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España, despierta

José del Campillo y Cossío

Críticas e instructivas reflexiones correspondientes a varios e importantísimos asuntos para el mayor régimen de la monarquía española. Con los documentos más útiles para el régimen que a cada uno respecta



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Exordio

     1. Vuelva a sentir el espíritu de mi nacimiento español el rubor justo que le causará esta continuación de mi noble empeño porque, o ha de ser ingrato a las leyes de la naturaleza, o insensible a los gritos de la razón, aquel hijo a quien no haga lastimosa impresión un vergonzoso estado de su madre, además que nunca se preserva ningún miembro del daño que padece la cabeza.

     2. Vuelva igualmente a temblar la mano, pues vuelvo a tomar la pluma, que aunque es principal objeto el beneficio de mi patria al que alentadamente aspiran todos los pensamientos de mi filial amor, le causará, no obstante, gran sonrojo, porque no habiéndose conocido hasta ahora un físico tan sabio que cure sin que sienta el enfermo los sinsabores de la medicina, ni que sin inspeccionar la causa del accidente pase a la aplicación del remedio; ha de tener España que tolerar todas estas amarguras tanto en la práctica de mi método curativo como en la relación de su dolencia.

     3. Tan fatales síntomas son los que han alterado el respetable nombre de España que, deshauciándose ella misma, se entregó al que parecía sueño y era premisa de su letal destrucción. Nacía ésta del cruel accidente del descuido, y mal podía hallar alivio en otros apetecidos medicamentos cuando le era tan repugnante el único del cuidado.

     4. Más separándome de alegóricas expresiones, que aunque descubren el concepto, dejan para algunos no comprendida la idea, digo que voy a escribir de España, contra España (y para España), tres circunstancias que aunque parece no se convienen, haré por manifestar cómo se conciertan.

     5. Escribo de España lo que no quisiera escribir, escribo contra España porque la retrato tan cadavérica como hoy está, y escribo para España deseando sea lo que debe ser.

     6. De España escribo, no como debiera España merecer que se escribiese, sino como lo pide su lastimosa presente situación. Contra España escribo según merece el descuido de su angustia, pero esto es más para despertarla que para ofenderla; y por esto escribo para España, porque notar el daño y advertir el remedio es más admirable efecto del amor que horrible producto del vituperio.

     7. Muchos se levantarían si hubiese quien les diese la mano y pocos habría sepultados en el abismo de la miseria si no faltase quien les manifestase el camino de la felicidad. Un corto reflejo de luz no es menos estimable en una grande oscuridad que todo el cúmulo precioso de las luces del sol en medio del día; aquello se estima como presagio dichoso en medio del peligro y esto como natural efecto que no puede faltar.

     8. Al ver caída a España en su triste presente estado, aunque no en la cuenta de su mortal e injusto alucinamiento, y sepultada en el océano de sus males, pudiendo estar ceñida del invicto laurel de sus glorias, acude pronto el deseo de mis aciertos a la cuidadosa reflexión de sus tragedias; por esto escribo de España. Noto, sin ponderar, sus decadencias como fatales abortos de sus destemplanzas, y dispongo los eficaces benéficos remedios que pueden no sólo extraerla de su funesta situación, sino colocarla en el supremo emporio de su grandeza. Y esto es escribir para España.

     9. Cierto es que sólo el reverente amor de hijo debe ser el reverente cendal que enjugue las lágrimas de su angustiada madre, pero también es cierto que aunque no carece España de bastantes hijos que esto ejecutan, tiene muchos más que se desvían de tan justa obligación, y aún estando depositada en ellos la de avisar este daño para conseguir el remedio, o se olvidan de que la tienen, o no la conocen y trastornada así la máquina de la monarquía, ésta padece los oprobios de los extranjeros, mientras aquéllos se ceban en sus riquezas propias.

     10. Uno soy de los que deben reconocer tan importante obligación por lo que inspira la circunspección de mi ministerio; aseguro he cumplido con ella en este particular, dando más de una vez noticias del deplorable estado de la monarquía española; pero, o ya porque las fuerzas no alcanzan donde quieren los deseos, o ya porque el rigor de las armas ha debilitado los ánimos, o ya porque se opuso la malicia asociada de la ignorancia, o ya por todo junto, lo cierto es que habiendo expuesto con entereza y solidez mis discursos, quedaron sin ejecución mis razones.

     11. Por lo mismo las escribo, que aunque sé que si un elemento se llevó aquéllas, puede otro convertir en cenizas a éstas; con todo reconozco que no todos los hombres piensan de un modo y que tanto con esta obra como con otra que la antecede y la cito varias veces cuyo título es Lo que hay de más y de menos en España, las que dejaré unidas y en parte donde me sobrevivan, por si tal vez puede tropezar alguno en ellas tan en tiempo y con influjo tan poderoso que logre la práctica de lo que cada una produce contra cuantos escollos se le opongan.

     12. Entre los heroicos blasones con que la España ha sido siempre celebrada por todas las naciones del orbe, no es el más pequeño en la abundancia y fertilidad, significado con el manojo de espigas con que se pintó. Emularon los extranjeros este blasón, porque se combinaba verdaderamente con los frutos españoles; no los daba solamente la tierra, sino también los entendimientos. Ganaron nuestros antiguos españoles este tan decantado blasón por sus armas y sus plumas; vivían tan iguales en ellos los bélicos furores de Marte como los rígidos rasgos de Minerva. Era España el terrible teatro donde depositaba sus rayos Marte y el eminente emporio donde tenía su sabiduría Mercurio, mas de lo que fue asombro de los ajenos hicieron vicio los propios.

     13. Adormeciéronse los españoles y fueron dejando inculto el admirable ejercicio de sus espíritus y talentos, o embelesados con su fama, o satisfechos con su poder, y de esto se siguió que pasando de unos a otros el olvido de las glorias de aquel blasón se desmedró la semilla, y del grano que habría de servir para preciosa víctima de la reputación se hizo cruel sacrificio en las tiranas aras del ocio, y como este estado, tósigo o fuego que consume a quien lo prueba, los mismos españoles que lo gustaron fallecieron en el estado de la ignorancia en que viven, sin cuidar más de la fertilidad que perdieron, con la cual agarraron violentamente de la mano de la patria el símbolo de su glorioso timbre y desmenuzando en los brutos brazos del deleite y de la inacción las espigas, las convirtió después en secas y áridas aristas la torpeza y la afeminización.

     14. Con el amor de buen hijo al ver el riesgo fatal de este daño, imitó al mudo de Ciro, que siéndolo y advirtiendo que con mudas cautelas querían dar muerte a su padre, habló con la fuerza del afecto y logró estorbar su tragedia. Así yo, que aunque mudo en la elocuencia, sin palabras para tanto empeño y sin facultades para tan alto asunto he reventado en el conflicto de España y dándola voces filiales la procuro librar con las materias de mi discurso de los oprobios de su sueño; que aunque carezco de los realces de la elocuencia para una empresa tan ardua, me alienta para emprenderla el saber que para dirigir a un ciego es más necesaria la voluntad que el entendimiento y que no voy a discurrir en materias problemáticas para dar dictamen, sino es en casos verdaderos que necesitan reparo.

     15. Muchos papeles se han escrito en el asunto presente, pero los más, habiéndose formado para remedio de la nación, sirvieron de motivo para la mofa extranjera, porque estaban escritos con más sutileza que sustancia y como estas experiencias me avisan, escribo, no guiado por la senda de la contemplación, sino dirigido por el camino de la rectitud; no haciendo alarde de erudito, sino mostrando mi amor a la verdad; no por los trámites que inspira la ambición de los aplausos, sino por los términos que influye mi voluntad a la patria y, en fin, escribo buscando en la realidad las voces para que en ellas pueda hallarse la realidad.

     16. Lo que más acredita la certeza de estas razones es que así esta obra como la que le sirve de primera parte ya citada, no las ha visto otro que el que las copió, y puestas en el destino en que se hallarán, entregué los borradores de originales a la voracidad del fuego. Y es constante que si fuera mi ánimo el de adquirir fama con ellas, hubiera tomado otro rumbo, pues es opuesto para conseguirla el sepultar en las cárceles del silencio los productos que pueden darla.

     17. También confieso que no me ha movido para este hecho alguna vaga arrogancia, sino un efecto de la prudencia: hállase España hoy tan deteriorada por las formidables guerras de que aún hoy no ha terminado de salir, que le es imposible despertar con los remedios que la aplico del angustioso sueño que padece y además de ser trabajo mal empleado, es cierta especie de inhumanidad hacer presente al enfermo lo que le puede dar vida si se conoce le es imposible el alcanzarlo.

     18. Dormida está España y permanecerá así hasta que hallándose con más fuerzas en el Erario y con menos inaplicación en sus hijos se desembarace de su sueño y ponga en práctica los remedios que la suministro, en cuyo caso podrá justificarse en ella realmente el título que doy a esta obra que es el de España Despierta, que cuando logre este nombre por las luces de la verdad y no por las sombras de la adulación será respeto de sus enemigos, teatro de las riquezas, taller de las armas, depósito de las letras, centro de las felicidades, emulación de Europa y admiración del mundo.

     19. A esto es a lo que aspiran únicamente mis tareas y mis deseos y a esto se terminan todas las máximas providencias y disposiciones de mis obras, y para que esto se consiga suplico y encargo a cualquiera de mis sucesores en el ministerio de mi cargo y a todo ministro que hallase o tuviese noticia de ésta y de su primera parte ya expresada, las examine con prudencia y, desmembrando los errores que notase, las tomase bajo su protección, de tal manera que haciendo constar al soberano lo que tengan por bueno, sean suficiente sus eficaces influjos para desvanecer a aquellos que se opongan a su práctica, pues el conseguir ésta será la más grande retribución de mi trabajo y el mayor premio de mi desvelo, porque resultará en lo que tanto apetezco, que es el mayor beneficio de España, a que todos sus buenos hijos debemos concurrir con consejos y con determinaciones.

     20. Ruego a Dios llegue al grado de reputación y autoridad que ha tenido y merece y al último extremo de las felicidades que puede y debe tener y ha perdido, porque como faltó en sus hijos la noble ambición de sus glorias no sientan el fatal estrago de sus ruinas.

     Y lo firmo de mi mano, en veintisiete de febrero de mil setecientos cuarenta y dos.-D. JOSEF DEL CAMPILLO Y COSSÍO.

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