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Ernesto Bark, un visionario de Europa

Dolores Thion Soriano-Mollá



A juzgar por el perfil actual del concepto de Europa, y en particular, el de la Unión Europea, tal vez Ernesto Bark fuera menos exaltado y fantasioso de lo que se le tildó cuando divulgaba sus proyectos internacionalistas a finales del siglo XIX. Los quiméricos proyectos de Ernesto Bark emanaron del concurso de circunstancias personales y la coyuntura histórica que fue marco de su existencia, de las ideas y valores que la enriquecieron en los diferentes escenarios desde las provincias estonias de la Antigua Rusia imperial hasta España, su patria de adopción.

Si la figura de Bark encarna al hombre europeo es porque supera los límites y fronteras políticas de Europa para adscribirse en el espacio abstracto, conceptual e impreciso del cosmopolitismo e internacionalismo. Es un espacio, no obstante, operativo en el paradigma socio-político y cultural en los años gozne entre los siglos XIX y XX porque aúna y a la vez trasciende el concepto de nación, estado e imperio. En ese espacio de representación se asocian y desarrollan fuerzas o centros de interés afines entre los diferentes pueblos europeos. Las corrientes internacionalistas nacen de la analogía -en el respeto de la diversidad- y constituyen fuerzas de cohesión que participan en la creación del concepto de identidad europea actual. Precisamente, a partir de los Internacionalismos y los referentes europeos, Ernesto Bark construirá un arquitrabado proyecto de República Social para la Modernidad, anunciando de algún modo la construcción europea que germinará en nuestra Historia presente. Descubramos primero quién era Ernesto Bark1.






Ernesto Bark, un itinerario biográfico internacionalista

El itinerario biográfico de Ernesto Bark responde al de una vida azarosa y peculiar. Su curso fluye a través de diferentes países europeos, lo cual, potenciará un sentimiento supranacional en el marco de una Europa unitaria, occidental y oriental a la vez. Esta condición personal es uno de los prolegómenos para la asunción del cosmopolitismo y la divulgación de una conciencia o identidad europea.

Ernesto Mauricio Enrique (Ernst Moritz Heinrich) Bark nació en Kaava, cerca de Tartu en la actual Estonia, el día 23 de Marzo de 1858, en el seno de una familia de la pequeña aristocracia balto-germana. Recibió una esmerada educación, aunque pronto se destacó, benjamín entre seis hermanos, por su carácter rebelde e inconstante. Mientras estudiaba Economía y Comercio en la Escuela Politécnica de Riga participó en los Movimientos del despertar estonio, impulsado más por la lucha antizarista que por las reivindicaciones nacionalistas estonias. Animado por el mismo ímpetu, se alistó al ejército en 1877, pensando que la guerra de Turquía serviría de baluarte para derrocar la oligarquía zarista, pero como la mayoría de los jóvenes que vieron frustrados sus sueños, acabó desertando.

Bark prosiguió sus estudios de Historia, Filosofía, Política y Sociología en las Universidades alemanas de Leipzig, Munich y Berlín. Los estudios de las incipientes ciencias de sociología y psicología de las naciones, así como las doctrinas y prácticas políticas -el marxismo, el kulturkampf y el Imperialismo alemán- fueron decisivos en su formación intelectual. Para llevar a cabo el estudio de psicología de las naciones viajó por toda Europa. En Suiza, en contacto con los exiliados anarquistas y federalistas -fundó el periódico clandestino Der Baltische föderalist-, que será la causa de su deportación a Siberia en 1883.

A este «demonio con barbas rojas» e «intensos ojos azules», el amor le condujo de nuevo a España a finales de 1884, para casarse con Matilde Cabello García, madre de sus seis hijos. En Madrid, trabajó como corresponsal del Köln Zeitung y el National Zeitung de Berlín, antes de fundar periódicos internacionales como Deustche-Spanisch Revue (1886), Spanien (1898-1899), Correspondance latine (1890) u otros de carácter local como El Crisol (1890), Cartagena Moderna (1888); o las más ambiciosos La Democracia Social (1890 y 1895), y Germinal (1897); todos de novedosa índole político-cultural y de tendencia republicana progresista. Sus colaboraciones figuran en periódicos del mismo cariz: Las Dominicales del Librepensamiento, La Piqueta, El País, El Radical, El Pandemonium, Nuestro Tiempo y El Mundo, entre otros. La visión cosmopolita y globalizadora determina el amplio elenco de temas privilegiados en sus columnas de la prensa: el socialismo internacional, la defensa del pensamiento libre, el anticlericalismo, la reforma política y social, la Unión Republicana-Socialista, la moral social, la educación, la sociabilidad, la condición femenina, la profesionalización de la prensa, la función social del arte, la crítica literaria, etc.

Participó en polémicas y diatribas políticas, en particular en contra de Pablo Iglesias y Federico Urales. Defendía un ideario político republicano-socialista aunque acabó militando en el Partido Radical de Lerroux hacia 1910. Sus preocupaciones quedaron siempre enmarcadas en un ámbito regeneracionista e internacionalista. Participó en la fundación de la Universidad Popular, la Asociación de Padres, la Casa del Pueblo y la Bibliotecas Populares. Por su condición de políglota, trabajó como traductor y profesor de idiomas en el Ateneo o en su propia academia, el Instituto Políglota, hasta su óbito en 1924.

Ernesto Bark, identificándose con la complicada historia de los Países Bálticos, gustó de variados gentilicios para presentarse. Solía denominarse livonés, «el letón revolucionario», según Pío Baroja; cuando no, decía ser ruso, polaco, alemán... y español de adopción. La aureola de incertidumbre que se creó en torno a su nacionalidad es contradictoria -pero no por ello exenta de interés- porque traduce la manera en que el individuo es percibido o se percibe a sí mismo y se posiciona frente a los demás. Los testimonios en memorias y recuerdos demuestran cierta ambivalencia o cierta incapacidad a la hora de identificar a este «exiliado venido de tierras lejanas» porque todos seleccionan -y seleccionamos- por el referente más inmediato, la nacionalidad. Bark definía su multiculturalidad, valga el neologismo, ante todo por adición de las variadas nacionalidades que podía encarnar: «la alemana etnográficamente, la rusa por política (y por desgracia) y la española por afirmación y amor» (1888: VII). En función de las circunstancias políticas personales -exilio o expulsión de España- o de los temas tratados, Bark operaba con comodidad con unas nacionalidades u otras. Bark confesaba, por ejemplo, que se sentía particularmente alemán porque disponía de mayor libertad «para juzgar los asuntos rusos, y como alemán de las provincias bálticas de Rusia», podía «profundizar en las cuestiones y conocimientos del país y del idioma». Por ende, utilizaba ambas nacionalidades a la hora de juzgar España. Es decir, que todo se podía resolver bajo la autoridad y distancia que le proporcionaba el concepto de cosmopolita, con el que sin embargo, asume la diferencia e incluso el desarraigo2.

La apropiación de diversas identidades nacionales, el poliglotismo y los viajes de estudios facilitan el aperturismo ideológico para ubicarse, por encima de las fronteras geográficas o políticas, en su espacio de experiencia personal, que Bark proyectaba en un utópico orden universal. En un principio, dada la impronta de su educación alemana, el concepto que Bark privilegiaba es el de cosmopolita, herencia de la Ilustración francesa y de la lectura que de dicho concepto ofrecieran filósofos como Kant o sus literatos predilectos como Goethe o Heine. Ahora bien, ser cosmopolita, ser universalista, se traduce en el lenguaje actual como ser europeo; o sea, identificarse como miembro de todos los lugares que configuran el «Viejo Continente» desde el punto de vista ideológico y cultural. Observemos que el pensamiento de Rousseau sigue prevaleciendo: «Il n'y a plus aujourd'hui de Français, d'Allemands, d'espagnols, d'Anglais même, quoi qu'on en dise; il n' y a plus que des Européens. Tous ont les mêmes goûts, les mêmes passions, les mêmes moeurs, parce qu'aucun n'a reçu de formes nationales par une institution particulière.» (Rousseau 1982: 36)

Por la proximidad étnica, por encima de las diferencias en la psicología nacional, Europa es un espacio común, de variados e históricos mapas políticos; es el tradicional defensor del saber y la cultura desde los tiempos Antiguos3. Europa nunca mira más allá de sus confines geográficos pues hace total abstracción de ellos. Si el concepto de hombre o ciudadano europeo no se consigna, es porque todavía no se ha sentido la necesidad de definirse frente a algo u oponerse a algo; y en particular, porque se carece de instituciones políticas supranacionales que respalden dicho concepto. Además, los fundamentos del cosmopolitismo evolucionarán en el propio espacio de la contradicción asumiendo los imperialismos hasta fluctuar en la idea más pragmática de los internacionalismos, como desarrollaremos a continuación.




Del cosmopolitismo pangermanista al internacionalismo europeo

Ernesto Bark encarna la complejidad y contradicción de las ideas políticas y sociales en torno al cosmopolitismo de origen alemán. En él, confluye el cosmopolitismo ilustrado universalista junto con el cosmopolitismo romántico, el cual, sobrepone la idea de Nación a la de Estado. Según Duroselle, el cosmopolitismo universalista permanece vivo en Alemania durante más tiempo que en otros países dada la particular organización política estatal. En el cosmopolitismo universalista defendido por Kant, Schiller, Goethe... prevalece el individualismo como rasgo inherente al alma alemana. Frente a él, Herder divulga un pensamiento nacionalista, el de la recuperación del Volk, la comunidad nacional que cada individuo integra con el aprendizaje de su lengua materna. Estos dos conceptos, cosmopolitismo e individualismo serán divulgados por Ernesto Bark, como rasgos modelos del hombre de la Modernidad. Aunque resulte contradictorio, Bark rechaza el concepto de nación -una entidad artificial- que ha de ser superada y aniquilada gracias a la cooperación de todos los hombres de todos los países. Como tantos otros intelectuales coetáneos, este cosmopolitismo sentimental, pacifista e idealista, no le impide, ni mismo tiempo, esgrimir opiniones nacionalistas.

Estas iniciales inquietudes cosmopolitas de Ernesto Bark quedan consignadas en sus primeras obras escritas en alemán: Russlands Culturbedeutung. Betrachtungen eines Deutsch-Livlanders (Berlín, 1882), traducido al español bajo el título El nihilismo y la política rusa (Barcelona, 1882), Wanderungen in Spanien und Portugal (Berlín, 1883), Der Spanisch-deutsche Konflikt um die Karolinen und die Revolution in Spanien (Hagen, 1885) y Deutschlands Weltstellung und Aufgabe des Deutschen im Auslande (Zurich, 1890). Estos primeros análisis de política internacional y psicología social son esencialmente pangermanistas. Alemania se proyecta como un modelo de sociedad de progreso con una función civilizadora. Bark, como corresponsal internacional, se proyecta a su vez como enlace cultural para estrechar las relaciones internacionales y acercar España al hegemónico Imperio alemán.

En este periodo pangermanista, Bark analiza cada uno de los aspectos de la psicología y de la política germana susceptibles de estrechar las relaciones entre las principales naciones europeas. Es obvio que las circunstancias históricas orientan sus juicios frente a Francia. A la política internacional se sobrepone la idea de raza, que escinde Europa entre germanos y latinos. Aunque prevalece la creencia en la supremacía del «genio alemán» frente la decadente raza latina, Bark pronostica el equilibrio en los caracteres por la naturaleza complementaria de ambas razas, atendiendo sobre todo a italianos y españoles. La sal «ática», la pasión y la acción se conjugan perfectamente con la profundidad, serenidad y el rigor germano, por citar un ejemplo4.

La hegemonía política, espiritual y cultural del Imperio alemán contrasta con la incompleta y tendenciosa influencia internacional de la demás potencias europeas. Para Bark, Francia representa la arrogancia, superficialidad y decadencia, simbolizadas todavía con la imagen de la monarquía de Luis XIV. La hegemonía italiana es específicamente artística por carecer de una política de talla. Sobre los ingleses pesa un acendrado materialismo mercantilista. Por último, los españoles viven anclados en un pasado civilizador que no han sabido actualizar (Bark 1890: 106). Por consiguiente, el equilibrio de las tres esferas hegemónicas -política, espiritual y cultural- erigen el Imperio alemán en árbitro de la política mundial y pionero de la construcción de la fraternidad. Recordando a Fichte, Bark considera al pueblo alemán -individualista, cosmopolita, culto, sereno- especialmente apto para la lucha por la libertad y el progreso, lo cual refuerza su papel de guía internacional. En suma, Alemania ha de encaminar a los pueblos hacia la fraternidad propuesta como internacional o universal. Para ello, Bark confía en el derrocamiento de las monarquías, la desaparición del militarismo y el clericalismo y el triunfo de la democracia en un marco reformista europeo.

El concepto de cosmopolitismo que Bark esgrime en sus textos una influencia política con influencia cultural, para sustituir al cosmopolitismo francés en el que ambas esferas habían funcionado por separado 5. El carácter socio-político con el que se enriquece el cosmopolitismo es propio de la coyuntura, puesto que la Revolución científica e industrial introdujo nuevas variantes en el paradigma europeo: el desarrollo de las comunicaciones, el transporte, la expansión económica, la creación de los grandes bancos, las empresas y el comercio de rango internacional... Asimismo, la apología al socialismo alemán, del que ofrece una visión marcadamente romántica, constituye otra de las claves fundamentales para el desarrollo del cosmopolitismo moderno. Paulatinamente, el cosmopolitismo es equiparado o sustituido por el Internacionalismo, término clave del ideario socialista, como el aforismo que concluye el Manifiesto del partido comunista de Marx y Engels: «Proletarios de todos los países, ¡uníos!».

Bark define el internacionalismo como una fuerza o corriente de poder internacional, que él analiza en el marco europeo. Simbólicamente, los principales actores del poder en política interior y exterior son tres: la internacional del oro o capitalista, la internacional negra o religioso-clerical, la internacional roja o democrático-social. Las dos primeras configuran las fuerzas corruptoras que controlan la vida económica y financiera. La tercera, la Internacional roja «la inteligencia colectiva de las masas», representa la promesa de futuro de los movimientos socialistas como sustituía de la Internacional negra. La Internacional roja es, en palabras de Bark:

La Internacional de la democracia, la fraternidad de los pueblos, el culto a la Justicia, Solidaridad y Libertad, Resultante de dos mil años de civilización europea no puede identificarse con los estrechos sectarismos de tal o cual escuela económica, política o religiosa.


(ib. 10-11)                


El Internacionalismo rojo es una corriente civilizadora que apela a la colaboración de intelectuales y proletarios estimulados «por el aliento vivificador de la libertad». Libertad, insiste, «de conciencia, política y organizativa» (Bark 1902: 6-11 y 1903: 231-240 y 260-263). En la conquista del poder, el Internacionalismo rojo, «inteligencia colectiva de las masas», ha de ser integrador de todas las tendencias progresistas sin sectarismo de escuela para proponer la reforma -y no la revolución- de las sociedades.

A partir de estas primeras bases internacionalistas, Ernesto Bark desarrolla un proyecto de Política social que elabora en una enjundiosa bibliografía en español (1900-1907). Su originalidad reside en ser el:

primer ensayo para resumir toda la ciencia sociológica basado sobre el conocimiento completo de la bibliografía respectiva francesa, española, italiana, portuguesa, inglesa y rusa; bibliografía que facilitará el estudio independiente para los que quieran seguir rumbos diversos.


(Bark 1890: 5)                


No estructura en torno al modelo de República, que él consigna Social, por fundamentarse en los estudios sociales, en el desarrollo de un socialismo reformista -de corte proudhoniano y de carácter científico al que designa como Socialismo positivo. Los estudios de psicología de las Naciones que Bark emprendiera con sus viajes resultan esenciales puesto que sistematizan los factores determinantes de los caracteres de los pueblos y su influencia en todos los órdenes de la existencia. La Psicología de las Naciones permite, por lo tanto, analizar la adecuación de las reformas propuestas por la Estadística Social y anuncia los derroteros de la política internacional. En sus interpretaciones subyace, no obstante, el trasfondo darwinista de la época, de modo que cualquier análisis social puede quedar respaldado por presupuestos supuestamente biológicos. La impronta de Chamberlain es evidente cuando, por ejemplo, Bark reconoce en el internacionalismo o cosmopolitismo moderno el carácter competitivo vital, la exacerbación nacionalista y la carrera imperialista6; los cuales se rigen por relaciones de explotación. Empero, el Socialismo científico convertiría les relaciones de explotación en relaciones de solidaridad utilitarista, erradicando el concepto paternalista de fraternidad.

El modelo de República Social que Bark proyecta se sustenta en los principios de democracia, libertad, progreso y solidaridad. Estos principios de orden universalista se circunscriben en la práctica al Antiguo Continente, ya que Bark defiende la supremacía de la raza blanca en nombre del progreso y la libertad, pero en especial, porque históricamente ha sido «el fermento progresivo», «en medio de civilizaciones petrificadas o detenidas en su infancia» (Bark 1903: 273-274 y 1907: 30). Observemos que la raza blanca o lo que llamaron la Europa de América, no formaba parte del paradigma.

Del reconocimiento de modos, costumbres, ideas y valores de la civilización europea, de un imaginario o de una representación colectiva, vamos a asistir a la prefiguración de estructuras e instituciones necesarias para el control, el desarrollo del poder y del capital cuando las ideas de nación, estado e imperio pierden su estabilidad tradicional. Si la identidad nacionalista e imperialista se define por el reconocimiento de sí mismo y frente al otro en un espacio cerrado por fronteras, el internacionalismo abre los espacios, de modo que la identidad nacional formará parte -sin por ello desaparecer- de una entidad superior -europea o universalista7-. Paulatinamenlu, la Europa histórica y antropológica -tesoro y fermento de civilización- será vislumbrada como una Europa política, económica y cultural en la que las identidades nacionalistas se diluyen en una identidad común, en unos rasgos compartidos o complementarios, en unas instancias organizativas que recogen los mínimos comunes de una nación. En la obra de Ernesto Bark, todo ello se traduce en la apropiación de conceptos cercanos pero de ningún modo homólogos. Son conceptos fluctuantes e imprecisos por las mismas circunstancias coyunturales en que surgen o se utilizan. Pese al carácter mundial universalista que pretende otorgar a los nuevos modelos socio-políticos, su definición se establece desde y para el marco de referencias conocido y al que abiertamente se le atribuye una autoridad histórica. El juego de fuerzas entre nacionalismos e imperialismos en esos sueños internacionalistas prepara, en este sentido, la identidad europea.

La República Social nace del concierto y la participación de las principales naciones europeas: Inglaterra, Francia, Alemania, Italia, España y Rusia. Para la construcción de este paradigma internacionalista, Bark selecciona dos criterios fundamentales; a saber, el carácter precursor y la especificidad del cosmopolitismo de cada una de ellas. El análisis de la psicología nacional, las relaciones de política exterior y el particular desarrollo socialista completarán puntualmente sus estudios. A modo de ilustración, apuntaremos sucintamente algunos de los rasgos más significativos del Internacionalismo que Bark recaba.

En opinión de Bark, el internacionalismo moderno se constituye a partir de las ideas fuerza de la civilización de los pueblos precursores; o sea, los pueblos latinos entre los que destaca a España, Italia y Francia como tesoro de los valores y tradiciones de Occidente. La antigüedad clásica, la civilización latina y el imperialismo romano son los referentes históricos de la civilización que renacen entre los socialistas y republicanos para preparar el advenimiento de la Revolución Social. El carácter internacionalista de Francia emana en particular de la Revolución, «cuna del socialismo latino», por su influencia en el devenir de la política y las ideas en Europa. La psicología del pueblo francés -superficialidad, entusiasmo, impresionabilidad, vanidad...-, el desfase entre sus grandes pensadores y el contexto socio-políticos son, según Bark, causas parciales del fracaso de la Revolución,

¿Qué tiene que agradecer Europa a aquella Revolución? ¿Es ésta, causa de sus libertades políticas o ha sido la causa de cincuenta años de retraso? ¿Debemos seguir el camino trazado por Danton y Robespierre o debemos rechazar sus crímenes y exageraciones como el mayor peligro para la libertad y el progreso?


(Bark 1890:3)                


La Revolución francesa no ha de servir de ejemplo a la Revolución Social, la cual, ha de trabajar en aras a la educación y concienciación de las masas populares. El socialismo científico y humanista interesan de modo particular a Bark por su influencia en España, sobre todo la figura de Pedro José Proudhon.

Las relaciones comerciales e industriales son las fuerzas coetáneas para el desarrollo cosmopolita, las cuales están ampliamente desarrolladas en Inglaterra y Rusia. En Inglaterra, la «Cartago Moderna», domina la Internacional del oro dado su fuerte desarrollo industrial, comercial y colonialista. Las organizaciones cooperativas, Trade Unions, podían haber sido un precedente del socialismo europeo. En Rusia, los mir, los artels y los Consejos Comunales son entidades colectivistas favorables al advenimiento de la Revolución Social, pese a sus circunstancias socio-históricas desfavorables y a la pasividad que caracteriza al pueblo ruso. Alemania, es estudiada como cuna de la Internacional Socialista de ámbito europeo por el marxismo y las demás tendencias moderadas como las propuestas por Eduardo Bernstein. Bark las recogió armonizándolas con el contexto español en una homónima Agrupación que él mismo fundó, la Democracia Social. Por fin, España es el escenario idóneo para realizar los primeros ensayos de República Social, por el compromiso efectivo del propagandista:

soy naturalizado en España y tengo por lo tanto derecho de exigir que progrese mi patria adoptiva. Mas tengo el deber de pagar hospitalidad trabajando con doble ahínco en favor de este país que no lo forman sus oligarcas, cortesanos de toda calaña, frailes y clérigos y demás parásitos;


(Bark 1906: 36)                


pero también por las condiciones socio-políticas y culturales de esta nación desgastada y extenuada que tenía que encontrar nuevas vías de reconstrucción. Bark alentador solía reiterar: «Renacerá España por la ciencia sociológica y el patriotismo purificado por un noble cosmopolitismo» (Bark 1890: 48). Ese renacimiento de las energías adormecidas del pueblo español, de sus nobles virtudes», latentes desde la civilización clásica se articulará en torno a la República Social que instauraría un socialismo democrático en España y se proyectaría internacionalmente.

Europa es pues la constructora del Internacionalismo moderno y ha de aunar todas las manifestaciones que van surgiendo porque, según Bark, todas confluyen en tres grandes objetivos: la abolición de las guerras y los ejércitos, la organización de un tribunal internacional de arbitraje y la convocatoria periódica de congresos internacionales para el concierto de las naciones.

«Las guerras son realmente pretextos para conservar un cuerpo de Ejército fuerte, que tiene por fin combatir las democracias y sostener la reacción de los reyes», escribe Bark para promover el movimiento antimilitarista. Estos movimientos arraigaban en los Congresos Internacionales para la Paz. Entre ellos, se detiene, en especial, en el celebrado en 1896 en Budapest en el que se revisan los gastos humanos y financieros de las naciones europeas en la preparación de las guerras de los treinta años anteriores.


(Bark 1882: 80-81)                


La expansión de la Internacional roja en el embrionario «Parlamento Internacional como lo soñaba Bluntschi y otros tratadistas de derechos de gentes»; así como su participación en los Congresos Interparlamentarios augura, según Bark, la «marcha hacia el progreso» porque no sólo se tratarán cuestiones de arbitraje, sino que:

pronto se discutirán con preferencia también los problemas sociales y tal vez nacerá en su seno la primera legislación internacional basada en los trabajos de estadística social que tan indispensables son para determinar los senderos a la legislación del trabajo.


(ib. 82-83)                


Bark consigna el nacimiento de los Congresos o Uniones Interparlamentarios en el Congreso Internacional de la Paz de París en 1878, por iniciativa de Edmond Tiaudière y sus sucesivas celebraciones hasta 1900, en París, Berna, Roma y La Haya en los que fue incrementando el número de países participantes. Bark solicita mayor presencia de los partidos socialistas, con el fin de iniciar una organización internacional «sencilla, económica y eficaz»; que en suma, vendría a ser precedente de una construcción efectiva de Europa para su proyección universal.

Apoyándose en los avances tecnológicos, la revolución industrial, los medios de comunicación y utilizando la estrategia educativa, el Socialismo positivo homogeneizará, uniformizará el saber y los valores universales, de modo que todo el mundo pueda, «en teoría», compartir el mismo sistema de pensamiento, las mismas escalas de valores y objetivos. Bark pronosticaba que una mayor circulación de Ideas favorecería el comportamiento solidario de todos los individuos puesto que el progreso se construye no sólo a partir de los avances técnicos y científicos, sino también a través del poder de las ideas y el ennoblecimiento moral de la sociedad. En su opinión, Revolución social y Revolución moral caminan a la par.

Por consiguiente, Bark va recensando cualquier tipo de tendencia internacionalista, desde las de índole científica, artística, literaria, técnica, agrícola a las meramente caritativos. Entre ellas, Bark atribuye especial importancia a la del feminismo internacional. Las reivindicaciones sobre la condición de la mujer en la sociedad contemporánea merecen una atención cuidadosa, en particular, respecto de las mujeres del Sur de Europa. La liberación de la mujer, la educación, la integración en la vida social activa, la independencia económica y social, el derecho al voto, la igualdad jurídica son algunos de los objetivos comunes de la Internacional feminista (Bark 1902, 1903, 1907). En ellos fundamenta Bark la reforma social puesto que la mujer es un agente primordial de propaganda en aras al desarrollo de una nueva sociabilidad. Por último, Bark piensa que el Internacionalismo librepensador puede contribuir a derrocar las tradicionales fronteras religiosas. El primer Congreso Internacional de Librepensadores se celebró en 1880, según consigna Bark, en Bélgica, por iniciativa del líder socialista Cesar Paepe8, con importante de convocatoria internacional. Este tipo de Congresos da muestras de solidaridad social y se han de extender a cualquier círculo u organización (Bark 1907: 249)9. Bark es consciente del desfase existente entre el pueblo y las élites rectoras de las instituciones respecto del cosmopolitismo. Por ello, educar a la masa amorfa, que evoluciona lentamente, ha de ser una prioridad internacional.

Las Letras en general, y en especial la prensa, por su inmediatez, estrategias que se deben emplear para facilitar la comprensión del individuo, la esencia nacional y las aspiraciones de cada nación10. Como Schlegel, Bark piensa que la tradición nacional se conserva en la literatura. Es decir, la literatura es «espejo del yo intelectual de un pueblo» (Bark 1882: 14) y conservadora de su acervo idiosincrásico. Es un organismo vivo en el proceso dialéctico de la historia, recoge el pasado e impulsa el presente hacia el futuro. Es un medio de expresión social y popular y puede ser utilizada como pedagogía social. Siguiendo a Fouillée y Guyau, Bark preconiza la difusión de la literatura para que las ideas fuerza se filtren en las conciencias» y transformen al público receptor de manera abstracta y placentera: «Una obra artística que impresiona, produce efectos revolucionarios a veces más duraderos que barricadas y batallas en las calles. La pluma es más poderosa que todos los cañones» (Bark 1901ª:70-71, 1907ª:196).

Con la democratización de la literatura, se podría despertar emociones y pasiones, educar la sensibilidad, elevar y adoctrinar al individuo. Esta instrumentalización de la literatura prevalece en su bibliografía y en sus colaboraciones periodísticas donde reclama con insistencia la presencia en toda creación literaria de los ideales progresistas y los valores universales. Sus novelas, Los Vencidos o La Invisible11, son mera traducción en universos ficticios de su particular singladura y de sus proyectos internacionalistas.

En la práctica, como ya citamos antes, estos principios impulsan a Bark a la creación de periódicos de índole internacional para el estrechamiento de los pueblos. Sus periódicos hispano-alemanes de literatura, política y comercio que se proyectan en la educación para el internacionalismo y dando a conocer España, aislada y ajena «movimiento europeo». La Deutsche-Spanische Revue (1887) y Spanien (1898-1899) ofrecen información amplia sobre la actualidad española y destinaban numerosas páginas a la vida cultural y la creación literaria. Bark funda, como órganos de sociabilidad internacional, algunas instancias desde las que intenta estrechar los intercambios o la adaptación de extranjeros en España. Entre sus efímeros y variados proyectos, destacan por su mayor solidez, la Biblioteca Hispano- alemana, desde la que facilitaba la circulación y traducción de cualquier tipo de obras en alemán y español. En la misma línea, funda algunas asociaciones como la Sociedad Políglota o la Agrupación Democrática-Social en donde propone conferencias y debates en diversas lenguas sobre temas internacionales. Basten estas breves anotaciones sobre la efectividad de su pedagogía social como estrategia para la circulación de ideas en ese espacio europeo que Bark quiere asentar bajo la República social. Las contribuciones de la filosofía social y de las Letras en el desarrollo de una sociabilidad internacional, así como la creación de Europa desde la ficción literaria son fundamentos del proyecto social de Bark para la modernidad que por su importancia atención particularizada y se escapan de los objetivos del presente trabajo.

Bark propagandista, Bark divulgador, es el fruto de su época, «el hijo de fin de siglo y eso no peca de modestia» (Bark 1900:10-11) como solía argumentar. Bark, apóstol de los tiempos modernos, se presenta como el propagandista del cosmopolitismo y el internacionalismo, los cuales van actualizándose en el marco de la experiencia personal, el desarrollo y la difusión de las ideas para participar en la construcción de lo que entonces fue un quimérico o visionario paradigma europeo.






Referencias

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