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371

Exposición de Juan de la Peña Salazar al comisario Ramírez de León.

 

372

En 6 de octubre de 1671 los inquisidores pidieron al Virrey enviase las órdenes convenientes para que Peña Salazar se presentase en Lima a pedir su absolución; y el Conde de Lemos, por carta del día siguiente, participó que así lo haría. Mas, en 6 de noviembre el Virrey anunció a Peña Salazar que el Tribunal «con la atención y piedad que acostumbra» se había contentado con que pidiese en secreto la absolución al comisario, a instancias suyas, por los graves inconvenientes que su ida a Lima acarrearía, tanto a él como a la administración de justicia. Esto mismo participaron los inquisidores al doctor don Francisco Ramírez de León, deán, provisor y comisario del Santo Oficio en Santiago. Notificose la resolución a Peña Salazar el 21 de enero de 1673. En vista de esa carta, el comisario cometió al cura rector de la Catedral la absolución para que la diese a Peña en las casas de su morada, como en el acto lo hizo don Juan de Hermúa, que por entonces era cura y notario.

Cuba y Arce, el otro oidor que debía pedir la absolución, contestó al Comisario que, por su parte, se hallaba sin culpa alguna, y que supuesto que estaba de viaje para Lima, adonde había sido promovido, allá la solicitaría, si se considerase necesario, como en efecto lo hizo, obteniéndola en 11 de mayo de 1674.

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Con motivo de la excusa dada por Cuba y Arce, Ramírez, con fecha 25 de febrero de 1673, mandó levantar una información para averiguar cómo habían pasado las cosas, declarando en ella el abogado don Juan de la Cerda, el portero de la Audiencia, el general don Pedro de Morales Negrete, y el cura don Francisco Mucan, cuyos testimonios constituyen un valioso documento histórico.

Los amistosos arreglos dispuestos por el Virrey en obsequio de la buena administración de la justicia en este país, merecieron, sin embargo, en el Consejo de Inquisición, la reprobación más explícita, «porque los mandatos reales y del Consejo, decía, se deben ejecutar puntualmente, sin añadir ni quitar cosa, mayormente en este caso en que no sólo se miró a conservar la autoridad y jurisdicción de ese Tribunal, sino de todo el Santo Oficio, y a que con este ejemplar se contengan las justicias reales en lo que les toca y no impidan con pretexto alguno su libre ejercicio, por lo mucho que importa para la conservación de nuestra santa fe, y, más en provincias tan remotas». Carta de 22 de abril de 1673.

 

373

Carta de la Audiencia de 30 de abril de 1707.

 

374

Parecer del fiscal de 30 de septiembre de 1709.

 

375

Consta este hecho de las diligencias agregadas a una carta que el oidor decano don José Blanco Rejón escribió posteriormente, en 29 de marzo de 1708, reiterando una instancia análoga a la de la Audiencia.

 

376

Libro 8º de Competencias, fol. 375 y sigts.

 

377

Carta de 8 de junio de 1771.

 

378

Ese mismo año se condecía a fon Agustín Matías de Carvajal y Vargas, teniente coronel, comandante de caballería de la frontera de Chile, su patria, el puesto de alguacil mayor del Santo Oficio en Lima, con facultad de que en todas las funciones del Tribunal pudiese usar su uniforme militar.

 

379

Don Pedro de Tula Bazán nació en 1702, en Córdoba de Tucumán, no en Concepción, como dice Eyzaguirre, (Historia de Chile, II, 329).

Después de haber estudiado allí filosofía y teología, fue nombrado canónigo de Santiago en 9 de febrero de 1730, ascendiendo a la maestrecolía en 1747 y al deanato en 1774. Fue también examinador sinodal y provisor del obispado, catedrático de Prima de teología en la Universidad de San Felipe, y rector de ella por elección celebrada el 20 de octubre de 1757. Falleció a fines de 1775. Acerca de un tratado que escribió Tula Bazán, sobre si era pecado el uso de los trajes de cola por las señoras de Santiago en aquel tiempo, véase nuestra Historia de la literatura colonial, t. II, pág.394.

Tula Bazán ha debido cesar en el cargo de comisario por los años de 1762, según se desprende de una carta que los inquisidores de Lima, dirigían en 9 de abril de 1771 en recomendación de Ríos, en que expresan que hacía más de nueve años a que servía la comisaría del Santo Oficio. ¿Cuál fue la causa de la separación de Tula Bazán? ¿Fue su edad avanzada? ¿Fue renuncia? ¿Fue empeño de los inquisidores para honrar a Ríos con el cargo?...

 

380

Don Juan José de los Ríos y Terán eran natural de Santiago, hijo de Juan de los Ríos y Terán, oriundo de las montañas de Burgos, alguacil mayor de la Inquisición, y de Luisa Caldera y Sobarzo. En 1741 el obispo Azúa le nombró colector interino de Castro y posteriormente de Concepción. Después de servir de notario de la sínodo diocesana de 1744, fue designado para sacristán mayor de aquel de aquella Catedral, y cuando el Obispo fue elevado al Arzobispo de Santa Fe del Nuevo Reino de Granada, le eligió por notario de visita en 1747. Al año siguiente se ordenó. En 1752 se hallaba en la Habana de Cuba, donde sirvió varios curatos del arzobispado. Pasó en seguida a España, se graduó allí de doctor en cánones y obtuvo una canonjía en Santiago por cédula de 4 de mayo de 1754, de cuyo puesto se recibió en 1º de enero de 1757 ascendiendo sucesivamente a maestre-escuela (1774) chantre (1777) y por fin al deanato en 1792. En 1795, cuando contaba sesenta y nueve años de edad, el obispo Marán solicitaba que se le jubilase por los achaques continuos que padecía. Consta que en 10 de noviembre de ese año había ya fallecido.

Ríos y Terán vivió con cierta opulencia, de lo que da fe el inventario de sus bienes, y murió al fin quebrado...Su hermana doña Teresa Terán, a quien dejó de albacea, tuvo que sostener un largo juicio de concurso de acreedores, que estaba aún pendiente en 1811.

Entre los bienes dejado por Ríos y Terán se contaba como objeto de lujo extraordinario para aquellos tiempos, «un coche alto, antiguo, de tres vidrieras, retocado, pintura amarilla, al óleo, con resortes dorados en todos sus paramentos. Ítem, una calesa vieja ordinaria, caja a la antigua, con su encerrado».

Entre sus libros se halló un Directorio de inquisidores y algunos, como Bourdaloue, Molière, etc., en francés, que dan fe de que Ríos y Terán poseía una instrucción poco común para aquellos tiempos.