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31

«La corriente popular y tradicional en nuestra poesía» (ínsula, 80, 1952), recogido como «Corrientes poéticas en el siglo XVI» en Sobre poesía de la Edad de Oro, Credos, Madrid, 1970, pp. 11-23.

 

32

«Mudarra y la poesía del Renacimiento: una lección sencilla» (Studia Hispanica in honorem R. Lapesa, Gredos, Madrid, 1972, I), en Sobre el rigor poético en España y otros ensayos, Ariel, Barcelona, 1977, pp. 45-46.

 

33

«San Juan de la Cruz. Una experiencia poética» (Heraldo de Aragón, 23 de noviembre de 1952), en La vida como discurso, ed. cit., p. 133.

 

34

«Imprenta y poesía en la Edad de Oro» (conferencia leída en Fiesta del Libro de 1964, en Catálogo de la producción editorial barcelonesa, 1963-1964, Barcelona, 1965), en Sobre poesía..., ed. cit., p. 43.

 

35

Construcción crítica y realidad histórica en la poesía española de los siglos XVI y XVII, Castalia, Madrid, 1965, que Blecua cita en la nota 1 de su artículo.

 

36

«Sobre el rigor poético en España» (discurso leído en la recepción de Real Academia de Buenas Letras, Barcelona, 14 de diciembre de 1969), en Sobre el rigor poético..., ed. cit, pp. 9-44.

 

37

El término había sido utilizado abundantemente por Américo Castro, Fernández Montesinos y Valbuena Prat con anterioridad a la guerra y fue común en trabajos de Vossler y Leo Spitzer de las mismas fechas; en el exilio lo utilizaron abundantemente los citados y, por ejemplo, Joaquín Casalduero (Sentido y forma de las novelas ejemplares, 1943). El libro de Werner Weisbach, El barroco, arte de la Contrarreforma, se tradujo en 1942 (Espasa-Calpe, Madrid), con un notable prólogo de Enrique Lafuente Ferrari; no lo cita, sin embargo, Ángel Valbuena Prat en el significativo capítulo «El sentido católico del barroco español», en El sentido católico en la literatura española, Partenón, Zaragoza, 1941. De un año antes fue el librito de Guillermo Díaz-Plaja, El espíritu del barroco. Tres interpretaciones (Apolo, Barcelona, 1940), la segunda de las cuales -sobre el factor judaico en el origen del barroco- generó cierta polémica: cf. Enrique Lafuente Ferrari, «Para la triangulación del barroco español», Escorial, 5 (1940), pp. 466-472. Pero la frase que lo abre la hubieran suscrito todos: «El Barroco es, tanto como una técnica, un estado de espíritu». Añadamos los libros de José Antonio Maravall, Teoría del Estado en España en el siglo XVII, Instituto de Estudios Políticos, Madrid, 1944; Emilio Orozco, Temas del barroco (poesía y pintura). Universidad de Granada, 1947, y José María Jover, 1635. Historia de una polémica y semblanza de una generación, CSIC, Madrid, 1949. Valdría la pena reescribir, desde el punto de vista de la historia de las ideas, el notable volumen de Oreste Macrí, La historiografía del barroco literario español, Instituto Caro y Cuervo, Bogotá, 1961.

 

38

«El estilo de El Criticón de Gracián» (Archivo de Filología Aragonesa, 1945), en Sobre el rigor poético..., ed. cit. pp. 121-151.

 

39

«Don Luis de Góngora, conceptista» (ABC, 27 de diciembre de 1961), en Sobre el rigor poético..., ed. cit., pp. 85-90.

 

40

«Estructura de la crítica literaria en la Edad de Oro» (Coloquios de historia y estructura de la obra literaria, CSIC, Madrid, 1971), en Sobre el rigor poético..., ed. cit., PP- 59-72.