
Entrevista con Jesús Campos
Realizada por María
Martín,
transcripción de Mª Carmen Jerez
J. C.- La verdad es que cortarme en seco y no tener ni idea de cómo acabar, sólo me pasó en esta. Que el resto, más o menos, pues lo vas intuyendo; quiero decir que, según las escribes, entrevés el final y ya trabajas en esa dirección. Ahora, quedarme en blanco y que sea la obra, ella solita, la que se resuelva, sólo me pasó en esta, lo que me hace pensar que debe ser de las mejores. (Risas.) Si no la mejor. Porque, lo que es yo, puse muy poco de mi parte. | ||||
M. M.- Los expertos teatrales te incluyen en la corriente que denominan del Nuevo Teatro Español, ¿cómo definirías esta corriente? | ||||
J. C.- De eso sí que es verdad que no te sabría decir lo más mínimo. Y tú hablas de corrientes, que tiene otro pasar, pero es que lo del Nuevo Teatro Español se vende como una generación. Y a mí lo de las generaciones, como cualquier otro sistema de etiquetado, puede tener utilidad pues... no sé, para el manejo a la hora de investigar, pero en la práctica, lo de las etiquetas sólo sirve para que te pongan fecha de caducidad. Es una perversión del sistema: primero, el apoyo a la juventud -un regalo envenenado, porque a la juventud hay que apoyarla con la exigencia, y no con el halago-, y antes de que afiles tus uñas, te apuntan en la lista de los prejubilados. Te pasan de «este chico promete» a «lástima que no cuajara en nada» en un abrir y cerrar de ojos. Y es el señuelo de la juventud como coartada, argucias para quitarse de encima competidores en un oficio en el que sobran aspirantes y apenas si hay plazas de ganador. A veces te tienes que reír cuando alguien te dice que él es de otra generación porque ha estrenado por primera vez tres meses después de que muriera el dictador, cuando yo, en cambio, lo había hecho siete meses antes. Que se preparen mis queridos compañeros los «bradomines», los más crecidos ya lo van entendiendo: o se dejan de capillas fundamentadas en la edad o acabarán segándoles la hierba bajo los pies. Otra cosa, ya, son los troncos culturales, las corrientes, que tú decías, pero no los compartimentos estancos. Corrientes que fluyen, modos de hacer, influencias, y eso nada tiene que ver con la edad, ni con cuándo empiezas, ni con la mesa del café en la que te sientas. Mira tú los conceptistas y los culteranos: un siglo peleándose y no sabían, los pobres, que todos juntos eran el Barroco. Hoy avanzas y, mañana, pues retrocedes; esto es según te pida el cuerpo. Fíjate, Mamet, tan asentado en el realismo; qué digo en el realismo, en el hiperrealismo -por cierto, que las Gallinas, que antes olvidé decirlo, era hiperrealista, en el 75-; bueno, pues ahora yo veo en su teatro una cierta tendencia al absurdo. Son flujos y reflujos. A mí me gusta pensar que los recursos están ahí, al alcance de la mano, y que se cogen según se necesitan. De hecho, lo ideal sería que cada obra tuviera vida propia. Yo, es lo que pretendo, aunque luego venga un amigo y te diga: «Se nota que es tuya». «Ah, pues yo creía que no». (Risas.) Nada me aterra tanto -por eso mi rechazo a las etiquetas- como sentirme condicionado por un modo de hacer, aunque sea el mío. | ||||
M. M.- ¿Quieres decir que la evolución propia de cada autor es la que hace incorporar novedades? | ||||
J. C.- Sí, claro, pero lo que te decía: cada obra tiene que tener su propia expresión. No se dice lo mismo «Te quiero» que «Te odio», y en la expresión artística, pues ocurre lo mismo. Hay que estar más atento a lo que dices que a cómo se espera que debes decirlo. Lo de la moda está bien para la alta costura. Yo procuro que «lo que digo» y el «cómo lo digo» se vayan conformando el uno al otro. | ||||
M. M.- A lo largo de toda esta trayectoria ¿cuáles son las obras que consideras que han marcado los hitos en tu carrera? | ||||
J. C.- Furor fue la primera, una obra realista, ingenua, si quieres, en algún momento, pero en la que puse mucha verdad. El enfrentamiento brutal entre sexo y muerte; lo revolucionario y lo conservador -no hay nada más conservador que un entierro-. Creo que es una situación que merecería la pena rescatar, y he pensado incluso en reescribirla, aunque nunca encuentro el momento; probablemente, porque, a pesar de sus torpezas, esté bien como está. Y es que, mira, se corresponde con una época y con una edad. Ahora, la primera de cierta significación fue En un nicho amueblado, que, por cierto, ganó el Premio Arniches, de aquí, de Alicante. En un nicho... fue la obra en la que, por primera vez, vi que la escritura caminaba sola por lugares que yo no había previsto. La obra parte de un sueño: van a enterrarla viva; lo soñé; al parecer, se les murió en una excursión, pero sigue viva. Esa era la situación. Que te entierren vivo es una situación bastante dramática, ¿no? Ahora, según la obra avanza, los preparativos del entierro más parecen los preparativos de una boda. Aquí sí que están claras, donde más, mis dos influencias principales: la carpintería del sainete y la atmósfera del absurdo. La función se resuelve con un alegato contra el matrimonio, o su significación social. La boda, para la mujer, entonces, o el acceso a la profesión en el hombre, conducían al entierro en vida, al entierro en un nicho -o en un hogar- amueblado. Con independencia del valor que la obra pueda tener en sí, para mí fue un trabajo de los que apuntan, de los que abren caminos. | ||||
M. M.- ¿Qué otras destacarías? | ||||
J. C.- Yo te diría que Patético jinete del «rock and roll», que es con la que estoy ahora. Mi irrupción en el teatro geriátrico; un género con mucho porvenir que debería fomentarse desde el Ministerio de Asuntos Sociales. Sí, sí. Al igual que el Injuve apoya a los bradomines, a nosotros nos debería ayudar el Inserso. Y también destacaría la que acabo de escribir: La fiera corrupia, que, por cierto, junto a Blancanieves y los 7 enanitos gigantes, son mis dos únicas obras de teatro para niños: una escrita cuando mis hijos estaban en edad, y esta, de ahora que tengo nietos. La demanda, supongo, del espectador. La fiera..., en cualquier caso, era una obra que estaba cantado que la tenía que escribir. Verás, yo también tuve un teatrito de cartón, un juguete muy común a finales de los cuarenta, y en él representaba la leyenda de San Jorge y el dragón. Una historia, por desgracia, de actualidad; que los dragones aún siguen merodeando por las ciudades. Ah, y me olvidaba el Triple... Hay quien dice que Triple salto mortal con pirueta es mi mejor obra. Yo, la verdad, no sabría decir... Desde luego, fue escrita sin ninguna pretensión. De hecho, la empecé como ejercicio, para hacer mano. Lo suelo hacer a veces: cojo papel y boli, y los pongo a dialogar para ver quiénes son por lo que dicen. Bueno, pues resultaron ser una pareja, y mira, tenía cierto interés; es más, llegué a pensar que podía haber función. Y en esto estaba cuando, de repente, en el acaloramiento de la pelea, ella coge y lo mata. ¡A los veinte minutos! Me sentó mal, porque me cortó el rollo, pero bueno, me dije: «Voy a seguir a ver si soy capaz de jugar la situación a la inversa». Pues bien: antes de que ella lo matara a él, ya tenía claro que había función y que habría que estrenarla. Fue pensarlo, y no te puedes imaginar la preocupación que me entró por el gasto que íbamos a tener en tintorería. Mentalidad de empresario. Porque tenía que haber sangre: le hinca unas tijeras; no podía no haber sangre. La verdad es que me quedé un poco desconcertado. Hasta que pensé que lo mejor sería «hacer del vicio virtud». Si tenía que haber sangre, que la hubiera, que estuviesen siempre ensangrentados, desde el primer momento. Y así fue como la sangre -una imagen-, se convirtió en la pieza clave de la función. Estoy seguro de que esto a más de uno no le parecerá serio, pero a mí me ayudó a entender no sólo el contenido, sino, sobre todo, la estructura de la función. El Triple... es un soneto del que ya tenía escritos los dos cuartetos -ella lo mata a él y él la mata a ella-; me faltaban los tercetos en los que se matan simultáneamente y el estrambote, la coda que cierra el ciclo. Y tras los tres «saltos» mortales, la pirueta de volver a empezar. Eso era lo que pasaba, que se estaban matando eternamente; lógico que estuvieran ensangrentados. Visto el resultado, la obra parece que está escrita con tiralíneas, por lo geométrica. Tiene algo de neoclásica. Curioso, porque fue escrita justo en el tiempo en que interrumpo la escritura de A ciegas; la más barroca de mis obras. Un psicoanalista, seguro que lo sabría explicar. Como verás, cada obra tiene su aquel; ahora, de ahí a convertirlas en «Camino de Damasco»... No digo que, con el tiempo, no vea alguna de estas funciones como punto de inflexión en mi trayectoria, pero ahora, sin distancia, no lo veo. No sé, me resulta más fácil comentar obras más remotas, porque es como estar hablando de otro, pero de otro del que estás seguro de que no se va a mosquear. La verdad es que hitos, lo que se dice hitos... Bueno, mira, en Matrimonio de un autor teatral con la Junta de Censura ya se apunta algo de lo que luego desarrollaría en el Nicho... de forma más explícita: esa mezcla de carpintería, aunque en este caso policíaca, con la atmósfera de las pesadillas. También aquí la situación se origina en un sueño. Esta sí que fue escrita en estado febril; la que más. La encajé en diez horas; luego, en corregirla, debí tardar meses, pero la primera escritura la arrojé como un vómito. De ahí viene eso que suelo repetir de que «escribir es vomitar lo que la vida te indigestó». La prohibición de Furor por unanimidad del Pleno de la Junta de Censura debió sentarme mal, y al meterme los dedos, salió así, como una historia de asesinatos e hipocresías. Luego, cuando fui consciente de lo que había escrito, la titulé con ese título tan «comercial». Sí, creo que sí; Matrimonio autor-censura podría ser un hito. Como el Nicho. Y ya, a partir de ahí, fue cuando empecé a saber hacia dónde iba. Dentro de lo que cabe. (Risas.) | ||||
M. M.- El acto en el que nos encontramos, este Encuentro con Jesús Campos, está dentro de la Muestra de Teatro de Autores Contemporáneos en la que hemos podido asistir a De tránsitos. ¿Qué nos puedes decir de esta obra? | ||||
J. C.- De tránsitos, como te dije, es la versión reducida y a la italiana de Danza de ausencias, una movida que preparé para el Festival de Otoño con cuatro monólogos elegidos entre siete, que algún día publicaré con ese mismo título, y que con otros seis que no llegué a escribir, ni escribiré, creo, hubieran sido trece, justo una serie de televisión. ¡Uf! Te explico. Yo había decidido no volver a escribir teatro. Te suena, ¿no? Aunque esta vez el motivo era otro. Acababa de estrenar Es mentira, una obra en la que se cuestionaba continuamente la realidad. Creo que antes olvidé comentarlo. Todo era mentira, y esto era algo que llegó a afectarme de tal modo que acabé planteándome si mi teatro y yo mismo no seríamos también mentira. Un callejón del que no era fácil salir. Porque ya me dirás, pensando así, qué sentido tenía seguir escribiendo. Me hubiera gustado ser más original, pero, por lo visto, algo parecido le debió ocurrir a cuarenta millones de españoles. Un bachecillo de moral al que llamaron «El desencanto». Pero como yo es que no me entero, pues me quedé traumatizado, como si fuera un problema personal. Las ganas de estrenar no me volvieron hasta el 90, diez años después, y mira que en ese período estuve al frente de los teatros del Círculo, vamos, que, de querer, hubiera podido estrenar con facilidad, pero es que ni por esas. Bueno, en los últimos años prácticamente me obligaron a que pidiera subvenciones, a ver si así me animaba, pero, según me las daban, las devolvía. Hasta que a la tercera, y ya fuera del Círculo, me decidí a estrellarme con Entrando en calor. Pero a lo que iba, en volver a escribir tardo solo dos años, porque me dije: la muerte, mentira, no es. Y comencé a escribir sobre la muerte, o sobre la vida de la gente que se muere, que viene a ser lo mismo. Al principio, para hacer mano; pero luego, vi el conjunto como un frontispicio y me dije: «para televisión», que era el medio que me permitía una visión, así, panorámica. Aquí, como verás, el final no era el problema, puesto que todas las historias conducían a un mismo fin. La indagación, por tanto, no consistía en saber cómo acababa, sino en qué es lo que acababa. Este nuevo sistema de trabajo -nuevo para mí-, me fue muy útil luego, al escribir La Cabeza del Diablo, una obra histórica en la que, lógicamente, la peripecia argumental ya venía dada, y en la que, por lo tanto, lo único que había que desentrañar era cómo las escenas te conducían a los pies forzados. También hubo una indagación, digamos, global. El punto de partida era Gerberto: un personaje que roba la Cabeza del Diablo y acaba siendo el Papa de Roma, ya, para empezar, parecía prometedor. Sin embargo, lo que debió moverme a escribir, la razón oculta que me atraía en aquella historia, lo que me la acercaba y por lo que la utilicé para expresarme, es que Gerberto, para conseguir lo que quiere, se ve obligado a traicionar lo que quiere. En eso consiste el pacto con el diablo, y en eso todos somos «tentados» continuamente. Perdona, me disperso. Te iba diciendo... Ah, sí, lo del final forzado; pero hubo más: cuando ya tuve claro que iba a ser una serie, establecí el cuadro de limitaciones: monólogos de veinte minutos y surtido de personajes que, claro está, al final morían. Lo de las limitaciones es algo que estimula la imaginación. Eso también lo entendí haciendo ejercicios de improvisación. A veces pienso que mis maestros, quienes más me ayudaron a entender los mecanismos de la creación, fueron Marta Schinka (expresión corporal) y José Estruch (improvisación). Y con el trabajo ya planificado, me fui a televisión. Además, les vendía en el mismo paquete un sistema de producción que yo entendía que era hablarles en su propio idioma. Contratar a trece primerísimos intérpretes, uno por capítulo; o sea, mínimo coste y máxima promoción. Debió gustarles, porque me lo copiaron. La serie aquella, infumable, en la que salían los actores contando su vida e interpretando trocitos de obras. Un horror. Que lo mismo podía haber estado bien, pero generalmente los que copian suelen dejar en lo que hacen el sello de su falta de imaginación. Yo me decía: ¿pero cómo es posible que, en un medio en el que muere gente continuamente no sea posible reflexionar sobre la muerte? Hasta que lo entendí: las muertes en televisión son muertes vacías de contenido, tanto las de ficción como las de los telediarios; la propia dinámica del medio, que no te permite detenerte, lo convierte todo en artificial, no en ficción, sino en artificial. Sólo así es posible intercalar anuncios. Esa era la clave: como siempre, tarde, pero lo entendí: la muerte en profundidad es incompatible con el consumo. Si te fijas, hay una tendencia a negar la muerte, a ocultarla como si fuera un fracaso. Y es que plantearse la muerte en profundidad, que es tanto como plantearse la vida en profundidad, no casa con salir de compras. Y así acabó mi aventura televisiva. Mira que he cometido ingenuidades, pero como esta... Reflexionar sobre la muerte en televisión. Todavía se deben estar riendo. (Risas.) Y bueno, hace unos años el Festival de Otoño me dio la oportunidad de montar un espectáculo en el que presenté los tres monólogos que antes te comenté, más un cuarto en el que un viejo abandonado en un parque dialoga con un perro abandonado en el parque, cosas del veraneo. El espectáculo que se montó en el Museo del Ferrocarril comenzaba en los andenes, y desde allí el público iba siendo conducido por las muertes (la folklórica, la macabra y la espiritual), de un espacio a otro. Cuatro salas: una a la italiana, otra en pasarela, la tercera en V y la última circular. Una propuesta creo que interesante, pero imposible de mover. Tampoco es que fuera imposible: siete intérpretes, cinco técnicos, dos trailers de material, tres días de montaje y uno de desmontaje, hay muchos festivales que lo podrían soportar, pero para eso haría falta un glamour que yo no he sabido cultivar. Así que opté por hacer una versión más... llevadera, que fue la que visteis ayer aquí. | ||||
M. M.- Y también ha habido un cambio de título, ¿no es cierto? | ||||
J. C.- Sí, porque había críticas muy positivas de Danza de ausencias, pero que se referían a esta otra puesta en escena, y mantener el título podía confundir. Por eso le puse De tránsitos, más que nada, para no confundir. | ||||
M. M.- Vamos a cambiar de tercio para hablar de la Asociación de Autores de Teatro de España que actualmente presides. ¿Cuáles son tus objetivos al frente de la Asociación? | ||||
J. C.- Como dicen sus estatutos, la Asociación defiende la presencia y el reconocimiento social de los autores y mantiene y potencia su función en el ámbito literario y escénico. Y eso, ¿qué significa? Pues que hay que estar ahí, defendiendo nuestro derecho a existir. Algo que sistemáticamente se nos venía negando. «No hay autores», se lamentaban los interesados en que no los hubiera. Y, bueno, en el 90 nos convoca Miralles, y los autores que no existíamos nos asociamos. Lauro Olmo fue el primer presidente, y Buero es desde entonces nuestro presidente de honor. Un buen comienzo, y un aceptable resultado, porque ya existimos, aunque seamos malos. Por eso nos tienen que ayudar; digo yo que será para que seamos buenos. No se les cae de la boca: «hay que ayudar a los autores españoles». Todo un logro, aunque no pasan de ahí. Ahora sólo les falta hacerlo, porque es que yo no veo ni una sola actuación defendida con convencimiento. Y es que, en el fondo, siguen pensando que no hay necesidad, que habiendo clásicos y autores extranjeros... Yo no digo que no seamos malos, pero si cogemos la misma vara de medir y prescindimos de todo lo que esté por debajo de nuestro nivel, tendríamos que cerrar el país. Aquí hay un problema real que tendremos que resolver entre todos. Durante cuarenta años, el teatro ha sufrido el trauma de una dictadura; también la sociedad. Los autores no pudimos decir, pero tampoco los espectadores pudieron escuchar; fue una amputación. Y tú no puedes cortar una pierna y decir: «Oye, perdona, que por mí ya puedes andar». Es necesaria la rehabilitación. Se ha roto el hábito, se han perdido las claves de la tradición. La comunicación artística es un lenguaje que debe ser conocido por quien lo emite y por quien lo recibe. De nada vale decir verdades perfectamente expuestas si quien te escucha no habla tu mismo idioma. Y eso es lo que ha pasado: mientras que los autores íbamos evolucionando más o menos al hilo de lo que ocurría en otras partes del mundo, los espectadores no tenían más opciones que las que le permitía la censura, en su mayor parte, teatro de evasión. ¿Y qué pasa cuando se recuperan las libertades? ¿Se trabaja por la normalización? No, tras una breve operación rescate, nuestros políticos se ponen estupendos y apuestan por un teatro de relumbrón. Descorazonador. | ||||
M. M.- ¿Lo que quieres decir es que hay una falta de comunicación entre público y los autores? Entonces, ¿te parece que habría que crear un camino de vuelta a la cultura del teatro, un camino que ayudara a eliminar esos desfases? | ||||
J. C.- Claro, y la mejor maneara de aprender a hablar inglés es hablando inglés. Si lo que se pretende es tender puentes entre autores y público, si de verdad queremos que se restablezca la comunicación, reactivar el teatro español, la mejor manera..., además que es que no hay otra: tenemos que producir, estrenar y distribuir teatro español. Lo que no puede ser es que repases la programación de los teatros, y que el autor español brille por su ausencia; de nada valen los premios, las becas, los cursillos o los discursos de buenas intenciones si esa es la realidad de la cartelera. La Administración tiene medios más que suficientes para resolver esta situación; los tiene, lo que no tiene es el convencimiento de que deba hacerlo. Y que conste que esto es general. Con el pretexto de la internacionalización, o de la cultura única, se tiende a un teatro de puesta en escena del repertorio o, como mucho, al teatro físico, y no a un teatro de textos de nueva creación. Y no creo que esto responda sólo a intereses gremiales. El teatro siempre estuvo bajo sospecha, y de un modo u otro, se aprovecha cualquier circunstancia para desactivarlo. Pero, vamos, que no es aquí sólo donde se están dinamitando los puentes. Lo que pasa es que nosotros, además, llevamos a la espalda cuarenta años de España oscura; como para ver la luz. Pero en fin, ya sabíamos que esto iba a ser duro, así que en eso estamos. | ||||
M. M.- Y ¿qué puede hacer la Asociación de Autores de Teatro para restablecer ese camino, ese hábito? | ||||
J. C.- Poco. Y mucho. Yo tengo muy claro que lo importante es la aventura personal, el esfuerzo y el logro de cada uno de nosotros. Nadie nos tiene que decir, porque lo sabemos, que tenemos que ser los primeros en tratar de restablecer la comunicación con la sociedad. Pero es que es muy duro; escribir es un oficio solitario. ¿Quieres creer que muchos de nosotros ni nos conocíamos? Por eso el primer objetivo de la Asociación ha sido crear conciencia de grupo. Tenemos que tener muy claro que las dificultades con las que nos enfrentamos no son un problema personal, sino colectivo, y que sólo trabajando conjuntamente podremos superarlas. Conseguido este punto, que, sin triunfalismo, yo diría que se ha conseguido -ya pasamos, con mucho, de los doscientos asociados-, nuestra actuación se divide en dos grandes áreas: de una parte, la gestión política, presionar a las instituciones para que nuestra opinión sea tenida en cuenta. Y de otra, las actividades, con las que tratamos de estar presentes en la sociedad. Bueno, la presencia la tendríamos que tener estrenando, pero eso es algo que, de momento, no está a nuestro alcance. Ni tampoco creo que sea nuestra función. Concretando el programa de actividades, te diré que editamos la revista Las Puertas del Drama, el boletín Entrecajas y varias colecciones de libros; se organizan ciclos de lecturas dramatizadas, tertulias, talleres de dramaturgia, el Salón del Libro Teatral, y mantenemos una presencia en la red, a través de vuestro portal cervantesvirtual.com o de nuestro propio portalillo aat.es. Vamos, que para no existir, nos movemos bastante. | ||||
M. M.- Ya que has sacado el tema de la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes y del portal que se ha creado para difundir la labor de la Asociación y a sus autores, ¿qué te parecen las dos iniciativas, por una parte que haya una Biblioteca Virtual al alcance de todo el mundo de forma totalmente gratuita, con todas las secciones que la integran, y por otra parte que le haya dedicado ese espacio a la Asociación de Autores? | ||||
J. C.- La Biblioteca es un acierto indiscutible. Que, como todo lo inabarcable, al principio, impone; pero que luego, cuando pasas del portal, cuando te adentras por los vericuetos, enseguida percibes que es un «sitio» cómodo. Cómodo y de una gran utilidad, tanto para las obras a las que accedes como para los que podemos acceder a las obras. Lo dicho: un acierto. Y bueno, el camarote que nos habéis brindado, qué quieres que te diga; navegar en un transatlántico de esta envergadura va a ser muy positivo para nuestros textos. Muy positivo. Y eso que sólo estamos empezando, porque, aunque es mucho lo que se ha hecho, yo diría que no es nada con lo que se puede llegar a hacer. Ya sé que no soy muy original si digo que la Red es una herramienta de primer orden, pero es así, y debemos servirnos de ella para difundir nuestra obra en todo el mundo. Claro que antes tendremos que convencer a los compañeros, que algunos están todavía en la era del bolígrafo. (Risas.) Y que conste que yo también escribo a mano, aunque luego se pasa a ordenador. No, verás, lo que produce cierto rechazo es el temor a que te puedan copiar. Como si no te pudieran copiar igual comprando el libro. Pero es lo que dicen: «por lo menos, que lo pasen a máquina, porque así, es que se lo descargan y con cambiarle el título y el nombre de los personajes no tienen ni que teclearlo». (Risas.) Y es que lo del plagio es bastante frecuente; al menos, eso dicen. Yo es que no lo he sufrido. Que yo sepa. Bueno, directores de escena a los que se les ha ocurrido lo mismo unos años después, eso sí, y varias veces. Aunque igual ha podido ocurrir a la inversa. A saber. A mí lo que sí me pasó hace un año es que encontré un texto mío en el portal de una universidad mexicana: Naufragar en Internet, firmado por mí, eso sí, que, dentro de lo malo... aunque sin mi permiso. Claro que lo peor no fue eso, sino que publicaron una versión intermedia. No sé cómo la conseguirían, aunque me lo imagino. Y lo más grave es que, por lo visto, la habían estrenado en Buenos Aires. Alucinante. Digo yo que, puestos a montarla, podían haberme avisado y les habría mandado la buena, y no estrenarla así, de cualquier manera. (Risas.) | ||||
M. M.- Ya que piratean que lo hagan bien, claro. ¿Pero conseguiste que la descolgaran de la red? | ||||
J. C.- Claro, claro. Y bueno, la bajaron. La Sociedad de Autores hizo una gestión y la universidad mexicana la bajó de la red. | ||||
M. M.- Bueno, el caso es que existen formas de proteger las obras del pirateo pero, ya se sabe: hecha la ley... | ||||
J. C.- Claro, y estoy hablando de un texto que no estaba publicado; imagínate si existe el libro o si está en la red. Y es que, por mucho que se publiquen como PDF y por mucho que te blindes para que no lo puedan imprimir, siempre habrá un informático capaz de levantarte hasta el carné de identidad o de cargarte sus facturas en tu cuenta. | ||||
M. M.- Pero, por lo menos, tendrán que saber de nuevas tecnologías, localizar la obra en internet..., vamos, que hay más trabajo que llevar a fotocopiar la obra... (Risa.) | ||||
J. C.- Anécdotas aparte, creo que la colaboración que hemos iniciado es muy positiva, y ahora es responsabilidad nuestra darle contenido a ese importantísimo medio de comunicación que habéis puesto a nuestra disposición. | ||||
M. M.- Es cierto que, a pesar de que siempre puede hacerse mal uso, también conseguiremos con estas iniciativas que el teatro llegue a un público más amplio y diverso. Pero Jesús, ¿cuál es el camino por el que avanza en estos momentos la Asociación? | ||||
J. C.- El Salón es, sin duda, la actividad que, con los años, ha cobrado mayor relevancia; también la que requiere un mayor esfuerzo. Para nosotros es muy importante porque nos permite promocionar la literatura dramática como género. Vender la idea de que «El teatro también se lee»; que hay un teatro imaginario en el que, sólo con leer el texto, se representa nuestra particular puesta en escena. Ya sé, siempre lo hemos dicho, que el soporte natural de la literatura dramática es el escenario, pero eso no tiene por qué impedir que leamos teatro. El texto ya de por sí, con sus contenidos y con sus elementos formales, puede perfectamente transmitir ideas y emociones. Además, que sólo así es posible acceder al global de la producción dramática, que siempre será muy superior a la oferta de la cartelera, y eso si vives en una ciudad con cierta actividad teatral; no digamos ya... Pero no es sólo poner de relieve la importancia de la literatura dramática. El Salón, además, nos permite trabajar con otras asociaciones, con las editoriales, con las instituciones del sector; no sé, sentir su apoyo e implicarles. Estamos convencidos de que, a la larga, la defensa del texto redundará en beneficio de todos. Y bueno, también es un excelente lugar de encuentro. Las tres primeras ediciones se han hecho en la Casa de América, y eso ha facilitado el encuentro con compañeros iberoamericanos, pero estamos sopesando la posibilidad de trasladar la sede a un espacio más amplio, más que nada, para dar cabida a la dramaturgia de otros países. Siempre es bueno conocerse. Y conocer las obras, saber qué se escribe y cómo se representa, si es que se representa. Estar al tanto de lo que pasa por ahí, eso siempre ayuda a relativizar los problemas. Pero es que, además, avanzamos hacia un modelo de sociedad en el que muchas decisiones se van a tomar a un nivel superior al de los Estados. Y hay que estar ahí. Por eso no es que sea conveniente conocerse; es que no hay más remedio que coordinarse de algún modo. Personalmente, creo que deberíamos federarnos; pero ¿con quién? Hay países en los que ni siquiera sabemos si existen asociaciones equivalentes a la nuestra. Pero bueno, habrá que preguntar. De momento, la Asociación se ha presentado en París, yo no pude ir por cuestiones personales, pero fueron varios compañeros de la Junta para establecer contacto con nuestra correspondiente en Francia. Y en unos meses, espero ir a Évora para entrar en contacto con los compañeros portugueses. Llevará su tiempo, pero merece la pena. Con tres países que nos coordináramos, ya podríamos obtener ayudas de la Unión Europea para hacer traducciones. Como verás, proyectos no nos faltan. La tendencia a la globalización y la amenaza del pensamiento único, que antes te comenté, es un tema sobre el que convendría que reflexionáramos juntos. Se está cociendo una cultura internacional, en la que el teatro de texto apenas tiene cabida. El auge de lo que se ha dado en llamar «teatro físico» o la puesta en escena de textos emblemáticos con montajes muy visuales se debe a una demanda. De los políticos, pero a una demanda. Quieren un teatro que valga para todas partes, aunque no valga para ninguna. La servidumbre o la coartada de la internacionalización. Y ese es un tema en el que los autores tenemos mucho que decir. Creo que deberíamos proponer alternativas. No sé, coproducciones en las que se compartiera la escenografía, las luces, la música y la dirección, contratando distintos repartos para cada idioma, bajaría los costes de producción; es una idea. Y, bueno, habría que estudiar otras. Ahora, lo que no podemos consentir es que se borre del mapa la literatura dramática por un problema de mercado. No, es que como nos dejemos, nos ponen a escribir en esperanto. Así que habrá que espabilar. | ||||
M. M.- Además, precisamente, el tema del que hablas se achaca normalmente a los autores clásicos ¿no? No se habla casi nunca de versiones en teatro contemporáneo y de la dirección escénica y del cambio menos, y sin embargo existe... | ||||
J. C.- Ese es un problema que se da en todas partes, lo que no significa que no sea un problema, que lo es, y gravísimo. Mira, los políticos no quieren teatro; ellos quieren acontecimientos, y hoy el teatro, eso hay que tenerlo muy claro, está en manos de los políticos o de sus administradores; en cualquier caso, en manos de un poder ajeno al teatro. Porque cuando te juegas tu patrimonio... Los empresarios, los directores, los que tiran del carro, si se equivocan, lo pagan con su salud. Por eso hay que implicarse y tirar del carro, para ganarte el derecho a defender tus posiciones. Ahora las distintas administraciones programan con dinero público, y su objetivo no es ni la expresión artística ni el resultado económico, sino la rentabilidad política. Es decir, que nos movemos en un plano de intereses muy distinto al de nuestro pasado reciente. Y que conste que para nada estoy defendiendo el libre mercado, pero para nada. Existe un teatro de ocio o recreativo, que entiendo, debe regirse por las leyes del mercado; ahora, la Administración debe ocuparse de crear las condiciones suficientes para que pueda producirse un teatro de interés cultural en libertad. Vamos, que tiene que trabajar a favor del teatro, y no poner el teatro a trabajar a su favor. Mira, la cultura no es el florero de la política. No puede serlo. Y que se dejen ya de tanto centenario. Los clásicos hay que hacerlos, pero por la vigencia de sus obras, no porque lo diga el almanaque. Claro que habrá quien piense que eso es envidia, porque no estamos en edad de centenarios. (Risa.) No te digo yo que no. Tenemos que hacer un teatro que nos exprese, que nos divierta y que nos conmueva, y ahí somos los creadores los que tenemos que llevar la iniciativa, que eso es lo que nos pasa, que tenemos la iniciativa secuestrada. Y ya, ya sé que cada cual puede hacer el teatro que quiera, sólo faltaba, pero ¿dónde lo haces? La distribución, ese es el gran problema. No existe más circuito que el de los teatros públicos, que, mira tú por dónde, han hecho suyos los criterios del empresario del puro: buenas cabeceras y pocas complicaciones. Vamos, que lo que importa no es que la obra esté bien, sino que el teatro se llene. Lo tienen clarísimo, por eso nadan siempre a favor de la corriente. Y es que no intervienen para elevar el nivel, sino para congraciarse al personal con una política de pan y toros. | ||||
M. M.- Esto me devuelve al origen de nuestra conversación, cuando comentábamos entre bambalinas, antes de que empezara el encuentro, la necesidad o no de estrenar en Madrid, la necesidad de salir de la capital para poder hacer algo, es decir, las vueltas que está dando el mundo del teatro en ese sentido... | ||||
J. C.- Hasta ahora, siempre había sido así; el estreno en Madrid era el referente obligado para que una función pudiera caminar por ahí. De hecho, en España, plazas de contratación sólo había tres: Madrid, Barcelona y Valencia, y al resto de ciudades se iba ya de gira. Quiere eso decir que sólo se producía en esas tres ciudades. Ahora la situación ha cambiado radicalmente. Hoy se produce en todas las comunidades y hay muchos más teatros. Cuando nos lamentamos -y con razón- porque se han cerrado teatros en Madrid capital, debemos decir a renglón seguido que son muchos más los que se han abierto en la comunidad. Yo creo que, en su conjunto, la actividad teatral ha crecido enormemente. ¿Que puede crecer más? Qué duda cabe, la mayoría de los teatros aún no están programados al cien por cien; aun así, se ve mucho más teatro que antes. El mapa teatral ha cambiado. Aquí la acción política ha sido positiva, muy positiva. Otra cuestión, ya, es el desfase entre producción y exhibición. Te doy los datos de Madrid, que los tengo recientes; a la Red de la Comunidad se han presentado unos novecientos proyectos; entre quinientos y seiscientos producidos en la propia Comunidad, y el resto de otras comunidades. Pues bien, tras una primera selección, se ofertaron a los teatros ciento cincuenta espectáculos, de los cuales solo cuarenta han entrado finalmente en la Red. De novecientos, cuarenta. Creo que sobra cualquier comentario. | ||||
M. M.- ¡Un desfase de cifras importante! La producción que hay es altísima... | ||||
J. C.- Sí, claro, altísima, y ese es el problema. No tengo el dato contrastado, pero se repite como cierto que en Francia se produce la mitad y se exhibe el doble. Hay, ya te digo, un desfase enorme. Y es que hubo un tiempo en el que se apostó por el café para todos. Que no digo yo que no hubiera que hacerlo; en cine se hizo igual: veníamos de una situación anómala y había que estimular; ahora, pasado ese momento, había que haber subido el nivel de exigencia y apoyar sólo los proyectos con calidad y viabilidad; en cine se hizo así, pero en teatro no; en teatro aún seguimos estimulando. Nadie quiere, y lo entiendo, cargar con la impopularidad de ajustar producción y exhibición. Yo puedo permitirme ahora tratar el tema con relativa comodidad porque ya lo advertí en su momento: «si lo que quieren es darnos de comer, en vez de teatros que abran comedores y que repartan vales». Pero bueno, la situación es la que es, y habrá que estudiar el modo de que las producciones que reciban ayudas, al menos las que pasen ese primer filtro, tengan una mínima distribución asegurada. | ||||
M. M.- Queda mucho por hacer, Jesús, ¿cuáles son los próximos pasos? | ||||
J. C.- No sé si te lo comenté antes, cuando hablábamos de la Asociación, pero si no, te lo cuento ahora. Estamos elaborando un documento -ciento treinta folios- a partir del cual se redactará el futuro Plan General de Teatro. Todas las asociaciones profesionales del sector -bueno, casi todas- estamos en ello. Las reuniones las coordina el INAEM, con esto quiero decir que el Ministerio está más que implicado. Así que tengo la esperanza de que buena parte de las soluciones que estamos proponiendo se llevarán a la práctica. Tampoco es que me haga demasiadas ilusiones, pero necesito creer que si la profesión es capaz de ponerse de acuerdo, como lo está haciendo, y ofrece soluciones, la Administración no se va a poder negar. Necesito creerlo. Y a una mala, pues erre que erre, a seguir dando la vara. | ||||
M. M.- Jesús Campos, ha sido un placer compartir contigo esta charla. No sé si alguno de nuestros invitados de la sala tendrá alguna pregunta... (Mirada a la sala.) Y, si no es así, pues muchísimas gracias, Jesús, por estar con nosotros. | ||||
J. C.- Gracias a vosotros. | ||||
M. M.- Sólo deciros que muy pronto podréis seguir esta conversación en la red, en cervantesvirtual.com, la Biblioteca Virtual Miguel de Cervantes. Hasta entonces, pues. Muchas gracias también a todos los asistentes. Un saludo. |