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Los más notables de estos pozos artesianos equivocadamente atribuidos a los gigantes, se hallan en la actual provincia de Manabí, como a una legua al sureste de la población de Jipijapa, en un punto denominado Choconchá, como lo indicamos en el texto. En ese sitio hay ocho, algunos de los cuales están ya cegados y sería muy fácil hacerlos limpiar. Más arriba hay otro, en un punto llamado Gandil. Encima de Montecristi hay uno, muy grande y en buen estado, pues de él se proveen todavía de agua potable no sólo los habitantes de Montecristi sino hasta los de Manta. Uno pequeño se encuentra entre Jipijapa y Santa Ana y tiene el nombre de Chade.

Toda la costa del Ecuador desde planta hasta la Puná es muy escasa de agua, y, por esto, las antiguas tribus indígenas cavaron pozos hondísimos, y los acondicionaron con esmero para no carecer de agua potable. Sin duda, se debían guiar por el verdor que conserva la hierba menuda del campo en los meses de verano, cuando todo está agostado, para descubrir los manantiales ocultos en lo profundo de la tierra.

Como tratándose de investigaciones históricas, no se debe dejar pasar desadvertida ni la más insignificante circunstancia, nos fijaremos en el nombre, con que es conocido el punto donde se hallan los pozos artesianos de Jipijapa. Ese sitio se llama ahora Choconchá: ¿cuál será el significado de esta palabra? ¿A qué lengua americana pertenecerá? Claramente se conoce que no es quichua ni aymará: tampoco es yunga. Aventuremos una conjetura, no destituida de fundamento.

Choconchá es palabra compuesta: descompongámosla, pues, en sus tres elementos. Chob en la lengua maya significa vaso y también hoyo con agua. Con en la misma lengua quiere decir vasija honda. Cháac en maya, entre otros varios significados, tiene también el de agua. Choconchá sería, pues, Chob-con-cháac, palabra que equivaldría a «hoyo de agua profundo, de forma de vasija: o vasija honda con agua, cavada a manera de hoyo en la tierra».

Chade sería, según esto, cháac-he, lo que significaría aquí hay agua, porque he es adverbio de lugar, que puede traducirse por hic est, aquí está, he aquí -Gandil pudiera ser, tal vez, Káan-Hi: Hi, pronombre demostrativo éste, áquel; Káan, adjetivo que se traduce por manifiesto, hecho patente. Éste está patente. Y, en efecto, en ese lugar, (que se halla en la parte superior de una cordillera), la abundancia y la frescura de la vegetación dan señales indudables de la presencia del agua.

Si nuestras interpretaciones filológicas no andan, pues muy erradas, tenemos a los célebres mayas de Yucatán cavando pozos artesianos en el litoral ecuatoriano. Las condiciones físicas del suelo no dejan de ser bastante semejantes en Manabí y en Yucatán: aquí y allá los ríos no pasan de dos; aquí y allá encontramos pozos profundos para surtirse de agua. ¿Estaremos enteramente equivocados?

Véanse:

Brasseur de Bourbourg, Manuscrito Troano (Tomo segundo, en el cual se hallan la Gramática y el Diccionario maya). Diremos de paso una palabra sobre este trabajo de Brasseur. En la interpretación de la escritura, calculiforme, el docto americanista francés pagó un triste tributo a la debilidad humana, y su sistema no puede ser más imaginario: si la Gramática y el Diccionario maya tienen mérito, lo deben únicamente a lo que tomó de las obras de antiguos religiosos castellanos y lo reprodujo fielmente sin comentario.

——, Diccionario maya-francés, entre los apéndices a su traducción de la obra de Landa sobre Yucatán.

Rosny, León, Interpretación de antiguos textos mayas (En los Archivos de la Sociedad Americana de Francia).

Brinton, Tiene un corto vocabulario maya-inglés, en su volumen titulado Las crónicas mayas, que es el primero de la colección de su «Librería aboriginal americana». (En inglés).

Tratamos este punto más detenidamente en nuestro Atlas arqueológico, que forma la segunda parte o complemento necesario de este Tomo primero, en el cual estudiamos lo que era el Ecuador indígena antes de la conquista española.

 

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Velasco, Historia del Reino de Quito (Parte primera, Historia natural, Libro cuarto). En este punto el padre Velasco cita al padre Niza, cuyas obras, por desgracia, actualmente están perdidas. Según el padre Niza, la inundación fue causada por una gran serpiente, la cual herida por las flechas de Pacha y sus hijos vomitó tanta agua que anegó toda la tierra. Pacha y sus tres hijos con sus mujeres se salvaron en lo más elevado de la cordillera del Pichincha. La tradición menciona al gallinazo o cuervo ecuatoriano y a otro pájaro; pero en esta tradición no deja de encontrarse una contradicción manifiesta, pues Pacha y sus hijos no teniendo contra quién hacer guerra acometen a la serpiente misteriosa. Mas si Pacha no tenía con quién guerrear ¿cuyos fueron los cadáveres con que se entretuvo el cuervo corriendo de ellos? Parece, pues, que se supone poblada y no poblada la tierra.

Gómara, Historia general de las Indias (Página 233.ª, de la edición de Ribadeneyra).

 

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Molina, Fábulas y ritos de los indios ingas. Manuscrito.

Ávila, Tratado de los errores, falsos dioses, supersticiones y ritos diabólicos, etc. Manuscrito. Citados ya ambos en otra nota. La tradición del Diluvio y destrucción de todos los habitantes de la tierra, se encuentra en todas las naciones indígenas de América. No obstante, puede presentarse acerca de ella la cuestión siguiente: esa tradición ¿se refería al Diluvio de Noé? ¿Era relativa a algún cataclismo parcial, que hubiese acontecido en el hemisferio occidental? O, tal vez, en una misma tradición se conservaban dos recuerdos: el bíblico y el de fenómenos naturales terribles, que habían presenciado y de los que habían sido víctimas las naciones de los aborígenes americanos en este continente?...

En punto a la universalidad del Diluvio mosaico, debemos sostener que las aguas inundaron toda la tierra habitada, mas no toda la tierra habitable, con lo cual pereció todo el linaje humano, salvándose solamente, Noé y su familia, de quienes descienden todas las naciones, que han poblado y que pueblan actualmente la superficie del globo terrestre. Así es que, muy bien pudo suceder que la tradición americana hubiese conservado asociados y confundidos oscuramente dos clases de recuerdos, o que en algunas tradiciones se tratara de inundaciones parciales, como en la del indio de Huarochirí, en la que no se habla de lluvia, sino de la salida del mar y de las olas que invaden por cinco días el continente, según refiere Ávila en el opúsculo citado arriba.

Por lo que respecta a la universalidad del Diluvio mosaico, véase, entre otros autores muy ortodoxos, al abate F. Vigouroux, Los Libros Santos y la crítica racionalista (Tomo tercero, Segunda parte, Capítulo séptimo, 1887).

Kastner, Análisis de las tradiciones religiosas de los pueblos indígenas de América (En francés). Se refiere este autor, cuando trata de la tradición del Diluvio, exclusivamente a los pueblos mejicanos, y sus fuentes de erudición histórica parecen haberse reducido tan sólo a los trabajos de Humboldt en su obra titulada Vistas de las cordilleras.

En fin, como lo hace notar muy oportunamente el docto orientalista inglés Saycie, aunque la tradición relativa al Diluvio se encuentre en todos los pueblos de la tierra, con todo solamente en el Génesis se da una causa moral a semejante acaecimiento; y bajo este respecto las tradiciones acadienses de los antiguos asirios son las únicas que concuerdan con la Biblia.

Saycie, La nueva luz (Observaciones sobre las más sorprendentes pruebas que de la veracidad de la Biblia presentan los últimos descubrimientos). Nos valemos de la traducción francesa. 1888.

Paravey, «Documentos jeroglíficos llevados de Asiria y conservados en China y en América sobre el Diluvio de Noé». (En francés, publicación hecha en los Anales de filosofía cristiana, año de 1838).

 

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Se hace mención de la piedra venerada cerca de Ambato en una Descripción geográfica del antiguo distrito de Riobamba, hecha poco tiempo después de fundada esta ciudad, y cuando todavía era llamada la Villa del villar Dompardo, en 1605. Hállase en la Colección de documentos inéditos del Archivo de Indias, Tomo nono.

De la piedra de Gonzanamá habla el padre Calancha, quien, en su Crónica moralizada de los ermitaños de San Agustín en el Perú, ha consagrado varios capítulos a la relación de todas cuantas memorias se conservaban en el Perú acerca de este personaje misterioso, el cual según piensa el padre Calancha, no pudo ser otro sino el apóstol Santo Tomás y un discípulo suyo.

El padre Velasco trata de este punto y cita la piedra que estaba en el llano de Callo, pero no dice nada de la de Gonzanamá, aunque aduce otros testimonios en pro de la tradición no sólo de la predicación de Santo Tomás sino también de la de San Bartolomé en estas provincias.

 

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La tradición del hombre blanco, barbado, misterioso, se encuentra en todos los pueblos americanos, y han tratado de ella casi todos los historiadores, acumulando cuantos argumentos han encontrado para probar que, en verdad, uno de los Apóstoles vino al Nuevo Mundo y predicó aquí el Evangelio a los indios. Unos escritores han tratado de propósito de este asunto; otros han hablado de esto, como de un hecho cierto. He aquí una enumeración de autores, en cuyas obras se habla de este punto:

Malvenda, Del Ante Cristo (En latín).

Bozzo, De los signos de la Iglesia (En latín).

Solórzano, En su Política indiana y en su obra latina De Jure Indiarum.

Montenegro, Itinerario para párrocos de Indios.

García, Origen de los indios.

Sandoval, Historia de Etiopía.

Montoya, Conquista espiritual del Paraguay.

Veytía, Historia antigua de Méjico, el catálogo sería interminable.

Entre los modernos:

Larrainzar, Estudios sobre la Historia de América, sus ruinas y antigüedades (Primera parte, Capítulo 38.º, § 4.º).

Brinton, Mitos heroicos americanos (Principalmente el Capítulo cuarto). En inglés.

Charencey, El mito de Votán o Estudios sobre los orígenes asiáticos de la civilización americana. En francés.

Es digno de atención el punto de vista, desde el cual se estudian las cuestiones históricas y la manera cómo se las explica, según la época y las tendencias filosóficas de cada escritor: los historiadores castellanos de los siglos XVI y XVII pensaron que no podía ser otro sino un Apóstol ese personaje misterioso, que se andaba por América, allá en remotísimos tiempos, estampando en rocas y en piedras las huellas de sus pies, en testimonio de su presencia en estos lugares. A fines del siglo XVIII, ya los eruditos dudaron, y en el XIX los críticos no han visto en todas esas tradiciones sino mitos o ficciones con un fondo oculto de verdad histórica, muy desfigurado.

Por lo que respecta al Ecuador, creemos que esta tradición no puede ponerse convenientemente entre los mitos de nuestros antiguos indios, pues éstos, (si hemos de atenernos al testimonio de Calancha, de Velasco y del anónimo de la Descripción geográfica de Ambato y Riobamba), jamás confundieron a sus dioses Kon y Pachacamac con el personaje misterioso, las huellas de cuyos pies mostraban, los paltas en una roca cerca de Gonzanamá, y los puruhaes en las piedras de Huachi y de Callo.

Betanzos dice que el personaje misterioso, se llamaba Tunapa, y que apareció en las costas de Manabí, de donde pasó al Perú; mas en el litoral ecuatoriano hasta ahora no se ha encontrado vestigio alguno de semejante tradición.

 

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Estas prácticas pueden atribuirse a la influencia del Budismo sobre las naciones americanas. Conocidas son las analogías que se encuentran entre los Sacramentos cristianos y ciertas instituciones de Buda. Véanse:

D'Eichthal, Estudio sobre los orígenes búdicos de la civilización americana (En francés).

Barthelemy Saint-Hilaire, Buda y su religión (En francés).

César Cantù, Historia universal (Libro segundo, Capítulo XV). Además, de la traducción castellana, tenemos a la vista, la undécima edición italiana de Turín.

 

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Prescott, Historia de la conquista de Méjico (Libro primero, Capítulo quinto).

Denis, «Las esmeraldas y su culto en América» (Revista oriental y americana, Tomo primero, 1859. París: en francés).

 

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Bory de Saint Vincent, Historia de las Islas del Océano (En el «Universo pintoresco»).

Philippi, «La Isla de Pascua y sus habitantes» (Anales de la Universidad de Santiago de Chile. Año de 1873. Tomo XLIII).

Beltrán y Rózpide, «La Isla de Pascua» (Boletín de la Sociedad Geográfica de Madrid. Tomo 15.º. Año de 1883).

 

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Reclus, Eliseo, Nueva Geografía universal. La tierra y los hombres (Tomo XV. El Océano y las tierras oceánicas. En francés. 1889).

Hale, Etnografía y Filología. (Tomo sexto de la gran colección norteamericana titulada Expedición exploradora. Exploring Expedition. En inglés). Estudio notable sobre las tribus indígenas de la Oceanía.

Quatrefages, Los polinesianos y sus emigraciones (En francés).

Barsanti, Los salvajes de la Australia en presencia de la ciencia y del protestantismo (Parte primera. Crítico-científica. En italiano). El autor, religioso franciscano observante, fue misionero en Australia.

 

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Las tolas o túmulos de los caras son indudablemente monumentos fúnebres o sepulcros, pues todos cuantos se han abierto han contenido restos humanos. En algunos, dentro de la bóveda sepulcral, se han encontrado varios cadáveres tendidos de espaldas a la redonda; pero en otros no se ha hallado más que un solo cadáver. Estas construcciones sepulcrales abundan en el antiguo continente, y en América se encuentran desde el Canadá hasta la Patagonia en muchos puntos, así en la parte del norte, como en la del Mediodía.

Ameghino, La antigüedad del hombre en el Plata (Capítulo nono, Libro segundo. En la edición de París de 1880).