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El aviso inédito de García Ramón que extractamos en el texto, lleva la fecha de 2 de abril de 1587. Fue remitido al Perú en un buque llamado Mariana, y estuvo en conocimiento del gobierno del virreinato antes de fines de ese mes.



 

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Todos estos sucesos fueron contados en octavas reales por el capitán Fernando Álvarez de Toledo en su poema titulado La Araucana, en que refiere el gobierno de don Alonso de Sotomayor. Pero ese poema, como se sabe, no ha llegado hasta nosotros, y sólo lo conocemos por los cortos fragmentos que ha copiado el padre Alonso de Ovalle en su Histórica relación, etc. Uno de esos fragmentos se refiere cabalmente a estos mismos hechos, pero ni él ni lo que cuenta el padre Ovalle en esa parte de su obra, ni la relación que nos dejó el padre Rosales en el cap. 54, lib. IV de su Historia general, escrita, sin duda alguna, teniendo a la vista el poema de Álvarez de Toledo, bastan para dar una idea clara de esos sucesos.

Los documentos españoles contemporáneos son escasos y deficientes. Existen sin embargo, tres informaciones de méritos, que si bien tienen los mismos inconvenientes de esa clase de documentos que quieren dar al interesado el papel principal en el suceso, arrojan alguna luz para la historia. Esas informaciones son las siguientes:

1º Una levantada en Santiago en 1634 por Tomás de Cuevas para acreditar sus servicios y los de su padre, el capitán Luis de Cuevas, natural de Santiago de Chile, en que aparece que éste sirvió con brillo en esa jornada, distinguiéndose por hechos de particular valor.

2º Otra levantada en 1612 por el maestre de campo don Diego Flores de León en que hace constar los servicios de su suegro el capitán Jerónimo de Molina Parraguez, y al cual los testigos atribuyen una parte principal en estos sucesos. Existen impresas dos relaciones de méritos del referido maestre de campo, que son simples resúmenes de aquellas informaciones. A pesar de eso, y a causa del reducido número de ejemplares que debió imprimirse, son documentos de la mayor rareza.

3º Otra información de servicios del licenciado Francisco Pastene levantada en Santiago en 1593 ante el licenciado Pedro de Viscarra, teniente de gobernador. Prestaron declaración el general Martín Ruiz de Gamboa, que vivía alejado de toda intervención en los negocios públicos; fray Francisco de Paredes, visitador de la orden de la Merced; y el padre jesuita Luis de Valdivia, que acababa de llegar a Chile, y que por tanto era sólo testigo de oídas de lo que se refería a los sucesos de 1587. Los tres testigos están contestes en que Francisco Pastene, provisor del obispado de Santiago, salió a la cabeza de los clérigos y se batió contra los ingleses de Cavendish, pero no hay acuerdo en el número de clérigos guerreros que componían su cohorte. Un testigo dice que eran 26, otro 30 y otro 40. El rey Felipe III, acordando a Francisco Pastene en cédula dada a 12 de junio de 1608 una buena encomienda en premio de sus servicios, recuerda que salió a batirse contra los ingleses a la cabeza de 40 clérigos.

El licenciado Francisco Pastene no era clérigo, sin embargo. Era hijo del capitán Juan Bautista, teniente de Pedro de Valdivia en el mar; había estudiado con lucimiento la jurisprudencia en Lima; y el obispo Medellín, no teniendo en la diócesis ningún eclesiástico con los conocimientos necesarios, confió a Pastene el empleo de provisor del obispado. Más tarde figuró en la colonia en el desempeño de varios cargos concejiles.

Los libros capitulares de Santiago no contienen indicación alguna sobre estos sucesos. El 3 de abril de 1581 el Cabildo celebró sesión, pero ésta fue interrumpida sin duda por la noticia de la presencia de los corsarios en nuestras costas, y no sancionó ningún acuerdo. En la sesión siguiente, de 20 de abril, no se trató de este negocio.



 

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Así aparece de la declaración antes citada de Tomé Hernández que, como se sabe, se hallaba en uno de los buques ingleses.



 

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Tomé Hernández, que tuvo que referir estos hechos en la declaración que prestó en Lima en 1620, ha tratado de justificar su conducta del cargo de ingratitud por haber tomado parte en las maquinaciones que se preparaban contra los hombres a quienes debía la vida. Cuenta, al efecto, que al principio de la conferencia con los soldados de tierra, comenzó por decirles que los tripulantes de aquellos buques eran también españoles que venían del estrecho de Magallanes faltos de comida, por lo cual solicitaban socorros de víveres. Pero, añade, que estando en estos tratos, vio que los ingleses hacían avanzas ocultamente a veinticinco hombres para apoderarse de aquellos españoles; y que esta falsía lo decidió a abandonar a sus salvadores. La relación del texto, basada en los documentos ingleses, nos parece más verosímil.



 

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Francis Pretty, el historiador inglés de la expedición, dice que en la jornada de Quintero los españoles tuvieron veinticuatro muertos, afirmación absolutamente desautorizada desde que los ingleses no pudieron saber a punto fijo lo que había sucedido en tierra, y desmentida, además, por las relaciones españolas, de que aparece que estos no tuvieron un solo muerto. Mientras tanto, los españoles, y entre ellos, Tomé Hernández, dicen que los ingleses tuvieron doce muertos y nueve prisioneros. Pero la relación de Pretty habla sólo de la pérdida de doce hombres entre muertos y prisioneros, da sus nombres y específica el buque a que pertenecía cada uno. Todo hace creer que ésta es la verdad; y que los prisioneros fueron ocho, dos de los cuales fueron indultados de la pena de muerte impuesta a los otros seis.



 

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Padre Diego de Rosales, Historia general del reino de Chile, lib. IV, cap. 55. Casi las mismas textuales palabras se leen en el cap. 5 del lib. VI de la Histórica relación del padre Alonso de Ovalle.



 

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La primera noticia que se tuvo de este viaje fue una corta reseña publicada con las iniciales N. H. y con el título de Worthy and famous voyage of Master Thomas Candish, en 1589, en el tomo III de la colección de Hakluyt. (Collection of voyages and navigations), donde sólo ocupa cuatro grandes páginas, de 809 a 813. Es una relación rápida y sumaria, insuficiente para dar una idea exacta de esa campaña. Pero en 1600, al reimprimirse esa misma parte de la colección de Hakluyt, se insertó otra mucho más extensa y más completa, escrita por Francis Pretty, uno de los que hicieron la campaña naval con Cavendish, cuyo nombre contrae y convierte también en Candish. Esta relación, escrita sin aparato ni pretensiones por un testigo y actor de los sucesos que cuenta, fue publicada por primera vez en latín en Francfort en 1599, y reimpresa en inglés el año siguiente, y forma la mejor fuente de informaciones acerca de aquella expedición, y como tal ha sido ampliamente utilizada por los historiadores subsiguientes. Las tablas de latitudes, anclajes, sondajes y otras indicaciones náuticas, son la obra de Thomas Fuller, piloto del Desire, la nave capitana que montaba Cavendish.

De entre las numerosas relaciones posteriores de este viaje, debemos recordar la que contiene el cap. 5 del tomo II de la obra citada de Burney, la que se lee en las páginas 96-105 del libro igualmente citado del geógrafo alemán J. G. Kohl, y las que se hallan en algunas de las biografías de Cavendish. Entre éstas, la mejor que conozco es una publicada en Edimburgo en 1831, sin nombre de autor, pero de Southey, en uno de los tomos, de la Family library, del librero Murray, que lleva por título Lives and voyages of Drake, Cavendish and Dampier. Aunque la biografía de Cavendish no ocupa más de cuarenta páginas (los caps. 5 y 6 del libro), están nutridos de hechos prolijamente estudiados y pueden dar una noticia exacta y cabal de la vida y carácter del célebre corsario.

La expedición de Cavendish ha sido referida por algunos poetas castellanos, además de Álvarez de Toledo, cuya Araucana, como ya dijimos, no ha llegado hasta nosotros. El arcediano don Pedro del Barco de Centenera ha consagrado a ella los tres últimos cantos de su Argentina, Lisboa, 1602; pero conocía tan poco los sucesos de Chile, que allí dice:


«Thomas Candis pasó bien el Estrecho,
Más no tomó jamás en Chile puerto».



El doctor don Pedro de Peralta Barnuevo, en su detestable, pero noticioso poema titulado Lima fundada, Lima, 1732, ha recordado estas expediciones de Sarmiento y de Cavendish destinándoles algunas octavas del canto V. Pero los españoles de esa época desconocieron tan completamente los documentos y relaciones de origen español, que Peralta se ve obligado a buscar sus noticias en escritores extranjeros de segunda mano, y sobre todo en el resumen sumario que de estos viajes ha hecho el astrónomo y geógrafo jesuita Juan Bautista Riccioli en sus Geographiae et hydrographiaa reformatae libri XII, Bolonia, 1661, obra abundante de sabias investigaciones, pero muy sumaria y deficiente en la historia de los viajes.



 

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Los accidentes de este viaje han sido consignados en una relación escrita por William Magoths, de Bristol, compañero de Merrick en la expedición, y uno de los seis individuos que tuvieron la fortuna de regresar a Europa. Ha sido igualmente publicada en el tomo III de la colección de Hakluyt.



 

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Es curioso seguir, en estas viejas relaciones y en los mapas que las acompañan, el progreso lento, pero constante de la geografía y de la cartografía. Una relación de los viajes de Drake y de Cavendish publicada en holandés por Cornelio Clasz, Amsterdam, 1598, contiene un mapa de la extremidad austral de América, en que están trazados los derroteros de esos dos navegantes. Ese mapa es la obra del grabador Jodocus Hondius (Hondt), artista flamenco que adquirió una gran celebridad por trabajos de esta especie. Era entonces creencia general que el estrecho de Magallanes separaba América de un vasto continente austral que debía extenderse hasta el polo. Pero como esos viajeros comunicaban noticias diferentes, según las cuales las tierras del sur del estrecho eran muchas islas grandes y pequeñas, Hondius ha puesto allí varias islas de contornos de pura imaginación que ocupan   -78-   el lugar de la Tierra del Fuego, y al sur de ellas, más o menos donde está el cabo de Hornos, la isla pequeña a que Drake había dado el nombre de Isabel, la cual, como sabemos, estaba situada dentro del estrecho de Magallanes. Como seis grados más al sur todavía, Hondius dibuja el contorno imaginario del continente austral. Sin embargo, estas nociones no alcanzaron mucho crédito por entonces, y los mapas posteriores hasta la expedición de Schouten y Le Maire, siguieron dibujando el estrecho de Magallanes con algunas islas pequeñas, pero cerrado al sur por aquel continente austral imaginario.



 

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Provisión inédita de don Fernando de Torres y Portugal, conde del Villar Donpardo, virrey del Perú, dirigida en 2 de julio de 1587 a las autoridades de Potosí.



 
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