de un gran dolor que tenía en el cerebro de una gran frialdad que se cuajó dentro.



Otras opiniones aseguran que ese lugar era Argamasilla de Alba, en la dedicatoria que hizo el Licenciado Alonso Fernández de Avellaneda, en la apócrifa segunda parte del Quijote (publicada en Tarragona en 1614), se lo dedica al alcalde, regidores, hidalgos de la noble villa de Argamasilla.

La conclusión a la que llego coincide con la que escribió el propio Cervantes, la de que no nombró el lugar singular de la Mancha para, de este modo, implicar a toda ella como patria de Don Quijote, y sin duda alguna fue un acierto, con este genial recurso los paisanos de Alonso Quijano son más numerosos y discuten orgullosos sobre el paisanaje. Y no hay que darle más vueltas, es de La Mancha, si hubiera querido situarlo en un pueblo o villa determinada hubiera titulado su libro: El ingenioso hidalgo Don Quijote de Argamasilla de Alba, y ya está, pero no busquemos tres pies al gato, la polémica debe quedar cerrada en este IV Centenario.

Cueva o casa de Medrano

Cueva o casa de Medrano




ArribaAbajoExcursión a la cueva de Montesinos

La cueva de Montesinos es de los lugares de La Ruta del Quijote que más cerca se halla de Alicante. Por ello mereció mi atención y me puse en camino casi como una santa peregrinación, por ello, un día salimos mi mujer y yo camino de Albacete hacia el interior de la muy profunda y vinícola Mancha.

Para ir de Alicante a la zona lacustre de Ruidera (Sierra de Alcaraz) donde germina el río Guadiana, tenemos dos rutas, la más cómoda, rápida y segura es por la autovía hasta Albacete, y desde esta capital tomar la N-430, dirección Barrax, Munera, Socuéllamos, Ossa de Montiel y Ruidera. Pero sin duda la más pintoresca y cultural, que recomiendo, es la de Jumilla, Hellín, Los Picos, San Pedro, Cubillo, El Bonillo, La Ossa de Montiel y ya estamos en Ruidera, ante el paisaje líquido de las 15 lagunas, incluida la del embalse de Peñarroya.

Esta ruta tiene un atajo que no recomiendo a personas con vértigo, y no aventureras, y es la que corta por comarcales desde Hellín, Liétor, y por El Ginete a Ayna, Bogarra, Paterna del Madero hasta salir a la N-322. Es lo más parecido a un viajar por los parques de Ordesa o Los Picos de Europa. En la cumbre de un risco gavilán se halla Liétor empollando huevos. Ayna, por el contrario, se agarra a una quebrada para no caer al paso bravo del río Mundo. Tiene buena posada: El hotel Felipe II.

Por fin llegamos a la sin par Ruidera. Nos hospedamos en una de las habitaciones dobles que tiene el Restaurante La Colgada, junto a las lagunas, en un lugar arbolado, que invita al reposo y la paz interior. El recepcionista era delgado, con bigote, tez cruda y negros ojos de ave rapaz. Nada más llegar nos sentamos a comer, en la mesa un buen pan del camino y vino de Valdepeñas, un Cepa Ineo crianza, y luego nuestro deseado y anhelado gazpacho manchego con liebre y un palomino de añadidura... El Menú del día era: Duelos y quebrantos, pero de eso ya tuvimos bastantes. Desde la ventana de la habitación se ve un embarcadero para marinos de agua dulce.

Al alba del siguiente día, que amaneció con un cielo nítido e inverosímil, preguntamos al recepcionista por la dichosa cueva de Montesinos. Nos dio la dirección de un guía. Cuando le localizamos traía acomodo, el de una mula con aparejo, cuerdas y linternas, y además nos estuvo contando anécdotas de las que quedé asombrado, sobre todo la de que había sido su bisabuelo José Ramón quien acompañó al mismísimo Azorín a la cueva en la primavera de 1905, cuando escribió: La Ruta de don Quijote. Esto yo no me lo podía creer, porque nunca creo en coincidencias.

-¿Quiere que les enseñe la cueva de Montesinos, por dentro?

-No, no, no, muchas gracias, si yo no puedo andar, ¡voy a bajar!, estoy cojo.

-¿Ya veo?, pero no hay peligro tengo buenas sogas. Perdone, que le haga una pregunta, es que soy muy curioso, ¿qué le pasa en la rodilla?

-Nada, nada, es una historia larga de contar.

Pensé que tenía una oportunidad única, la de ir a lomos de una acémila tal y como lo hiciera el propio don Quijote, Sancho y el estudiante. Aceptamos la oferta del guía con mulo-taxi, me lo puso barato: 20 euros. Por el camino de herradura íbamos dos bestias: yo y el mulo, sin embargo, yo iba encima. Mi mujer y el guía andando y resoplando de reata. Durante el trayecto saqué mi Quijote de bolsillo y me leí los dos capítulos que hablan de esta excursión: el 22 y 23 de la II Parte del Quijote, donde se cuenta que don Quijote compró cien brazas de cuerda. Y cuando salió de ella contó que en la cueva había visto al primo y amigo de Montesinos, Durandarte, el cual yacía en carne y hueso en un sepulcro de mármol debido a un encantamiento del mago Merlín. Belerma, dama de Durandarte, se deshace en lágrimas en la tumba del amado. Su escudero, Guadiana, fue convertido en río y otros muchos amigos y parientes de Durandarte convertidos en lagunas.

Cueva de Montesinos

Cueva de Montesinos

En estos dos capítulos se cuenta la hazaña espeleológica de don Quijote, porque en la época de Cervantes, el hecho de bajar a una cueva era una verdadera proeza, no había medios técnicos para descender a ellas, y además, la gente, sumamente supersticiosa, temía encontrarse al diablo en los infiernos.

Tras media hora de camino llegamos a la famosa cueva de Montesinos, me desilusionó, puesto que yo me había imaginado la cueva, como son todas las cuevas, una boca oscura en la pared de un risco, pero no, la boca de esta mítica cueva es invisible, se abre en el suelo, es una sima, la entrada es peligrosa abierta entre varios bloques rocosos balanceantes, grandes como huevos que dejara allí algún mago encantador. Siempre imaginé que la cueva de Montesinos debía ser grande y maravillosa, con sus estalactitas y estalagmitas, a imagen de las cuevas de Nerja o Aracena, es decir, inmensa, como nos la describió el mismísimo don Quijote, donde podía caber un ejército de sirvientes, pero no, en realidad se trata de una sima de caída casi vertical, y para descender se necesitan sogas, crecían matojos que la ocultaban. «... salieron por ella infinidad de grandísimos cuervos y grajos, tan espesos y con tanta priesa, que dieron con don Quijote en el suelo». Nosotros no vimos salir estas aves, los murciélagos o «aves nocturnas», como también las nombra Cervantes, no salen con la luz del día, sino al atardecer en vampiro cazar de insectos.

Se cuenta en el capítulo 22, que a primeras horas de la tarde llegaron a la cueva de Montesinos, don Quijote, el estudiante y Sancho, cortadas las malezas que ocultaban la entrada de la cueva, ataron fuertemente a Don Quijote y comenzaron a bajarle. Cuando el estudiante y Sancho se quedaron sin cuerda esperaron un rato y comenzaron a subir a Don Quijote. Hasta las ochenta brazas de cuerda no empezaron a notar peso en la cuerda y cuando a las diez brazas vieron a Don Quijote dormido, que tras despertarse comenzó a contar lo que había visto, y que Sancho no creyó. En este capítulo he hallado algunas faltas de equipo, don Quijote baja por una cuerda, bien, pero no llevaba luminaria: tea o antorchas, pero hemos de entender que toda esta maravillosa novela no es una crónica del mundo real, sino una visión a través de la imaginación y la fantasía de un indiscutible adalid de la literatura.

Cuando don Quijote salió de la cueva, cree haber pasado dentro tres días con sus noches, cuando en realidad permaneció cerca de una hora, lo que se llama en literatura, según Jean Ricardou, tiempo de la ficción y tiempo de la narración. Ya conocemos la narración, ahora analicemos la capacidad creativa y artística de Cervantes cuando es capaz de imaginar un mundo de fantasías por lo que se conoce como tiempo real de la novela y tiempo de la historia.

Los tiempos de la novela han sido muy estudiados por los especialistas. Una diferencia temporal que encontraron los formalistas rusos: entre el tiempo cronológico y la trama u orden de aparición. Los tiempos de la novela son tres: el de la aventura, el de la escritura y el de la lectura. Es un tema más complejo de lo que se puede explicar en este corto artículo, sin embargo, Cervantes ya se adelantó a su tiempo.




ArribaAbajo Sobre la cuna de Miguel de Cervantes

El alcazareño don Francisco Lizcano y Alaminos publicó en 1892 un libro apócrifo con el largo título: «Historia de la verdadera cuna de Miguel de Cervantes Saavedra y López, autor de Don Quijote de La Mancha, con la metamorfosis bucólica y geórgica de la dicha obra, vida y obra del Príncipe de los Ingenios españoles, con una refutación analítica de las biografías que de este autor se han impreso hasta el día». En el que expone una partida de bautismo de un tal Miguel, hijo de Blas Cervantes de Saavedra y de Catalina López, fechada el 9 de noviembre de 1558 en la parroquia de Santa María de Alcázar. Hallada en 1758 y se publicó en 1776, con letra al margen atribuida a don Blas Antonio Nasarre, erudito y bibliotecario en la que dice: «este es el autor de la Historia de Don Quijote de La Mancha».

Esta versión quedó desmentida por un erudito ensayo anónimo aparecido en septiembre de 1955, titulado: «Cervantes y Alcázar», en el que se dice que la ceguera de Lizcano es sorprendente: el Cervantes alcazareño tendría menos de catorce años en octubre de 1571, y mal le hubiera confiado Francisco de San Pedro, capitán de la galera Marquesa, el mando de doce soldados durante la batalla de Lepanto. Incluso ante esta versión, arguyó Lizcano, que los antiguos no reparaban en minucias tales como la corta edad de Miguel. Por ello esta versión no se sostiene. Se habló de la burda falsificación de dicho documento alcazareño para ligar a esta tierra con el nacimiento de Cervantes.

La polémica se cerró argumentado que Miguel nació en Alcázar de San Juan pero que le bautizaron en la parroquia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares, porque como se dudaba de la limpieza de sangre, del linaje de nobleza la familia y antigüedad como cristianos, porque el abuelo paterno se había establecido en Córdoba, y se le suponía judío converso, y los padres no quisieron bautizarlo allí no fuera a ser que, por ser tierra de refugiados moriscos, se le confundiera y manchara su linaje. Cervantes era cristiano nuevo.

Mayans en La vida de Cervantes Saavedra (1737), dice que tanto Sevilla como Lucena pretende que Miguel naciera allí. La patria de Cervantes es España. Defiende la parte de Esquivias don Tomás Tamayo de Vargas, varón eruditísimo, quizá porque Cervantes llamó famoso a este lugar, pero el mismo Cervantes se explicó diciendo: «Por mil causas famoso: una, por sus ilustres linajes, y otra, por sus ilustrísimos vinos».

Lo cierto es que no hay constancia documental de que Miguel naciera el 29 de septiembre de 1547 en Alcalá de Henares, sin embargo, lo que sí existe es la partida bautismal hallada tras la iniciativa del benedictino Fr. Juan de Iriarte Martín Sarmiento, donde se da fe documental de que fue bautizado el 9 de octubre de 1547 en la iglesia de Santa María la Mayor de Alcalá de Henares. Y se presupone que, por la proximidad de su onomástica con día de San Miguel (29 de septiembre), y era la costumbre bautizar a los niños con el Santo del día, se ha convenido que debió ser este día (Folio 192 del libro primero).

Luis Astrana Marín descubrió un importante documento (una probanza testimonial de nobleza) en el que se dice que los padres de Cervantes vivieron en la calle Imagen, de Alcalá de Henares, que pertenecía a su tía María, donde actualmente está el Museo Casa Natal.

La polémica se zanjó, porque Cristóbal Pérez Pastor, publicó en 1897 en Documentos cervantinos hasta hoy inéditos, la petición autógrafa de Cervantes al Corregidor de Madrid, de fecha 18-12-1580, en la cual Cervantes al dar su filiación dice: natural de Alcalá de Henares. Sin embargo, en aquellos años no quedaba constancia del lugar del nacimiento, sino del de bautismo.

Casa natal

Casa natal

Era el cuarto de siete hermanos, hijo de un modesto cirujano sangrador don Rodrigo de Cervantes y de doña Leonor de Cortinas. En 1551 la familia Cervantes marcha a Valladolid, donde se hallaba la Corte de Felipe II. En 1553 tras el fracaso de Valladolid, la familia vuelve a Alcalá de Henares y, al menos el padre -no sabemos si acompañado de su esposa e hijos-, emprende un verdadero peregrinaje por Andalucía.

Es posible que Cervantes asistiese en Córdoba al colegio de Santa Catalina, de los jesuitas, aprendiendo allí la «luz» de las primera letras, y de los ambientes picarescos que luego recrearía en sus obras. A finales de 1564, su padre reaparece instalado en Sevilla, como regente de unas casas de alquiler o corrales, sin que sepamos tampoco si su familia lo acompañaba o no, donde nuevas deudas le obligarán a abandonar la ciudad en dos años.

En otoño de 1566, Rodrigo Cervantes se halla establecido con los suyos en Madrid, ahora metido en negocios, entre otros con Alonso Getino, Cervantes inicia sus primeros pasos poéticos con un soneto «Serenísima reina en quien se halla», escrito a propósito de la celebración del nacimiento (1567) de la infanta Catalina Micaela, segunda hija de Felipe II e Isabel de Valois. En 1568 Cervantes estudia con Juan López de Hoyos, nombrado rector del «Estudio de la Villa» el 12 de enero de 1568, quien le encarga al «amado discípulo» cuatro poemas destinados a la Relación oficial de las exequias celebradas con motivo de la muerte de Isabel de Valois, la cual se publicaría al año siguiente.

Por una riña que tuvo en Sevilla, huye a Roma, convertido en camarero de monseñor Acquaviva, que había venido a España a dar el pésame del Papa a Felipe II por la muerte de su hijo Carlos, con quien no permanecería más de un año. La única explicación coherente dada a ese brusco cambio de escenario tiene que ver con una provisión real, fechada en septiembre de 1569, en la que se ordenaba el apresamiento de un joven estudiante homónimo de nuestro autor, por haber herido en duelo al maestro de obras Antonio de Sigura. El bajo sueldo y los deseos de gloria le incitan a enrolarse y participó con heroísmo en la batalla de Lepanto, 1571. Allí recibe dos disparos de arcabuz en el pecho y un tercero en la mano izquierda, que se la dejaría inutilizada para inmortalizarlo como «manco de Lepanto» o el «genial Manco».

Cuenta la leyenda que Miguel de Cervantes, herido en el brazo izquierdo, lo metió dentro de un barril para soportar el dolor y desenvainó su espada toledana para seguir luchando con la bravura propia de los que están hechos con la materia divina que dan los dioses a los héroes inmortales.




ArribaAbajoAranjuez y don Quijote

Que sepamos en el Quijote se nombra dos veces Aranjuez, la primera en el capítulo LII (52), de la I Parte y la segunda en el capítulo L (50) de la II Parte.

La primera vez es al final de este capítulo LII (52) donde aparecen unos poemas cómicos atribuidos a los académicos de Argamasilla, donde se burla Cervantes de las Academias que había en Madrid. La autoría de los poemas es atribuida a los supuestos académicos de Argamasilla con nombres cómicos. (Se ha presupuesto que se trata de Argamasilla de Alba y no la de Calatrava).

Si buscamos el segundo soneto titulado: DEL PANIAGUADO, ACADÉMICO DE LA ARGAMASILLA, IN LAUDEM DULCINEAE DEL TOBOSO. El Paniaguado es el nombre que Cervantes le da a este supuesto académico, y según los comentarios de Diego Clemencín, apunta a que: «significa la persona a quien se da de comer, por ser el pan y el agua los dos elementos más esenciales del alimento, y por extensión indica el cliente, el que depende de otro».

El segundo cuarteto del soneto, dice:


Pisó por ella el uno y otro lado
de la gran Sierra Negra, y el famoso
campo de Montiel, hasta el herboso
llano de Aranjuez, a pie cansado.



La gran Sierra Negra es Sierra Morena. Cuando Cervantes escribe: «los herbosos llanos de Aranjuez» sin duda alguna nos descubre con este verso encabalgado que ya conocía el verdor de los jardines, puesto que Aranjuez se hallaba en el camino real entre Madrid y Granada, en la misma ruta de Puerto Lápices, ciudad palaciega frecuentada por los cortesanos, antítesis de la vida rural que llevaba Alonso Quijano. «A pie cansado» algunos autores interpretan que anduvo a pie Don Quijote en Aranjuez por culpa de la debilidad de Rocinante, andar y cansar los pies. Sin embargo la opinión más acertada es interpretar que al llegar a Aranjuez, lo ideal es descabalgar y descansar y tomar posada, porque el lugar, donde el agua clama entre las sombras, invita al reposo del espíritu y al relajamiento de los músculos tras descabezar un sueño en sinfonía de aves.

Cuando Cervantes nombra Aranjuez, al final del capítulo LII, nos deja la anticipación de esperar la posibilidad de que en la tercera salida el autor someta a don Quijote y a su escudero a algunas pruebas o aventuras en esa real ciudad, sin embargo, renunció a esa expectativa por creer que los lugares descampados daban más verosimilitud a las historias por narrar y a los entuertos por desenredar, que en los Reales Sitios podrían encontrarse.

En el capítulo L (50) de la II Parte del Ingenioso Caballero don Quijote de La Mancha, aquí figura como caballero y no como hidalgo, posiblemente a una distracción de Cervantes ya que por lo general no consultaba lo que llevaba escrito. Es el capítulo DONDE SE ACLARAN QUIÉNES FUERON LOS ENCANTADORES Y VERDUGOS QUE AZOTARON A LA DUEÑA... Volviendo a la casa de los Duques se nos cuenta que los encantadores que habían dado una paliza a Don Quijote y a la dueña Rodríguez eran en realidad la Duquesa, y como Altisidora habían estado escuchando todo lo que la dueña decía de ellas y en señal de venganza decidieron apalear a Don Quijote y a la dueña.

Es en el segundo párrafo donde se lee:

«... y cuando oyó la Duquesa que (la) Rodríguez había echado en la calle el Aranjuez de sus fuentes, no lo pudo sufrir, ni menos Altisidora, y así, llenas de cólera y deseosas de venganza, entraron de golpe en el aposento, y acribillaron a don Quijote...».



Entiendo que (la) Rodríguez llora como las fuentes de Aranjuez. Aunque según Martín Riquer es un juego de palabras con las famosas fuentes de Aranjuez, pero no explica el sentido de la frase. La idea de «fuentes hermosas» se consideró sinónimo de «remanso de paz», puesto que los Reales Sitios, fueron considerados, según comentarios de Clemencín: «el paraje más celebrado de España por la amenidad de sus jardines y la magnificencia y abundancia de sus fuentes». Sin embargo, Cervantes hace una metáfora de llorar como fuentes.

Sería interesante recordar que fue Felipe II quien dio notoriedad a las tierras bañadas por el Tajo y el Jarama, isla verde en la manga, que denominó Real Sitio y prohibiéndose el asentamiento, como propiedad exclusiva del monarca. Se construyen cauces, acequias, canales navegables, se realizan plantíos de árboles y se pusieron en explotación numerosas huertas donde como dice Zapata en su Miscelánea a Aranjuez «animales, aves y pescados que en diversas partes en todo el mundo hay». Se levantó un nuevo palacio entre avenidas de chopos, olmos negros, frutales y parras, en 1561, bajo la dirección de Juan Bautista de Toledo y Juan de Herrera. Aranjuez era el modelo de riqueza natural y en 1551 se plantó el primer jardín Botánico del mundo y una destilería de aguas de olor, debido a la abundancia de flores.

Cervantes desvió la tercera salida de la inmortal pareja por La Mancha de Montearagón «y a fin de no recorrer los mismos lugares que en aventuras anteriores», según la nota de Luis Astrana Marín. Por ello no pasó por Aranjuez y decidió tomar camino de Aragón hacia Zaragoza, aunque también pudo dirigirse al Sur, lo que fue el reino de Granada, pero no lo hizo porque no esperaba grandes aventuras, ya que Despeñaperros, antes denominado del Muradal, tenía tres pasos impracticables a través de Sierra Morena, salvo el del Rey, hasta que el Marqués de Floridablanca encarga construir un paso practicable de cinco leguas que se abrió a partir de 1772, con el fin unir la capital de España con los puertos hacia América.

Don Quijote y Sancho

¿Don Quijote y Sancho en Aranjuez?




ArribaAbajoAranjuez y Cervantes

En mi artículo anterior, quedó explicado que el real sitio de Aranjuez es nombrado dos veces por Cervantes, la primera en el capítulo LII (52), de la I Parte del Ingenioso Hidalgo don Quijote de la Mancha. La segunda vez lo hace en el capítulo L (50) de la II Parte del Ingenioso Caballero don Quijote de La Mancha, aquí figura como caballero y no como hidalgo, posiblemente a una distracción de Cervantes ya que por lo general no consultaba lo que llevaba escrito, y este es un error no del creador sino del corrector de las galeradas.

Aquí pretendo repasar todas y cada una de las veces que he encontrado referencias a la ciudad de Aranjuez en las obras de Miguel de Cervantes.

La obra donde más larga prosa vierte Cervantes sobre Aranjuez y la define con evidentes conocimientos geográficos es en: Los trabajos de Persiles y Segismunda. En el Libro Tercero, al final del capítulo VIII, leemos:

«Nuestros peregrinos pasaron por Aranjuez, cuya vista, por ser en el tiempo de primavera, en un mismo punto les puso la admiración y la alegría; vieron iguales y extendidas calles, a quien servían de espaldas y arrimos los verdes, que las hacían parecer de finísimas esmeraldas; vieron la junta, los besos y abrazos que se daban los famosos ríos Henares y Tajo; contemplaron sus sierras de agua; admiraron el concierto de sus jardines y de la diversidad de sus flores; vieron sus estanques, con más peces que arenas, y sus exquisitos frutales, que, por aliviar el peso a los árboles, tendían las ramas por el suelo; finalmente, Periandro tuvo por verdadera la fama que deste sitio por todo el mundo se esparcía. Desde allí fueron a la villa de Ocaña...»



Otra obra donde se nombra a Aranjuez es en el entremés: El Rufián viudo, llamado Trampagos, donde al principio de la obra, en un diálogo, leemos:

Chiquiznaque, RUFIÁN 

 [pregunta]: 

-Dícenme que tenía ciertas fuentes en las piernas y brazos.

TRAMPAGOS 

 [responde]: 

-La sin dicha era un Aranjuez; pero con todo, hoy come en ella lo que llaman tierra de las más blancas y hermosas carnes...



Vuelve Cervantes a nombrar a Aranjuez en: El Casamiento engañoso.

«El rato que doña Estefanía faltaba de mi lado, la habían de hallar en la cocina, toda solícita en ordenar guisados que me despertasen el gusto y me avivasen el apetito. Mis camisas, cuellos y pañuelos eran un nuevo Aranjuez de flores, según olían, bañados en la agua de ángeles y de azahar que sobre ellos se derramaba».



Por estas razones estoy convencido de que Miguel de Cervantes debió visitar Aranjuez en algunos de sus viajes a Madrid cuando vivió en Esquivias (Toledo), pueblo de su mujer. Pues no es de extrañar que alguna vez tomara el camino a Madrid por Aranjuez que estaba en el camino real. Cervantes como buen viajero conocía muy bien la zona. En la primera salida, mandó a Alonso Quijano al camino real, a Puerto Lápice, que es lo más cercano que anduvo su héroe de Aranjuez. Este puerto se nombra dos veces, una en el capítulo II, y la otra en el VIII, ambos de la I Parte. En el capítulo VIII, leemos:

«Y, hablando en la pasada aventura, siguieron el camino de Puerto Lápice, porque allí decía don Quijote que no era posible dejar de hallarse muchas y diversas a venturas, por ser lugar muy pasajero».



Venta en Puerto Lápice

Venta en Puerto Lápice




ArribaAbajoAlgunos refranes en boca de Sancho Panza

En el refranero español de Juan B. Berruga, gran estudioso español de la paremiología, he contado 179 refranes que Cervantes puso en boca de Sancho Panza. Muchos de ellos han quedado fuera del uso común, de la voz del pueblo, como es lógico por el paso del tiempo, sin embargo, otros muchos refranes siguen valiendo como si fueran de curso legal.

Muchos, no son refranes propiamente dichos, sino expresiones que valen como tales, en el capítulo XLIII (43) de la II Parte, don Alonso Quijano le dice a Sancho: «También, Sancho, no has de mezclar en tus pláticas la muchedumbre de refranes que sueles; que puesto que los refranes son sentencias breves, muchas veces los traes tan por los cabellos, que más parecen disparates que sentencias».

Más adelante le advierte: «... yo te aseguro que estos refranes te han de llevar un día a la horca».

Don Quijote persuadió al labrador Sancho Panza con promesas de ganar algunas ínsulas y dejarle en ellas como Gobernador. Por un momento, Sancho, soñó como todo mortal, con las grandezas de la tierra y que, por algún milagro podría ser rey y su mujer una reina y sus hijos infantes. Y este labrador manchego vulgar y soñador se convirtió en el escudero más sagaz, inteligente y práctico que la literatura halla dado jamás.

Quienes creen en los consejos y refranes deben consultar los capítulos 42 y 43 de la II Parte.

Una de las más celebradas cualidades del Quijote, reconocido por los mejores críticos, literatos y escritores, son, precisamente los diálogos entre amo y escudero, el primero es el idealismo y el segundo la praxis de la vida... Porque muy sabiamente, uno de los recursos más interesantes para definir la personalidad psicológica de los personajes, es precisamente, recoger la forma de pensar y del decir, puesto que el retrato por sí solo no es suficiente, porque no nos habla del interior, sino como dijo Plotino: «legar al mundo la sombra de una sombra». Unamuno en Vida de Don Quijote y Sancho, (Cátedra, 1992), pg. 134, escribe algo que me impresionó y ahora comprendo: «nosotros podemos comprender a Don Quijote y Sancho mejor que Cervantes que lo creó...» Y es que el tiempo crea sus propios mitos y les da vida propia.

Voy a recoger algunos de los refranes más actuales de Sancho:

  • -A otro perro con ese hueso.
  • -El asno sufre la carga, mas no la sobrecarga.
  • -La diligencia es la madre de la buena aventura.
  • -No quiero perro con cencerro.
  • -Un asno cargado de oro sube ligero por una montaña.
  • -Dádiva quebranta peñas.
  • -Por su mal le nacieron alas a las hormigas.
  • -Toma la ocasión por la melena.

Sancho Panza

Sancho Panza




ArribaAbajoCervantes en la batalla naval de Lepanto

La batalla naval, es una obra de Cervantes lamentablemente hoy perdida. Por ello, tan solo nos queda consolarnos con recordar y recuperar algunos datos sobre la batalla de Lepanto, 1571, en el actual golfo de Patras, en Grecia, al oeste del Peloponeso, así como la vida de los condenados a galeras. Cervantes dio cumplida cuenta de sus experiencias como soldado en el Quijote, donde nos contó la vida de los galeotes en el capítulo XXII (22) de la I Parte. Don Quijote y Sancho iban caminando tranquilamente por un descampado cuando encontraron en su camino a unos galeotes, presos, que iban escoltados por unos comisarios armados con escopetas de rueda. Don Quijote al ver que estos presos iban encadenados se interesó tan inhumana situación. Sancho se lo intentó explicar, pero al no quedar satisfecho, don Alonso Quijano comenzó a preguntarle a los galeotes el porqué de su condena. Los galeotes comenzaron uno por uno a explicarle a Don Quijote las causas de sus condenas y el castigo a bogar en las galeras del rey.

En los capítulos XXXIX (39) al XLI (41), de la I Parte, dedicados al Cautivo (autobiográfico), Cervantes nos habla de la vida soldadesca, se lamenta de su pobreza, ya que tiene que sobrevivir con los mínimos recursos existentes y aun así consigue sacarle el mayor partido a cualquier situación dificultosa porque le ayuda su espíritu de lucha. Los soldados son los menos premiados en las guerras y, a la vez, los peones más importantes, y además quienes ponen los muertos.

El narrador nos cuenta cómo su padre dividió su hacienda en tres partes, una para él y las otras para sus tres hijos. Los cuales deberían dedicarse uno a las armas, otro a las letras y el otro al comercio. El cautivo fue quien se dedicó a las armas y tras unos cuantos viajes, fue apresado y hecho cautivo en los baños de Argel. El cautivo tras ser apresado en una prisión de Argel recibió por una ventana de la cárcel dinero y una carta de una mujer que le decía que quería fugarse y casarse con él. Delirios de una fantasía ansiosa de libertad.

Cervantes tenía 24 años cuando embarcó en Italia en La Marquesa, era una galera tipo sottil, bandera de Génova de Giovanni Andrea Doria, luego al mando del capitán italiano Francisco San Pedro que salió de Messina hacia el golfo de Patras. La Flota o Santa Liga tenía tres mandos: el de Venecia, el del Papa y el de Juan de Austria, hermanastro de Felipe II. La Marquesa, junto a las otras galeras venecianas iba a las órdenes de Agostino Barbarigo: Comandante General de la Flota Veneciana: que murió en combate por un flechazo en el ojo. Murió a las pocas horas de ser herido, seguro ya de la victoria de su flota.

Cervantes estaba enfermo, y el capitán le aconsejó que permaneciera en la enfermería. «Señores -contestó él- ¿qué se diría de Miguel de Cervantes cuando hasta hoy he servido a Su Majestad en todas las ocasiones de guerra que se han ofrecido? Y así no haré menos en esta jornada, enfermo y con calentura». Se le puso al mando de doce soldados en el esquife y combatiendo recibió dos heridas en el pecho y otra en la mano izquierda «que perdió su movimiento para gloria de la diestra».

Cervantes

La Santa Liga partió del puerto de Corfú el 3 de octubre del año 1571, pues parecía ser que Gil de Andrade de la Orden de Malta había avistado a los turcos anclados en el puerto de Lepanto, en el interior del Golfo de Patras.

Relato de un morisco galeote en la novela de Ramón Fernández, El rey de los moriscos, (1994), obra inédita:

«Nos enfrentábamos a una muerte segura, no sólo por la invencible flota enemiga que poseía el Gran Turco, muy superior a la nuestra, sino porque el golfo es estrecho, y desde los flancos laterales, la artillería de la costa en orden de fuego nos molerían a cañonazos. El domingo 7 de octubre, un día nublado, hicieron misa y la celebró el nuncio del Papa desde la almiranta, que se conocía por sus flámulas azules, donde navegaba don Juan de Austria, el bastardo, y sus almirantes. Entramos en el golfo en pasaboga de combate; los turcos reaccionaron rápido en maniobras incomprensibles.

»Tres cómitres y otros tantos sota-cómitres se encargaban de disciplinarnos a la chusma o galeotes, hablaban con sus pitos y si no con sus corbachos o rebenques terminados con un par de abrojos, andaban o corrían como mensajeros por la crujía o corredor central de la galera de popa a proa, y de vez en cuando mosqueaban las laceradas espaldas de los más débiles o remolones con varas de acebuche, pues los corbachos fueron empleados más para castigar la indisciplina o para cuando se ordenaba navegación de combate. Los pesados remos o palos de agua, eran de madera de haya dotado de diez varas de envergadura, sin duda alguna, cada uno debía pesar, al menos, seis arrobas, y como eran imposibles de agarrar por el grosor de sus mangos, disponían de manillas de hierro clavadas en el extremo del remo, de esta forma, empuñando las manillas se podían asir. A la parte del remo que se encuentra dentro de la galera se le llama rodilla y a sus extremos guión, al centro galaberna, y a la parte que se hunde en el agua, pala.

»Fue la pluma más grande cogida en mi vida, contó un galeote morisco, el símil valía para decir que el tintero era la galera y la tinta el agua del mar. Pasábamos el día al aire libre, hiciera frío o calor, y de vez en cuando te tiraban por el cuerpo un refrescante balde de agua de mar con el objeto de desinfectarnos más que aliviar la peste humana a sudor, durante la navegación no cabía la posibilidad de moverse de nuestros sitios de ubicación, dormíamos apilados unos sobre otros entre codazos y cabezazos».



Continúa el galeote morisco narrando sus vivencias: «Se bogaba de pie, se conocen cuatro formas de bogar: boga normal, boga larga o boga adelante, y la más terrible de todas se conoce por pasaboga, en media hora estás extenuado, lo usaban no solo en el momento de acudir al embiste decisivo de otra galera sino para infligir castigos colectivos, de esa forma nadie se escapaba del esfuerzo. Los movimientos del remo consistían en asir la manilla con los brazos extendidos sin doblar los codos, se ponía el pie izquierdo sobre el pedañe, y el derecho se llevaba hasta el contrapedañe, y desde esta posición se hacía fuerzas con todo el cuerpo tirando de riñones hacia atrás, hasta llegar con la rabadilla a tocar el banco, pero sin llegar a sentarse, porque se ha de repetir la operación lanzando de nuevo el remo, así tantas veces como se indique para avanzar».

Herido Miguel en el pecho y en el brazo izquierdo, y para soportar el dolor metió el brazo dentro de un barril de agua, para seguir luchando. Tras la batalla tuvo La Marquesa 40 bajas y cien heridos, números que por ser redondos me causan ciertas dudas. Se recuperó de sus heridas en Messina, Sicilia, y cuando regregaba a España en la galera Sol fue hecho cautivo.

Años después de ser liberado de su cautiverio por cinco años en Argel, Cervantes, por servicios prestados, se le concedió el peor de los oficios reales: recaudador de impuestos o comisario real.

Cide Hamete

Cide Hamete




ArribaAbajoCervantes recaudador en Vélez-Málaga

Se cree que Miguel de Cervantes fue recaudador real en Vélez-Málaga y así lo reconocen y cree hoy día dicho Ayuntamiento, donde existe la denominada Casa de Cervantes, antigua posada con portal de piedra. En la puerta del Palacio de Beniel hay una escultura de bronce de Cervantes sentado y leyendo un libro. Cervantes viajó en lo que fue el Reino nazarí de Granada (Granada, Málaga y Almería), donde conoció la fama de los vinos dulces de la comarca de la Axarquía. En el capítulo VIII, de la I parte, el narrador dice:

Con esta licencia se acomodó Sancho lo mejor que pudo sobre su jumento, y sacando de las alforjas [...] y de cuando en cuando empinaba la bota con tanto gusto, que le pudiera envidiar el más regalo bodeguero de Málaga.



Don Diego Clemencín comentó que no entendía a qué venía nombrar los vinos de Málaga con todos los célebres que había en España: «o que no eran de su gusto como los otros». Lo cierto es que los nombró para gloria de la denominación de origen, aunque también es verdad que estos vinos dulces moscateles son para postres, aunque en aquellas tierras alegres del Sur se celebran y beben con las migas como si fueran tintos o blancos.

Además, Cervantes nombra topónimos e historias que no pueden ser inventadas, y es lo que voy a intentar demostrar. Como cuando nombra los Percheles de Málaga (arrabal al margen derecho del río Guadalmedina, a extramuros de la ciudad hispano-árabe) en el capítulo III, de la I Parte, y cuenta las aventuras que había corrido aquel ventero socarrón, donde fue a armarse caballero Don Quijote.

La Axarquía de finales del S. XVI, en tiempos de Cervantes, estaba dividida en dos tahas o distritos: al Este Bentomiz con centro en el castillo del mismo nombre sobre un cerro en la localidad de Arenas y que antes fue poblado ibérico y fenicio. Y la parte Oeste que es la propia de la Axarquía reconquista por los Reyes Católicos. Ambas pertenecían al obispado de Vélez-Málaga. Muchos años estuvo despoblada por la salida de moriscos hacia Berbería, y el miedo de los repobladores que venían, generalmente de Córdoba, a las incursiones berberiscas, de ahí la necesidad de fortificar la costa con torres y castillos en tiempos de Felipe II.

Vélez-Málaga, bajo la protección de Sierra Tejea o Tejada, capital de la Axarquía tiene el honor de ser nombrada TRES veces en el Quijote, y la nombra al final del capítulo XLI de la I Parte, titulado: DONDE TODAVÍA PROSIGUE EL CAUTIVO SU SUCESO.

La primera cita:

-¡Gracias sean dadas a Dios, señores, que a tan buena parte nos ha conducido! Porque, si yo no me engaño la tierra que pisamos es la de Vélez Málaga... [Que está como logotipo de la ciudad en todos los catálogos y citas de este Ayuntamiento].

La segunda cita:

... y cada uno nos convidaba con el suyo para llevarnos a la ciudad de Vélez Málaga, que legua y media de allí estaba.



(En la edición de Alfredo Ortells, Valencia, 1988, hay una nota de don Diego Clemencín en la pg. 1400, y nos dice):

«... el desembarco de los cristianos, se hizo en las inmediaciones del castillo de Torrox o de la Torre de Layos, según [anotó] la Academia Española, así como hacia Iznate, si se verificó a la parte del Poniente».



La tercera cita:

Seis días estuvimos en Vélez, al cabo de los cuales, el renegado, hecha su información de cuanto le convenía, se fue a la ciudad de Granada...



Vélez-Málaga también es nombrado por Cervantes en el capítulo X, del tercer libro de Los trabajos de Persiles y Segismunda: «... porque quiero que sepáis que yo iba dentro desta galeota, y no me acuerdo de [...] sino fue a un Alonso Moclín, natural de Vélez-Málaga». Moclín es un pueblo de Granada y Moclinejo una aldea de Málaga al Oeste de Vélez. Por ello los nombra, no son inventados, sino oídos por el propio Cervantes in situs.

Más adelante en el mismo texto del Persiles escribe:

... la libertad no la conseguimos, porque no [...] nos alzamos con una galeota que desde Sargal a Argel cargada de trigo; venimos a Orán con ella, y desde allí a Málaga, de donde mi compañero y yo nos pusimos camino de Italia.



Y continúa diciendo:

«porque yo cautivé [...] a Alicante, en un navío de lanas que pasaba a Génova; mi compañero en los Percheles de Málaga, adonde era pescador».



Entre 1569 a 1571, ocurrió la última rebelión de los moriscos en Granada y en la zona de Bentomiz cuando el Martín Alwazír y el Hernando el Darra y unos tres mil moriscos se refugiaron en el Fuerte de Frigiliana, historia que fue muy conocida y sin duda oída por Cervantes. Las mejores versiones son: Guerras de Granada de Diego Hurtado de Mendoza; la contada por Pérez de Hita o Mármol Carvajal. Se hicieron muchos esclavos (2.000) entre los moriscos, los más fuertes, sanos y jóvenes condenados a las galeras del duque de Sessa. Antonio Navas Acosta es autor de un libro sobre los moriscos de Bentomiz: Vida y diáspora morisca en la Axarquía veleña. (Edición del autor en 1995).

La historia del Cautivo, parece ser, como ya se ha dicho, que la escribió sobre 1589 inspirado en los sucesos de Bentomiz, luego se añadió a El Quijote, es decir, unos años después de visitar la Axarquía malacitana, y además estuvo en Málaga, cuando dice: «... buscando sus aventuras, sin que hubiese dejado los Percheles de Málaga, isla de Riarán, Compás de Sevilla...» El Perchel se llamaba así por las perchas que servían para orear el pescado salado, era un arrabal donde concurrían «gente perdida y vagabunda». Y la isla de Riarán o Rialán -según Diego Clemencín- se refería al nombre del capitán vizcaíno Garci López de Arrialán que en tiempos de los Reyes Católicos, heredó dicha manzana que parece ser debía ser isla.

Creo que Cervantes, durante la batalla de Lepanto y en Messina, es donde debió oír de boca de galeotes moriscos sus historias, y tras ser liberado de su cautiverio de cinco años en Argel, Cervantes se dedicó al más peligroso de los oficios reales: el de recaudador de impuestos en tierras andaluzas para aprovisionar las galeras para Felipe II, (preparaba la Armada Invencible 127 naves enviadas en 1588 contra Inglaterra), de cuya actividad fiscalizadora se han localizado recientemente tres documentos, dos de ellos inéditos en la colección bibliográfica de The Rosenbach Museum and Library (Philadelphia, Pennsylvania). Son tres relaciones, todas ellas autógrafas, de aquel Miguel de Cervantes Saavedra, fiel comisario recaudador. El trabajo, ingrato, terriblemente rutinario, y nada romántico -abrir depósitos, confiscar bastimentos, comprar escobas, trasladar trigo invadido del gorgojo- nos deja vislumbrar a un Cervantes en función totalmente ajena al quehacer literario.

Como recaudador de impuestos, Cervantes representó a Antonio de Guevara, Francisco de Mena y Gerónimo Maldonado, respectivamente, en tres ocasiones distintas. Y por los errores cometidos, y el ilustre manco acabó en la cárcel de Sevilla, donde engendró una historia fantástica rebosante de hazañas y proezas que formarían la novela más grande de todos los tiempos. Como ya escribiera en el Prólogo de El Quijote, donde se lee: «bien como quien se engendró en una cárcel, donde toda incomodidad tiene sus asientos y donde todo triste ruido hace su habitación».

Según las notas de Martín de Riquelme, Cervantes sufrió varios encarcelamientos, uno en Sevilla en 1597, que duró tres meses, y otra vez el de 1602-1603, que es dudoso, y otra vez en Castro del Río en 1592. Villa donde también se adjudican que escribió el Quijote, porque los libros del escrutinio del barbero y el cura fueron editados antes de 1592. El encarcelamiento de Miguel en Argamasilla de Alba, en la cueva o casa de Medrano, no está documentado. ¿Queda por investigar si Cervantes también estuvo preso en Vélez-Málaga? Gaspar de Vallejo, magistrado de la Audiencia de Sevilla, le reclamó en 1597, abonara los ochenta y ocho mil maravedíes que Cervantes le había condonado a unos agentes de Vélez-Málaga, por arqueo.

La Casa de Cervantes en Vélez-Málaga se encuentra situada en la calle San Francisco (paradojas de los callejeros municipales), cerca de la plaza del mismo nombre, este edificio que fue durante muchos años una posada. Es hora de cambiarle el nombre a la calle. La historia oral cuenta que en esta posada se hospedó don Miguel de Cervantes Saavedra, cuando fue recaudador del reino. De estilo mudéjar, tiene un maravilloso patio interior con columnas hechas en ladrillo. Actualmente es un edificio de uso público ya que en él se ubican la Escuela Taller y La Medina.

Casa de Cervantes en Vélez-Málaga

Casa de Cervantes en Vélez-Málaga




ArribaAbajoAzorín en la ruta de don Quijote, y los del 98

Ya el III Centenario fue aprovechado, además de por Azorín, por conocidas e importantes firmas de nuestras letras, como la afilada de don Miguel de Unamuno en Vida de don Quijote y Sancho (1906). Ortega y Gasset con Meditaciones del Quijote (1914), de brillante prosa. Ramiro de Maeztu y su famoso artículo: «Ante las fiestas del Quijote», (Revista Alma Española, 13-12-1903). Menéndez Pelayo en Interpretaciones del Quijote, discurso leído en la RAE el 29-04-1904 en contestación al de José María Asensio. Ramón y Cajal Psicología del Quijote y el quijotismo (1905).

Fue un III Centenario muy celebrado, e incluso, en multitud de fachadas de Ayuntamiento y edificios públicos de España se colocaron placas conmemorativas de ese Centenario. Nos queda esperar qué pasará con el IV Centenario.

Según las notas de José Payá Bernabé, director de la Casa Natal de Azorín en Monóvar, el ilustre alicantino fue objeto de un homenaje en Aranjuez el día 23 de noviembre de 1913, organizado por Ortega y Gasset y Juan Ramón Jiménez, al que se sumaron la mayor parte de la intelectualidad española, solidarizarse con él por sus intentos fallidos de entrar en la Real Academia Española, que al fin lo consiguió en 1924 a través de su amigo Antonio Maura.

Hay un libro antiguo y de ocasión que actualmente vale 150 euros en Librería Renacimiento titulado: Fiesta de Aranjuez en honor de Azorín. De varios autores, incluido Azorín, de la Residencia de Estudiantes, 1915, Madrid, 1.ª edición. 20x13. 96 pág.

Azorín es uno de los más exquisitos y refinados escritores del último tercio del s. XIX y mitad del XX, periodista vocacional, inventor de la crónica parlamentaria y quien acuñó la «denominación de origen»: generación del 98, también de El Grupo de los Tres. Azorín fue un escritor prolífero, cultivó todos los géneros literarios, excepto la poesía. Sin embargo, para mí, su libro La Ruta de don Quijote, 1905, recopilación de artículos en un viaje que hizo a los santos lugares de La Mancha para conmemorar el III Centenario, es mi libro de cabecera, y que fue escrito por encargo de don Manuel Ortega Munilla, propietario y director del periódico madrileño El Imparcial, según notas de José María Martínez Cachero: «será en este año de gracia de 1905 cuando el deseo se haga realidad con la invitación de Ortega Munilla para que Azorín viaje por y escriba sobre la Mancha de Don Quijote». Obra insuficientemente estudiada con el rigor que se merece.

Empecemos con una aproximación a la semblanza de José Martínez Ruiz (Azorín) que nació en Monóvar (Alicante) el 8 de junio de 1873, en la II República española. Estudió Derecho en Valencia, Granada y Salamanca y no acabó la carrera, en su juventud demostró, como no podía ser de otra manera en aquel convulso final del siglo XIX, fue un rebelde y anarquista de ideas, empezó a firmar con los seudónimos: Juan Lis, Fray José, Ahriman, Cándido, hasta encontrar en 1904 el de su gusto: Azorín (Azor, ojo avizor), tomado del personaje de su novela Antonio Azorín. El apellido de Azorín es frecuente en la zona del Vinalopó, en la guía telefónica de Alicante capital aparecen 44 personas con ese primer apellido, 19 en Novelda y 4 en Monóvar.

Una de las características estéticas de la generación del 98 es la búsqueda de lo auténticamente español a través de la historia y de la literatura como en las dos Castillas, bien en la Edad Media castellana o en la literatura medieval y del Siglo de Oro. Por esta razón, quizás, los del 98 tomaron el Quijote como referente, y lo demostraron durante el III Centenario, a quienes se les llamó: «los de la cuarta salida del Quijote». Fue un tiempo cumbre del ensayo, quizás el más interesante y prolífero, como se pudo ver en artículos de firmas tan reconocidas como la de don Miguel de Unamuno, Ortega y Gasset, Menéndez Pelayo, o Ramiro de Maeztu.

Azorín

Antonio Machado hizo un retrato de la mujer manchega, que podemos leer en el poema 38 de Campos de Castilla (1912). Recojo dos estrofas:


Es la mujer manchega garrida y bien plantada,
muy sobre sí doncella, perfecta de casada.



La última estrofa dice:


Mujeres de la Mancha, con el sagrado mote
de Dulcinea, os vale la gloria del Quijote



En La Ruta de don Quijote, Azorín usa los tiempos verbales absolutos del presente, para darle a la crónica una inmediatez de acción, una proximidad al lector que de otra forma no se nos daría, y esa técnica de repetir hasta la saciedad los nombres de los personajes, un tanto anodino y melancólico, con la que quiere hacernos recordar que son crónicas o entrevistas a las gentes de la Mancha, acercarnos a la verdad íntima y humana. Un libro que tuvo gran éxito en su día, tanto fue así que escribió otros en la misma línea: Un Pueblecito (Riofrío de Ávila). Castilla. Los Pueblos. En 1924 ingresó en la Real Academia Española de la Lengua con su discurso Una hora de España. Actualmente los expertos sobre Azorín son José Payá, José Ferrándiz Lozano e Inman Fox.

Azorín tenía 32 años cuando viajó a la profunda Mancha, no le pareció muy bien el encargo periodístico, porque además, a primeros de siglo era peligroso hacer el viaje, tanto es así que don Manuel Ortega le dio un arma de fuego por si acaso se encontraba con bandidos por los caminos. Con cierta desgana emprende el viaje acompañado de un antiguo reportero llamado Miguel en tren hasta Alcázar de San Juan donde alquilaron un carrito tirado por una yegua pequeña hasta Argamasilla de Alba.

Hubo una línea férrea entre Cinco Casas y Tomelloso, con una estación intermedia en Argamasilla de Alba, que se abrió el 15 de febrero de 1914, por ello, evidentemente, Azorín no tomó este tren. Tenía la línea 19,250 Km., y tres puentes metálicos. Se suprimió el servicio de viajeros en abril de 1971. Continuó como tren de mercancías por la línea de régimen de maniobras. El último tren especial «Manantial del Vino» pasó el 5 de abril de 1987. Ha sido una constante e inútil reivindicación de la Asociación Manchega de Amigos del Ferrocarril. Se pactó una Vía Verde, que los Ayuntamientos no han cumplido hasta la fecha.

Azorín no entró en la Fonda Museo del Ferrocarril de Alcázar, de lo contrario hubiera comentado sobre los azulejos del zócalo de la sala cafetería, son mil azulejos sevillanos fabricados en 1875 con diferentes escenas pintadas a mano, a modo de cliché de una película, con toda la obra del Quijote. Una verdadera joya del mosaico andaluz. En el primer azulejo vemos un retrato de Cervantes y en el siguiente la primera frase: En un lugar de la Mancha...

Su malestar por el viaje de encargo nos lo repite Azorín por dos veces en La Ruta... Al principio de la I Partida escribe me siento con un gesto de cansancio, de tristeza y de resignación (línea 4 y línea 16). Es una crónica de abatimiento y melancolía, posiblemente debido a su desgana o desagrado por viajar a una tierra peligrosa, también nos dirá: yo tengo una profunda melancolía. Empieza comentando que se encuentra en un cuarto diminuto, otras veces un modesto mechinal o habitación muy pequeña. Azorín vive en una pensión de Madrid que regenta doña Isabel, la casera o patrona como se solía decir, una anciana enlutada, limpia y pálida. No nos informa de si es viuda o casada.

Empieza el personaje, el propio Azorín, llamando a gritos a doña Isabel, no sabemos muy bien para qué le llama, la anciana mujer sube a la habitación y mantienen una banal conversación, ella le pregunta que adónde se marcha, puesto que ha visto «la maleta que aparece en el centro del cuarto» y le responde con pesar, entristecido y resignado, que no lo sabe, luego ella le advierte casi como una enfermera que «esos libros y esos papeles que usted escribe le están a usted matando». Azorín le responde con altos ideales mesiánicos «tengo que realizar una misión sobre la tierra».

Un suspiro de Doña Isabel «¡Ay, señor!», le evoca en Azorín una visión de los viejos pueblos y caserones vetustos, vocablo repetidísimo por Azorín a lo largo de las 15 crónicas del libro, y en la primera tres veces. Es una de las palabras usadas por Leopoldo Alas «Clarín» en La Regenta: «Vetusta, la muy noble y leal ciudad, corte en lejano siglo...», que aparece en la primera página de la novela. Lo que presupongo es un reconocimiento de Azorín hacia Clarín, el cual en 1897 hizo «encomiástico juicio» de los artículos del alicantino.

Azorín se siente condenado por tener que escribir, encadenado al destino de escribir. Pero quizá, fue este estilo pesimista, la idea que buscaba comunicar al lector, la de una Mancha pobre, pobre y triste, pobre y labriega y destartalada como la propia figura de ciprés lánguido y seco del Caballero de la Triste Figura, y ridículo caballero. Vemos descripción que hace en el capítulo XIII cuando entra en El Toboso: «El Toboso ya es nuestro. Las ruinas de paredillas, de casas, de corrales han ido aumentando; veis una ancha extensión de campo llano cubierta de piedras grises, de muros rotos...»

Un siglo después, el 25 de septiembre 2004, cuando he visitado «la gran ciudad» El Toboso (Toledo), veo que es un próspero pueblo limpio y con rincones llenos de encanto y silencio. Viñas donde los labradores recogen la uva, «floresta, encinas o selva», manchas de pinos. Frente a la iglesia parroquial de San Antonio Abad con dos portadas renacentistas y una torre herreriana, se sitúa el Centro Cervantino con un Museo de ediciones de El Quijote que abrió sus puertas en 1983, donde hay una biblioteca única de ediciones del mundo (el más antiguo de 1754). Fue su alcalde don Jaime Martínez a quien se le ocurrió la idea en 1927 de pedir a cada embajador destacado en España un ejemplar editado en su país y firmado. Hoy es Natividad Martínez su mentora y alcaldesa. El viajero puede visitar dos museos: La Casa-Museo de Dulcinea que perteneció a Doña Ana Martínez de Morales, de ahí el nombre de Dulcinea (Dulce Ana), y el Museo de Humor-Gráfico Dulcinea con una colección de ilustraciones humorísticas cedidas por el dibujante gráfico Mena, Mingote y otros.




ArribaAbajoCervantes y los de la Generación del 27

Del mismo modo que los de la generación del 98, escribieron sobre Cervantes, a ellos les cogió de lleno el III Centenario, los de la Generación del 27 también tomaron sus obras como modelo, y Cervantes se manifiesta en esta generación a través de su teatro trágico.

Federico García Lorca reinterpreta los entremeses, haciendo varias versiones de la Tragicomedia de don Cristóbal y la señá Rosita. Retoma la herencia de los retablos cervantinos como el de la Maravillas o Retablo de Maese Pedro. Sustituye los títeres de hilos en tiempos de Cervantes por los de boca. Sin embargo, la más estrecha influencia de Cervantes se aprecia en La zapatera prodigiosa (Salamanca, Joaquín Forradillas, 1978), -el matrimonio entre el viejo y la niña-. Que a su vez podría entroncar con El sí de las niñas de Moratín. La variable de La zapatera prodigiosa, radica en que esta se niega a seguir el ejemplo de doña Lorenza.

García Lorca con La Barraca, y desde su perspectiva propia, lo que intentó fue, desde su teatro experimental, pasar por encima de las convenciones y anquilosadas normas sociales y morales de principios del XX, que no es sino lo mismo que intentó Cervantes en su época: hacer ver la realidad por medio de la burla y de la verdad de un momento social.

Fue en Rafael Alberti y María Teresa León donde Cervantes se manifestó con su Cerco de Numancia, en una versión actualizada de Alberti editada por Signo, Residencia de Estudiantes, Madrid, 1937. Una comparación entre la resistencia celtíbera de Numancia (Soria) destruida por Escipión en 133 a. de C., y la resistencia en la Defensa de Madrid durante la Guerra Civil española (1936-1939). La dirección de esta obra fue dirigida por la entonces esposa de Alberti, Mari Teresa León Goyri en el Teatro de la Zarzuela de Madrid en 1937.

La Numancia de Cervantes fue escrita entre 1581 y 1585 a la vuelta del cautiverio de Argel. Según notas del malagueño Rafael Inglada (pág. 29, núm. 7, de la revista Maquinista de la Generación del 27): «Esta pieza teatral era conocida en Francia desde 1823, cuando traducida en prosa por Esmenárd, la publicó [...] la edición parisina, volviéndose a recuperar por Alphonse Royer». Ya en el siglo XX, La Numancia de Cervantes fue puesta en escena por el joven actor Jean-Louis Barrault en el Teatro Antoine de París el 22 de abril de 1936, de cuyos decorados se encargó André Masson.

Jorge Guillén, pensaba, según frase de su hijo Claudio Guillén: «que sus análisis de poesía eran la mejor crítica literaria que jamás se ha producido en España». Sin embargo, sus páginas sobre Cervantes no fueron muchas, aunque sabedor de la importancia de Cervantes en el mundo, escribió una conferencia que repitió hasta la saciedad, titulada: «Cervantes y la novela europea». Comentó Guillén que su madre le puso el Quijote en las manos..., de la Edición de Saturnino Callejas.

Pedro Salinas, guante blanco de la poesía, durante su exilio, llevó el nombre de Cervantes por las universidades norteamericanas. Entre sus mejores comentarios destacan: «Lo que debemos a don Quijote», 1947. Se le conocen 4 ensayos, destacaremos: «Don Quijote en presente» (1945), donde reflexiona sobre la invención de la novela. El hombre se conjuga dentro de su sociedad, por ello los personajes del Quijote son siempre contemporáneos.

Ramón María del Valle-Inclán no escribió nada sobre Cervantes. Lo que tuvieron en común fue la inutilidad del brazo izquierdo.

Músicos como Manuel de Falla compuso Retablo del Maese Pedro, para ballet, y Óscar Esplá su poema sinfónico Don Quijote velando las armas.

El mexicano Américo Castro es uno de los mejores comentaristas de Cervantes de Hispanoamérica, publicó Cervantes y los castizos españoles.

Esta idea del viaje a la Mancha tuvo repercusión en el escritor chileno Augusto D'Halmmar (seudónimo de Augusto Goéminne Thomson) que escribió La Mancha de don Quijote (1934), siguiendo las descripciones anteriores de Azorín. Y Camilo José Cela, siguió la misma técnica azoriniana de la crónica de viajes, y escribió Viaje a la Alcarria, que con La Ruta..., son dos relatos hermanos en estilos.

El Premio Cervantes de Literatura que se alterna anualmente entre escritores hispanoamericanos y españoles, ha supuesto un prestigio y el reconocimiento más profundo en América, donde sin duda alguna, la obra cervantina se aprecia, incluso con más mimo y cariño que en España.

El Instituto Cervantes cabalga sobre las ciudades del mundo abriendo aulas que enseñan nuestra lengua como un acicate de desarrollo cultural y ejemplo democrático de nuestro país.

El Quijote




ArribaAbajoMiguel de Cervantes y Alicante

Todavía, muchos alicantinos/as, no han tenido noticias de que entre finales del año 2004 y el 2005 celebraremos el IV Centenario de la publicación de la primera parte del Quijote, puesto que el mágico libro o molino de los libros, salió de la imprenta de Juan de la Cuesta durante los primeros días del año 1605, y la segunda parte salió en 1615, diez años después. Parece ser que el actual Gobierno de Zapatero está muy interesado en que este IV Centenario sea sonado en el mundo entero, ya lo veremos, le vigilaremos.

Para que los alicantinos/as no nos quedemos descolgados, me permito recordar que Alicante tiene el honor de haber sido nombrada DOS VECES en El ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha.

No hay constancia documental de que Cervantes visitara o residiera en Alicante cuando fue recaudador, lo más cerca que estuvo, posiblemente, fuera por Ruidera (límite entre Ciudad Real y Albacete).

Considero necesario hacer una breve introducción, para entender mejor por qué razón Cervantes habló de Alicante, y la razón de ello lo tenía el comercio de la lana de la oveja merina de Castilla en el siglo XVI. La lana de Cuenca y Toledo salía por los puertos Alicante y Cartagena hacia Génova y Venecia.

La lana que iba para los Países Bajos, principalmente Brujas, Amsterdam o Inglaterra salía, evidentemente por los puertos del Cantábrico. El comercio de la lana y el vino eran las principales riquezas de las dos castillas entre los siglos XIV al XVII, y el mejor negocio lo hacían los países importadores, ya que después de manufactura, nosotros comprábamos el textil. El puerto de Valencia se había convertido en el centro de la exportación de la seda del Levante, más tarde empezó el comercio de los cítricos y los productos de la huerta como la de Burriana o la de Orihuela. Tal fue la importancia de Orihuela que en 1564 el rey Felipe II la separó del episcopado de Cartagena.

La lana de Aragón salía para Génova por los puertos de Barcelona, la más cara y apreciada era la llamaban «lana fina de Albarracín» de 19 micrones de espesor, más fina que la de Castilla, que se cotizaba al doble.

Examinada esta necesaria aproximación a la economía del siglo XVI, pasamos a los capítulos 39 al 41 de la I Parte del Quijote donde se cuenta la historia de un cautivo en Argel, autobiográfica ya que el propio Cervantes junto a su hermano menor Rodrigo, cuando regresaba a España desde Nápoles en la galera Sol fueron hechos cautivos por el corsario Arnauti Mamí. El tiempo narrativo del Cautivo es de 1589, nueve años después de la su liberación de Argel (1580), novela que fue añadida posteriormente al Quijote (cap. 39-41), y que según los comentarios del recordado murciano don Diego de Clemencín: «la historia no tiene enlace con la acción principal del Quijote».

Pues bien, en el capítulo XXXIX (39), (I P.) se nombra dos veces Alicante:

A) ... el uno tomó el viaje de Salamanca, el otro de Sevilla, y yo el de Alicante adonde tuve nuevas que había una nave ginovesa que cargaba allí lana para Génova.

Unos párrafos más adelante vuelve a nombrarla.

B) Embarqué en Alicante, llegué con próspero viaje a Génova, fui desde allí a Milán, donde me acomodé de armas y de algunas galas de soldado...

En la novela del Cautivo se cuenta cómo un padre de un lugar de las montañas de León, que tenía tres hijos, repartió su hacienda en cuatro partes: una para él y otra para cada uno de los hijos. Y les aconsejó: Quien quiere valer y ser rico, siga, o la Iglesia, o navegue, ejercitando el arte de la mercadería, o entre a servir a los reyes en sus casas. Uno de los hijos, es el cautivo, Ruy Pérez de Viedma quien narra la historia en los tres capítulos.

Esta novela tiene semejanzas con otra de Cervantes Los baños de Argel. La protagonista Zoraida, corresponde en realidad con un personaje real Zahara (la más bella de las mujeres), que según los comentarios de Martín de Riquer, se casó con el sultán de Marruecos en 1576, luego se volvió a casar con el Hasán Bajá, y vivió desde 1580 en Constantinopla.

Torre

La gran sorpresa durante mis recientes investigaciones sobre la obra de Cervantes ha llegado cuando he encontrado otra vez Alicante, es decir, que Cervantes a lo largo de sus obras la nombró tres veces, y no dos. La tercera alusión aparece en Los Trabajos de Persiles y Segismunda, obra póstuma que se editó en 1617, un año después de la muerte del autor. Es en el Capítulo X del Tercer Libro de Los Trabajos de Persiles..., donde le destapo un auto plagio, porque el «insigne Manco» no tenía la costumbre de repasar sus libros, y es aquí donde vuelve a repetir la misma historia que ya nos contó en el Cautivo, y es en el siguiente diálogo cuando lo dice:

-No[s] cautivamos juntos -respondió el otro cautivo-, porque yo cautivé [fui cautivo] junto a Alicante, en un navío de lanas que pasaba a Génova...



Este diálogo es respuesta a las preguntas que un alguacil le hace a unos pícaros cuando son detenidos en la plaza de un pueblo manchego cuando mostraban a la gente un lienzo a modo de auca de la geografía de Argel. Uno de los alcaldes o alguaciles, quien cobraba la alcabala por compra-venta en el mercado callejero, descubre el fraude por las mentiras que contaban puesto que este había estado cinco años preso en Argel (como el propio Cervantes). Los dos pícaros confiesan que eran estudiantes de Salamanca que tenían ganas de ver mundo. Pero el alcalde les condena por usurpar la limosna a los verdaderos pobres, con cien azotes y un remo en las galeras... Seguidamente, en otro diálogo, Cervantes nos dará una lección de jurisprudencia sobre la equidad de la justicia y la desproporción entre el delito y las penas, en boca de uno de los pícaros, que dirá: Los jueces discretos castigan pero no toman venganza. Conseguirá por su plática que el alcalde se compadezca de ellos, e incluso, los lleva a su casa, y allí, paradójicamente, el alcalde cambia de opinión y se presta a darles una lección sobre Argel: tal, que de aquí en adelante ninguno le coja en mal latín en cuanto a su fingida historia.

Los dos falsos cautivos-pícaros salieron a la mañana del día siguiente juntos con unos peregrinos, y escribe:

Llegaron todos juntos donde un camino se dividía en dos; los cautivos tomaron el de Cartagena y los peregrinos el de Valencia.



Este lugar podía ser muy bien la Roda o Albacete, ciudad, que por cierto no se nombra en el Quijote.

La ciudad de Alicante recordó el III Centenario (1905) con una placa de mármol blanco del escultor alicantino Vicente Bañuls Aracil que podemos admirar hoy día en la fachada del edifico de su Ayuntamiento, donde vemos un busto de Cervantes. A mí me gustaría saber qué actos o conmemoraciones se están preparando o se van a celebrar para el IV Centenario, puesto que los actos ya debieron empezar el día 26 de septiembre del 2004, que como ya he dicho, fue esta la fecha en que se le concedió a Miguel de Cervantes el privilegio real para la publicación de la I Parte del Quijote. Y sé que otras ciudades como Aranjuez ya han empezado.




ArribaAbajoInvitación al Quijote

Con estos monográficos quiero sumarme, dentro de mis posibilidades, al IV Centenario, y dejar la huella latente de mi amor por la obra cervantina con mi poco saber y mis torpes dibujos. Pero antes de finalizar me gustaría hacer unas breves reflexiones y argumentar una invitación a la lectura de El Quijote, no ya porque la coyuntura de la efeméride nos invite a ello, sino por el aprendizaje de la vida que nos deja la lectura del gran molino de los libros, y a la vez, nos abre los ojos y nos descubre un mundo de no-ficción, sino real con una vigencia palpable sobre la conducta más oculta y secreta del ser humano.

Aunque la filosofía de la realidad sea una pura apariencia, pues ya Ortega y Gasset introdujo el tema de la realidad y sus diversos sentidos: «cuando buscamos la realidad buscamos la apariencia». Para el filósofo la realidad era una incómoda palabra, estaba convencido de que los objetos materiales poseen una tercera dimensión que ni la vemos ni la tocamos. Y es aquí a donde yo quiero llegar, a sentir y percibir la tercera dimensión del Quijote.

Porque como expuso Menéndez Pelayo, según notas de Alberto Navarro: «no es libro triste y demoledor, sino de exaltación y de fecunda síntesis, es decir, el último y mejor libro de caballerías y el primero e insuperado modelo de la moderna novela realista». Y tiene razón, no es un libro triste, a pesar de las burlas y ofensas que recibe Don Quijote. Cuando estas burlas nos provocan risas es porque no somos solidarios, o es que, por el contrario, alguna vez fuimos objeto de ellas y tomamos nuestra particular venganza.

El título para este artículo lo he tomado prestado de un libro de Antonio Gracia, titulado: Ensayos Literarios, Apuntes sobre el amor, editado por el Instituto de Cultura Juan Gil-Albert de Alicante, 2001, (pg. 39-40). Por entender que su contenido resume de alguna forma todo o parte de lo que intento proponer aquí. Nos dice Gracia, que Alonso Quijano es un hombre que vive, como hoy, en una sociedad alienatoria que excomulga a los fieles a sí mismos y encumbra a los mestizos del honor.

Es cierto que la sociedad ha cambiado a lo largo de estos 400 años, no obstante, a pesar de los adelantos tecnológicos y económicos y el bienestar social alcanzado, creo, y es mi parecer, que no han cambiado los sentimientos profundos ni las debilidades humanas. Continuamos practicando la envidia, la insolidaridad, la burla y el abuso sobre el débil, la risa sobre los locos, la picaresca en los negocios de la oferta y la demanda, y si es posible introducirnos la estafa, el engaño o el hurto, continuamos practicando el ritual de las apariencias y del qué dirán, el uso de las recomendaciones, el abuso del patrón o del poderoso, que premian a los necios y se olvidan a los honrados, la discriminación de la mujer, la reverencia al clero o a los alcaldes y concejales o instituciones en busca de sus ayudas o limosnas, la desconfianza y el recelo ante el Estado o ante la Administración, seguimos reverenciando el prestigio de los que tienen poder, cátedras, títulos nobiliarios o académicos. Y me pregunto, ¿en qué sentimientos hemos mejorado o superado a lo largo de estos 400 años?

Hemos aprendido que para resistir ante esta agresión de los poderes sociales, económicos, políticos y mediáticos, hay que mostrarse un poco loco o «pasar», como se suele decir vulgarmente. Porque es evidente que los locos, beodos y los niños tienen patente de corso para decir lo que les parece sin recibir la censura que se le puede permitir a los cuerdos. Pero, tras la revolución industrial, hemos aprendido formas nuevas de convivencia, como el poder del sindicalismo y que la unión hace la fuerza.

A través las generaciones que nos precedieron, nos ha llegado un legado irreemplazable que son valores reales y ciertos para el análisis y examen de nuestras conciencias, y parte de este legado es gracias al ingenio y la imaginación de Cervantes, que a través de sus obras nos ha abierto una ventana, una tercera dimensión a la realidad aparente, un punto de observación desde donde asomarnos y vernos a nosotros mismos, y nos riamos de la futilidad de la vida que no es más que el quijotismo de los españoles, y a la vez es nuestra idiosincrasia a la que no debemos renunciar, puesto que ella nos hace ser reconocidos en el mundo como un doblón con garantías.

A lo largo de estos cuatro siglos, su prestigio ha dado lugar a la creación de varias instituciones que llevan el nombre de Cervantes, como por ejemplo el Instituto Cervantes, dirigido actualmente por César Antonio Molina, que despliega por el mundo la enseñanza del español: una lengua para sentir y pensar. Tampoco olvidemos el importante Premio Cervantes de Literatura celebrado en la Universidad de Alcalá de Henares y que se entrega cada 23 de abril, desde donde con un criterio exhaustivo se reconoce y premia el trabajo y la labor de intelectuales y escritores en beneficio de la lengua española. Premio que anualmente se alterna con los escritores hispanoamericanos.

La influencia o proyección mundial que ha ejercido Cervantes a través del Quijote sobre filósofos, pintores, músicos, escritores, cineastas, teatro o pensadores internacionales es la prueba de convicción de la veracidad del mensaje cervantino que, como un venablo de ideas, llega a impactar en la sensibilidad creadora del hombre como elemento inherente al arte y a la vida misma.

Por ello, los inequívocos valores espirituales que obtenemos o que nos proporciona la lectura del libro de los libros o el molino de los libros o joya manchega, son los motivos irrefutables para recomendar una invitación a nuestro Don Quijote eterno, y a una nueva meditación que restablezca la luz y el orden en el retablo de nuestras imperfecciones humanas, con una nueva esperanza ante esta equivocada doctrina bélica y de tan de lamentar.

¡Dejadme la esperanza!, escribió el poeta universal Miguel Hernández en su poema: «Canción última» de su libro El hombre acecha (1939).

Joyas de la Mancha

Joyas de la Mancha




Arriba Lectura crítica del Capítulo I

«En un lugar de la Mancha,...»



Es conveniente preguntarse por qué motivos situó Cervantes la historia en la Mancha. Mi opinión es que quería ridiculizar a nuestro caballero dándole un origen vulgar, no serio, pobre, corriente y desconocido en el mundo entero. Al lector de libros de caballería de aquella época le debía provocar tremenda risa que el caballero fuera de allí, o como si hubiera dicho de las Hurdes, etc. Puesto que los héroes de libros de caballería procedían de lugares rimbombantes: Palmerín de Inglaterra, Amadís de Gaula (Gales), Roger de Grecia, Caballero de la Cruz..., de Constantinopla, de Trapisonda (puerto Turco del mar Negro). ¿Qué tal suena El ingenioso hidalgo de las Hurdes? Ser de la Mancha, ya no nos suena extraño, porque damos por hecho que no hay otro don Quijote posible, de otro lugar diferente a la Mancha.

«... de cuyo nombre no quiero acordarme, no ha mucho tiempo que vivía un hidalgo de los de lanza en astillero, adarga antigua, rocín flaco y galgo corredor».



El lugar de la Mancha que no quiere nombrar el autor ha derramado mucha tinta, donde vivía nuestro hidalgo, no donde nació, sino donde vivía parece ser Argamasilla de Alba (fundada por don Diego de Toledo, de la casa del Duque de Alba), según don Diego Clemencín el más docto de los comentaristas cervantinos, porque al final de la primera parte aparecen los académicos de la Argamasilla, y los académicos en tono burlesco: El Monicongo, el Paniaguado, el Caprichoso, el Burlador, Chachidiablo, el Tiquitoc, con epitafios y sonetos. Además la versión apócrifa de Alonso Fernández de Avellaneda (natural de Tordesillas (Valladolid), editada en Zaragoza en (1614), un año antes de la segunda parte, también lo situaba allí. Últimamente se ha dicho que era Villanueva de los Infantes (Ciudad Real).

Don Quijote era hidalgo y no pechero, un hidalgo pobre aunque no nos convence de ello el autor (Cide Hamete), como veremos más adelante. La Ley de las Partidas, según Juan de Huarte en el capítulo XVI de su Examen de ingenios para las ciencias, dice que hidalgo o hijosdalgo quiere decir hijo de bienes. Al decir «que vivía», no nos dice dónde nació, o cuál era su linaje. Unamuno, en Vida de Don Quijote y Sancho, apunta que «su linaje empieza en él». En el mismo texto comenta «El que no lo hiciera [nombrar su linaje] no nos ha de sorprender, pues al fin creía que cada cual es hijo de sus obras y que se va haciendo según vive y obra».

Al decir de los de «lanza en astillero y adarga antigua», armas que habían sido de su bisabuelo, también era una armadura antigua, de un siglo anterior, que lo situaba en tiempos de los Reyes Católicos, donde se había convenido que en las casas hubiera armas, lanzas en astillero o perchas para sostenerlas situadas en los patios, para defensa rápida en caso de ser atacados por bandidos, moros y renegados. La adarga antigua eran escudos de cuero. Había que reírse de la armadura nada más verle venir con su morrión simple (era una especie de casco documentado en el siglo XV, propia de los arcabuceros), aunque después se buscaría la bacía del barbero que todavía debía provocar más risa aún.

Con «rocín flaco y galgo corredor», nos hace una bisemia entre el caballo delgado con la forma esquelética de los galgos, conocidos antes por perros gálicos o de las Galias, de aquí proceden los galgos, también nos dice el narrador que era amigo de la caza, la caza de era un arte cinegético de nobles, el vulgo lo hacía con perro tras las liebres, los nobles a caballo, y, todavía se practica en tierras de La Mancha y Castilla-León.

«Una olla de algo más vaca que carnero, salpicón las más noches, duelos y quebrantos los sábados, lentejas los viernes, algún palomino de añadidura los domingos, consumían las tres partes de su hacienda».



«Salpicón las más noches», era una especie de carne picada y salada para las cenas. De «Duelos y quebrantos», hay dos versiones, una que era una tortilla con trozos de tocino salado, y otra que cuando una res se desgraciaba accidentalmente, se salaba todo incluso vísceras y se iba comiendo hasta los huesos quebrados, un duelo por la res perdida y chupar el tuétano de los huesos. Los sábados también había abstinencia de carne porque desde la victoria de las Navas de Tolosa en 1212, y en agradecimiento a Dios se celebraba el Triunfo de la Santa Cruz. Hasta la bula del Papa Benedicto XIV en el siglo XVIII. Los viernes la vigilia que perdura en las fiestas de Pentecostés de la Semana Santa, aunque no se cumpla hoy día, salvo el viernes Santo que se come el potaje de garbanzos con bacalao. Y «un palomino de añadidura los domingos», porque era el día de la fiesta cristiana, y carne como algo que celebrar después de oír la Misa mayor, porque se guardaba el ayuno hasta el mediodía.

«El resto della concluían sayo de velarte, calzas de velludo para las fiestas, con sus pantuflos de lo mesmo [velludo], y los días de entresemana se honraba con su vellorí de lo más fino».



Sayo de velarte: el velarte era un paño de abrigo azul o negro.

Calzas de velludo: especie de pantalón hasta las rodillas, velludo tela de terciopelo.

Pantuflos de lo mismo o velludo. Calzado de abrigo propio de la gente anciana.

Vellorí de lo más fino: vellorí paño extrafino de color ceniciento.

«Tenía en su casa una ama que pasaba de los cuarenta, y una sobrina que no llegaba a los veinte, y un mozo de campo y plaza, que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera. Frisaba la edad de nuestro hidalgo con los cincuenta años, era de complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro, gran madrugador y amigo de la caza».



Nos habla del ama de llaves, de su sobrina que no sabemos por parte de quién, de si hermano o hermana, y de un mozo de campo y plaza, que no nos vuelve a nombrar en todo el Quijote. «Que así ensillaba el rocín como tomaba la podadera...» o tijeras de podar, las vides y los árboles frutales. Lo que nos demuestra que debía poseer una casa amplia, para que viviera el ama, la sobrina, y el mozo de cuadras.

«Frisaba la edad de cincuenta años». Lo cual quiere decir que se acercaba a los cincuenta, o sea, no tenía los cincuenta, posiblemente 47, 48 o 49 años lo más. De la descripción de su apariencia: «complexión recia, seco de carnes, enjuto de rostro...», nos viene a decir, Unamuno: De lo cual se desprende que era de temperamento colérico, en el que predominan calor y sequedad. Esta descripción caracterológica encaja con la biotipología del tipo Ectomórfico cerebrotónico.

«Quieren decir (dicen) que tenía el sobrenombre de Quijada, o Quesada [...] se deja entender que se llamaba Quejana. Pero esto importa poco a nuestro cuento; basta que en la narración no se salga un punto de la verdad».



Como sabemos el narrador del Quijote no es Cervantes sino Cide Hamete Benengeli, historiador arábigo que aparece en el capítulo IX. Que estando el autor en la calle Alcaná de Toledo. Pero nos advierte que el nombre de nuestro héroe importa poco a nuestro cuento; basta con que nuestra narración sobre el hidalgo no se salga un punto de la verdad. Lo que nos promete es que lo que nos va a contar, es cierto y no una invención, es decir un recurso para que nos guste más la narración.

«Es de saber [equivale a has de saber], nos dice a los lectores, que [...] los ratos que estaba ocioso, que eran los más del año, se daba a leer libros de caballerías con tanta afición y gusto que olvidó casi de [...] punto el ejercicio de la caza y aun la administración de su hacienda. Y llegó a tanto [...] desatino [...] que vendió muchas hanegas de tierra de sembradura para compra libros de caballería».



Hemos de hacer un alto, para observar que si tenía una ama, un mozo de campo y plaza, afición a la caza y vendió muchas hanegas, quiere ello decir que no era tan pobre como nos lo pinta el narrador.

De todos los libros de caballería ninguno le parecía tan bien como los de Feliciano de Silva. [Escritor del siglo XVI, natural de Ciudad Rodrigo (Salamanca) escribió una continuación a la Celestina (1534), libros de caballería, continuación a un Amadís de Gaula, como Lisuarte de Grecia, Amadís de Grecia... entre 1514 y 1535. Pero era tan pueril en su estilo, que lo que hace aquí Cervantes es reírse él con ironías]. Autor de eso de «la razón de la sinrazón que a mi razón se hace, de tal manera mi razón enflaquece, que con razón de la vuestra hermosura». O de otra parida: ... los altos cielos que de vuestra divinidad divinamente...

Con estas razones perdía el pobre caballero el juicio, y desvelábase por entenderlas y desentrañarles el sentido, que no se lo sacara ni las entendiera el mesmo Aristóteles, si resucitara para sólo ello [aunque resucitara].



Censura Cervantes los libros de caballería porque eran tan zafios que te podían volver loco por las chorradas que decía (por ello más adelante dirá: «y así, del poco dormir y del mucho leer se le secó el celebro, de manera que vino a perder el juicio...» Y pone ejemplos como el del caballero Belianís. Este caballero novelesco es Don Belianís de Grecia (1547-1579) de Jerónimo Fernández (El murciano Clemencín comentó que este héroe recibió cientos de heridas graves). Y el autor pide a quien encuentre el original griego de la novela que lo continúe, por eso, en la frase del Quijote: Pero, con todo, alababa en su autor aquel acabar su libro... Lo que nos dice es que Don Quijote alaba al autor del libro, a Jerónimo Fernández, y está tentado de continuar el don Belianís de Grecia, libro que el autor dejó inconcluso.

Tiene competencias, o disputas con el cura -graduado en Sigüenza (Guadalajara)-, con el barbero del pueblo, maese Nicolás, pero en aquel tiempo los barberos eran doctores y ejercían de dentistas y de médicos en los pueblos.

Luego busca, encuentra y usa la vieja armadura de su bisabuelo, lo cual ya era objeto de mofa por vestir a finales del siglo XVI y principios de XVII con semejantes armaduras tan antiguas. Fue luego a buscar a su rocín, que tenía ataduras y estaba esquelético, ya que el caballo de Alejandro Magno era Bucéfalo y el del Cid Campeador Babieca, con quien él se comparaba. Cuatro días tardó en darle nombre y le dio el de Rocinante (alto y sonoro).

Seguidamente buscó un nombre para sí mismo, y tardó 8 días en pensarlo, don Quijote, el don solo lo podían usar personas de determinada categoría social. (Quijote es humorístico, ya que como podemos observar el sufijo -ote, que en castellano tiene un sentido ridículo: grandote, ci... como lo que dicen en Granada... Luego, añadió el nombre del lugar de su patria como otros caballeros, por ejemplo Amadís de Gaula o Gales. Luego le faltaba una dama de la cual enamorarse y fuera testigo de sus hazañas, y donde se presentaran los gigantes a los que había humillado y vencido. Y para dar nombre a su dama se acordó de «una moza labradora de muy buen parecer», de la que tiempo atrás anduvo enamorado. Llamábase Aldonza Lorenzo (Aldonza era por aquel entonces un nombre femenino muy vulgar. La lozana andaluza se llamaba Aldonza). Sería la señora de sus pensamientos. Y buscando nombre que no desdijese del suyo: don Quijote de la Mancha, y pareciese una princesa y gran señora, vino en llamarse Dulcinea del Toboso, porque era natural del Toboso un pueblo de la provincia de Toledo, lindando ya con la provincia de Albacete. Nombre musical, peregrino y significativo.

Aquí acaba el capítulo I, que es descriptivo y preparatorio a su primera salida que lo será ya en el capítulo II, cuando una mañana antes del día, del caluroso mes de julio salió don Quijote con su armadura por la puerta falsa del corral, al campo. Pero salió con grandísimo contento y alborozo, por ver cumplidos sus deseos. Y esto es ahondar en los sentimientos humanos, cuando conseguimos algo por trabajo propio, lo contentos que nos ponemos aunque luego no valga nada.

Aldonza Lorenzo

Aldonza Lorenzo





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