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31

Alfonso Rey. op. cit., págs. 168-171.

 

32

Cf. págs. 17, 27, 51, 160, 171.., El simbolismo religioso del Nini es analizado por Pilar Palomo, en su trabajo ya citado, págs. 193-196 y 199. P. Palomo habla de su carácter de niño-dios y lo relaciona con uno de los topoi de la cultura occidental, el del puer aeternus del mito Aquiles-Quirón.

 

33

La risa del Nini es el tema del capítulo 6 de la novela. A manera de leit-motiv se alude allí a los distintos matices de su reír: «arteramente» cuando engaña al Furtivo, «silenciosamente» cuando comprueba la cobardía de la Mita, «a carcajadas» mientras persigue a un zorro a través de los sembrados o «sin rebozo» y «complacidamente» viendo jugar al zorrito que ha cuidado. Y el Nini pasa de la sonrisa a la risa v llega a la «carcajada estridente» al seguir el rastro de una liebre entre la nieve (pág. 81). La risa tiene una gran importancia en Las ratas: el Furtivo ríe cuando le muestra al niño el cadáver del zorrito (pág. 62) y su «sonrisa carnicera» (pág. 166) aterra al Nini. El Justito ríe «con gruesas carcajadas» (pág. 121) cuando cree que hay petróleo en su casa y el Pruden sonríe «escépticamente» ante la pretensión de los extremeños de convertir Castilla en un jardín (pág. 86) o ríe «como un estúpido» cuando percibe que aún hay remedio para la cosecha (pág. 151). Los hombres sonríen ante la posibilidad de la lluvia deseada (pág. 112). Y la «sonrisa blanca» del ratero de Torrecillórigo, en contraste con su rostro atezado, funciona como motivo que se repite cada vez que el personaje entra en escena.

 

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La muerte está presente de muchos modos en Las ratas: desde la muerte violenta en la guerra civil (el Viejo Rabino, el primo del cura) a la muerte por causas naturales. El Nini ha visto morir a sus abuelos y al viejo Centenario, sabe de la muerte de un niño, el hijo ocultado por la Sime, y ha visto al Antoliano trabajar en la fabricación de un ataúd. Pero, sobre todo, es testigo mudo del brutal asesinato cometido por su padre al final del relato.

 

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No deja de ser curioso que la novela no incluya ni un solo rasgo físico de este niño, cuya presencia es abrumadora a lo largo de las páginas de Las ratas. Únicamente se alude en varias ocasiones a «su sucio pie desnudo» y a su gesto de acariciar con él a contrapelo el lomo de su inseparable perra Fa.

 

36

En César Alonso de los Ríos, op. cit., pág. 147.

 

37

Las observaciones de Ramón Buckley acerca de la manera en que Delibes construye sus personajes son absolutamente pertinentes en el caso del Ratero. Delibes -afirma Buckley- «se ocupa del hombre como individuo en sus novelas. Busca aquellos rasgos que hacen de cada persona un ser único, irrepetible. [...] Delibes expresa la «singularidad» de cada uno de sus personajes al dotarles de tres cualidades esenciales: un nombre, una manía y un camino». Cf. Ramón Buckley, op. cit., pág. 85.

 

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Pilar Palomo, op. cit., págs. 178-180.

 

39

Ibídem, págs. 186-187. La función de enlace que cumple el Rosalino entre el pueblo y el capitalismo agrario es similar a la que desempeña Justito, el Alcalde, como nexo entre la comunidad agrícola y el sistema estatal. Cf. ibídem, pág. 191.

 

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De nuevo ha sido Pilar Palomo quien ha puesto de relieve la importancia de este párrafo como «indicador de dos situaciones: la voluntaria adhesión de don Antero a un sistema económico injusto y la velada animadversión de los vecinos hacia el terrateniente». Se trata además del único momento en la novela en que se alude a «la existencia de un antagonismo -ya que no lucha- de clases». Cf. Pilar Palomo, loc. cit., págs. 180-18l.