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De donde resulta que hasta en el puro terreno de la lógica, la ley de las dos negaciones debe formularse condicionada: «Dos negaciones afirman cuando la una niega a la otra». Es quimérica, pues, su pretensión normativa, mantenida por Husserl. No es exacto tampoco, como concede Bello, que «en el entendimiento dos negaciones se destruyan necesariamente»; los lógicos, impulsados por sus hábitos lingüísticos, han dado por lógica (normativa) una de las formas de conectarse dos negaciones en el entendimiento; pero ambas formas son idiomáticas, históricamente constituidas. Y bien puede haber una tercera en que dos negaciones se conecten de tal manera que ni nieguen ni afirmen, sino que duden, por ejemplo.

 

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Anton Marty, Untersuchungen zur Grundlegung der allgemeinen Grammatik und Sprachphilosophie, I, Halle, 1908, completada gracias a Otto Funke, que ha publicado los Nachgelassene Schriften: Psyche und Sprachkultur, de A. Marty, Berna, 1940. Marty, pensador muy polémico, está mucho más cerca que Husserl de la concepción clásica de la gramática general, como que todavía hace un uso extenso del famoso recurso lógico de la elipsis (yo pienso = yo soy pensante), con otras especies de abreviaciones desarrolladas por Marty, que nos dejan tan admirados como incrédulos. Sin embargo, su teoría de los autosemantica y de los synsemantica tiene gran valor para una teoría general de las significaciones. Como suele suceder con los lógicos, Marty mantiene el paralelismo del pensamiento lógico y del idiomático, aunque con versión personal que le hace a uno pensar en las ideas platónicas y sus realidades correspondientes: hay una lengua ideal, estrictamente lógica (que vive, no en el Empíreo, sino en el funcionamiento de nuestra vida psíquica), de la cual las lenguas históricas son calcos imperfectamente logrados.

 

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Un pensamiento de gramática general, pero no la que el racionalismo efectivamente realizó. En la p. 120, n., concede contra las gramáticas generales existentes que «las más graves censuras que se les lanza son justamente las que se enderezan contra su afán de sacar a relucir en el idioma algo racional, lógico».

 

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Los tipos apriorísticos, según Husserl, «frente a las fórmulas empírico-gramaticales, son pues lo primero en sí: y en realidad semejan un 'esqueleto ideal' que en revestimiento empírico se manifiesta más o menos perfectamente», p. 121. Si el pensamiento idiomático fuera de naturaleza lógica, tendría razón Husserl al decir que su esqueleto o forma ideal se manifiesta en cada ocasión «más o menos perfectamente»; pero si la forma ideal del pensamiento idiomático es otra, entonces se puede manifestar con toda perfección aun en los casos en que la lógica resulte maltratada, por ejemplo, en los versos del Fausto que Vossler aduce con intención también de deslindar campos:


Grau, teurer Freund, ist alle Theorie,
Doch grün des Lebens goldner Baum.

(Gris es, querido amigo, toda teoría, / pero es verde el árbol dorado de la vida).

No hace falta ser un Vossler, idealista croceano que ve en el lenguaje un pensamiento de naturaleza poética (aunque en la mayoría de los hablantes, de baja calidad), para rechazar su naturaleza lógica; recuérdese Charles Bally, positivista saussureano, con su dogma sociológico, autor de ese precioso libro El Lenguaje y la vida: el lenguaje está al servicio de la vida, no de la razón. Recuérdese también Ernst Cassirer con su iluminadora Filosofía de las formas simbólicas, en donde asistimos a la constitución específicamente lingüística de formas de pensamiento. Etc. Advertencia.- El mismo día en que terminé el estudio de este tema recibí el artículo del profesor García Bacca, Filosofía de la Gramática y Gramática Universal según Andrés Bello, en la Revista Nacional de Cultura, año IX, n.º 65, Caracas, noviembre-diciembre de 1947, que recomiendo especialmente a la atención de los lectores como hecho desde el campo de la Filosofía.

 

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Y como en sus días se había extendido pujante la gramática comparada (de donde Diez acababa de sacar la histórica), Bello con toda clarividencia extiende su discernimiento a ella: «una cosa [es] comparar entre sí dos idiomas, y otra considerar un idioma como es en sí mismo». Estas distinciones encuadran perfectamente en las rigurosas de la lingüística de Saussure, con cuya trabajadísima definición de lengua coincide Bello admirablemente en todos sus términos: 1) El idioma de un pueblo es 2) un sistema 3) artificial 4) de signos.

 

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Ya está en Silvestre de Sacy, Grammaire, p. 143, que la llama «proposición supositiva», pero no el porqué.

 

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En 1841 publica su Análisis ideológica de la conjugación castellana; pero hacía «más de treinta años» que la había compuesto, y entonces la publica «después de una revisión severa que me ha sugerido algunas ilustraciones y enmiendas». Obras Completas, V, 237.

 

38

Véase el Prólogo de su Análisis, (O. C., V. pp. 235-238), y la nota XIII de su Gramática.

 

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Me parece muy probable que esta especial actitud racionalista en un capítulo de su Gramática se deba a que Bello ya se planteó y en general resolvió el problema de los tiempos verbales en su juventud, hacia 1810, cuando todavía el encaramiento racionalista del lenguaje no había recibido ningún jaque en sus «principios fundamentales», excepto de filósofos como Vico, Herder, o Humboldt, no atendidas por los gramáticos. El brillante joven caraqueño podía poner todo su talento y su entusiasmo científico en edificar sobre unos cimientos universalmente admitidos.

 

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Hasta se declara la imposibilidad de toda otra significación: «No es posible que los tiempos de los verbos expresen otra cosa que relaciones de existencia con alguna época de comparación» (Beauzée, Gram. gén., 270).