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331

Cautiverio feliz, pág. 530.

 

332

Carvallo, tomo II, pág. 83.

 

333

Relación que la Real Audiencia de Lima hace al Excelentísimo señor conde de Castelar, marqués de Malagón, virrey de estos reinos, del estado de ellos y tiempo que los ha gobernado en vacante. Relaciones de los Virreyes y Audiencias que han gobernado el Perú, Madrid, 1871, tomo 2.º, pág. 280.

 

334

«Tomamos esta noticia de una información que en junio de 1682 rindió el capitán don Juan de Astorga y Ureta por el sargento mayor don Fernando de Pineda y Bascuñán, su cuñado e hijo primogénito del maestro de campo general, don Francisco Núñez de Pineda y Bascuñán, y de doña Francisca de Ces, legítima esposa del maestro de campo. Dicha información tenía por objeto probar el derecho preferente del referido don Fernando a una encomienda que su padre poseía en el pueblo de Colbunto, en el obispado de Concepción. Cuatro testigos que se presentaron declararon bajo de juramento que era público y notorio que el maestro de campo general don Francisco Bascuñán había muerto, como queda dicho, en el Perú, en un viaje que hizo a recibirse de corregimiento que el virrey lo había concedido en premio de sus aventajados servicios que los testigos mismos habían asistido a las exequias que se celebraron en su honor en Santiago; y que aún los deudos y dependencia del maestro de campo cargaba luto en esa fecha (13 de junio de 1682). Este documento existe en el archivo del Ministerio del Interior, estante número 4, cajón número 2, legajo rotulado Memoriales antiguos y mercedes de tierras, fol. 524 vta.». V. Aguirre Verga, Estrella de Chile, 1874.

 

335

Debe tenerse presente, además, que Bascuñán se proponía trabajar una obra histórica al referir su propio cautiverio, pues «lo que me ha movido a coger la pluma en la mano, decía, y escribir algunos sucesos de este reino con verdaderas experiencias, (aunque con humilde y llano estilo), es el haber reconocido algunos escritos y obras de historia que han salido a luz y están para salir, de algunos acaecimientos de esta guerra de Chile, tan ajenos de la verdad como llevados de la adulación los más, y otros del propio interés y del que han adquirido por sus letras». Cautiverio feliz, pág. 2.

 

336

Eyzaguirre, Historia de Chile, t. II, pág. 283; Cortés, Diccionario biográfico, pág. 54.

 

337

Garí y Siumell, Biblioteca mercedaria, pág. 39.

 

338

Cronicón sacro-imperial de Chile: «Barrenechea y Albis, ilustre hijo de la ciudad de Concepción».

 

339

Así lo dice en su libro.

 

340

Parece que debido a su celo religioso y a la posición distinguida que ocupara se le encargaba a veces de predicar los sermones de nota, como él lo recuerda, refiriéndose especialmente al que dijo con motivo de ciertos milagros de esos que pululaban en aquel entonces.