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Pérez Galdós, Doña Perfecta, p. 263. Sobre los sueños, ver el ensayo de Aguirre; sobre la crucifixión ver los ensayos de Correa y de Crispin. Este último explica: «Through the successive references to Christ, the reader, though struck by the ludricousness of the situation, begins to accept Villaamil as an archetype of sorts» (1982, p. 366). Arroyo Díez comenta: «La más triste y extremada de las alusiones iconográficas se encuentra en la relación que el propio Villaamil establece de sí mismo como un Cristo ensangrentado, clara metáfora de su martirio, ya que la M, la I, la A y la U de su mote en realidad son como el INRI: "Ya que me han crucificado entre ladrones, para que todo sea completo, póngame sobre la cabeza esas cuatro letras en que se hace mofa y escarnio de mi gran misión"» (Arroyo Díez, 2011, p. 171); ver Pérez Galdós, Doña Perfecta, p. 360.

 

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Pérez Galdós, Doña Perfecta, p. 382.

 

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La pintura de Ribera se halla en el Museo de Arte de Budapest. Brown apunta que este cuadro es el comienzo de los muchos martirios de Ribera, con semejantes características (1991, pp. 183-184). La de Murillo está en el Prado, y parece retomar una obra de Rubens en el Hospital de San Andrés de los Flamencos en Madrid. El cuadro de Murillo es menospreciado por Juan J. Luna (2001, p. 95). Parece ser admirado por Galdós.

 

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«He is given a tragic dimension which, is spite of ironic overtones, transcends his purely individual circumstances» (Crispin, 1982, pp. 365-366).

 

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Kronik, 1977, p. 74.

 

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Pérez Galdós, Doña Perfecta, p. 403.

 

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Pérez Galdós, Doña Perfecta, p. 425. Para Crispin, Ramón Villaamil se convierte en un mártir que rechaza lo absurdo de las instituciones y del mundo en que vive: «Villaamil sees most clearly that his life has been a vain struggle in the service of institutions -State and family- which are only illusions in the face of the lack of universal order. His suicide, then, is not a vain act of martyrdom as Geoffrey Ribbans claims, but a conscious act of rebellion against the absurd» (1982, p. 366).

 

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Para Adrián J. Sáez el final cervantino «establece los pasos preparatorios para la muerte a partir de la doctrina cristiana (católica) del momento, expuesta principalmente en las ars bene moriendi. Todo en un camino muy cercano a la progresiva cordura del personaje» (2012, p. 119). Yo añadiría que es la cordura, la visión de un mundo cruel, la que mata a don Quijote y a los personajes de Galdós. Son mártires seculares que no pueden vivir con la injusticia y la pérdida de los ideales. Don Quijote, a mi parecer, se deja morir y Máximo o se deja morir o es llamado por su autor tras haber cumplido su función educadora. Don Ramón, aunque se suicida, lo hace como visionario, siguiendo los sueños de Luisito.