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51

Américo Lugo, «Los escritos literarios de Hostos». Hostos peregrino del ideal p. 189.

 

52

La culpa a que alude el diarista se refiere a la emoción del deseo físico. En aquel período prematrimonial de sus amores, los dos consideran hasta «un beso como un crimen» (II, 271).

 

53

Girard hace excepción de Byron, y en grado menor, de Vigny y Kierkegaard.

 

54

Antonio S. Pedreira, Obras completas, II, Hostos (San Juan, Puerto Rico: Edit. Edil, 1968) p. 34. Pedreira constató las matrículas hasta el tercer año de bachillerato, pero un manuscrito del padre de Hostos parece mostrar que aprobó otros posteriores.

 

55

El lector familiarizado con la vida de Hostos, podrá justificar las dos últimas declaraciones con la tensa situación que el escritor vivía en ese año, debido a graves desacuerdos entre él y el director del colegio donde enseñaba (Pedreira, Hostos, p. 89). Sin embargo, el Diario trae otras autoacusaciones de excesiva desconfianza y suspicacia en tiempos muy anteriores: 1868 (I, 55) y 1870 (I, 289).

 

56

En el Diario figuran dos actas de desafío, una ocurrió en 1868 (I, 47), la otra en 1871 (II, 21). La tercera es una alusión a un duelo contra Andana, en que llegó hasta buscar padrinos (II, 402). Otra situación que se encaminaba hacia un desafío contra el periodista Armas, se describe en páginas 195-196 del segundo volumen.

 

57

Hay que proceder con cautela en la interpretación de estas citas. No sabemos a qué específicos hechos se refiere el autor en cuanto al año 1901. Pero en las otras fechas, 1871, 1878 y 1887, el texto del Diario sugiere arrebatos coléricos, más que efectiva pérdida de la razón. Que Hostos consideraba, retrospectivamente, sus momentos de aguda depresión como verdadera enfermedad, lo atestigua no sólo el Diario, sino también el relato «La recaída» contenido en Páginas íntimas, pp. 80-88.

 

58

Don Adolfo de Hostos nos permitió ver un documento escrito por el doctor Arnaldo Cabral Guzmán, en Ciudad Trujillo, 1942, quien después de describir los síntomas específicos de la enfermedad que duró siete días, termina diciendo: «Muerte atribuida a profundo abatimiento moral más que a causas físicas».

 

59

Don Adolfo de Hostos confirmó nuestro parecer de que el autor está hablando de sí mismo bajo ese nombre. Además del sentido obvio de la página, no había ningún conocido o vecino por los alrededores, que llevara tal apelativo, según el hijo del diarista.

 

60

Miguel de Unamuno, «Pudor dañino», Obras completas, V, ed. M. García Blanco (Madrid: Afrodisio Aguado, 1952), p. 676.