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¿Es lo bello un trascendental personal?

Luz González Umeres






1. Introducción

Pese a las numerosas tesis doctorales publicadas y otras en curso en la Facultad de Filosofía de la Universidad de Navarra, así como los abundantes estudios sobre el pensamiento de Leonardo Polo en las Revistas Studia Poliana, que edita la misma Universidad, o la digital de Miscelánea Poliana, órgano de difusión del Instituto de Estudios Filosóficos Leonardo Polo, me parece oportuno presentar las tesis de fondo de la antropología trascendental de este filósofo, continuador de la tradición aristotélico tomista, pero también un original y agudo crítico acerca del ser personal en dicho legado, tal como he tenido ocasión de escucharle en Seminarios Doctorales dictados en la Universidad de Piura durante los años 90.

La primera idea dice: «la antropología no es una ontología regional ni un capítulo de la metafísica, porque trata del ser personal, el cual no se reduce al sentido del ser que estudia la metafísica»1. El significado es el siguiente: «Uno de los capítulos centrales de la filosofía primera, sobre todo en la Edad Media, es la teoría de los trascendentales; al ser personal le corresponden también trascendentales, que se han de añadir a los descubiertos por la filosofía tradicional»2.

La ampliación de los trascendentales es la segunda idea de fondo, la «parte nuclear» del libro que cito y consistirá en «la exposición de los trascendentales que no aparecen en el elenco clásico»3. Polo ha sido consciente de los riesgos que corría al utilizar esta terminología para sus hallazgos, puesto que el «enfoque trascendental de la libertad aparece en varios pensadores modernos, por ejemplo en Kant y en Jaspers. Por consiguiente me exponía a caer en equívocos -dice- o a ser mal interpretado, porque, a pesar de la coincidencia terminológica, mi modo de entender la libertad es distinto de las especulaciones modernas»4.

Deja zanjada otra cuestión, -el riesgo de aparecer como un pensador original que expone algunas ocurrencias particulares-: «He de declarar sinceramente que dicha pretensión me es extraña. El acierto de lo que sostengo depende de su riqueza temática y de la validez del método con que se alcanza. Insistiré en este punto. Buscar la verdad comporta tratar de avanzar en la investigación. En la medida en que uno puede, debe hacerlo si es filósofo o científico. Ser original o no es una cuestión secundaria. Por otra parte en esas disciplinas no cabe proponer novedades sin encontrar un punto de apoyo en planteamientos anteriores, que merecen una glosa o una continuación»5.

La tercera idea se refiere a la distinción real de ser y esencia formulada por Tomás de Aquino. Dice Polo: «mi planteamiento arranca de la distinción de ser y esencia... que es la última averiguación importante de la filosofía tradicional», pero, esta distinción «no es enteramente compatible con otras nociones que el Aquinate recoge de la filosofía anterior»6. Asimismo, «la aludida averiguación tomista puede ampliarse, o aprovecharse mejor, si se estudia in recto en el hombre, esto es, si se distingue realmente el acto de ser humano, que es persona, de la esencia del hombre»7. En efecto, dado que el hombre «es una criatura muy especial, suficientemente distinta de otras, al investigar el sentido que en él alcanza la distinción real se evita tratarla en términos generales. Al generalizarla, la distinción real pierde su valor explicativo de la realidad creada»8.

Finalmente, la cuarta idea dice que la Antropología trascendental no es un retroceso al siglo XIII, sino todo lo contrario, permite «enfrentarse con lo que la filosofía moderna ha intentado sacar a la luz, (pero) entendiéndolo en términos correctos, es decir, sin deprimir la metafísica al proceder a la ampliación de los trascendentales»9. A este modo de estudiar al ser humano Polo lo denomina altura histórica, porque «la vía de avance está indicada también por la coyuntura, y estriba sobre todo en insistir en la antropología, porque el ser humano no ha sido suficientemente estudiado»10.




2. Los trascendentales personales

Polo sostiene que los trascendentales antropológicos se alcanzan como valor temático del carácter de además, y tienen que ver con una de las dimensiones del método filosófico que llama abandono del límite mental11. Dichos trascendentales son los siguientes: «el acto de ser personal al que llamo co-existencia, intimidad o ser segundo; la transparencia intelectual, que denomino intellectus ut co-actus; el amar que acepta, es decir, la estructura donal de la persona; y la libertad»12.

Sobre el primer trascendental personal dice Polo: «La co-existencia humana como tema susceptible de ser alcanzado, no aparece en la filosofía de Tomás de Aquino. Ello no obedece a una distracción de ese gran metafísico y teólogo cristiano; no es tampoco una mera omisión que pueda subsanarse con sólo añadir un capítulo nuevo a su obra, porque la razón de esa omisión es más profunda: se trata de que el impulso que alimenta la filosofía tomista no llega al tema; quiero decir que se queda corto, o mejor, que está frenado por la herencia aristotélica y el influjo de Averroes»13.

Polo abre una perspectiva nueva para penetrar en la intimidad de la persona, aquella que denomina ser segundo. Sostiene con audacia que es posible quitar los frenos de la herencia aristotélica y la de Averroes ejercidos sobre Tomás de Aquino: «la filosofía tomista se centra todavía en el estudio del hombre como sustancia y naturaleza. Aunque Tomás de Aquino desborda la perspectiva griega en metafísica, no extiende sus hallazgos al ser humano. Por eso entiende el paso de lo natural a lo sobrenatural según un cambio de la atención. La sustancia como fundamento de las operaciones naturales no está unificada con la consideración del hombre como criatura elevada»14. Esto se puede tratar, en nuestra coyuntura histórica, y por ello el tomismo «no es una filosofía superable sino continuable, que en antropología no contiene confusiones superficiales, sino tesis válidas susceptibles de profundización, de insistencia, es decir, verdades no agotadas y sí abiertas a una revisión. El agotamiento del tomismo histórico se cifra, concretamente, en que la comprensión del ser está debilitada por el límite mental. El tomismo es una síntesis de filosofía cristiana en que el límite mental todavía no ha sido detectado y en que, por tanto está frenado el impulso hacia la antropología trascendental»15.

Si bien la filosofía tomista puede ser continuada con la antropología trascendental, ello no es posible a partir de los postulados de la filosofía moderna. Polo es tajante al sostener esto: «la filosofía moderna sí es superable, dice. Aquí entiendo por superación dar razón de una inane identificación del sujeto humano con la objetividad pensada. Entender la identidad como nexo del sujeto con el objeto comporta, por un lado, que el objeto es construido y, por otro, que el sujeto se reconoce en él, esto es, que se recobra en el modo de volver a tener lugar como objeto. Esta versión de la identidad sólo se explica si la pretensión de sí mismo se eleva a postulado absoluto»16.

El modo de superar el idealismo se logra oponiéndose a la desvirtuación de la libertad que la pretensión de sí conlleva. «A medida que la pretensión de sí avanza, la libertad va siendo sumergida en el pensamiento. El aprisionamiento de la libertad en la construcción de la identidad del sujeto con el objeto es una desviación filosófica que tiene lugar a expensas de la libertad. Por eso, superar la filosofía moderna es rescatar la libertad»17. El idealismo no logra su propósito, porque el objeto, es simplemente, el límite mental. Dice así: «el idealismo marca la pérdida del valor trascendental de la persona humana, por lo mismo que se constituye como pretensión de sí. El binomio sujeto-objeto es el anegamiento de la co-existencia humana en el pensamiento, no la auténtica apertura de la antropología trascendental. Centrar la atención en el haber para interpretarlo como idéntico a la persona es una arbitrariedad. El idealismo no es simplemente un error temático, sino una decaída de la co-existencia humana como libertad»18.

Aprovechar los errores del idealismo es necesario para la filosofía tradicional. Polo sostiene que el error temático que elimina la co-existencia como libertad ofrece una utilidad inmediata al realismo, la cual es preciso aprovechar. Lo útil en este caso es darse cuenta, «detectar el límite mental y su abandono en antropología. Tal utilidad permanece sin aprovechar en el horrorizado rechazo del planteamiento idealista por temor a perder la realidad o la fe. Dicho aprovechamiento exige desechar el temor a quedar prendido en la intuición de sí mismo al estudiarla. El idealismo pone sobre el tapete, de señalada manera, la cuestión del límite mental, cuya detectación es imprescindible para la continuación de la filosofía tradicional»19. Alcanzar, pues la co-existencia humana exige la renuncia a la pretensión de pensarla, es decir, de encontrarla en el objeto o como objeto.

El segundo de los trascendentales personales: el intellectus ut co-actus, lo denomina intelecto personal o también transparencia. Es decir, el ser personal se convierte con dos dimensiones de la persona, la transparencia del intelecto personal y en el amar trascendental. Este último sería otro de los trascendentales personales. Lo que Polo sostiene refiriéndose al intelecto personal es que éste no logra alcanzar su tema. Dicho en otras palabras, no es sólo además de la persona humana, sino que el tema la trasciende. Por ello se puede entrever que el intelecto personal manifiesta fidelidad a su índole de intelecto creado. Así «el intellectus ut co-actus es solidario con el hábito de la sabiduría»20, pero también, en orden a su tema, si bien es cierto que el intelecto personal no se alcanza, sin embargo, se busca21. Esta búsqueda da noticia de que la persona carece de réplica, pero también va más allá del aislamiento. En tanto que la búsqueda va más allá se ha llamado orientación. Trocar el alcanzarse en búsqueda equivale a convertirse en ella, esto es, a «orientarse o, a la fidelidad del intelecto personal humano a su índole de criatura»22. Así pues, trocarse en búsqueda es enteramente compatible con la transparencia: la búsqueda de réplica es la orientación. «La transparencia creada se describe como limpidez. Lo que llamo limpidez es el a través de la transparencia, la luz atravesada de luz. Esto significa que la transparencia no alberga dentro ningún inteligible, es decir, que no es un hábito intelectual adquirido. Su carácter de co-acto es la limpidez de su a través, y no lo que Aristóteles llama nóesis noéseos nóesis, ni lo que Hegel llama síntesis»23. Por todo ello, al ser personal convertido en intelecto personal Polo lo llama «el núcleo del saber, es luz en la luz, es decir, la transparencia. Sin la transparencia intelectual no es posible hablar de intimidad como apertura hacia dentro»24.

El tercer trascendental personal ha sido mencionado al paso: es el amar trascendental como estructura del dar25. Afirma que el dar ha de ser aceptado. En efecto, «el don creado, que es la persona humana, apela a ser aceptado por su Creador. El hombre no existe, sino que co-existe, porque es la criatura donal»26. Señala que Tomás de Aquino «interpreta frecuentemente la creación como causación eficiente y final, pero en otras ocasiones la describe como donatio essendi». Esta segunda acepción es pertinente en el caso de la creación de la persona. El acto de co-ser personal humano es un don creado. Ahora bien, si la creación es la donación del ser, el ser creado se dobla en dar y aceptar. Sin ese doblarse la co-existencia no sería radical. Entre otras cosas este aceptar es un aceptarse por parte de la persona. «Si ser creado es un don, a la criatura le corresponde, ante todo, aceptarlo, es decir, aceptar ser. Es inadmisible que el ser donal no sea aceptar, pues, en otro caso, el don divino quedaría paralizado: no sería entregado. Ahora bien, la aceptación del propio ser se traduce inmediatamente en dar, pues si entregar el ser -cuya aceptación somos- no fuese inmediatamente dar como ser, la paralización de la donación divina tendría lugar en la criatura, lo que es un absurdo. Se ha de añadir que, a su vez, el dar creado se remite, buscándola, a la aceptación divina»27.

El carácter donal de la persona, «pone de relieve el amar. Se dice que amar es trascendental o que se convierte con el ser personal, porque el sentido más alto de ser es dar»28. La persona es co-acto de ser porque equivale a dar y porque dar sin aceptación no tiene sentido. Hay que tener en cuenta que el amar humano, a su modo, es carencial y la estructura donal de la persona se ha de completar acudiendo a su esencia, es decir a sus obras. Esto no sucede con la búsqueda intelectual, ésta no requiere completarse en el nivel de esencia. Sin embargo, el intellectus ut co-actus se convierte con el amar trascendental en la transparencia. Polo explica: «El intellectus ut co-actus es la elevación al nivel trascendental de lo que en la tradición se llama intelecto agente. Se suele decir que el intelecto agente no se conoce a sí mismo, sino que es una luz que permite conocer los inteligibles. Según mi propuesta, es el acto radical del que dependen los otros actos intelectuales, los cuales, por ser inferiores a él no lo conocen de ninguna manera. Sin embargo, en el orden personal, el acto intelectual se convierte con la persona. El intellectus ut co-actus es el núcleo del saber, desde el cual -radicalmente- se ejercen las operaciones y los hábitos; pero él no es estrictamente ninguno de ellos, por ser el acto intelectual superior. Que la persona sea el acto intelectual superior no comporta la identidad intelectual, pues la identidad es exclusiva de Dios»29.

El cuarto trascendental personal es la libertad: «sostener que la libertad es un trascendental antropológico equivale a declarar incompleta, y aún incorrecta, toda interpretación del hombre que no incluya la libertad. Pero no se trata tanto de comprobar la existencia de la libertad en las manifestaciones múltiples de lo humano, como de señalar que ninguna de esas manifestaciones es posible sin la libertad personal o prescindiendo de ella. Una prueba indirecta la proporciona la capacidad de proyectar propia del hombre. En definitiva, probar la tesis propuesta sobre la libertad equivale a alcanzar la libertad, en tanto que de ella depende intrínsecamente la esencia del hombre considerada como disponer»30. Preguntemos ahora por la posibilidad de añadir un quinto trascendental personal, la belleza.




3. La conversión del ser personal en belleza

Releídas una y otra vez las descripciones polianas sobre los trascendentales personales, en mi opinión se percibe al pulchrum latiendo tras cada una de ellas. Yo diría que en el primero de los trascendentales personales -el acto de ser segundo o lo que Polo también llama intimidad- reside, por decirlo de algún modo, el ámbito propio de la creación artística31. En efecto, en la actualidad me ocupo de investigar el proceso y el acto de la creación artística y así puedo ver, en esa apertura interior y hacia dentro de la cual habla Polo, el ámbito en el cual el artista descubre la belleza, o mejor dicho, ésta se le presenta en forma de carencia de réplica. Este es el hontanar del cual brotará siempre nueva, la inspiración artística, el co-existir.

En el segundo trascendental personal, el carácter de además de la persona, «se trueca en búsqueda, a saber, el intelecto personal y el amar trascendental»32. La búsqueda será actividad intelectual en pos de la luz. El intelecto personal, que a su vez es luz que ilumina desde dentro, conducirá al artista a través de un itinerario interior que los Maritain han denominado pre-consciente espiritual33, en el cual el creador pre-siente la obra de arte. Acto seguido acontecerá un desdoblarse del artista en la obra que ha ido gestando su espíritu34. El vértigo que acontece al creador en este período, lo advirtió bien Platón, y refería que los poetas cuando son poseídos por las musas, se conducen como locos. Algo de esto les pasa, efectivamente, a los artistas, cuando han sido tocados por la belleza.

El tercer trascendental personal se trueca en búsqueda como amar trascendental. Pienso que en la estructura donal, tal como ya se ha mencionado, el dar es lo que dinamiza el proceso amoroso de búsqueda -de forma- para lo bello. En cierto modo estaríamos refiriéndonos a encontrar el ropaje para «el árbol nunca antes visto por el artista», esto es, el árbol íntimo, el árbol bello, en el cual la intimidad se vuelca y refleja. La obra ya vista por el intellectus ut co-actus, es amada por el artista creador, quien prosigue tenazmente el trabajo poiético envuelta en el proceso amoroso de darle forma. Por ello, tanto el proceso de configuración del árbol como la forma constituyen un don.

La libertad, cuarto trascendental personal, ejercida en dualidad con el co-existir, actuará en todas las facetas de la conversión del ser personal en belleza. La libertad en terminología poliana es disponer, y queda claro que la creación de la obra de arte es el resultado del disponer de la propia libertad y esto en todos los pasos del itinerario interior. ¿Pregunto, no es por éstas y por otras razones que el ser personal se convierte en belleza, y que en esa conversión está la clave de la obra de arte? Por eso, en la belleza, la libertad se alcanza a sí misma, es decir, el método alcanza su tema. El tema de la libertad es Dios. Por eso, alcanzar el tema es lograr asir un destello de la Luz que está sobre toda luz. Y ese destello es el pulchrum.





 
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