Excursión arqueológica a las ruinas de «Cabeza del Griego»
Juan de Dios de la Rada y Delgado
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Hace algunos años que D. Román García Soria, diligente investigador de las antigüedades que se hallan desparramadas en los términos de las villas de Uclés y de Sahelices1, ofreció al Museo Arqueológico Nacional raras y preciosas muestras de los objetos notabilísimos que había logrado recoger; servicio á la ciencia que le valió honorífica distinción concedida por el Gobierno. Desde entonces no ha cejado en tan laudable propósito. Su casa, una de las mejores de la villa de Uclés, sita en la calle de la Baldesería, núm. 7, y el pequeño jardín que detrás tiene, se han transformado en verdadero Museo, á tal punto, que no bastando ya á contener aquellos venerables restos de la antigüedad, se ha dispuesto por el celoso gobernador de la provincia de Cuenca, D. Jerónimo Arenas, presidente de la Comisión de Monumentos, se trasladen á un local á propósito en el antiguo y espacioso convento de los Caballeros de Santiago, convertido hoy en colegio de altos estudios dirigido por el R. P. Arturo Calvet, el cual acogió con el mayor entusiasmo la idea, no siendo este el único rasgo de su noble amor á la ciencia. Como la mejor y más legítima recompensa que el celosísimo investigador y coleccionador de tales antigüedades, D. Román García Soria, pudiera recibir de la Comisión de Monumentos, le ha nombrado esta encargado y custodio de aquel naciente Museo, llamado con el tiempo á ser uno de los más interesantes de España2.
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Los que suscriben este informe, aprovechándose de la invitación que les hiciera, así el P. Calvet, como el Sr. García, acaban de invertir tres días (17-19 Setiembre) en reconocer los monumentos históricos y artísticos de que llevan hecha mención y en explorar otros nuevos, haciéndose cargo del estado en que se encuentran las ruinas de la ciudad poderosa, que amurallada ocupó el elevado cerro bañado por el Xigüela, y que en documentos antiguos, á partir del siglo XIII, tan pronto se apellida Medina como Cabeza Griega ó del Griego3.
En el
término de Uclés, un cuarto de legua hacia el
Oriente, nace el río Bedija, en el sitio que llaman
Fuente Redonda, que forma
un pequeño depósito, de cuyo fondo brota el agua
á borbollón, y en donde se encuentran restos de
construcciones probablemente romanas, que demuestran el cuidado con
que atendieron los antiguos habitantes de aquellas comarcas
á la conservación del fecundo manantial, que
convierte en hermosos oasis de exuberante vegetación los
alrededores de la antigua Ócula, mal llamada Urcesa, por los que han imaginado
reducir á Uclés aquella ciudad celtibérica,
que López Agurleta, mejor enterado, aunque no lo bastante
para decidir la cuestión, sitúa4
en la Osa de Montiel. A
corta distancia de la Fuente se extiende un vasto cementerio
romano, donde se conservan innumerables urnas cinerarias, que en
gran parte ha descubierto y hoy conserva en su
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Hace nueve años, uno de los que suscriben5, llamó la atención del Sr. García acerca de una lápida que á principios de este siglo fué llevada de aquel paraje al convento de religiosas dominicas de la villa de Uclés, y empotrada en la parte exterior de la tapia de la huerta, que da á la calle de la Trinidad. Aquella lápida, arrancada del muro y depositada por el Sr. García en el jardín de su casa, fué trasladada anteayer al naciente Museo del Colegio, y sacado el calco de ella que nosotros mismos tenemos la honra de ofrecer á la Academia.
Está abierta en el frente de un ara de piedra calcárea, de consistencia casi marmórea, que mide 0,70 de alto por 0,40 de latitud y 0,30 de grueso, y aunque desgraciadamente por uno de sus lados se halla desgastada, faltando algunas letras, esto no impide que pueda conocerse claramente su lectura.
La inscripción dice así:
Deo Aironi fecit familia Ocules(is) Use[t(ana)?]. C(aius), Titinni(us) Crispinu(s). Al Dios Airón lo hizo la familia Usetana del pago Oculense, procurándolo Cayo Titinio Crispino. |
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Ara del dios Airón, hallada en Uclés
El nombre
geográfico de Uclés queda manifiestamente descubierto
en este epígrafe, y corresponde por completo á la
más antigua de sus formas conocidas en documentos de la Edad
Media, que es la de Oclés, asignada en su
crónica por el ovetense obispo
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La divinidad Airón parece poder explicarse por el pozo ó manantial de que brota el río Bedija, que debió tener culto entre aquellos naturales, siendo este una nueva divinidad indígena, respetada como tantas otras por los romanos, que viene á enriquecer el no escaso catálogo de ellas descubierto por las inscripciones. Y á propósito de esta divinidad, merece consignarse la noticia de que en diferentes puntos de España se conserva el nombre de pozo Airón, atribuído á simas ó pozos naturales, que han dado origen á temerosas leyendas. Tal es el pozo Airón, en el término del castillo de Garci Muñoz, en la misma provincia de Cuenca; otro en la villa de Hontoria del Pinar, partido de Salas de los Infantes, provincia de Burgos, según nos lo avisa nuestro sabio compañero D. Francisco Coello; y aun en más lejanas tierras, como sucede en Granada, se llama también pozo Airón á una plazuela que hay entre sus calles, donde algunos ancianos cuentan hubo una sima con apariencias de volcánica.
Del descubrimiento de esta ara se infiere, que no todas las que se hallan en Uclés deban estimarse procedentes de Cabeza del Griego, á no intervenir un testimonio explícito de tal origen. Los caballeros de Santiago, que al reconstruir su casa conventual en el siglo XVI, echaron mano de las piedras que se encontraban en Cabeza del Griego y sus cercanías, natural era que aprovechasen mejor las que tenían más cerca en el antiguo pago Oculense.
De las varias inscripciones reseñadas por nuestro clarísimo Hübner como existentes en los muros de dicha casa conventual, tan solo aparece ahora la 3137 de su volumen II del Corpus Inscriptionum Latinarum, inscripción cuya segunda línea, donde lee PLIADI, debe rectificarse poniendo en su lugar, como la inscripción claramente muestra, PELIADI, dativo de pelia/j (paloma).
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Están ligadas las dos primeras letras, P y E. Mide el epígrafe 0,40 de ancho por 0,30 de alto.
Ocultas por gruesa capa de cal, no se han descubierto á nuestra investigación, en el refectorio de la misma casa conventual, las dos geográficas señaladas con los números 3121 y 3135 del mismo volumen del Corpus Inscriptionum, que hacen mención de las gentes LONGEIDOCVM y MESICVM, inscripciones que se mencionan por D. Diego de la Mota, como traídas de Cabeza del Griego para la obra del refectorio, á fines del siglo XVI7.
En la fachada oriental del mismo histórico edificio (fachada la más notable bajo el aspecto artístico y la más antigua), entre la cuarta y quinta de sus platerescas ventanas, y en la quinta hilera de sillares, á contar desde el friso del zócalo, hállase otra inscripción hasta ahora inédita, escrita en hermosos caracteres, que dice así:
Cayo Julio, Celtíbero, hijo de Cayo, de la tribu Galería, aquí yace. |
Mide el sillar en que esta inscripción se encuentra 1,14 de longitud por 0,54 de altura.
Esta inscripción se relaciona con la descrita por Hübner, bajo el núm. 3132, en la que se leen los nombres de Celtíbera, hija de Cayo Julio Clúmeno, acaso hermana del anterior, y de Julia Quintia, hija de Cayo Julio Cornuto.
Al examinar la
inscripción de Octavia
Pelias, á que dejamos hecha referencia, y que se
encuentra encima de la puerta de las antiguas caballerizas de la
casa conventual, llamó también la atención de
los informantes, notabilísimo resto de ornamentación
visigoda, llevado allí probablemente de la antigua
basílica que se
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En la villa de Sahelices hemos reconocido y calcado cinco inscripciones que están marcadas en el repetido Corpus Inscriptionum con los números 3108, 3124, 3127, 3128 y 3144. La primera de ellas, insigne porque hace mención de un Legado augustal, Propretor de la Tarraconense y Cónsul Designado, se llevó al sitio que ocupa en el corral de la casa núm. 6, calle de la Carretera, hace pocos años, desde la iglesia gótica, donde la vió nuestro Cornide, y en breve enriquecerá el Museo de Uclés. Las cuatro restantes adornan los lados de la fachada de la que es hoy casa-cuartel de la Guardia civil, y antes de D. Luís Rubio, calle de las Peñas, núm. 17.
Desgraciadamente fueron infructuosas nuestras pesquisas para encontrar las inscripciones sepulcrales de cinco obispos visigodos, halladas en la mencionada basílica cercana á Cabeza del Griego; las cuales, por decreto de la autoridad eclesiástica, se depositaron á fines del pasado siglo en la ermita de San Ildefonso, al Sur y en las afueras de la población. La ermita fué devastada hacia el año 1836, y quizá las inscripciones se encuentran bajo sus escombros.
Las
antigüedades de Cabeza del Griego, comenzaron á llamar
la atención pública en el siglo XVI. La Academia, al
sacar á luz en su tomo III de Memorias la escrita por D. José
Cornide8,
se gozó en darle por apéndice la relación que
había hecho Morales de su viaje á aquellas ruinas por
los años de 1572 á 1577; pero ya en 1546,
D. Luís de
Lucena había escrito, después de recorrer los
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Testimonio de la veracidad de estos autores, dan todavía las dos inscripciones que llevamos citadas de Octavia Pelias y Cayo. Julio Celtíbero, conservadas por fortuna, esta en la fachada oriental, y aquella sobre la puerta de las caballerizas del convento. Lucena vió la inscripción de Octavia, y si bien no copió la de Julio Celtíbero, no puede caber duda de que se trajo á la obra del edificio, como las otras ocho mencionadas por el mismo diligente médico y anticuario.
No cansaremos á la Academia, con la enumeración de las obras impresas y manuscritas, que acerca de aquellas antigüedades desde entonces se han escrito, y que sobradamente conoce, cuya síntesis ha hecho con la maestría que acostumbra el docto Hübner en el tomo II del repetido Corpus Inscriptionum, páginas 419 y 420.
Sin embargo, dos códices se escaparon á su investigación, sin duda por hallarse ocultos en Cuenca. Hélos aquí:
1.º
Diligencias de la
excavación de Sahelices. Códice en 4.º,
de 150 páginas, que posee y nos ha prestado el Sr. García
Soria,
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Empieza con el auto de provisión, fechado en Cuenca á 5 de Marzo de 1790, por el cual el obispo, atendiendo á las cartas que le dirigieron el cura y alcaldes de Sahelices, comisiona al doctor D. Roque Ballesteros, cura de San Pedro en Uclés, para que haga información jurídica sobre los sepulcros y reliquias de los venerables Sefronio y Nigrino y de otros prelados, recién hallados en la basílica visigoda. Entre varias declaraciones de los testigos, merece notarse especialmente la que prestó en Sahelices (6 Octubre 1790) el Lic. D. Juan Francisco Martínez Falero, alcalde del Estado noble, y autor de la Memoria que impugna la del P. Risco, y se dió al público en el tomo IV de los de esta Real Academia. El día 8 del propio mes y año, depuso D. Vicente Martínez Falero haber sido él quien recogió los tres fragmentos de la tapa sepulcral del obispo Sefronio, que era de alabastro blanco con vetas azules, y fueron descubiertos en 1760, y que los recogió con el propósito de completarlos, llevando adelante en sazón oportuna las excavaciones. Todas las declaraciones están conformes en asegurar que los monumentos epigráficos cristianos, que se habían descubierto, quedaban depositados en la ermita de San Ildefonso de la villa de Sahelices. Su inventario da comienzo en la página 132 del códice. El cual, además de las cristianas, contiene romanas, enumeradas por Hübner, bajo los números 3095, 3096, 3108, 3117, 3122, 3124, 3140, 3142, 3143 y 3163. La 3122, de donde sin razón convincente se ha querido sacar el nombre de Segobrica, decía, según la refiere el códice:
2.º
Memorias y relaciones
históricas y topográficas, civiles y
eclesiásticas de la ciudad de Cuenca, su obispado y
provincia, recogidas y ordenadas por D. Mateo López, vecino de la
misma
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El ejemplar de esta voluminosa obra, que hizo copiar para la biblioteca del Seminario de Cuenca, su Rector, hoy obispo de Tenerife, el Ilmo. Sr. D. Ramón Torrijos y Gómez, consta de 675 folios, tamaño mayor, de los cuales los 80 últimos constituyen el apéndice referente á la topografía y antigüedades de Cabeza del Griego. Sábese que el autor, natural de Iniesta, falleció el día 29 de Junio de 180 á los 68 años de edad. Era profesor eminente de arquitectura, como lo acreditan las suntuosas obras que confiaron á su dirección y emprendieron en Cuenca los señores obispos Solano (1779-1800), Palafox (1802-1803) y Falcón (1803-1826). Trazó un mapa del obispado, que se estima, aun ahora, el más correcto por su exactitud. El Sr. López compuso en 1786 el libro de que llevamos hecho mérito, y al año siguiente lo presentó para su impresión á una Sociedad, que falta de recursos no pudo conseguir se hiciera, adicionándolo después el autor con algunos artículos, y finalmente con el apéndice que reproduce las inscripciones ya conocidas.
No bastan pocos días para formar cumplida idea de los tesoros arqueológicos que oculta el cerro de Cabeza del Griego y sus alrededores. Disponiendo de poco tiempo solo pudimos detenernos á examinar algunos parajes de los más importantes, no sin recorrer antes todo el conjunto, para fijar la importancia relativa de cada uno de aquellos sitios, y establecer como un hilo conductor á través del intrincado laberinto que estas difíciles investigaciones ofrecen.
El primer sitio en
que nos detuvimos y que examinamos con la mayor escrupulosidad,
fué el que Morales llamó delubro pequeño de Diana, y que
en rigor fué un verdadero sacellum, dedicado á la divinidad
protectora de las selvas. Trataron ya de él, así el
mencionado Morales, como los demás autores que cita nuestro
Cornide, el cual11
lo copió en lámina dibujada por Melchor
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No es extraño que los romanos y los españoles de aquella epoca, tan dados á la pasión de la caza y al culto de esta divinidad, como lo demuestran los numerosos monumentos é inscripciones consagrados á Diana, que se encuentran en la Península, dejasen también en las orillas del Xigüela y en la cabeza occidental de la Celtiberia, nuevo testimonio del culto privilegiado que rendían los iberos á la hermana del Sol, aun antes de la invasión de los hijos del Tíber.
El sacellum á que
aludimos, se encuentra á mano izquierda del viajero que sube
por la cañada, como á dos tercios del corte de la
roca, y no conserva la menor señal de haber estado
cubierto,
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Aquella obra
escultórica, tallada en la roca misma, consta de cinco
compartimientos, divididos en sentido vertical. El del centro
remata en frontón angular, y los de los lados en arcos
semicirculares, conservando el de la extrema derecha, resto de la
moldura que lo adornaba, y partiendo del centro donde aún
existe, una labor en forma de rosa, salían radios á
iguales distancias, que cortaban la curva del arco. De los que
remataban los demás compartimientos, apenas quedan restos,
pero sin embargo, existen los bastantes para poder afirmar que
terminaban de igual manera. En los dos más cercanos al
compartimiento central, vénse restos de relieves dentro de
sendos recuadros; relieves que aunque muy gastados, pueden
apreciarse todavía. Representa el de la derecha á
Diana, de pié; con túnica corta y aljaba, teniendo la
diestra mano levantada en actitud de impulsar un venablo, cuya
punta se dirige hacia abajo en línea diagonal, y no puede
apreciarse hoy la actitud de la mano izquierda por estar muy
deteriorado el relieve. A Morales le pareció ver que con
dicha mano «alza su ropa y tiene la laxa de
dos perros que están abaxo al uno y otro lado». Los
perros todavía se ven, pero son dos que están
sentados al lado izquierdo de la diosa, y á la derecha
consérvanse las patas de otro mucho mayor en actitud de
andar. En el compartimiento de la izquierda, el relieve está
mucho más gastado, pero por la dirección de dos
piernas que claramente se distinguen, puede venirse en conocimiento
de que representaba á la misma divinidad sentada sobre una
roca mirando á la derecha, con un perro delante
también sentado sobre sus patas traseras y apoyado en las
manos, y por debajo de él, parece figura el hueco de una
madriguera que sirve de refugio á un conejo. Los otros
compartimientos están muy deteriorados, pero
probablemente
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El del centro, como ya lo observó Morales, no conserva señales de haber tenido relieve alguno14, lo cual acaso consistiera en que delante de él, como el principal, se levantaría la estatua exenta de la diosa, detrás de la cual ferviente devoto grabó también inscripción en la roca misma. Por las escasas líneas que se conservan de esta especie de retablo pagano, puede colegirse que los compartimientos estaban separados por columnas ó pilastras también realzadas en la roca, sobre las cuales se levantaban los arcos ornamentales y el frontón triangular.
Cada uno de los compartimientos, ofrece todavía en la parte inferior sendas inscripciones votivas, cuyas improntas hemos sacado y remitido al doctor Hübner, con el objeto de probar que no es exacto hayan desaparecido totalmente dos de ellas.
La primera, empezando por la izquierda del espectador que es la marcada con una a por el docto alemán, y que dice falta (vacat), no nos cabe duda que es la misma que él señala con el núm. 3092, después de comparar todas las demás ya conocidas con los restos que existen, y de haber visto sin género de duda que se conservan una V y una S, no en el sitio que las pone Morales15 que es al final de la tercera línea, sino en el principio de la cuarta, como ya lo ha enmendado por conjetura, Hübner (3092). quedando por consiguiente así:
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No dejaremos de observar que la transcripción que hace Morales del dativo DIANAE sin enlazar las letras del diptongo final, no debe inspirar entera confianza, porque en la inscripción que sigue á la derecha, aparece el nombre de la misma divinidad, y en igual caso, con las dos últimas letras enlazadas Æ formando monograma.
Esta suscripción que es la segunda en el mismo orden que seguimos, y que está marcada por la letra b en Hübner, dice así copiada directamente del original por nosotros mismos:
La tercera, siguiendo el mismo orden, que es la c de Hübner, debió ser la que este pone bajo el núm. 3091, y que también supone perdida. Restos de ella vieron Cornide y Palomares, y nosotros también, aunque limitados ya por desgracia á dudosos trazos que confirman la lectura de Morales. Rectificada por Hübner, la describió así:
De la cuarta, ó sea la d en el Corpus Inscriptionum, también vieron pocas letras Cornide y Palomares, sin entender que las de la primera línea pertenecían claramente al nombre de Diana. Capistrano16 vió más, aunque tampoco entendió el nombre de la divinidad. Nosotros claramente hemos visto:
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Finalmente en la quinta y última, letra e de Hübner, se ven sin género de duda estas letras:
Las letras de estas mutiladas inscripciones, acusan por la regularidad de su trazado y su bella forma, la época de los Flavios á la cual también nos llevan los caracteres artísticos del sacellum.
Después del estudio de tan peregrino monumento, repasamos el puente, y recorrimos el histórico cerro de la Cabeza del Griego, teniendo presente el bien levantado plano del mismo que acompaña Cornide á su Memoria, y que lo presenta tal como se encontraba en el mes de Julio de 179417.
La vista solo del
histórico cerro y de sus ruinas, trae inmediatamente
á la memoria de los que han tenido la fortuna de examinar
antiguas ciudades, la disposición en que debió
encontrarse en aquella histórica eminencia, la ciudad que
allí existió. No muy extensa, como no lo eran ni
entre los griegos ni los romanos las ciudades que quedaban dentro
de los muros, y donde residía todo el elemento que
llamaríamos hoy oficial, rodeábala en la falda del
cerro y casi en los lindes de este con la llanura, fuerte muralla,
de que aún se conservan restos, interrumpida hacia el Norte
por el edificio del circo, que aquí es propiamente tal, por
su planta circular y no anfiteatro. De este monumento,
consérvanse claramente algunas gradas, y tres cárceres, que indican debieron
tener enfrente la puerta triumphalis, por lo que hay que buscarla hacia el Sur,
y en el eje que marcan los cárceres. Además de esta
muralla general de circunvalación,
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Atendiendo con previsora solicitud los magistrados de la ciudad al abastecimiento de aguas para las necesidades de la misma, la rodearon de extensos aljibes, dentro de los muros, aljibes que creyeron torres casi todos los que se ocuparon de aquellas antigüedades, pero cuyo destino no puede ponerse en duda, después de examinarlos detenidamente. Es más, casi todos ellos presentan conductos á diversas alturas, que claramente revelan estaban hechos para que las aguas pudieran repartirse por las tuberías que habría al propósito, aunque variase el nivel del agua por contener mayor ó menor cantidad aquellos depósitos, alguno de los cuales está dividido en dos compartimientos. El agua que recogían tales aljibes podía ser de lluvias, como se observa en muchas ciudades antiguas, brotar de manantiales hoy perdidos, ó elevarse del cercano río por medios mecánicos, bien conocidos de los romanos, pues sabido es elevaban agua á la altura del velarium de los circos, para que cayese en menudísima y á veces perfumada lluvia sobre los espectadores, refrescando el ambiente en las abrasadoras tardes del estío.
Los demás
edificios de la ciudad, el foro, la basílica, las termas,
todo lo que constituye la ciudad romana y las habitaciones
particulares ocupaba todo el espacio comprendido dentro de los
muros, de lo cual se ven clarísimos vestigios; y en la
llanura cercana á la margen del Xigüela, á las
orillas de los caminos dilatábase la población
suburbana, compuesta de vicos, pagos, y alegres villas á que tan aficionados
eran los romanos, preparando de este modo el descenso de la
población desde las alturas al llano en
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En la parte más elevada del cerro, donde creímos debió estar el templo de la divinidad protectora, se ven restos de muros y una profundidad rodeada por ellos formando cuadro, descubierta por D. Román García, aunque sin haber llegado á su fondo, espacio que hace pensar en que allí estuviera el tesoro del templo, como sucede en otros muchos griegos y romanos. La brevedad del tiempo de que podíamos disponer, apenas nos permitió hacer una ligera excavación, pero fué lo bastante para convencernos por los trozos de sillares encontrados y algún fragmento escultórico de mármol, de que ahí hay que buscar los restos del templo que presentimos.
No creemos fuera de propósito con este motivo recordar, las inscripciones religiosas por allí recogidas, y que nos hablan, ya de Hércules, ya de Mercurio, ya del Bonus Eventus ó buen suceso, ya de la Concordia augusta18. Es innegable que la ciudad existía imperando Augusto. Los monumentos dedicados á su esposa Livia, á Druso y Germánico, y á Claudio lo testifican19, confirmándolo pequeño trozo de finísimo mármol descubierto por nosotros20, que en grandes y hermosos caracteres augusteos dice:
AVG... |
Desgraciadamente en las pocas inscripciones honorarias encontradas por el cerro hasta ahora, no suena el nombre de ningun duúnviro: de magistrados civiles solo aparecen del edil Lucio Turelio Gémino, y del sevir Teopompo; de religiosos, un septénviro de los epulones y un magister Larum augustalium, y de militares, un tribunus militum, indicándonos el importante presidio que allí no debió ni pudo faltar en punto tan estratégico de la Celtiberia, sobre la vía romana21.
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No careció la ciudad de médicos ni de notarios22, pero sobre todo, debieran abundar en ella las cofradías23, colegios ó sodalicios, de los cuales acaba de aparecer insigne monumento.
Son dos fragmentos de piedra común, hallados entre los escombros excavados de las ruinas de la basílica visigoda, que se hacinaron á fines del siglo pasado, formando una especie de montículo al N. de ella, que convendría remover de nuevo, en la seguridad de que se ocultan allí preseas arqueológicas totalmente desconocidas. Descubrió los dos fragmentos que acabamos de presentar nuestro buen amigo el Sr. García; el fragmento menor en 1885, y el mayor el 30 de Agosto del año que corre, es decir, pocos días antes de nuestra visita. Reunidos miden, de latitud 0,53, de grueso 0,12 y de altura, el fragmento mayor 0,39, y el menor 0,29.
Desde luego se ve, al examinar estos fragmentos, que forman parte de una inscripción donde se hallaba una lista de ingenuos libertos y esclavos asociados, probablemente, para dar culto á una divinidad ó personaje divinizado, divinidad ó personaje de que solo queda la expresión eius, pues faltan para completar la inscripción, dos ó tres, sino más fragmentos.
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Pudiera conjeturarse que el númen aquí desconocido fuera Diana. Las letras son del mismo carácter que las del sacellum Dianeo, que hemos reducido á la época de los Flavios; y la circunstancia de haberse encontrado ambos fragmentos en el relleno de la basílica, no impide que la inscripción estuviera primitivamente en un templo dedicado á Isis24, ó á Diana, dentro, ó fuera de la ciudad, pues en el mismo paraje han aparecido innumerables fragmentos de inscripciones romanas en piedras, que á no dudarlo, utilizaron como sillares los visigodos, llevándolos de dicha ciudad para levantar su basílica, como en siglos posteriores hicieron los caballeros de Santiago para su casa conventual de Uclés.
Conjeturamos que las dos primeras líneas restauradas pudieran ser:
DIANAE SACRVM QVOD FECER · CVLTORES |
Bajo este supuesto, las dos series de nombres que debajo aparecen, se suplen con mucha facilidad.
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No creemos que por el lado inferior la inscripción corriese mucho más, atendiendo á que la última línea, compuesta de breves nombres, parece separarse del orden á dos columnas en que venían colocándose los demás nombres como si diesen cabal y justo remate á la inscripción25.
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Por esto no creemos tan probable el suplemento que se podría imaginar para las dos primeras líneas con letras de mayor tamaño, pensando que la parte conservada de estas líneas, correspondiesen á un album, al que se refiriese el vocablo QVOD, en cuyo caso, cabría suponer que la lectura completa fuese la siguiente ú otra parecida: quod i[nfra scriptum est, sequuntur nomina sodalicii]eius. Si esto se aceptase, la inscripción total resultaría sobrado extensa; porque ocupando eius la mitad de la línea, ó mejor dicho, siendo, como lo es, el único vocablo de ella, tendría la superior una extensión doble de lo que hemos suplido. La investigación y el feliz encuentro de los fragmentos cuya pérdida deploramos, acabarán de poner en claro estas dudas. En vista de tantos nombres griegos como salen en estas y en la mayor parte de las inscripciones de aquellas ruinas, cumple asegurar que la influencia del idioma helénico aclimatado en las no lejanas costas del Mediterráneo por las colonias rodias y focenses, se dejó sentir hasta el corazón de nuestra Península.
Otra inscripción confirma la existencia de este colegio sacerdotal en la antigua Cabeza del Griego.
En 1880, practicando excavaciones, hacia la falda oriental de aquel renombrado cerro, descubrió D. Román García una importante lápida de 0,39 en cuadro, esculpida con primorosas labores, cuya inscripción del primer siglo dice así:
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La importancia del epígrafe está en el nombre sodales Claudiani, que toman los hijos de la difunta. Existía en la ciudad, cuyas ruinas coronan la Cabeza del Griego, el colegio sacerdotal de los sodales Augustales, puesto que en una de sus incripciones militares (3112) aparece un séviro. Los Claudiani, bien anejos, bien separados de aquellos, que profesaban culto especial al emperador Claudio divinizado, comparecen en otra inscripción (3114) costeando con gran pompa, á fuer de ricos, para uno de los suyos, Tito Octavio Saturnino, espléndidos funerales. Ofrece además el epígrafe todavía inédito, cuya interpretación acabamos de proponer, la singularidad de un cognomen femenino, que suena por primera vez en lápidas españolas, Calybe (xalu/bh, cabaña) de forma y terminación puramente griega. También es griego Epaphroditus, que se repite en inscripciones de Marchena (1389), y Cañete la Real (1430) y dos veces en Martos (1689, 1693).
Sírvanos de nuevo comprobante la inscripción cuyo primer nombre recuerda el Pindo, por nosotros descubierta en un campo detrás de las ruinas de la basílica visigoda y al Occidente de ellas, que en hermosos caracteres de fines del primer siglo dice así:
Pindusæ Torinus v(otum) s(olvit) a(nimo) [l(ibens)]. Torino á Pindusa26. Exvoto de buen grado. |
El epígrafe lleva encima una labor de muy buen gusto á manera de escama, invertida, la cual vuelve á aparecer en otra lápida cuadrilonga, partida en cuatro fragmentos, que encontró el Sr. García Soria á poca distancia del sitio referido, y que también contiene un nombre griego. Mide de espesor 0,16; 0,50 de base, y 0,75 de altura. Dice así en caracteres ya del segundo siglo:
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El nombre de la difunta Filis trae á la memoria al célebre poeta Mantuano en su égloga tercera, y á muchos poetas españoles, que dieron el nombre de la pastora de Virgilio á las beldades de sus canciones pastoriles.
Resumiendo: es imposible recorrer el elevado cerro de Cabeza del Griego y sus alrededores, sin adquirir el profundo convencimiento de que allí existió importantísima ciudad romana, que debió elevarse primeramente á la manera griega, sobre otra indígena celtibérica. Quien sabe, si hendiendo el cerro en profunda excavación vertical, como hizo el Doctor Schliemann en las alturas de Hissarlik, se descubrirían á manera de capas geológicas, como allí se descubrieron, restos de las diversas gentes que en las alturas de Cabeza del Griego edificaron sus moradas, desde las más remotas edades del mundo antiguo. No huelga á este propósito, apuntar, que en poder del Sr. García Soria existen muchas hachas de las llamadas prehistóricas del período neolítico ó de la piedra pulimentada; que nosotros mismos sacamos de un sepulcro cristiano de la basílica visigoda, pequeñísima y preciosa hacha de sílice de menos de dos centímetros de longitud, perfectamente conservada y con finísimo corte, que pudo haber caído allí revuelta con los escombros y ruinas que se llevaron de la cercana Cabeza del Griego, y que también existe en poder del Sr. García Soria, variada colección de armas de cobre puro y bronce, procedentes de las faldas del cerro mismo.
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Uno de los principales propósitos de nuestra investigación era reconocer el recinto que tapiado se conserva, donde se descubrieron, en 1760, los primeros indicios de la basílica visigoda que allí existió, y donde, en 1789, se practicaron grandes excavaciones, cuyo resultado ampliamente describió Cornide en su ya citada Memoria, acompañando grabados, no solo de la planta del religioso edificio, sino también de importantísimas lápidas cristianas, hoy desgraciadamente perdidas; pero que, como indicamos, deben hallarse bajo las ruinas de la antigua ermita de San Ildefonso en Sahelices.
A esta deplorable pérdida hay que añadir la de las inscripciones modernas, que con gran esmero se pusieron en los últimos años del pasado siglo á costa de los propios de esta última villa, con acuerdo del Real Consejo y por disposición del rey Carlos IV. Desgraciadamente de aquel cuidadoso esmero con que en aquella época se reunió cuanto en tan venerando recinto encontraron, solo resta la tapia; los cimientos de muros que marcan la disposición ó planta de la basílica, conforme con los dibujos de Cornide; algunos sepulcros, en la que debió ser nave central de la iglesia, unos de una sola pieza, otros formados por varias losas, y todos con claras señales de haber sido revueltos antes de ahora; y algunos interesantísimos fragmentos de ornamentación arquitectónica visigoda, que se enlazan con el que llevaron los caballeros de Santiago encima de la puerta de sus caballerizas. Con verdadero afán rebuscamos algunos restos de las inscripciones cristianas que allí existían, pero solo encontramos en lugar de los nombres de obispos visigodos que bajo las sagradas naves debieron dormir su último sueño, la memoria del obispo de Canarias, D. Antonio Tavira. Hacía mención de este ilustre prelado y de sus colaboradores en la meritoria obra del descubrimiento de la basílica, una extensa inscripción, emplazada según refiere Cornide (pág. 240) á la entrada del crucero de la iglesia, y que en el mismo paraje, pero incompleta y destrozada á bastante profundidad, excavando aquel revuelto suelo, tuvimos la fortuna de descubrir.
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Completando por la copia de Cornide, lo que de la inscripción falta, decía así:
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No sabemos adonde fué á parar la inscripción grabada en el dintel de la puerta de ingreso:
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Ocultáronse á nuestra investigación las sepulturas de alabastro veteado de azul, donde reposaron los santos obispos Nigrino y Sefronio. ¿Qué se hizo la piedra conmemorativa de su descubrimiento (13 Diciembre, 1789)? ¿Qué la otra lápida, cuyas crecidas letras en romance para que todas las entendiesen, manifestaban cómo en 1790 la cerca se había labrado «á expensas del público para resguardo de este antiguo cementerio»? ¿Y qué finalmente a las inscripciones, molduras y otras antigüedades» que esmaltando las paredes, ó dispuestas con variada simetría sobre la planta de la basílica, cuya cabeza miraba al Oriente, trocaron aquel recinto en verdadero museo? Ya lo hemos dicho: lo antiguo y lo moderno bárbaramente profanado, demolido, destrozado, hacinado y revuelto, ofrecen un cuadro de desolación aciaga, que parecería increible si no se viese, y al que no creemos ajeno el paso devastador de las huestes francesas acaudilladas por el mariscal Víctor en 1811, ni el tormentoso período de nuestras discordias civiles, ó humoradas de caciquismo, que acabaron de consumar la ruina.
Para oponer algún dique al torrente de la inculta ignorancia y de la sórdida avaricia, dispuso, cuando era obispo de Cuenca (1858-1874) el que es ahora eminentísimo cardenal arzobispo de Toledo, D. Miguel Payá y Rico, que las brechas abiertas en la cerca por varios lados se tapiasen, y que la entrada tuviese otra vez puertas cerradas con llave, reforzándose, asimismo, con nuevo muro de tapiería la corona del ábside. Desde entonces, el riesgo de las depredaciones, no ha sido inminente: las lápidas de allí arrancadas, no han ido á sepultarse en cimientos ó paredes de alquerías y pueblos circunvecinos, como materiales de obra muerta; y el respeto, despertado en la pública opinión por patricios celosos de la honra nacional, ha contenido á los más osados especuladores.
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Recordaremos á este propósito la feliz iniciativa de la villa de Sahelices en el descubrimiento del acueducto romano, del cual se esperan resultados análogos á los que viene prestando en servicio del procomunal la famosa fuente de Segovia.
Nada mejor demuestra cuán útiles y beneficiosas pueden ser á los pueblos rurales la Arqueología y la Historia, como el oficio de exposición y súplica, que en 1876 dirigió á esta Real Academia el ilustrado Ayuntamiento de Sahelices.
«Excmo. Sr.: »En vista de la gran sequía que hace años viene afligiendo algunas comarcas, en particular á esta parte de la Mancha, el Ayuntamiento de este pueblo, á fin de proveer al abastecimiento de aguas potables al vecindario, acordó la construcción de una nueva fuente, haciendo al efecto investigaciones dónde podría hallarse su manantial, que respondiera al objeto que se proponía. »La Tradición viene dando á un sitio inmediato á esta villa el nombre de fuente de la mar, y si bien en él han existido en épocas diferentes alguna de estas, han sido de poca importancia, teniendo que abandonarse por su escaso raudal, si es que correspondiesen á su primitivo nombre. Á pesar de todo, como en el indicado terreno se observaran siempre filtraciones y aguas abundantes, sin que afluyeran á un punto determinado, este fué el sitio que la Corporación designó para buscar lo que deseaba, presupuestando una pequeña cantidad en atención á la escasez de recursos con que pueden contar en el día los Municipios de pueblos miserables, agobiados bajo el peso de enormes impuestos. »Sin un plan
fijo, pues hasta se carece en esta provincia de arquitectos
oficiales de que puedan disponer los pueblos, se dió
principios á las obras con la apertura de una zanja para
colocar la cañería de la proyectada fuente. Como
consta á esa Ilma. Corporación, á tres
cuartos de legua de este pueblo existen las célebres ruinas
de Segóbriga
ó Ercávica,
pues en uno y otro sentido se han
»Cuando ya
se hallaba la zanja adelantada, un labrador vecino de esta villa
manifestó que en el mencionado camino había visto un
baño de Moros, pues
estas sencillas gentes todo lo antiguo lo atribuyen á la
dominación árabe en nuestra patria. Con efecto, al
poco trabajo que se empleó, se descubrió como
á metro y medio de profundidad un hermoso y bien
construído acueducto de argamasa ó cimento romano en
perfecto estado de conservación. Se suspendieron los
trabajos que teníamos hechos, dedicando nuestros ya escasos
recursos en seguir la juntura de aquella obra histórica con
muchísimo trabajo, sin dirección facultativa y solo
con la fe que tiene un pueblo trabajador, y que aun cuando
ignorante aprecia, en lo que pueden valer estos descubrimientos de
antigüedades. Van dos meses que se dió principio, y hoy
tenemos un trozo de unos cincuenta metros de la clase de acueducto
mencionada; otros cincuenta
»Hasta ahora
ningún vestigio hemos encontrado que pueda darnos alguna luz
acerca de su origen; verdad es que careciendo de los conocimientos
necesarios en historia, sin más antecedentes
»Las dificultades materiales para llegar á su fin crecen; los recursos se acaban; y hasta la prestación personal de que pudiera echarse mano en último recurso, es casi imposible en la época que nos encontramos, en que un pueblo exclusivamente agrícola como este, por necesidad tiene que dedicarse á las operaciones propias de la estación con una mala cosecha en perspectiva, efecto de la sequía, y grandes fríos, y amenazados además de las plagas de langosta que tenemos á ocho leguas. »Por lo tanto al poner en conocimiento de esa Excma. Corporación el descubrimiento de obras de la Antigüedad, que V. E. valiéndose de los medios que estime conducentes puede apreciar en lo que en sí valen, y encontrando como no puede menos de suceder el mérito que en nuestro concepto tienen, é interesada como debe estarlo en la investigación y terminación de esta obra histórica, pudiera, y así se lo suplicamos, interponer su influencia cerca del Gobierno de S. M. (que Dios guarde), no para que nos subvencione nada, por más que á ello fuéramos acreedores, sino para que de lo que se adeuda31 á este municipio por los intereses de sus láminas de propios, se nos diera alguna cantidad, con la que, y el esfuerzo de este vecindario pudiera terminarse la obra emprendida, que al mismo tiempo que llenar una necesidad imperiosa, como es el abastecimiento de aguas, serviría para la restauración y conservación de un recuerdo histórico de nuestra patria, y nos haría más llevadero que en años anteriores, ignorándose por quien debía conocerlas las grandes riquezas históricas que en sí encierran, se vendieran como bienes nacionales por un pedazo de pan, como suele decirse, las ruinas de la grande é histórica ciudad de Ercávica ó Segóbriga». |
Tan pronto como
recibió esta notabilísima
comunicación32
la Academia se aprestó á secundarla. Al momento, con
fecha del 29
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Este Informe, á nuestro entender, debería insertarse á la mayor brevedad posible en el BOLETÍN del Cuerpo33, así por su indisputable mérito é interés todavía palpitante de actualidad, como porque la nota que se ha publicado de él34 no expresa lo bastante para conmover la opinión general ó imponerla en el ideal, eminentemente práctico, de resguardar y fomentar la riqueza agrícola, á que se dirige.
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La nota, referente al precitado Informe, dice así:
No dejaremos de
añadir que el autor del Informe, partiendo del hecho de
haberse visto recompensados los trabajos á tanta costa
emprendidos por la villa de Sahelices, con un buen caudal de aguas
potables, sumamente delgadas, que afluyen de cuatro
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Una de las
empresas, ó exploraciones científicas, fáciles
de llevar á cabo sería la que de pronto se nos vino
á las mientes contemplando aquel despedazado circo, que regaron probablemente con su
sangre muchos mártires cristianos y aquella basílica visigoda, cuya sola
planta es de inestimable valor para la historia del arte
arquitectónico en nuestra Península. Aunque se quiera
suponer que los caballeros de Santiago, no solo estuvieron
preocupados con la idea que en su obsequio sostuvo el abate
Hervás36,
de reducir á Segobrica las ruinas de Cabeza del Griego, sino que
además picaron ú ocultaron las lápidas
geográficas que fueron por ellos llevadas á
Uclés y desmentían semejante pretensión,
siempre queda la esperanza de encontrar debajo del terreno que
oculta en la actualidad los cimientos del circo y de la basílica, alguna
inscripción que resuelva el problema, del que dependen otros
gravísimos, sobre el nombre de la ciudad que dejó
á nuestra afición y estudio memorias tan importantes.
No há muchos años ¿quién podía
decir con certidumbre cuáles habían sido los
verdaderos nombres romanos de Talavera la Vieja y de Talavera
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Por no haberse publicado á tiempo y andar ocultos los miliarios, que sirvieron de fundamento al P. Risco para sostener el tema geográfico38, impugnado por D. Juan Francisco Martínez Falero39, andamos á oscuras dentro de un laberinto enmarañado de opiniones, cuyo hilo conductor y primera luz ha de ser el hallazgo y la inspección de los monumentos. En tanto que los busca un docto amigo nuestro y Correspondiente de la Academia40 séanos permitido acompañar á este informe el testo de ambos miliarios en cuestión, con el objeto de facilitar su pesquisa. Valenzuela, única fuente del texto, se limitó á escribir lo siguiente41.
Prescindiendo de las inexactitudes, y
tal vez interpolaciones, que pudo sufrir la transcripción de
estos monumentos, no suscribimos á la opinión que los
califica de apócrifos y forjados por mano aleve. Si el
falsificador, como se supone, tomó de las monedas de
Hadriano acuñadas en el año 118 la idea reliqua vetera IIS novies milies
abolita, y la vació con tanta pureza de latinidad,
como se ha visto, en el miliario del mismo año, muy avisado
hubo de ir para no tropezar en semejante ripio tratándose
del miliario siguiente. La idea incidental está en su lugar;
y no vemos por qué no pudo expresarse así en la
piedra como en la moneda. Tampoco nos ofenden los nombres
geográficos que se ajustan cabal y exactamente al texto
histórico de Tito Livio, según lo ha demostrado
nuestro sabio Anticuario D. Aureliano Fernández
Guerra42.
Polibio, citado por Estrabón43
escribió que no solo el Guadiana sino también el
Guadalquivir nacen de la que fué Celtiberia; por cuanto los
Celtíberos, creciendo en pujanza, como en gente,
habían dilatado en lo antiguo su nombre por aquellos
países, antes que estos cayesen bajo el poder de Roma.
Plinio añade44:
«Manifiesto está que los
Célticos de la
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Uno inédito, doblemente precioso porque es votivo y geográfico ha señalado á nuestra atención el ilustre Hübner. El sabio doctor alemán lo vió, hace algunos años, marcado con este rótulo: De Cabeza del Griego. Está en el Museo de esta Academia sin que sepamos cuándo ni cómo vino; y no es extraño, porque de la misma suerte no consta de dónde se trajo á nuestro Museo el ara del dios Dialco (4977), ni cuándo la de [M?]aelmanio (3100) que cita Cornide. A no ser por un apuntamiento hallado entre los manuscritos de D. Antonio Fernández, que nos ha facilitado D. Pascual de Gayangos, también ignoraríamos que el ara de la diosa Leiossa (3097) estaba ya descubierta en Septiembre de 1804.
La votiva y geográfica, de que hacemos mérito, es de granito y figura piramidal, de base cuadrangular y capitel trilobado. La base mide 0,34 m. de cara por 0,27 de fondo; y la altura de toda el ara 0,70 m. Las letras, altas de 6 á 7 centímetros, son arcaicas, afectando la S propensión al trazado rectilíneo de la celtibérica , y viceversa curvatura el vértice de la A. Presentamos inclinadas las letras gastadas ó perdidas de las líneas primera y última. Los puntos ortográficos de separación son triangulares.
Dominæ s(anctae) Tur(ibrigensi) A(daeginae) Ulienses ara(m) posuerunt ex voto. A la Señora (Proserpina) santa Turibrigense Adegina los Ulienses pusieron esta ara votiva. |
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Turóbriga,
como es sabido, era ciudad Betúrica. Allí
debía tener principal santuario la diosa infernal,
Turibrigense Adaegina, que
también se nombra Ataecina. En la región
lusitana,
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Ulia (Montemayor), entre el Genil y el Guadalquivir en la provincia de Córdoba, es conocida por numerosas inscripciones47. La vía romana que la enlazaba con Cartima (Cartama) del reino de Granada, cortaba el río Genil (Singulis)48 y no distaba mucho de Munda, tan fatal á los hijos de Pompeyo. En la comarca de Cabeza del Griego los epígrafes romanos, más ó menos seguros, nos han revelado los nombres del río Sigila (Xigüela?), y de las poblaciones Ulia, Munda y Cértima. La influencia del lenguaje ibérico ya se ha notado en Iliberri (Granada), que significa lo propio que el guipuzcoano Iriberri y el alavés Ullibarri49 es decir, ciudad ó villa nueva.
Cabalmente en la región de los Caristos, ó Alaveses, seis kilómetros al Norte de Miranda de Ebro, hallamos el nombre de Velia, que en el Itinerario de Antonino suena Beleia; pero que en las monedas autónomas, acuñadas por esta ciudad50 se acerca mejor al de Ulia escribiéndose (Oelihocum), y acaso dé razón del de Veluca ó Voluce (Calatañazor) en la región de los Arévacos. Una Deobriga tuvieron los Vetones; otra los Antrígones.
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Entre las lenguas ó idiomas céltico-lusitano-betúrico y celtibérico reconoce Plinio comunidad de origen; y lo muestra notando que el torques ó brazalete de oro, denominado en céltico viriola, se llamaba en celtibérico viria51. No abundan por desgracia, ó no se han buscado en su propio país, los monumentos epigráficos, llamados á resolver tan interesante problema. Dos inscripciones celtibéricas han visto la luz pública en nuestro BOLETÍN. Una de ellas, abierta en una placa en forma de toro, dice:
Hallóse en Cabeza del Griego, ó en sus cercanías al oriente sobre una de las dos márgenes del río Xigüela52. El segundo vocacablo (cortka?) de esta inscripción se repite tres veces en la de Luzaga53; por donde con toda evidencia se deduce que su empleo debía ser frecuente. Si en materias tan difíciles no fuera peligroso aventurar ideas, nos atreveríamos á notar la analogia fonética de esta palabra con la homérica e)/orge, y la probable homología de ella con la bretona aguerue, ó celto-gala ieuru ó eioru, correspondiendo una y otra á la latina fecit.
Causado el cuerpo,
pero no el espíritu, de las penosas investigaciones que nos
habían ocupado durante tres días, nos
disponíamos á regresar á Uclés, cuando
el sol adelantaba rápidamente á su ocaso, iluminando
con sus últimos reflejos la pelada cima de Cabeza del
Griego, las amarillentas piedras del circo y del molino,
so la Cabeza (que
así se llama), única y pintoresca vivienda que
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En aquella hora de recogimiento y de misterio en que la imaginación evocaba los recuerdos de tantas gentes como por allí vivieron, y que, elocuente ejemplo de la pobre grandeza humana solo habían dejado como huellas de su paso las deleznables ruinas que pisábamos, despertóse en nosotros un sentimiento de gratitud hacia los que, sin más recompensa que hacer el bien, trabajaban en la capital de la provincia por mantener vivo el entusiasmo arqueológico, dirigiéndoles fraternal saludo en la carta que transcribimos á continuación:
«Molino So la Cabeza del griego 19 de Septiembre de 1888. Sr. D. Jerónimo Arenas, gobernador de la provincia de Cuenca: Muy señor nuestro y de nuestra consideración más distinguida: Al terminar las exploraciones, que llevados de nuestro amor á las fecundas ciencias arqueológicas, hemos venido á hacer en estos
enriquecidos nuestros apuntes con
nuevos é importantes hallazgos, que comprenden desde los
tiempos de Augusto hasta la dominación musulmana, y que
habrán de conservarse, con los
Los que suscriben, cumplido este deber, vuelven á Madrid á dar cuenta á la Academia de la Historia de sus descubrimientos, confiando en que V. y la Comisión continuarán con el mismo interés que hasta aquí, velando por todo cuanto se descubra en estos parajes, ya por el celosísimo D. Román García Soria, ya por el R. P. Rector del Colegio de Uclés, que ha contribuído generosamente á los gastos de esta exploración, y está dispuesto á continuar en adelante, dando trabajo en las excavaciones á los hijos del pueblo en que vive, ya por cuantas personas coadyuven á sacar á la luz del día las vetustas piedras, que guardan oculta por el polvo de los siglos la Historia de esta antigua población, así en su época primitiva, como en el período romano, ó en el del civilizador cristianismo, representado por interesantísimos monumentos visigodos. Sírvase V. y esa digna Comisión aceptar nuestros sentimientos de consideración y respeto». |
Las revueltas
ruinas de la basílica visigoda, á que hace poco
aludíamos, no solo nos habían ofrecido
notabilísimos monumentos epigráficos, sino que
confundidos hállanse en ellas fragmentos
arquitectónicos de la mejor época romana, tales como
restos marmóreos de fustes estriados y trozos de basas de
columnas, frisos, capiteles y fragmentos estatuarios. Entre las
obras
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También es digno de estudio el cementerio, que encontramos no lejos de la basílica al septentrión de la misma, cuyas cajas sepulcrales, formadas unas por grandes lajas, otras excavadas solo en el terreno, no presentaban inscripción alguna, ni objetos de interés entre los polvorientos huesos; todo lo cual indica la pobreza de las personas que allí descansaron del rudo combate de la existencia, con tanta humildad como tuvieron en vida. Probablemente sería el enterramiento de las gentes que poblaban la desconocida ciudad visigoda, que debió levantarse entre las ruinas, ó formada con ellas mismas, de Cabeza del Griego; gentes que por su modesta posición no alcanzaron la fortuna de dejar mejores señales para perpetuar su memoria.
Nuevos sepulcros, ó restos de ellos, pero ahora romanos, encontramos á uno y otro lado de la vía romana que al pie del cerro de Cabeza del Griego recorrimos por largo trecho, buscando en vano alguna piedra miliaria, sepulcros de donde se sacaron en el pasado siglo varias lápidas funerarias, y de donde también extrajo el infatigable investigador D. Román García la ya mencionada de Bebia Cálibe y otras muchas antigüedades y monedas que conserva en su citado Museo.
Intención
teníamos también de visitar el acueducto,
igualmente
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También nos compensó de nuestra pena, por no haber podido visitar el acueducto, la nueva colección de fragmentos inéditos que, como verdadero detritus de monumentos epigráficos, parte recogimos, parte dejamos entre las ruinas, confiados al ilustrado celo de D. Román García. Sirviónos de mucho para la copia de estas inscripciones y monumentos la pericia artística del distinguido joven D. Pelayo Quintero57, hijo del rico propietario que acabamos de mencionar.
Hé aquí la serie de estos nuevos fragmentos epigráficos. Todos ellos son de piedra común y proceden de la basílica.
1. En el suelo de la cabeza del ábside. Alto, 0,29.
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2. En el mismo lugar. Alto, 0,28; ancho, 0,27.
3. En el mismo sitio. Ancho, 0,16; alto, 0,19.
4. En el mismo sitio. El fragmento tan solo contiene las dos primeras letras del epígrafe debajo de un friso de ornamentación, figurando escamas.
5. En el mismo lugar. Alto, 0,15.
6. En el crucero. Alto, 0,18. Letras del primer siglo.
7. En el mismo lugar. Alto, 0,27.
Hallábanse los siguientes afuera ó alrededor de la basílica:
8. Este fragmento y los tres precedentes (5, 6, 7) pertenecieron tal vez á una misma inscripción testamentaria del primer siglo. Mide 0,21 por 0,23.
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9. Alto, 0,23.
10. Alto, 0,18.
11. Ancho, 0,47. Letras de gran tamaño.
12. Alto, 0,12.
13. Ancho, 0,35.
14. Ancho, 0,34.
15. Este se llevó á Sahelices, y está suelto en el patio de la casa que pertenece á la viuda de D. Francisco Herrero, calle de la Carretera. El otro fragmento, que lo completa, se quedó entre los escombros, en un campo al Oriente de la basílica, donde en balde lo hemos buscado.
16. En el patio sobredicho. Está el fragmento empotrado en la pared. Se encontró al lado del fragmento anterior. Mide 0,23 de ancho por 0,31 de alto. Compárense los que cita Hübner bajo los números 3133 y 3157.
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Á estas inscripciones lapídeas, que están destinadas á figurar dentro de breve plazo en el Museo Arqueológico del colegio de Uclés, se juntarán algunas estampillas de cerámica, que ha recogido el Sr. García Soria en el cementerio romano de la Aldehuela, cerca de Fuente Redonda, de donde se trajo á la villa el ara del dios Airón.
17. En un delfín. Variante de la registrada por Hübner (4970, 71, i).
18. Variante de la 4970, 79, a. El punto es triangular.
19. Variante de 4970, 431, b.
20.
21.
Procedentes de Cabeza del Griego hemos visto estampillas en gran cantidad; pero ninguna diferente de las que cita Fernández ó copió Palomares.
Aunque las hemos buscado, no hemos hallado inscripción alguna en los que fueron barrios hebreo y moro de Uclés, ni en sus antiquísimos cementerios. La Bibliotheca Arabico-Hispana, que sigue publicando nuestro compañero Sr. Codera, es un arsenal de datos preciosísimos, que creemos se deben importar lo más pronto posible á sacar del fondo del olvido, en que yace, la historia musulmana de Uclés; pero para ello no poco habrá de contribuir el llevar adelante la investigación por el lado de la arqueología semítica, con tanto ó mayor empeño como el que de un siglo á esta parte obtienen la visigoda y la romana.
Madrid 21 Septiembre 1883.