Selecciona una palabra y presiona la tecla d para obtener su definición.
Indice
Abajo

Iberoamérica en tiempos de globalización, un manifiesto y un lema de Alberto Wagner de Reyna: «amarra tu arado a una estrella»1

Luz González Umeres





El pasado mes de noviembre de 2006, en la ciudad de Córdoba, República Argentina, escuché por primera vez el bellísimo lema «amarra tu arado a una estrella»2 compuesto por nuestro ilustre compatriota, Alberto Wagner de Reyna y pronunciado por la profesora Judith Botti, Presidenta de la Sociedad Argentina de Filosofía, en el Homenaje que esta prestigiosa institución le rindió con ocasión de su fallecimiento, ocurrido en París en el mes de agosto de 20063.

Hubo oportunidad de ahondar sobre su significado a lo largo del XXX Congreso Internacional de Filosofía, organizado por esa Sociedad en las sierras cordobesas, y conocer la propuesta de Alberto Wagner de Reyna para Iberoamérica en tiempos de globalización. Se trata de un texto con las características de Manifiesto, fechado en París en febrero del 2005, cuyo borrador perfiló nuestro filósofo en diálogo con colegas argentinos durante un poco más de un año, el cual me ha sido alcanzado por la profesora Botti para divulgarlo en el Perú. La muerte impidió a don Alberto publicarlo en revistas iberoamericanas, como era su intención4. Tengo así el honor de presentarlo a ustedes en el marco del X Coloquio de Filosofía del Departamento de Humanidades de la Universidad de Piura, con autorización y animoso apoyo de su esposa, doña Victoria Grau de Wagner de Reyna, quien se alegra doblemente por esta presentación, también por ser Piura el lugar donde nació su ilustre abuelo, don Miguel Grau y Seminario5.

Antes de proceder a la lectura del Manifiesto que Wagner titula «Bases para un enfoque iberoamericano del mundo actual» quiero comentar a ustedes que en ese documento, en mi opinión, late un pensamiento social y político de gran actualidad y consistencia interna, el cual no es conocido aún en el Perú. Sin embargo está expuesto en libros que andan dispersos en bibliotecas nuestras, los cuales empiezan a ser estudiados sistemáticamente por alumnos de la Especialidad de Filosofía del Programa de Artes Liberales de nuestra Universidad.

Me parece oportuno hacer notar, igualmente, la claridad con la que Wagner subraya la influencia de la Economía en el mundo actual, con todas sus consecuencias sociales y políticas. Para éste el fenómeno de la globalización del mundo contemporáneo impregnado de pan-economicismo o «pensamiento único» no está exento de nihilismo. Este nihilismo viene impuesto al mundo desde Europa6.

La secuela materialista en Occidente derivada de este modo de enfocar la vida y la sociedad, propalada con la anuencia de los medios de comunicación masivos, ha desviado a la cultura occidental de sus raíces, en las cuales confluyen lo judío, lo helénico y lo romano «bajo la acción determinante del cristianismo, en que la síntesis de sus componentes cobra su cabal realización»7, sostiene Wagner.

Como buen conocedor de los cinco continentes, observa lo que acontece en Oriente, en África, en la América Latina, o en la América del Norte, desentrañando su significado como es el caso de los sucesos del 11 de septiembre8. Y junto al materialismo europeo trasportado al Nuevo mundo desde el viejo continente, observa los brotes de reacciones sanas en toda América, más allá de los enfoques superficiales y los tópicos.

Especialmente ve esos signos positivos en la Iberoamérica nuestra. La llama también con sus sinónimos, Latinoamérica, o América al sur del Río Grande9. No faltan las pinceladas sobre la «leyenda negra» y la «leyenda rosada» al referirse a la conquista y el virreinato. Sin embargo, va más allá de los lugares comunes y señala un hecho decisivo: lo que realmente se ha fraguado es una nueva cultura, denominada indistintamente cultura criolla o mestiza, con un claro componente del aporte indígena. Admite «que caben diversas lecturas de una realidad; pero es indiscutible que Iberoamérica, espiritual y materialmente, histórica y vitalmente, es una parte de Occidente con determinadas características específicas que no niegan lo genérico de Iberia, derivadas de la raza, sensibilidad y ambiente físico del continente transatlántico»10.

Después de puntualizar lo que llama «las fuerzas de este mundo» mira en el cuadro geopolítico del globo a Iberoamérica y sostiene que en este «Occidente marginal que es Iberoamérica, como suele acontecer con otras marginalidades, se conserva en su pureza, en su espontaneidad original, su tradición cultural, en este caso el espíritu de Occidente. Gracias al aporte indígena y a la cercanía a la naturaleza, sobrevive con mayor intensidad que en sus centros de gravedad, la auténtica esencia de Occidente. Se puede decir que -entre los dos océanos ha servido de arca Iberoamérica-, como la de Noé en el diluvio, para salvar esa esencia. Pese al mestizaje y otras singularidades de su cultura, en Iberoamérica ha funcionado en forma más superficial al autotraición de Occidente a sus raíces. Si bien recubierta por el mismo pan-economicismo que otras regiones del globo, éste le es accesorio y accidental: tras manifestaciones que parecen emparejar a Iberoamérica con el resto de Occidente, persisten vivas en lo sustancial las esencias matrices de éste»11.

Insiste en Iberoamérica y sostiene que «es la comarca mundial más occidental de Occidente y también su componente más joven. La más separada de Oriente y la que le hace frente por encima de la inmensidad del Océano Pacífico. Con 15 siglos menos que el núcleo de Occidente, la Europa cristiana, tiene aún la ingenuidad de la adolescencia, lo que es un tesoro»12.

Y luego de ver los defectos nuestros eleva su mirada al futuro y es aquí donde aparece con claridad la inspiración cristiana del filósofo: contempla el carácter dinámico de la cultura occidental nacida del ímpetu evangelizador, que es lo que ha movido siempre su historia. Observa con coherencia lógica, pero también teológica, que si esta cultura no quiere traicionarse ha de seguir en ese mismo ímpetu. Con lucidez de creyente dice: «detrás de la evolución histórica se halla invisible a los ojos de quienes no quieren ver, un trazado, una dinámica trascendente de la cual sólo puede dar razón la Providencia. Y el Occidente ha sido fiel a este designio hasta que comenzó a distanciarse de su sustancia histórica y espiritual, hasta caer en la autotraición que lo ha colocado en la encrucijada actual»13. Y concluye con locución profética diciendo que: «pese a quien pese, sólo Iberoamérica puede, hoy, lograr su restauración»14.

En los párrafos finales de su Manifiesto invita a amarrar el arado a una estrella, el arado propio a la Cruz del Sur. Para ello es necesario que Iberoamérica sea consciente de sus propios valores, que persista en ellos con firmeza, sin recurrir en ningún caso a la violencia, recorriendo caminos que son propios de Occidente: la reflexión, el trabajo, el ejemplo, la propuesta de soluciones e ideales, la fantasía creadora que encuentra caminos nuevos cada día. En otras palabras, Iberoamérica ha de nutrir su espíritu de ese torbellino de fuerza que proviene de las convicciones hondas, que Dios da a quienes tienen fe en el poder de su mano omnipotente15.

Wagner de Reyna, viejo conocedor de las contiendas pacíficas, del diálogo y del trato profundo con las personas de los cinco continentes, convoca a las nuevas generaciones de peruanos a construir la sociedad iberoamericana con esta conciencia de liderazgo espiritual, divulgando y extendiendo el nuevo enfoque iberoamericano del mundo actual por él experimentado.

Pasaré ahora a leer a ustedes el Manifiesto de Alberto Wagner de Reyna en su totalidad


Bases para un enfoque iberoamericano del mundo actual

  1. Situación mundial
    • I. El mundo -por lo menos en la parte significativa de él- está actualmente globalizado: forma una unidad en la cual los diferentes componentes -geográficos, políticos, sociales- se miden por un denominador común que es la Economía. Está en vigencia un paneconomismo que, por sobre entendido, ya no se suele comentar ni menos censurar. La globalización es económica, e imperativa para todos.
    • II. El paneconomismo ha llegado a su fase más extrema: el pancrematismo, es decir a la reducción de todo a su valor monetario. Todo se cotiza en dinero, todo (trabajo, honor, relaciones humanas, vida, muerte...) es mercadería y como tal tiene su precio en numerario. Las comparaciones entre datos cualitativos se realizan por la reducción de las calidades a una escala cuantitativa correspondiente a valores monetarios oficialmente confirmados.
    • III. Esta monetización universal corresponde a la matematización del pensar contemporáneo, matematización que es propia de la tecnificación de la vida y de la ciencia que definen la actualidad histórica de hoy, como consecuencia de la evolución de Occidente en los últimos 5 siglos.
    • IV. La globalización del mundo descansa sobre presupuestos de la cultura occidental que se han impuesto por diversos medios -bélicos, intelectuales, económicos (algunos laudables, otros censurables)- desde Europa al orbe entero.
    • V. Paralelamente se advierte en Occidente -el promotor y principal responsable de la globalización- un alejamiento de las bases de su propia esencia, una desviación del propio modo de ser. Occidente es el producto histórico de la confluencia de lo judío, lo helénico y lo romano, bajo la acción determinante del Cristianismo, en que la síntesis de sus componentes cobra su cabal realización. Considérese este hecho como derivado de un factor sobrenatural o como una manifestación humana, es evidente que define la entidad e identidad del Occidente. Síntoma evidente de este alejamiento, que se ha calificado de traición y contra la cual no han faltado protestas, es que en el proyecto de Constitución Europea no se mencione ni a Dios ni al cristianismo.
    • VI. Esta desviación -o, si se prefiere, evolución- de Occidente se expresa en una laicalización de la sociedad (desde fines de siglo XVIII), por una búsqueda de bienestar y autosatisfacción gracias a factores inmanentes a la naturaleza humana. A ellos se suman (a veces como determinantes y otras como concomitantes) ciertos modos de espiritualidad ajenos al cristianismo (budismo, Islam, culturas indígenas o exóticas, mística ecologista...), o la elevación a una quasi-religiosidad de diversas posiciones de conciencia -enfáticamente humanas- en los últimos siglos (libertad, democracia, derechos humanos, humanismo ateo...). La desviación del modo de ser de Occidente constituye el materialismo actualmente imperante, que caracteriza nuestra civilización de abundancia y desperdicio, de permisividad y espectáculo, y que en ella históricamente se expresa. Progreso y desarrollo -conceptos clave de ella- se entienden fundamentalmente como fenómenos económicos o que suponen base promotora con función económica.
    • VII. Al lado del materialismo que corroe a Occidente, se presenta, especialmente para Europa, un fenómeno más, que recuerda y revive acontecimientos históricos. Es el avance del Islam, ya sea agresivamente (atentados terroristas) ya sea subrepticiamente como infiltración en la sociedad europea (inmigración -masiva y a veces incontrolada-, integración, proselitismo, pero también afirmación de su diferencia y consiguiente reclamación de derechos). Geográfica ilustración de la importancia mundial del Islam es la banda multiétnica que éste constituye, y que atraviesa el globo desde el Pacífico al Atlántico, desde Indonesia -con la intermitencia de la India- hasta Nigeria, a través de Asia y África.
    • VIII. Su penetración en Europa es una parte -esencial- de la reconquista y dominación programada por el Islamismo (el Islam beligerante), uno de cuyos episodios espectaculares fue el ataque a New York y Washington en septiembre 2002. Este crimen monstruoso lleva, sin embargo, a una pregunta esencial: ¿en qué se basa el odio que el atentado pone de manifiesto? No puede ser solo en la perversidad del hecho, pues ha tener por lo menos una causa ocasional? ¿No será, precisamente, la desnaturalización de la cultura occidental que provoca y despierta viejas pulsiones? ¿El materialismo globalizador que ofende a la religiosidad de una cultura oriental? ¿O es solo el empuje de ésta que lleva al asesinato colectivo? De todos modos, el crimen sugiere un examen de conciencia de Occidente.
    • IX. Dentro del ámbito occidental materialista se advierten, sin embargo, ciertas reacciones. Por lo pronto un fundamentalismo cristiano (protestante), que acaba de ganar las elecciones en los EEUU. Paradoja o lógica consecuencia, ello se produce en un ámbito en que el paneconomismo -modo de vida y orientación política- alcanza su más alta realización.
    • X. De otro lado, advertimos que, precisamente a base de los postulados en que se apoya la laicalización, se elabore una doctrina -de espiritualidad inmanente- a la que ya se ha aludido. Trata ella de corregir los excesos -egoístas- de la propia posición intelectual o ideológica: el humanitarismo, altruismo liberal sin trascendencia, centrado en la eficacia. No es de extrañar que en esta manifestación se junten y convivan los elementos encontrados que dan lugar al charity business. Es este un factor ineludible de la vida internacional contemporánea, a ratos infestado de inconfesadas intenciones políticas, ideológicas o comerciales.
    • XI. Por fin, no olvidemos la admonitora voz de la Iglesia católica, en permanente protesta contra el paneconomismo (su «opción por los pobres»), el desorden moral y el menosprecio de la vida en aras de la comodidad personal (aborto, anticoncepción...) y en general en defensa de la ética y tradición cristianas. Tal posición la coloca, para algunos, fuera de la modernidad -otro nombre de la desviación cultural de Occidente-. Otros, empero, reconocen en esta protesta la afirmación del auténtico del espíritu de Occidente.
    • XII. En este contexto cabe señalar que la Religión Católica -según datos oficiales de 2003- cuenta con 1089 millones de fieles en el mundo, de los cuales casi 50% en el continente americano (más de la mitad de ellos en Iberoamérica), 25% en Europa y 10% en Asia. Pero también hay que decir que la práctica religiosa ha decaído, en los últimos tiempos, en Europa, y que, en cambio, en África está en aumento. Todos estos datos han de ser tenidos en cuenta para una apreciación cabal del mundo de hoy.
  2. Las fuerzas de este mundo
    • XIII. Dentro de una visión simplificadora se puede decir que son cinco las fuerzas -constituidas por magnitud de población, poder económico, voluntad de mando, dominio de tecnología, armamento, etc.- que actúan en el mundo actual: (a) EEUU de América (potencia actualmente dominante), (b) Europa (agrupándose en el UE), (c) Rusia, (d ) China y (e) la comunidad arabo-musulmana. Dignos de consideración en este contexto son también el Japón -que tuvo gran empuje a fines del siglo pasado- y la India -cuya importancia se prevé para el presente-. Cada una de estas fuerzas es un centro de gravedad para sus vecinos geográficos. Vacíos de fuerza son Iberoamérica, Australia (y su región) y el África (en cuanto no integra de comunidad musulmana).
    • XIV. Hasta la desaparición de la URSS, la situación mundial era de fácil comprensión: la guerra fría. De un lado la Alianza del Atlántico (EEUU y sus aliados), del otro, la URSS y los suyos. Al margen, pero con inclinación hacia el campo progresista, los no alineados, correspondientes al Tercer Mundo, o países en vías de desarrollo. Esta tripartición no era solamente política sino con proyecciones económicas e ideológicas. Iberoamérica estaba de hecho en el tercer grupo, con simpatías -por lo general- hacia el segundo, aunque tratando de no romper puentes con el primer grupo. El Tercer mundo, por su carácter mayoritario, tenia políticamente cierto peso en los Organismos internacionales, que no correspondía a la realidad en el terreno.
    • XV. Esta situación ha desparecido con el fin de la guerra fría entre EEUU y la URSS por la disolución de ésta. Se han producido entonces los siguientes fenómenos: distanciamiento entre EEUU y Europa, pérdida de poder de Rusia, surgimiento de la China como gran potencia mundial, guerra no convencional entre EEUU y el Islam. En esta nueva composición juega la comunidad arabo-musulmana un doble papel: solidaridad con EEUU y complicidad con los terroristas correligionarios. En ella participa Europa tratando de no comprometerse.
    • XVI. La tendencia izquierdista -por llamarla así- subsiste sin embargo, como una conjunción de ideologías que se manifiestan sobre todo políticamente en diversas formas. Allí se juntan elementos neomarxistas, ecologistas, tercermundistas, anticapitalistas, antiimperialistas, antiliberales, etc. tanto en el plano intelectual como de agitación social.
    • XVII. Es esta tendencia componente importante del antimundialismo o altermundista (y en escala continental: euroescéptica) al cual se unen corrientes pacifistas, nacionalistas y aun cristianas o de otras religiosidades (Porto Alegre). Frente a ella hallamos, como expresión supuestamente progresista de la auto traición de Occidente, el vasto panorama de los medios de comunicación políticamente correctos, que dominan el globo y garantizan su globalidad, simultaneidad y fluidez económicas (Davos). Ambos frentes son «simétricos», rivales y explicables por las vicisitudes del Occidente.
    • XVIII. Cabe la pregunta: ¿Cuál es la posición -el lugar- de Iberoamérica en este cuadro? Por lo pronto, y negativamente, hay que decir que, con el África negra, sigue careciendo (pese al esfuerzo de algunos de sus líderes) de verdadera gravitación (política, económica, en materia de comunicación de masas, científica, etc.) mundial. Su significación universal radica en otro campo.
  3. Iberoamérica
    • XIX. Iberoamérica, Latinoamérica o América al Sur del Río Grande -no vale la pena discutir sobre nombres-, pertenece a Occidente, no solo por la geografía -pues queda al Oeste del Occidente mismo, sino por su historia. Es ella -con insignificantes excepciones- la proyección al otro lado de Atlántico de España y Portugal, como los EEUU (y Canadá) de Gran Bretaña (y Francia). Esta proyección (conquista, asimilación cultural, evangelización) se lleva a cabo con características que los historiadores retrospectivamente discuten. Tenemos así tanto una leyenda negra, como una leyenda rosada; el hecho, sin embargo, es que el Occidente -el Cristianismo- se implanta desde el siglo XVI en esas tierras, y como cultura recibe el aporte de las civilizaciones y sensibilidad indígenas.
    • XX. Se puede hablar, como resultado de este encuentro, de una cultura criolla (o mestiza) o simplemente considerar que la cultura del Viejo Mundo asumió diversos rasgos de lo indígena y que de este modo se constituye un matiz de ella en el Nuevo Mundo. También aquí caben diversas lecturas de una realidad; pero es indiscutible que Iberoamérica -espiritual y materialmente, histórica y vitalmente- es una parte de Occidente con determinadas características -especificas, que no niegan lo genérico de Iberia- derivadas de la raza, sensibilidad y ambiente físico del continente transatlántico.
    • XXI. Las discusiones sobre indigenismo, hispanismo, latinidad, neocolonialismo, desarrollo, etc. confirman la pertenencia de Iberoamérica a Occidente pero a la vez su marginalidad en él. Se puede decir que el subcontinente se halla en una tensión entre Occidente y Tercer Mundo (para retomar una terminología en boga hace algunos decenios).
    • XXII. En este Occidente marginal que es Iberoamérica, como suele acontecer con otras marginalidades, se conserva en su pureza, en su espontaneidad original, su tradición cultural, en este caso el espíritu de Occidente. Gracias al aporte indígena (que no lo niega sino más bien lo pone de relieve), gracias a la cercanía a la naturaleza -lo étnico y telúrico- sobrevive, con mayor intensidad que en sus centros de gravedad, la auténtica esencia de Occidente. Se puede decir que -entre los dos océanos- ha servido de «arca» Iberoamérica -como la de Noé en el diluvio- para salvar esa esencia. Pese al mestizaje y otras singularidades de su cultura, en Iberoamérica ha funcionado en forma más superficial la autotraición que hemos señalado. Si bien recubierta por el mismo paneconomismo que otras regiones del globo, éste le es accesorio y accidental: tras manifestaciones que parecen emparejar a Iberoamérica con el resto de Occidente, persisten vivas en lo sustancial las esencias matrices de éste.
    • XXIII. Es Iberoamérica la comarca mundial más occidental de Occidente y también su componente más joven. La más separada de Oriente y la que le hace frente por encima de la inmensidad del Océano Pacífico. Con 15 siglos menos que el núcleo de Occidente (la Europa cristiana) tiene aun la ingenuidad de la adolescencia, lo que es un tesoro pero también una desventaja.
    • XXIV. Turísticamente aparecen como curiosidad pintoresca; sociológicamente, como atraso; psicológicamente, como abulia, esa real gana dominante, ese desprendimiento repentino de lo crematístico, esa religiosidad (que suena a mentalidad primitiva cristiana), esos anacronismos románticos, esa violencia por razones que no la requieren pero que esta ausente allí donde el mundo moderno la aprecia. Éstas y otras manifestaciones que se antojan exóticas, atestiguan la supervivencia de la prístina manera de ser occidental en Iberoamérica.
    • XXV. Quizá explique la historia esta situación. Descubrimiento y conquista se realizan en el Renacimiento, pero en Indias sobrevive el espíritu de la Edad Media. Durante la colonización ibérica, el reflejo del Siglo de las Luces, debido a la distancia geográfica es débil; la independencia si bien se lleva a cabo bajo la estrella de la Revolución francesa y de Napoleón, esta inicialmente influida por las tradiciones de los viejos Fueros, que reconocen la devolución de la soberanía al pueblo cuando falta el monarca (en este caso los reyes legítimos peninsulares). Lo godo, como lo luso, sobreviven en América, con su modo de Cristianismo anteriores a la Reforma protestante.
    • XXVI. Esto, desde luego, no significa que el ámbito latinoamericano no esté invadido por la modernidad paneconómica imperante así como por sectas cristianas, de origen extranjero, nacidas y crecidas (¡oh paradoja!) al amparo de ella. Con generosidad bien estudiada -y desde luego bien venida- atraen prosélitos que se convierten y resultan a su vez agentes involuntarios de la autotraición de Occidente.
    • XXVII. En síntesis: No se trata de pintar un cuadro bucólico de la autenticidad occidental de Iberoamérica. Hay que reconocer sus muchos defectos, pero urge afirmar que -pese a todos los puntos negativos que puedan aducirse- su mentalidad actual se halla más cerca de la espiritualidad primigenia, esencial y tradicional de Occidente, hoy puesta en tela de juicio por quienes, por responsabilidad histórica, debieran ser sus guardianes y defensores. No quieren estos juicios ignorar las saludables y a veces heroicas reacciones en el Occidente metropolitano contra el paneconomismo (industrialización tecnológica, despersonificación y mercantilismo, nivelación y -dialécticamente- acelerada separación de niveles, etc.) sino poner en evidencia la marcha de la historia, una marcha que -según algunos- llevará a cataclismos ecológicos, atómicos, sociales.
  4. Mirando al futuro
    • XXVIII. ¿Ante esta realidad global cuál puede ser la posición de Iberoamérica? ¿Ha de contentarse con una pasividad defensiva para preservar su identidad? O más bien: Para ser consecuente consigo misma ¿qué acción le incumbe emprender a fin de lograr una restauración de Occidente y su espíritu en toda su plenitud? Es ésta una decisión de trascendencia histórica, que compromete su esencia misma.
    • XXIX. El Occidente, movido por la fuerza de su cristiandad -que le es inmanente-, es fundamentalmente dinámico, emprendedor, deseoso de comunicar su mensaje y su vida a toda la humanidad. No es otro el sentido profundo de la «expansión» (cultural, política, económica): en su origen y finalidad es evangelización, como integración espiritual del orbe entero, en cumplimiento del mandato de Cristo a sus discípulos.
    • XXX. En este sentido se ha movido la acción de Occidente en la historia; en ese mismo ha de seguir si no quiere traicionarse. Y a Iberoamérica le incumbe, ahora, en el momento actual (en que desfallece la conciencia y el empuje de Occidente en su tradicional centro de gravedad), asumir la responsabilidad de ser el actor, el protagonista, de esta marcha ecuménica hacia lo Alto que constituye su esencia.
    • XXXI. Detrás de la evolución histórica (de acontecimientos, fuerzas y fines humanos) se halla -invisible a los ojos de quienes no quieren ver- un trazado, una dinámica trascendente de la cual sólo puede dar razón la Providencia. Y el Occidente ha sido fiel a este designio hasta que comenzó a distanciarse de su sustancia histórica y espiritual, hasta caer en la autotraición que lo ha colocado en la encrucijada actual. Y, pese a quien pese, solo Iberoamérica puede, hoy, lograr su restauración.
    • XXXII. ¿Cómo puede ser esto? ¿No sería ella una tarea que va más allá de las fuerzas de un subcontinente marginal? ¿Se encuentra éste en condiciones de hacerlo? ¿Sería su función aceptada por quienes desde antiguo lo desdeñan? ¿Hasta qué punto tiene Iberoamérica conciencia de sí misma como para asumir tal responsabilidad? ¿No es todo esto una utopía? ¿O un deseo piadoso? ¿Un fantasear de filósofo desocupado?
    • XXXIII. Éstas y otras preguntas semejantes no carecen de fundamento. Veamos, por ello, más de cerca el problema. La historia nos enseña que ideas o iniciativas que al comienzo parecían poco realistas o inadecuadas a la realidad se desarrollaron después y tuvieron incidencia determinante en los acontecimientos. Las circunstancias, a veces, se presentan de tal manera que soluciones que antes no parecían factibles resultan, al final, eficaces. Y que, por demás, no había otra salida.
    • XXXIV. ¿Quién puede señalar a Occidente el camino para volver a su cauce? Por cierto que no aquellos que lo desviaron de él. ¿Los no-occidentales? Inimaginable. Sólo puede hacerlo el propio Occidente desde su último reducto que queda fiel a sí mismo: Iberoamérica. Pero ¿cómo? ¿Implicaría ello separar a Occidente de las conquistas logradas desde el siglo XVIII, y que nos han llevado a la situación actual, conquistas que hoy le son consustanciales? Hay que hacer aquí distinciones.
    • XXXV. Un buen numero de estas conquistas son laicalizaciones de ideas cristianas: fraternidad, persona humana y sus derechos (el hombre es a semejanza de Dios, como tal merece el respeto y garantía de su condición), libertad (libre arbitrio), etc. O si no legado de Grecia y Roma: democracia, acceso a la justicia, etc. Urge devolver a todos estos conceptos, para su actualización en la práctica contemporánea, su prístino sentido espiritual o jurídico. No se trata de instaurar un Estado teocrático sino de devolver su densidad mental a los objetos de nuestra intelección relacionados con la política.
    • XXXVI. El verdadero problema se presenta con el paneconomismo, al cual estamos todos «integrados» y que crea injusticias y desigualdades trágicas entre seres humanos y pueblos, de suerte que una minoría disfruta de bonanza y que un gran sector de la población del globo sufre de miseria física y moral.
    • XXXVII. Aquí se hace necesaria una heroica operación quirúrgica en la conciencia colectiva, una revolución restauradora axiológica: devolver a la pobreza su carácter de valor. Pobreza como suficiencia material y moderación, se entiende. Dar prioridad al espíritu frente a la materia, al espíritu de pobreza, que nos enseña el Evangelio.
    • XXXVIII. Repensar las bases cristianas de nuestra civilización, localizar las desviaciones -sus causas y sus efectos-, imaginar estrategias de reforma y reconquista del auténtico sentido de Occidente, así como los métodos para ponerlas en práctica... todo ello es una inmensa -pero altamente gratificante- labor intelectual, (moralmente imperativa) que se presenta a los pensadores, educadores y políticos de Iberoamérica en este comienzo de siglo. Es un desafío al cual no podemos sustraernos: la vocación universal del occidentalismo que encarnamos y de nuestra especificidad de nuestra juventud en él nos impulsa a la generosidad y a la afirmación del mensaje recibido de Cristo.
    • XXXIX. La recuperación de Occidente desde Iberoamérica sólo podrá, sin embargo, realizarse si ésta tiene conciencia de su Catolicidad que le es históricamente consustancial. Contra ella conspiran no solo el espíritu del siglo, es decir el paneconomismo ambiente, sino también la acción proselitista de sectas -cristianas o paganas- y religiones naturalistas, algunas de las cuales con pretensiones mesiánicas.
    • XL. Desde luego que una acción de esta clase no ha de llevarse a cabo por violencia -una guerra como la declarada por el Islam a Occidente-, lo que sería contradictorio con el fin perseguido, sino por caminos que son propios del Occidente: la reflexión, la concienciación, el ejemplo, la propuesta de soluciones e ideales. No excluye ello la firmeza o la innovación en cuanto a argumentos y medios; por el contrario abre la puerta a la fantasía -y a la emoción-, en un terreno de la cual la eliminó el materialismo triunfante.
    • XLI. Solo falta poner manos a la obra. Juntar operarios decididos a triunfar. Conseguir los medios materiales necesarios a la acción. Prever la resonancia y difusión del mensaje. Sólo eso, que es poco, para quienes tienen fe en Dios y esperan su bendición.






 
Indice