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ArribaAbajoCapítulo III

Cortés en Cempohuallan. Escribe a la República de Tlaxcala ofreciéndole su protección y ayuda contra Motecuhzoma. Mensajeros y presentes que le envía. Respuesta del Senado aceptándolas. Antigua tradición relativa a los hombres blancos y barbados. Prodigios que anuncian grandes calamidades. Entrada de los españoles en Tlaxcala y su solemne recibimiento.


Habiendo pues tomado *Cortés* la razón de toda la tierra y de la grandeza y majestad de Moctheuzoma y de sus contrarios en Cempohuallan, escribió una carta a la provincia de Tlaxcala a los cuatro Señores de ella, diciéndoles cómo él había llegado a esta tierra con deseo de verlos y conocerlos y ayudarles en todos sus trabajos y necesidades; que bien sabía estaban apretados y opresos de las grandes tiranías de los Culhuas mexicanos, y que él venía en nombre de un gran Señor que se llamaba el emperador D. Carlos, y que traía consigo al verdadero Dios, porque los dioses que ellos adoraban eran falsos y hechos a mano y por mano de hombres mortales; y que el Dios *que él y sus compañeros adoraban* era el que había criado el cielo, y la tierra y todo lo que en él había; y que allí les enviaba un sombrero, una espada y una ballesta para que viesen la fortaleza de sus armas, las cuales traía para socorrer y favorecerlos como a hermanos contra aquel tirano y fiero carnicero de Moctheuzoma, porque él sabía que los tenía muy enojados. Estas cosas y otras de gran presunción contenía la carta; pero como no sabía leer, no pudieron entender lo que contenía. Los mensajeros   —184→   que traía dijeron de palabra estas razones relatadas, porque Malintzin se las dio bien a entender para que de palabra casi las dijesen a los Señores y Caciques de Tlaxcala: y como llegasen los mensajeros Cempohualtecas, dieron la espada, carta y ballesta y sombrero de seda de tafetán carmesí, que antiguamente se usaban unos chapeos301 velludos de seda, y con estas cosas y otras que los mensajeros añadieron pusieron en extraña alteración a toda la República de Tlaxcala302.

Ayuntados los cuatro Señores de las *cuatro* cabeceras, y los más principales y demás Caciques, sobre lo que se determinaría en este caso, si por ventura matarían a los mensajeros de Cempohuallan, por ser como eran vasallos de Mexicanos, no viniesen de industria con asechanza de parte de los Culhuaques de México, o si era prodigio o abusión de alguna mala nueva; y estando en esta consulta, salió resuelto de que no los matasen, sino que dijesen a aquellas gentes que eran tenidos por dioses, que fuesen bien venidos, que cuando les pareciese venir a su tierra serían bien recibidos: y en este ayuntamiento dijo el gran Xicotencatl a Maxixcatzin, a Citlalpopocatzin y a Hueyolotzin303: Ya sabéis, grandes y generosos Señores, si bien os acordáis, cómo tenemos de nuestra antigüedad cómo han de venir gentes de la parte de donde sale el sol, y que han de emparentar con nosotros, y que hemos de ser todos unos, y que han de ser blancos y barbudos, que han de traer celadas por cabezas   —185→   señal de gobierno, que han de ser zancudos, y que han de traer armas muy *fuertes y* más fuertes que nuestros arcos (por la ballesta que así la llamaban) que no las podemos enarcar, y con espadas de delicados filos; que nuestras armas (comparadas) con éstas no son muy tenidas ni estimadas en nada; estos son y estos nos vienen a buscar, y no son otros. ¿En qué mejor tiempo que éste pueden venir, que llevamos de vencida la provincia de Huexotzinco, que los tenemos arrinconados en las haldas de la Sierra Nevada, y desde allí están pidiendo socorro a Moctheuzoma? No curemos de más venganza. Estos dioses u hombres, veamos lo que pretenden y quieren, porque las palabras con que nos saludan son de mucha amistad, y bien deben de saber nuestros trabajos y continuas guerras, pues nos lo envían a decir. Con esto los mensajeros se volvieron a Cortés, y en el inter los sacrificios de sus dioses infernales, ritos y supersticiones, no cesaban con más fervor y cuidado.

Ya en este tiempo los dioses mudos se caían de sus lugares: temblores de tierra y cometas del cielo que corrían de una parte a otra por los aires: los grandes lloros y llantos de niños y mujeres, de gran temor y espanto, de que el mundo perecía y acababa, que no hay lengua ni pluma que lo pueda ponderar y encarecer: y como Cortés no hacía sino marchar, llegó a los confines y términos de esta provincia con su gente buena y católica compañía, donde fue recibido con algazara, escaramuzas y gran aspereza de guerra, donde mataron un español y dos caballos como atrás dejamos declarado, por los indios Otomís de Texohuatzinco304, guardarraya y fronteros que guardaban aquella frontera305; mas sabido por los Tlaxcaltecas, les fueron mandados   —186→   y enviados los mensajeros, que fueron Coztomatl y Zohinpanecatl, para que no los enojasen, y que los dejasen pasar por donde quisiesen306; y así fue que habiendo estado algunos días en este pueblo de Tecohuatzinco, se movieron de allí y se vinieron a Tlaxcala, donde el gran Señor Xicotencatl recibió a Cortés de paz y a sus compañeros, cuyo recibimiento fue el más solemne y famoso que en el mundo se ha visto ni oído, porque en tierras tan remotas y extrañas y apartadas, nunca a Príncipe alguno se había hecho otro tal, porque salieron los cuatro Señores de las cuatro cabeceras de la Señoría y República de Tlaxcala con la mayor pompa y majestad que pudieron, acompañados de otros muchos Tecuhtles, y Pyles y grandes Señores de aquella República, más de cien mil hombres que no cabían en los campos y calles, y que parece cosa imposible307.

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El primer recibimiento se les hizo en Tzompanzingo308, lugar muy principal de Tlaxcala, y allí fue recibido (Cortés) de los principales en aquel pueblo: de allí pasaron los nuestros a otro lugar muy grande que llamaban Atliquitlan, de aquí salieron otros Tecuhtlis y Pyles de muy gran valor y estima donde salió Piltecuhtli acompañado de gran muchedumbre de gente, y de este lugar bajaron a Tizatlan que es el lugar de la cabecera de Xicotencatl: aquí en este lugar y casas de Xicotencatl, por ser muy viejo, no salió de su casa más que hasta un patio donde había unas gradas de poca bajada: aquí estuvieron todos los demás Señores de las cabeceras *que eran* Maxixcatzin, Citlalpopocatzin, Tlehuexolotzin y demás Señores al respecto, para hacer tan solemnísimo recibimiento.

Llegados los nuestros y puestos en ordenanza a donde debían ser recibidos, llegó Xicotencatl a abrazar a Hernando Cortés y hacerle la salva como en efecto lo hizo; mas Cortés como hambre sagaz y astuto y no en ningún caso descuidado, asimismo   —188→   le abrazó, mas siempre con gran recato le asió de la muñeca del brazo derecho309, y no se consintió apretar el cuerpo; y de esta forma y término lo hizo con Maxixcatzin, Citlalpopocatzin y Tlehuexolotzin. Hecha esta ceremonia tan famosa, se fueron Xicotencatl, Cortés y Malintzin mano a mano hasta donde habían de ser alojados y aposentados, tratando de su venida y de cómo los venía a visitar y ayudar en lo que se les ofreciese, y a castigar a Moctheuzoma, su capital enemigo, y toda la demás gente de Culhua, que en aquella sazón prevalecía y predominaba en toda la máquina de este nuevo orbe, donde era tan temido, y adorado y reverenciado como si fuese su dios, teniendo señorío, poder y mando en este tan remoto y apartado Imperio, sobre todas las naciones de estas tan extrañas partes.



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ArribaAbajoCapítulo IV

Alojamiento. Obsequios singulares a los caballos. Los suponían fieras carnívoras. Los Caciques ofrecen a Cortés sus hijas. Presente de trescientas mujeres. Nombre que impusieron a Cortés y a Alvarado. Conferencia con los Caciques. Dudas que los afligen sobre la procedencia, designios y naturaleza humana o divina de sus huéspedes. Respuesta lisonjera de Cortés. Exige la destrucción de los ídolos. La resisten los Caciques. Persiste Cortés, amagando con retirarles su protección. Ceden. Consternación general. El pueblo oculta sus ídolos. Bautizan a los cuatro Caciques y otros Señores. Destrucción de los ídolos. Fiestas y regocijos públicos. Manera de administrar el bautismo en aquella época.


Aposentados, corno tenemos referido, los nuestros en los Palacios de Xicotencatl, con mucho cuidado fueron del regalados y servidos, donde presentaron a Cortés muchas joyas de oro y pedrería de gran precio y valor, y muchedumbre de ropa de algodón muy ricamente labrada de labor tejido, y otras ropas *de plumas* de estima, y gran suma de bastimentos de aves, gallinas y codornices, liebres, conejos, venados y otros géneros de caza, que son y eran de las carnes que usaban comer los Señores de esta tierra, sin el maíz y frijol y otras legumbres de la tierra. Finalmente se les dio todo lo necesario para el sustento de los nuestros310. Luego a los principios, en el lugar y pueblo de Tecohuatzinco en la provincia de Tlaxcala, entendieron los naturales que el caballo y el que iba encima era todo una cosa, como los centauros u otra causa monstruosa; y así daban ración a los caballos, como si fuesen hombres, de gallinas   —190→   y cosas de carne y pan; el cual engaño duró muy poco, porque luego entendieron que eran animales irracionales que se sustentaban de yerbas y en el campo, aunque también estuvieron mucho tiempo en opinión de ser animales fieras que se comían a las gentes, y que por esta causa decían que los hombres blancos les echaban frenos en las bocas atrailladas contra ellos. Cuando acaso algún caballo traía ensangrentada la boca, decían que se había comido algún hombre; por manera que sospechaban que eran de tanto entendimiento, que los mandaban las dioses para lo que habían de hacer, sin entender el secreto del gobierno del freno y espuelas; y así cuando relinchaba un caballo decían que pedía de comer y que se lo diesen luego no se enojase; de esta manera procuraban de tener contentos a los caballos, en darles de comer y de beber muy cumplidamente.

De estas novedades y casos no vistos, venían gentes forasteras y extrañas secretamente a saber lo que pasaba, y qué gentes eran éstas que habían venido, de dónde y de qué parte y qué cosas las que traían. Los de Tlaxcala les decían muchas más cosas de las que pasaban, para ponerles temor y espanto y que publicasen todas estas cosas en toda la tierra, como en efecto se puso, y se decía afirmativamente que los nuestros eran dioses, o que no había poder humano que pudiese pugnar contra ellos, ni quien los pudiese ofender en el mundo ni enojarlos.

Estando pues los nuestros en este buen alojamiento, presentaron a Cortés mas de trescientas mujeres hermosas311 *de muy buen parecer muy* bien ataviadas, las cuales le daban para su servicio porque eran esclavas que estaban dedicadas para el sacrificio de sus ídolos, y estaban presas y condenadas a muerte por excesos y delitos que habían cometido contra sus leyes y fueros; y pareciendo a los Caciques que no había mejor en qué emplearlas,   —191→   las dieron en ofrenda y sacrificio a los nuestros, las cuales iban llorando su gran desventura, a padecer crueles muertes *considerando el cruel sacrificio que habían de padecer*, y después de muertas comérselas los dioses nuevamente venidos. Algunos han querido afirmar en este particular, que estas mujeres eran hijas de Señores y principales, lo cual no pasó así, porque de su antigüedad tenían esclavos y esclavas habidas en despojos de guerra y de gentes extranjeras venidas y traídas de otras naciones, y esta esclavonía sucedía en los hijos e hijas de los esclavos *esclavas*, y pasaba muy adelante esta sucesión hasta los bisnietos. Finalmente, aquestas trescientas mujeres se dieron y ofrecieron al capitán Cortés para que le sirviesen a él y a sus compañeros; y al tiempo que se las presentaron no las quiso recibir, sino que se las tornaron a llevar, respondiéndoles que se lo agradecía mucho y que no las quería recibir porque en su religión cristiana no se permitía aquello, *porque si no fuesen cristianas bautizadas no se podía hacer*, y cuando esto hubiese de ser, sería para tomarlas por su única mujer y compañía por orden de la Santa Madre Iglesia; *que no las podían tener porque su ley lo vedaba* como adelante *mediante Nuestro Señor* lo verían; mas con todo esto con grandes ruegos y persuasiones las recibió a título de que *se recibían para que* sirviesen a Malintzin, advirtiendo de que sienten mucho los indios cuando no les reciben los presentes que dan aunque sea una flor, porque dicen que es sospecha de enemistad y de poco amor y poca confianza del dante y del que presenta la cosa, que así se usaba entre ellos. Cuando así tenían una mujer principal, la acompañaban muchas mujeres para que la sirviesen; de manera que para el servicio de Marina se quedaron en servicio del capitán *Cortés* las que como dicho es, hasta que adelante viendo que algunas se hallaban bien con los españoles, los propios Caciques y principales daban sus hijas propias con el propósito de que si acaso algunas se empreñasen, quedase entre ellos generación de hombres tan valientes y temidos: y así fue que el buen Xicotencatl dio una hija suya hermosa *y de   —192→   buen parecer* a D. Pedro de Alvarado por mujer, que se llamó Doña María Luisa Tecuelhuatzin, porque en su gentilidad no había más matrimonio que el que se contraía por voluntad de los padres, y así daban sus hijas a otros Señores, que aunque se usaban muchas ceremonias de sus ritos gentílicos como atrás lo dejamos declarado, los Señores absolutamente tomaban las mujeres que querían, y se las daban como a hombres poderosos; y por esta orden se dieron muchas hijas de Señores a los españoles, para que quedase de ellos casta y generación por si se fuese de esta tierra.

Llamaron los naturales a Hernando Cortés chalchiuh capitán, que quiere decir tanto como si dijéramos capitán de gran estima y valor, y este es el natural sentido que se le daba, porque el chachihuitl es de color de esmeralda, y las esmeraldas son tenidas en mucho entre los naturales, son muy preciadas, y así compararon la persona de Cortés con estas piedras, llamándole chalchihuitl capitán, *comparando al buen español con los chalchihuites y esmeraldas*, o como dijésemos esmeralda capitán o muy preciado caballero, *llamándole así por excelencia chalchihuitl capitán*. Por lo consiguiente llamaron a D. Pedro de Alvarado el Sol, porque decían que era hijo del sol por rubio y colorado, de muy lindo rostro, donaire y disposición y buen parecer, y así entre los naturales no le daban otro renombre, porque después del capitán Hernando Cortés no hubo otro más querido ni amado de los naturales *que D. Pedro de Alvarado*, especialmente de los de Tlaxcala: y como estuvieron los españoles en este buen acogimiento en las casas y palacios del gran Xicotencatl, procuró Maxixcatzin, con grandes ruegos, que Cortés y toda su gente se pasasen a su barrio y cabecera *y a sus casas, y que allí le serviría y regalaría, que es en el barrio y cabecera* de Ocotelulco: lo cual Cortés le agradeció mucho y se pasó a su Señorío y cabecera él y sus compañeros, así por darle gusto y contentarle, como también porque así le convenía dar contento a todos y ganarles la voluntad, particularmente a Maxixcatzin. Tuvieron allí descanso algunos días   —193→   con mucho regalo y regocijo, con buenos entretenimientos de fiestas a su usanza312.

Al cabo de todo esto y pasadas sus fiestas, habiéndose congregado los cuatro Señores de las cuatro cabeceras y demás principales y Caciques, procuraron de tratar con Cortés con palabras *blandas, y le rogaron y suplicaron* con mucho encarecimiento, diciendo de esta manera: «Pedímoste por merced, valeroso Capitán, único Señor de los hombres blancos y barbudos, que ya que os tenemos por hermanos y muy verdaderos amigos, que os declaréis con nosotros en decirnos y declararnos sin doblez ninguno, sino sencillamente y con abierto pecho y claras entrañas ¿qué es lo que buscáis y lo que queréis? *¿qué vuestro disinio313 y principal propósito*, y a qué habéis venido a nuestras tierras? porque ya nosotros aquí estamos y aquí nos tenéis en paz a vuestra voluntad y limpia y segura amistad, con fe y palabra inviolable de que os tenemos por amigos con presupuesto de jamás quebrantarla nosotros, ni los nuestros, ni nuestros hijos: decidnos ahora bajo de esto vuestra voluntad y de toda la realidad de la verdad, primeramente si sois hijos de Dios y si sois hombres mortales como nosotros ¿o si tenéis alguna deidad, o si sois dioses y de qué partes del mundo sois venidos? y si es cierto que habéis bajado del cielo como se ha imaginado, desengañadnos de todo punto, porque queremos estar desengañados, seguros y satisfechos, porque sabido vuestro intento,   —194→   aquí nos tenéis para todo lo que quisiereis hacer e intentar, y nos hallaréis muy prontos y aparejados para todo; y si habéis de pasar adelante, os daremos favor y todo lo necesario para el matalotaje; o si traéis intención de vivir entre nosotros, mirad donde os parece buen sitio para hacer vuestro asiento y donde estaréis mejor acomodados, porque os daremos tierras y montes y aguas, y os ayudaremos a hacer vuestras casas para en que podáis vivir a vuestro contento; y cuando esto no sea de todo lo que os preguntamos, decidnos si nos traéis alguna embajada de los altos soberanos dioses a cuya deidad estamos sujetos: decidnos y declaradnos la verdad, que a cualquiera cosa que se os dijese de parte de ellos, estamos muy prestos para lo cumplir, así por guerras como *por sacrificios o* cualquier otro modo y manera que lo tengan ordenado, según fuese su voluntad, que suyos somos y sus vasallos. Por tanto, valeroso Capitán, no nos tengáis así suspensos, declaradnos vuestra voluntad, pues la nuestra bien la sabéis y la habéis conocido, que de ilustres y nobles caballeros es declararse con los amigos, y aun con los enemigos».

A las cuales razones que hubieron hablado Maxixcatzin y Xicotencatl, respondió Cortés mediante y por lengua de Malintzin y Aguilar, diciendo a los cuatro Señores de las cuatro cabeceras «Yo os agradezco mucho, generosos y amigos míos, vuestra lealtad y amigable voluntad: bien parece vuestro principado ser de mucha *alteza* y estima y gran valor: pues así es, y queréis saber particularmente de mí y de mis compañeros quiénes somos, y de dónde *y de qué parte* venimos, justa razón pedís y es muy bien que se os diga, y estéis desengañados de las dudas en que estáis y de las cosas que ignoráis. Habéis de saber que mis compañeros y yo somos venidos de muy lejanas partes y de tierras muy remotas y apartados de éstas; nos llamamos cristianos, porque lo somos por ser hijos del verdadero Dios, de aquel que crió el cielo y la tierra y todas las demás cosas que en el mundo hay y se ven; y somos venidos de parte del emperador D. Carlos de Austria, que es muy gran Señor,   —195→   el cual nos ha enviado a visitaros, porque sabe y entiende la necesidad en que estáis, así de fuerzas temporales como de fe, y para que también os demos noticia, dandoos a entender cómo no hay más de un solo Dios verdadero, porque todos los demás que tenéis y adoráis por dioses son dioses falsos y de mentira, llenos de vanidad, obrados y hechos por mano de otros hombres bestiales y torpes, porque al fin son dioses mudos e insensibles que no se mueven, y así su ser es compuesto de ninguna fuerza, ni valor, ni de ningún efecto, para lo cual soy venido a desengañares del engaño en que vivís y habéis estado, y a traeros *y daros* otra ley mejor que la vuestra porque es la del verdadero Dios, limpia y clara sin ningún género de engaño ni duda, fuera de tanta barbarie de sacrificios crueles y abominables como son los que usáis en vuestros ritos; y asimismo vengo a declarar y decir cómo después de esta vida hay otra que es eterna y sin fin, cuya claridad se os será mostrada y enseñada por los Ministros de Dios, para que estéis enterados de las cosas de nuestra Santa Fe Católica, que para ello el gran Señor de cuya parte soy venido os enviará muy en breve tiempo; y así os ruego y amonesto que tengáis por bien, sin recibir pesadumbre alguna, pues tanta amistad me tenéis, que quiero derribar estos vuestros ídolos, aquestos que tenéis y adoráis por dioses, que os tienen ciegos y engañados, que esta ha sido mi principal venida, y después de esto vengo a ayudaros y a dar muy cruda guerra a Moctheuzoma vuestro capital enemigo, y vengar vuestras injurias, en cuya venganza y castigo veréis que mi amistad es firme y muy verdadera, para que después vengados de vuestros crueles enemigos y crueles adversarios, vivir con descanso entre vosotros, sin jamás desampararos: quería sacar de esto, generosos Señores, que os persuadieseis a querer seguir ante todas cosas mi sacra religión, mi santísima ley y fe verdadera que es la del verdadero Dios Jesucristo nuestro Señor Unigénito Hijo de Dios y Salvador del mundo, y que os bautizaseis con el agua del Espíritu Santo, para que quedaseis lavados y limpios de todas vuestras culpas, mancillas y pecados,   —196→   y con esto tendré por cierto que me queréis bien, y con este vínculo de amor quedará confirmada nuestra amistad para siempre jamás, y llamaros cristianos como yo me llamo, y se llaman y apellidan todos mis compañeros, que es el más alto blasón, renombre y apellido que podemos tener, porque es derivado y tomado del Santísimo Nombre del Hijo de Dios verdadero Jesucristo Nuestro Señor y Redentor del género humano; y que con esto cesen los crueles y horrendos sacrificios y endemoniados ritos que tenéis, y que con esto dieseis de mano al demonio que os tiene ciegos y engañados, dando al través con todas estas cosas que el enemigo del género humano con sus malicias y astucias os ha incitado, que no vieseis314 más en el engaño en que vosotros y vuestros antepasados vivían y hasta ahora habéis vivido. Olvidad y desarraigad de vuestros corazones tan gran engaño y torpeza y error, destruyendo totalmente el nombre que tenéis de idólatras, sacrificadores y comedores de carne humana y de vuestras propias carnes y sangre; cuyos nefandos y aborrecibles pecados e infernales hechos son reprobados entre hombres de razón y de ley de naturaleza, porque un crimen tan atroz y uso tan cruelísimo y abominable entre todas las generaciones del mundo, pésimo, detestable y de tan horrenda abominación, jamás se ha visto, ni oído, ni hallado en todas las naciones del Universo, pues que fieros animales aborrecen unos a otros, siendo gobernados tan solamente por instinto natural, como más largamente os podría decir, y traer otros muchos más ejemplos con urgentísimas razones, las cuales omito hacer por dar fin a mi respuesta. Por tanto, Señores y amigos míos generosos, pues me habéis pedido razón de mi venida y os he querido satisfacer, ya os la he dado muy por extenso sin haberos ocultado cosa alguna, sino que clara y abiertamente os he descubierto mi pecho, y así lo podréis decir e informar a todas vuestras gentes, y a aquellos que quisiesen mi amistad y venirse de paz y tornarse cristianos y   —197→   ser del gremio de *nuestra Santa Madre* Iglesia de Roma, y recibir el verdadero bautismo, que serán libres del demonio, y seremos todos unos, incorporados en un gremio. Y en lo que toca a decir que si somos dioses, o si somos hombres humanos y mortales como vosotros; pero la ventaja que tenemos sobre los otros hombres, sólo es en ser cristianos, por servir como servimos a un solo Dios verdadero; y la diferencia que hay entre nosotros y vosotros es, que vosotros servís a las estatuas e ídolos semejanzas del demonio, y nosotros servimos a Dios que crió el cielo y la tierra como os lo tengo significado desde el principio de mi plática»; y con lo cual acabó el valeroso Capitán semblante muy severo; y así quedaron y estuvieron los cuatro Señores de las cuatro cabeceras de la Señoría de Tlaxcala absortos, admirados y suspensos de las cosas que el buen Capitán les había dicho y respondido.

Habiendo estado muy atentos a todo, y habiendo oído tan blandas y amorosas palabras, tan vivas y de tan grande eficacia que les penetraba los corazones, infundiendo en ellos milagrosamente la gracia el Espíritu Santo, y estando llenos de esta plenitud, respondieron muy tiernamente y lagrimosos a estas y tan profundas palabras, diciendo de esta manera: ¡Oh valeroso Capitán y más que hombre! verdaderamente no podemos creer sino que sois hijo de los dioses y el más valiente y esforzado príncipe de la tierra y gran Señor de los hombres blancos y barbudos, y el más temido varón que hasta hoy hemos visto los nacidos, ni oído en el mundo: ¿cómo deshaces y tienes en poco con tan gran atrevimiento la deidad de nuestros dioses y suma alteza de aquellos que desde el cielo gobiernan la tierra? ¿Por ventura nos habláis por engaño y cautela, para que ignoremos que sois vosotros los que habéis bajado del cielo para remedio de los hombres que vivimos en la tierra? Declaraos ya con nosotros, y no queráis que con torpe engaño caigamos en otros mayores errores; porque si así es como decís, que no hay más de un solo Dios, y que todos los demás son compuestos y fabricados por manos de hombres, y que no hablan ni se mueven,   —198→   y que son estatuas sin sentido, así es verdad, te lo concedemos y confesamos; mas estos bultos y estatuas a quien servimos y adoramos son imágenes, figuras y modelos de los dioses que en la tierra fueron hombres, y por sus hechos heroicos y famosos subieron allá, donde viven en eterno descanso como ahora vosotros que sois como dioses, que quedando acá sus estatuas entre nosotros se fueron a residir a sus lugares y moradas de gozo, donde viven con descanso, y desde allá nos envían a la tierra con sus divinas influencias, con su virtud y gran poder todo lo necesario, viendo que sus bultos y figuras son adoradas de las gentes; y así no sabemos Capitán cual sea la causa que traéis inclinado contra ellos, porque nos dices y amonestas que no hay más de un Dios, que este es criador del cielo y de la tierra, que es el verdadero, y que a éste servís y adoráis tú y tus compañeros, y a éste nos persuades que creamos, y que creyendo en él seremos todos unos, echándonos agua en las cabezas en nombre y virtud del mismo Dios, y que nos llamaremos cristianos, quedando con esto limpios y lavados de nuestras culpas y pecados, que seremos hijos suyos, y porque esto tenga efecto y sea válido, que ante todas cosas hemos de consentir que nos derribes y desbarates nuestros ídolos, que son semejanza de nuestros dioses a los cuales adoramos y reverenciamos de tantos siglos atrás nosotros y nuestros antepasados, que con tanta religión observaron y guardaron en el culto de ellos, ¿cómo quieres tú que con tanta facilidad los dejemos y consintamos que con tus violentas y sacrílegas manos te dejemos profanar los dioses que en tanto tenemos y estimamos? ¡Valeroso Capitán! ¿Para qué queréis mover ahora negocio tan intratable, alterando los corazones de los nuestros en querer intentar un caso tan duro y tan dudoso como éste, quebrantando un fuero tan inviolable, que si con tan denodado atrevimiento y tan temerario lo hicieseis, los hombres que vivimos en la tierra y tan sujetos a la voluntad de los dioses, no lo habrían comenzado a poner por obra, cuando ellos todos se indignarían contra todo el mundo, y lo destruirían y tornarían por su propia causa y deidad,   —199→   cuando viesen que los hombres los menospreciábamos en la tierra, nos enviarían hambres, pestilencias y otros desastres, infortunios y calamidades, desechándonos y expeliéndonos como a hombres malditos y apartados de su amistad, y no nos hablarían más, ni nos responderían como nos responden; el sol y la luna y demás estrellas relumbrantes se enfadarían contra nosotros, y ya no nos mostrarían más su luz ni claridad. Mira pues, Señor y muy temido caballero de los dioses blancos y barbudos, lo que quieres emprender; mira que te queremos mucho, y te rogamos que no lo hagas, no te suceda algún trabajo, porque tenemos por experiencia que cuando así algunos de nosotros llegamos con insolencia a algunas de estas reliquias indignamente, caen sobre nosotros grandes relámpagos, rayos y truenos del cielo, en castigo de tan grande osadía y atrevimiento: y dejando aparte este negocio que toca a los dioses, todas las demás cosas que nos has dicho, que es ir contra Culhua a asolar y destruir por fuerza de armas con cruda y fuerte guerra todo, nos parece poco ponerlo debajo *de tu Señorío, y* el mando no lo estimamos y tenemos en nada, en comparación de lo que nos las dicho, ni el tenerte por amigo, ni el reconocer por tal al gran Señor que te envía, que es el que nos dices que se llama Emperador monarca del mundo, aquel que de tan lejas partes nos envía a saludar y visitar: para corresponder a tan gran merced como ésta, nos obliga a que le sirvamos y agradezcamos, ayudándole con todo lo que se le ofreciese, teniéndolo siempre por verdadero Señor y amigo nuestro: mira lo que ha menester de nosotros, dinos si quiere algo *de las cosas de* nuestra tierra, que por la amistad que le tenemos y a ti te hemos cobrado, lo haremos muy de veras y cumplidamente, porque esta nuestra paz y amistad ha de ser para siempre eterna y perdurable *hasta la fin de los siglos futuros y advenideros*. Por tanto mira lo que quieres, que aquí estamos muy prontos para todas las ocasiones que se te ofrecieren a ti y tus valerosos compañeros, así en la paz, como en la guerra, como se lo puedes decir al gran Señor que te ha enviado.

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Este razonamiento propuso en nombre de todos *el poderoso y gran Señor* Maxixcatzin, que era muy discreto y el más mozo de los cuatro Caciques: a las cuales palabras *nuestro animoso e invencible español Cortés, respondió replicando con cristianismo y católico pecho y con la mayor osadía que hombres pudieran tener, diciendo de esta manera constreñido del celo cristiano de que estaba armado*. Breve he visto leales amigos y muy estimados Señores, el amor y amistad que me tenéis sin género de doblez alguno, a lo cual no puedo dejar de acudir de hacer vuestra voluntad, especialmente siendo cosa que conviene a vuestro propio remedio, porque para destruir yo y asolar este mundo y todas cuantas naciones en él hay, no lo estimaría yo en nada cuanto deseo vuestra salvación y que salgáis del error en que vivís, porque teniéndoos de mi parte y bando, todo se me facilita y allana; pero es recio caso, amigos y Señores míos, que no seáis cristianos *y de la cristiana parcialidad*, porque siendo yo cristiano y hijo del verdadero Dios, cuya ley y doctrina guardo, viva entre gentes que saben y adoran dioses de falsedad y mentira; y en cuanto a esto que decís que han de destruir el mundo mostrando grande ira contra los hombres, que enviarán fuego del cielo, hambres y pestilencias y otras calamidades como habéis referido, es negocio de poco momento e imaginación vana, lo cual tomo a mi cargo para avenirme con ellos, porque ni son dioses, ni son nada, ni tienen ningún poder; finalmente, que como amigo fiel os ruego y aconsejo que no creáis en ellos, sino que los derribemos y volemos, despedazándolos y quebrantándolos de manera que no quede nombre ni memoria de ellos en el mundo, porque es muy gran lástima que Señores principales tan claros y generosos, sean sujetos a abominables figuras. Persuadíos por tanto, amigos míos, a ser cristianos, y no seáis incrédulos, ni tan obstinados en vuestros errores. Mirad con los ojos del entendimiento lo que os he significado, porque es la pura verdad: dejad la pertinacia endurecida de vuestros corazones, animaos a ser hijos de Dios que os infundirá su divina gracia, y os dará verdadera claridad y lumbre   —201→   para que mejor entendáis lo que con palabras no os puedo explicar.

Oído negocio tan duro y pesado para un tan arraigado uso y costumbre, quedaron por muy gran rato sin poder hablar ni responder cosa alguna; mas al cabo, habiendo bien considerado lo que con tanto espíritu el capitán Cortés les decía, le respondieron de común consentimiento, que pues ellos le habían dado sus corazones y amistad, que era lo mejor de sus personas, ellos en este caso se rendían y no tenían que responder, sino que ejecutar su voluntad e hiciese lo que por bien tuviese, derribase los ídolos y los diese por ningunos; pero que si algo sucediese, que no fuese a su cargo, y que fuese visto y entendido que ellos no querían enojar a los dioses, ni era tal su voluntad, ni menos los querían creer, sido al Dios verdadero de los cristianos *que era aquel que había criado los cielos y la tierra, y en aquel en quien creían, y que querían tornarse cristianos* y echarse agua en las cabezas como ellos tenían de costumbre ser bautizados, y guardar su ley y mandamientos, como ellos guardaban. Finalmente, seguir y guardar sus buenas y santas costumbres: y porque sus gentes no se alborotasen, que ellos les querían hablar dándoles a entender todas aquellas cosas de que habían sido informados, y que en el ínterin se estuviesen quietos y sosegados y que apaciguasen en sus corazones.

Tomando pues la mano en esto los cuatro Señores, hicieron grandes juntas en sus pueblos, barrios y cabeceras, donde dieron entera noticia de lo que el capitán quería y pretendía hacer en destruir y derribar sus dioses, y que no tan solamente venía a castigar a los injustos hombres, sino que también quería tomar venganza de los dioses inmortales, porque nos ha dicho que nos quiere dar otra nueva ley, limpia y loable, y que para esto tengamos por bien que recibamos otro Dios. *Este modo de hablar y decir, que les quería dar otro Dios*, es a saber, que cuando estas gentes tenían noticia da algún Dios de buenas propiedades y costumbres, lo recibían, admitiéndole por tal, porque otras gentes advenedizas trajeron muchos ídolos que   —202→   tuvieron por dioses, y a este fin y propósito decían que Cortés les traía otro Dios; y así decían de manera que en este hemos de adorar y servir, porque él lo servía y adoraba en muy diferente modo y manera que nosotros servimos a nuestros dioses, pues no le sacrifican corazones de hombres humanos, *ni menos con sangre viva como nosotros lo hacemos con nuestros dioses*, sino solamente con oraciones y bautismo de agua; y esto le habían prometido de seguir, y que ninguno se lo estorbase ni le fuese a la mano, sino que le dejemos hacer lo que él quisiere, pues viene a ayudarnos y favorecernos, por lo cual no nos conviene que le seamos contumaces, ni rebeldes, ni traidores; haga lo que quisiese y por bien tuviere, que lo tome a su cargo, que es negocio de entre ellos; dioses son los unos y los otros, allá ellos se entenderán, cada uno volverá por sí y por lo que le tocare; más a nosotros nos conviene su amistad para que nuestras gentes vivan seguras.

Oído negocio tan duro por los de la República, volvieron los rostros al cielo en señal de gran dolor y sentimiento, y muy llorosos, que era verlos cosa de espanto y lástima, de tal manera que decían algunos a sus Señores, decid al capitán y respondedle, que ¿por qué nos quiere quitar los dioses que tenemos y que tantos tiempos ha que servimos nosotros y nuestros antepasados? Que sin quitarlos ni mudarlos de sus lugares sagrados pueden poner a su Dios entre los nuestros, a quien también serviremos, le adoraremos, haremos casas y templos aparte y de por sí, y será también el Dios nuestro y le guardaremos el decoro y respeto que su deidad y santidad merece, guardando sus leyes y mandamientos como lo hemos hecho con otros dioses que nos han traído de otros partes. A las cuales palabras *torpes y sin fundamento* respondieron sus Señores y Caciques, que ya no había remedio a cosa ninguna de las que pedían, sino que precisamente había de hacerse lo que el capitán quería y que no se tratase más de ello; y así fue que luego callaron y comenzaron a ocultar y esconder secretamente muchos ídolos y estatuas, como después adelante andando el tiempo se   —203→   vio y ha visto, donde secretamente muchos de ellos los servían y adoraban como de antes, aconsejándoles el demonio que no desmayasen, ni los hombres advenedizos los engañasen, lo cual les decía en sueños y otras apariencias, mayormente cuando tomaban y bebían cosas provocativas a ver visiones, que para semejantes casos las tenían y tomaban, por cuya causa muchos de ellos estuvieron endurecidos, rebeldes y obstinados para su conversión; y así ahora en nuestros tiempos, que fue el año de mil quinientos setenta y seis, muchos principales viejos pidieron agua del bautismo, porque de vergüenza y empacho no se habían querido bautizar, los cuales habían quedado en aquellos que habían sido duros y pertinaces en dejar los ídolos; y como después vieron que toda la gente de la tierra venía a la conversión, se quedaron muy engañados, y después de pura vergüenza, como eran principales, no se atrevían a venir al santo bautismo; que aunque eran casados en haz de la Santa Madre Iglesia, y tenían nombres de cristianos, y que confesaban y comulgaban cada un año, no osaban decir que no estaban bautizados, hasta este año 1576, habiendo sido Alcaldes y Regidores en esta República. Pasó esto que vimos por vista de ojos; mas fue Nuestro Señor servido de que en los últimos días de su vida conocieran su error en que habían estado y vivido, y recibieron el Santo bautismo y acabaron católicamente dentro de pocos días este año.

Tornando a nuestro asunto y principal propósito, estas y otras muchas cosas torpes hacían y decían; y en resolución Maxixcatzin y Xicotencatl y los demás principales Caciques y Señores dijeron a Cortés que no reparase en cosa alguna, sino que ejecutase su intento y que absolutamente hiciese lo que le pareciese y le estuviese bien, porque ellos estaban determinados de creer en un Dios y en Santa María su Santísima Madre, y guardar sus mandamientos sagrados y divinos preceptos, y que desde luego daban por ninguna su ley de idolatría y engaño en que vivían y habían vivido, y que en esta ley nueva tan santísima querían vivir para siempre jamás, y que desde luego pedían el   —204→   agua del bautismo y que *querían ser bautizados*, y que para que fuese notorio a todas sus gentes se pusiese luego por obra, que en ella no hubiese dilación, pues que el tiempo no daba lugar a ello.

Visto por Cortés cuán bien se acudía a lo que él tanto deseaba, no podía estar de gozo, dando inmensas gracias a Nuestra Señor por tan grandes y señalados beneficios y mercedes como le hacía, porque este fue el principal fundamento de su venida y el camino y principio de todo su bien, como lo fue, en esta vida *y para conseguir y alcanzar la gloria y dejar en esta vida eterna inmortal fama*; y con extenso, solemne y celebrado regocijo fueron luego bautizados los cuatro Señores de las cuatro cabeceras por mano de Juan Díaz, presbítero que venía por Capellán de la armada315. Hecha esta general y pública conversión a honra y gloria de Nuestro Señor y de su benditísima Madre *la siempre Virgen María y Señora Nuestra*, se comenzaron a bautizar luego los otros muchos Señores y Caciques de esta República, tras lo cual se comenzaron a derribar por los suelos los ídolos y estatuas de los falsos dioses, y a presencia de todos a profanarlos y tenerlos en poco, como se hizo hasta que totalmente cada día se iban y fueron asolando y se ha venido a perder el nombre de ellos, y la pésima idolatría tuvo fin, que tantos siglos de años había que duraba en estas gentes. Fueron padrinos de los cuatro Señores, D. Fernando Cortés, Pedro Alvarado,   —205→   Andrés Tapia, Gonzalo de Sandoval y Cristóbal Olid. Tomó por nombre Xicotencatl llamarse Vicente *y después se llamó D. Vicente*, Maxixcatzin se llamó Lorenzo, Zitlalpopocatzin y Tlehuexolotzin316.

Este día de su bautismo y conversión se hicieron muchas fiestas a modo castellano, con muchas luminarias de noche y carreras de caballos, aunque pocos con cascabeles. Los naturales vieron y conocieron estas muestras de alegría, y ellos a su modo hicieron grandes bailes y danzas que llaman Mitotes, según su antiguo uso y costumbre, con muchas comidas, dádivas y presentes de ropas y esclavos, joyas de oro y piedras de precio que dieron a los españoles aquel día; y no nos pararemos a contar sus géneros y maneras de comidas, cómo y de qué manera las servían y daban, porque otros lo han escrito muy por extenso; y cierto que hay en ello mucho de contar, mas sólo diré una curiosidad y cuidado que se tuvo.

Al tiempo de bautizarlos317 se tenía esta orden: un día que se bautizaban los varones se llamaban Juanes, otro en que se bautizaban las mujeres se llamaban Anas, otro día Pedros, otro Marías, de suerte que venían por días los nombres de los varones: se les daba una cedulita en que se escribían para que no se olvidasen los nombres de los bautizados aquel día. Así se usó en esta provincia de Tlaxcala muchos años, que llevaban por memoria los nombres, porque muchos nombres se olvidaban y venían a buscarlos en el Padrón del bautismo, y así mismo vi yo en otras provincias de esta tierra hacer la misma diligencia.



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ArribaAbajoCapítulo V

Alianza hispano-tlaxcalteca contra los Mexicanos. Se pone en marcha el ejército sobre Cholula. Vana y peligrosa confianza de los chololtecas en la protección de su dios Quetzalcoatl. Ocupación de Cholula y cruel matanza de sus ciudadanos. Terror que difunde en el país.


Habiendo pues acabado Cortés un negocio tan heroico y arduo de haberse convertido por su orden y mano los cuatro Caciques y cabeceras de Tlaxcala, desde allí en adelante se comenzaron a tratar los negocios tocantes a la conquista, cómo y de qué manera se podía entrar y tomar a México y ganar las demás ciudades y provincias, para que asimismo viniesen en conocimiento de Dios y de la verdadera lumbre de nuestra Santa Fe, y que fuesen bautizados y se diesen de paz sin derramamiento de sangre, muertes de hombres, y que cuando esto no quisiesen venir ni hacerlo por bien, ni serles amigos, castigarlos muy de veras, vengarse de ellos y de sus injurias como se lo tenían prometido; de manera que desde allí en adelante no se trataba de cosa que de hacer gente contra los Culhuas Mexicanos, lo cual dentro de muy breve tiempo se hizo por no dar lugar a que estos se confederasen con los Tlaxcaltecas; y por evitar malos pensamientos y otras nuevas ocasiones y propósitos, procuró Cortés de no dejar de la mano a sus nuevos amigos y confederados, usando como siempre de sus astucias como astuto Capitán de la buena ocasión que presente tenía.

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Hecha su gente comenzaron a marchar y mover sus ejércitos españoles y Tlaxcaltecas con mucho orden de su milicia, número y copia de gentes y bastimentos *bastantes para tan grande empresa*, con muy principales y famosos Capitanes ejercitados en la guerra según su uso y manera antigua. Fueron por Capitanes Piltecuhtli, Aexoxecatl, Tecpanecatl Cahuecahua, Cocomitecuhtli, Quauhtotohua, Textlipitl, y otros muchos que por ser tantos y tanta la variedad de sus nombres no se ponen, sino los más señalados que siempre tuvieron fidelidad con Cortés hasta el cabo de su conquista318.

La primera entrada que se hizo fue por la parte de Cholula, donde gobernaban *y reinaban* dos Señores que se llamaban Tlaquiach y Ttalchiac, que siempre los que en este mando sucedían eran llamados de este nombre, que quiere decir el mayor de lo alto y el mayor de lo bajo del suelo. Entrados pues por la provincia de Cholula, en muy breve tiempo fue destruida por muy grandes ocasiones que para ello dieron y causaron los naturales de aquella ciudad, la cual destruida y muerta en esta entrada gran muchedumbre de Cholultecas, corrió la fama por toda la tierra hasta México, donde puso horrible espanto, y más en ver y entender que los Tlaxcaltecas se habían confederado con los dioses, que así generalmente eran llamados los nuestros en toda la tierra de este Nuevo Mundo, sin poderles dar otro nombre. Tenían tanta confianza los Cholultecas en su ídolo Quetzalcohuatl, que entendieron que no había poder humano que los pudiese conquistar ni ofender, antes acabar a los nuestros en breve tiempo, lo uno porque eran pocos, y lo otro porque los Tlaxcaltecas los habían traído allí por engaño a que ellos los acabaran, pues confiaban tanto en su ídolo, que creían que con rayo y fuego *del cielo* los habían de consumir y acabar y anegar con aguas: lo decían así, y lo publicaban a grandes   —209→   voces diciendo... Dejad llegar a estos advenedizos extranjeros, veamos qué poder es el suyo, porque nuestro dios Quetzalcohuatl está aquí con nosotros, que en un improviso los ha de acabar... dejadlos lleguen esos miserables, veámoslos ahora, gocemos de sus devaneos y engaños que traen, son locos de quienes se fían aquellos someticos mujeriles, que no son más que mujeres Cardajas de sus hombres barbudos, que se han rendido a ellos de miedo; dejadlos lleguen a los alquilados, que bien les han pagado la vida a las miserables... Mirad a los ruines Tlaxcaltecas, cobardes, merecedores de castigo: como se ven vencidos de los Mexicanos, andan a buscar gentes advenedizas para su defensa. ¿Cómo os habéis trocado en tan breve tiempo, y os habéis sometido a gente tan bárbara y advenediza, extranjera y en el mundo no conocida? Decidnos de dónde los habéis traído alquilados para vuestra venganza... miserables de vosotros que habéis perdido la fama inmortal que teníais de vosotros varones ascendientes de muy clara sangre de los antiguos Teochichimecas, pobladores de estas tierras inhabitables. ¿Qué ha de ser de vosotros gente perdida? mas aguardad que muy presto veréis el castigo sobre vosotros que hace nuestro dios Quetzalcohuatl.

Estas y otras cosas semejantes decían, porque tenían entendido que en efecto se habían de abrasar con rayos de fuego que del cielo habían de caer sobre ellos, y que de los mismos templos de sus ídolos habían de salir y manar ríos caudalosos de agua para los anegar, así a los de Tlaxcala como a los nuestros, que no poco temor y espanto causaba a los amigos Tlaxcaltecas creyendo que sucediese así como decían los Cholultecas. Decían, especialmente los pregoneros del templo de Quetzalcohuatl, todo esto que así lo publicaban; mas visto por nuestros Tlaxcaltecas que nuestros españoles apellidaban a Santiago, y comenzaban a quemar los españoles los templos de los ídolos y a derribarlos por los suelos, profanándolos con gran determinación, y como no veían que hacían nada, ni caían rayos, ni salían ríos de agua, entendieron la burlería y cayeron en la   —210→   cuenta de cómo era todo falsedad y mentira, tornaron así cobrando tanto ánimo, que como dejamos referido, hubo en esta ciudad tan gran matanza y estrago, que no se puede imaginar; de donde nuestros amigos quedaron muy enterados del valor de nuestros españoles, y desde allí en adelante no estimaban acometer mayores cosas, todo guiado por orden divina, que era Nuestro Señor servido que esta tierra se ganase y rescatase y saliese del poder del demonio.

Antes que esta guerra se comenzara, fueron enviados mensajeros y embajadores de la ciudad de Tlaxcala a los Chololtecas, a rogarles y requerirlos por la paz, enviándoles a decir que no venían a buscar a ellos, sino a los de Culhua, Culhuacanenses Mexicanos, que como está dicho, este era el nombre y apellido Culhuaque, porque habían venido de las partes de Culhuacan de hacia la parte del Poniente, y Mexicanos porque así se llamaba la ciudad de México donde estaban poblados *con supremo poder*: fueles enviado decir por los de Tlaxcala y de parte de Cortés, que se viniesen y diesen de paz, y que no tuviesen temor que los dioses blancos y barbudos les hiciesen daño, porque era muy principal gente y muy noble, que querían su amistad, y así les rogaban como amigos los recibiesen de paz, pues haciéndolo así serían bien tratados de ellos *y que no les harían ningún mal tratamiento*, porque de otra manera si los enojaban era gente muy feroz, atrevida y valiente, que traían armas aventajadas y muy fuertes de hierro blanco, decían esto a causa de que entre ellos no había hierro sino cobre, y que traían tiros de fuego y animales fieros que los traían de traílla atados con condeleres319 de hierro, y calzaban y vestían hierro, y de cómo traían ballestas fortísimas, y leones, y onzas muy bravas que se comían las gentes, lo cual decían por los perros lebreles y alanos muy bravos que en efecto traían los nuestros, que fueron de mucho efecto, y que con estas cosas no se podían escapar ni tener reparo si los dioses se enojaban y no   —211→   se entregaban de paz, lo cual les parecía a ellos muy bien por excusar mayores daños, y que les aconsejaban como amigos lo hiciesen así; mas sin hacer caso de estas cosas no quisieron *sino seguir su parecer de no darse, sino morir antes, y en lugar de este buen consejo y buena respuesta a los de Tlaxcala, desollaron vivo la cara a Patlahuatzin* su embajador, persona de mucha estima y principal valor, y lo mismo hicieron de sus manos, que se las desollaron hasta los codos, y cortadas las manos (por las) muñecas, que las llevaba colgando, y le enviaron de esta manera con gran crueldad, diciéndole así: Andad y volved y decid a los de Tlaxcala y a esos otros andrajosos hombres, o dioses o lo que fuesen, que son esos que decís que vienen, que eso les damos por respuesta; y así se vino el pobre embajador con harta lástima y dolor, el cual puso terrible espanto y pena en la República, siendo una de los gentiles y hermosos hombres de esta Señoría, dispuesto y bien agestado; y visto tan gran atrevimiento y vil tratamiento, de que murió Patlahuatzin en servicio de su patria y República, donde dejó eterna fama entre los suyos como lo refieren en sus enigmas y cantares320, fueron indignados los Tlaxcaltecas, pues recibieron por grande afrenta una cosa que jamás había pasado en el mundo; que los semejantes embajadores siempre eran tenidos en mucho y honrados de los Reyes y Señores extraños que con ellos comunicaban las paces, guerras y otros acontecimientos que   —212→   entre las provincias y reinos suelen suceder; y así con esta indignación dijeron a Cortés: «Señor muy valeroso, en venganza de tan gran desvergüenza, maldad y atrevimiento, queremos ir contigo a asolar y destruir aquella nación y su provincia, y que no quede a vida gente tan perniciosa, obstinada y endurecida en su maldad y tiranía, que aunque no fuera por otra cosa más de por ésta, merecen castigo eterno, pues que en lugar de darnos gracias por nuestro buen comedimiento, nos han querido menospreciar y tener en tan poco por amor de ti». *El valeroso* Cortés les respondió con rostro severo diciéndoles: «Que no tuviesen pena, que él les prometía la venganza de ello»: como en efecto lo hizo; así por esto como por otras traiciones, se puso en ejecución darles guerra muy cruel, donde murieron grande muchedumbre de ellos como se verá por la crónica que de la conquista de esta tierra está hecha.

Decían los Cholultecas que los habían, de anegar en virtud de su ídolo Quetzalcohuatl, que era el ídolo más frecuentado de todos los que se tenían en esta tierra, y así el templo de Cholula lo tenían por relicario de los dioses, y decían que cuando se descostraba alguna costra de lo encalado en tiempo de su gentilidad, por allí manaba agua; y porque no se anegasen mataban niños de dos o tres años, y de la sangre de éstos mezclada con la cal, hacían a manera de zulaque y tapaban con ella los manantiales y fuentes que así manaban: y ateniéndose a esto decían los Cholultecas que cuando algún trabajo les sucediese en la guerra de los dioses blancos y Tlaxcaltecas, descostrarían y despostillarían321 todo lo encalado, por donde manarían fuentes de agua con que los anegasen, lo cual hicieron, pusieron por obra cuando se vieron en tan grande aprieto *como en el que se vieron, lo cual aunque lo hicieron* no les aprovechó cosa alguna, de que quedaron muy burlados, y como hombres desesperados los más de ellos que murieron en aquella guerra de Cholula, se despeñaban ellos propios *y se echaban a despeñar de cabeza*   —213→   arrojándose del cu de Quetzalcohuatl abajo, porque así lo tenían por costumbre muy antigua desde su origen y principio, por ser rebeldes y contumaces como gente indómita y dura de cerviz, y que tenían por blasón de morir muerte contraria de las otras naciones, y morir de cabeza. Finalmente, los más de ellos en esta guerra morían desesperados matándose ellos propios. Acabada la guerra de Cholula entendieron y conocieron los Cholultecas que era de más virtud el Dios de los hombres blancos y sus hijos más poderosos. Los Tlaxcaltecas *nuestros amigos* viéndose en el mayor aprieto de la guerra y matanza llamaban y apellidaban al Apóstol Santiago, diciendo a grandes voces... Santiago!; y de allí les quedó que hoy en día hallándose en algún trabajo los de Tlaxcala, llaman al Señor Santiago. Usaron los de Tlaxcala de un aviso muy bueno que les hizo Cortés, porque fueran conocidos y no morir entre los enemigos por yerro, *porque sus armas y divisas eran casi de una manera y había en ellas poca diferencia, que como era tan gran multitud de gente la una y la otra, así fue menester, porque si esto no fuera en tal aprieto se mataran unos a otros sin conocerse; y así* se pusieron en las cabezas unas guirnaldas de esparto a manera de torzales322, y con esto eran conocidos *los de nuestra parcialidad* que no fue pequeño aviso. Destruida en esta primera entrada que se hizo Cholula, y muerta tanta muchedumbre de gente, pasaron luego nuestros ejércitos adelante, poniendo grande temor y espanto por donde quiera que pasaban, hasta que la nueva de tal destrucción llegó a toda la tierra, y las gentes, admiradas de oír cosas tan nuevas, y de cómo los Cholultecas eran vencidos y perdidos, los más de ellos muertos y destruidos en tan breve tiempo, y de cómo su ídolo Quetzalcohuatl no les había ayudado en cosa alguna, hicieron grandes conjeturas todas estas gentes con grandes sacrificios y   —214→   ofrendes porque no sucediese lo mismo a todos los demás, con grandes llantos y lloros que era lástima verlos metidos en un juicio tan profundo como éste: aunque todas estas cosas les aprovechaban muy poca, no por eso dejó de causar grandísimo temor a toda la tierra, cuyo vencimiento rebajó los bríos de todos las comarcanos, sin entender por dónde viniese tan gran castigo de tos dioses; y así desde aquí en adelante vivían con cuidado, esperando el fin que había de tener la venida de estas nuevas gentes, y escondían sus hijos y mujeres y haciendas en lo más espeso y oculto de la sierra.



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