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Ae. Huebner, Inscriptiones Hispaniae Christianae, n. º 456.

 

2

Debo a la madre Mercedes Muscort, RJM, alumna de la Facultad de Filosofía y Letras de Granada, que está elaborando el estudio completo de las características gráficas de la epigrafía mozárabe, datos para la visión de conjunto dentro de la cual puedo comentar los rasgos peculiares del presente epígrafe.

A la vez, remito a la aparición del mencionado estudio -que incluirá también los tipos de este epitafio hasta ahora inédito- para la descripción detallada y completa, origen, evolución y paralelos de cada una de las formas de las letras; así como de la cronología más probable que, a base de ella, pueda atribuirse a la inscripción. Me limitaré aquí, pues, a llamar la atención únicamente sobre las peculiaridades gálicas más salientes, y a señalar que la época no puede diferir mucho de la que consta en el citado epitafio de Cipriano (a. 1002).

 

3

M. Mascort tiene demostrado que tanto la N «coja», como casi coincidente con la H mayúscula, los dos tipos más comunes en la epigrafía mozárabe -el segundo de los cuales puede haber determinado la casi total suplantación de dicho signo con valor de h por el correspondiente «minúsculo» recién aludido en el texto-, se deben a intención de estrechar N capital clásica, reduciendo el trazo oblicuo, determinante de su anchura, bien a base de no hacerle tocar a los verticales en los extremos, sino en partes intermedias, bien acortándolo sencillamente y, en consecuencia, haciendo lo propio con el vertical derecho. Muestra, además, cómo este último tipo «cojo» se originó en grupos con letras subpuestas (cf., p. ej., las e de nuestro v. 3), de donde se contaminó incluso y, en abundancia, a casos exentos (cf., p. ej., las N de nuestro v. 1).

 

4

Remito al mismo estudio para la cuestión de cómo pudo originarse el doble travesado de modo puramente material (mala interpretación dedos rasgos del tracista, que habría querido indicar la anchura de la incisión), en la A, y pasar a la v, una vez empleado ya consecuentemente como elemento artístico, en virtud de la existencia para la A del tipo sin travesaño, lo que hacía a la V igual a una A invertida; y de cosa asimismo parecida con respecto a los remates bífidos y a doble ondulación de la s.

 

5

Me inclino también a creer que el travesaño secante de la T enana en v. 3 tiene función análoga. Efectivamente, a primera vista no cabría excluir que se tratara de una abreviatura a interpretar como una letra más, concretamente I (VELVTI=VELVT); mas esta ecuación, satisfactoria en cuanto al significado, no lo resulta en el aspecto métrico, dando una sílaba mas, que invalidaría el verso (véase luego).

 

6

P. ej., COR SVPER ARDVA o AERA o AETHERA, CORPVS PER ADVA (¿o íd. íd.?) etc. Indico estas letras dudosas subpunteándolas.

 

7

De lo contrario, habría que leer en este v. 5 SECVRVM 1 SIT..., lo que, aun pudiendo ser latín, a saber una invocación («ve seguro. Sea...») que debería referirse al cuerpo del abad, por estar SECVRM en neutro, no dejaría de ser raro, precisamente después del verso anterior, que es claramente biográfico.

 

8

A primera vista, le serie de finales esdrújulos podría hacer pensar también en ritmo yámbico, cf., p. ej., el epitafio cordobés de Tendefredo (J. Vives, Inscripciones cristianas de la España romana y visigoda, Barcelona, 1942, n. º 508); incluso el v. 3 entraría dentro del esquema del senario, sin más incorrección que en la colocación de la cesura (indico con acentos la primera vocal del tiempo fuerte de cada pie):

«corpúm suúm fulgéns uelút lucíniá»;



pero debe excluirse esta interpretación en vista de que ninguno de los demás ofrece tal posibilidad. Ni siquiera puede pensarse en una adaptación acentuativa de dicho senario, a la que se opondría la situación de los acentos en todos los segundos hemistiquios excepto el del primer verso, y el número de sílabas de los primeros en los vv. 2, 3 y 5.

 

9

En el v. 1 prescindo de la posible elisión de I ante A, de acuerdo con la observación que expuse en Inscripciones hispanas en verso, Barcelona, 1952, página 146.

 

10

Vives, ICERV, citada n. º 357, de Toledo, y Hurbner, IHC, también citado, núm. 213, de Badajoz, respectivamente.

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