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ArribaAbajoCanto Duodécimo

191-tercera línea del sumario:

Viene el Marqués de Cañete a la ciudad de los Reyes en el Pirú.


Ercilla en el prólogo de la Primera Parte escribió Pirú en la edición príncipe, en la de 1589-90 salió también así y, finalmente, en la de 1597, hecha después de sus días; pero, salvo estas, en todas las demás se imprimió Perú, y el uso siguió tan vario, que de las once veces en que esta palabra se halla en el poema, cuatro está en su forma actual y siete en la antigua; con variantes en la mayoría de los casos en las distintas ediciones.

Cervantes escribió piruano (Galatea, p. 235):


De un Enrique Garcés que al piruano
reino enriquece [...]


y Pirú: «Mi menor hermano está en el Pirú [...]» (Don Quijote, IV, 114).

En Chile se decía todavía Pirú a mediados del siglo XVII:


Digo que costa a costa antiguamente,
que otro rumbo mejor no se sabía,
llevaba del Pirú la rica gente
al descubierto Chile, mercancía [...]


Monteagudo, Guerras de Chile, C. VII, p. 137.                


Sabido es que la forma indígena era Birú, que los españoles cambiaron en Pirú.



191-1-7:


Ejemplo los de Líbico homicidas [...]


Tal salió en todas las ediciones, con manifiesto yerro, pues no hay personaje alguna mitológico o de la historia griega o romana a quien por antonomasia se llamara así, pues siempre el líbico es adjetivo, y en esa forma pudo Urrea, en su traducción del Orlando Furioso, Canto VIII, p. 76, hablarnos del «líbico Anteo». El yerro ha consistido en agregar la l final del artículo al nombre propio Íbico, como bien se deduce ya del contexto mismo del verso, ya que, como es sabido, el poeta griego de ese nombre fue asesinado y los criminales descubiertos por haber dicho uno de ellos, al ver que pasaban volando unas grullas: «ésas son las que tienen noticia de la muerte de Íbico». Cuenta la anécdota Cicerón, Tus. 4, cap. 43.



192-1-4:


Infamias, puniciones de pecados [...]


Y más adelante vuelve a emplear esta voz (307-1-6):


La punición y merecida pena [...]


Voz anticuada, cuyo valor aparece de la siguiente frase de Las Casas, Historia de las Indias, t. III, p. 107: «[...] bien creo que pensaban los pecadores que ofrecían a Dios algún sacrificio agradable, so color que punían o castigaban los quebrantos de la ley natural [...]» .


Aquí son penados, aquí son punidos [...]


Valerio Francisco Romero, Epicedio en la muerte de Hernán Núñez, en los Refranes, ed. de Valladolid, 1602, 12.º, hoja 10 vuelta.                



Y al cuello el lazo atado
con que desenlazó de la cadena
el corazón cuitado
que con su breve pena
compró la eterna punición ajena.


Garcilaso, La Flor del Gnido.                



Y como el Ángel desagradecido,
a eterna punición fue condenado [...]


Rufo, La Austriada, Canto II, hoja 21 v.                


Más antiguamente aún, se decía pugnición. En el auto anónimo de La residencia del hombre leemos:


Y si aquesta información
no basta para que luego
haya ejemplar pugnición,
¿para qué es infierno y fuego
y tormentos y pasión?




192-2-3:


Es el no retener el fácil pecho [...]


«Hombre fácil, el que es poco constante en su parecer y voto, que cada uno le lleva a su opinión». Covarrubias.

Sobre cuya voz es necesario hacer hincapié después que Capmany (Arte de traducir, p. 113) y Baralt reprobaron su uso como afrancesado, sin reparar en que, tanto en castellano como en francés, coinciden las acepciones que tiene, ya se refiera a   —298→   cosas o a personas. En el sentido que la usó Ercilla se encuentra en Mariana: «Son los malabares gente fácil, de poca sustancia y verdad». Historia, lib. XXVI, cap. XIX. En Fonseca (citado por Mir): «Le pinta en figura de ramera fácil, que tiene su casa hecha mesón para todos». Amor de Dios, P. I, cap. 37.



192-5-2:


Haciendo de los bravos, aguardando [...]


Usado el verbo hacer como neutro y seguido de la partícula de y artículo, dice el léxico de la Academia que viene a valer tanto como «fingirse uno lo que no es». Véase comprobado el ejemplo de Ercilla con estos otros, uno de Cervantes: «salió el rumor del nuevo desposorio, y haciendo de los cortesanos, entraron a dar los parabienes a los novios [...]». Persiles y Sigismunda, p. 655, ed. cit.

De Valbuena (El Bernardo, p. 274):


Y el insufrible moro, desabrido
de tanto azar como en su antojo vía,
haciendo del gallardo y atrevido,
cercar el monte quiso [...]




192-5-8:


Diciéndoles: «Llegaos, que os doy seguro».


Ejemplo de seguro que el Diccionario de Autoridades trae para manifestar que, usado como sustantivo, «se llama la licencia o permiso que se concede para ejecutar lo que sin él no se pudiera».

En Ovalle (I, 349) lo vemos empleado como equivalente a seguridad: «[...] y, aunque con trabajo, consiguieron lo que deseaban y hicieron dentro de la ciudad una buena fortaleza para su mayor seguro».

El mismo Ercilla expresó poco más adelante (195-1-2) cuál era el valor que atribuía a esa voz:


«Libre puedes decir lo que quisieres,
como aquel que seguro le está dado [...]




193-2-2:


Con sobrevista de oro guarnecida [...]


La sobrevista, como su nombre lo da a entender, era una pieza agregada al casco de los guerreros a la altura de los ojos y que se alzaba o bajaba a voluntad. No hay que confundir esta voz con sobrevesta, prenda de vestir que se ponía sobre el traje o la misma armadura.



193-2-3:


En una gruesa pica recostado [...]


En Chile damos a recostar, tratándose de personas, un significado de más alcance que el que en realidad le corresponde, si bien muy en armonía con su formación de re y acostar; pues el léxico dice que vale sólo como «reclinar la parte superior del cuerpo el que está de pie o sentado». Lo que Ercilla dijo, pues, era que Lautaro estaba apoyado en la pica en actitud de descanso.



193-4-4:


Los levantados ánimos atierra [...]


Atierra en la edición de la Real Academia y en todas las antiguas. A pesar de esta uniformidad, nos parece que esa forma verbal merece alguna observación. Bello dice, en efecto (Gramática, p. 124), que aterrar, echar a tierra, es verbo irregular, pero que aterrar, causar terror, es enteramente regular. Ahora bien: ¿de cuál de ellos procede el atierra del verso citado? ¿Quiso el poeta decir que los ánimos resultaban echados por tierra, o que quedaban llenos de terror? Tratándose de efectos del ánimo, nos parece más natural lo segundo (como piensa también Cuervo, citando este verso), salvo que en esa palabra atierra se quiera ver envuelta una metáfora, la cual resultaría, en realidad, enunciada sin motivo, porque el propósito del concepto del poeta está perfectamente traducido por la idea del terror que se apoderó del alma en el caso que indica.

En otros dos pasajes de La Araucana se halla empleado ese atierra (199-3-2):


Si la muerte en un año no me atierra [...]


y en la conocida arenga de Galvarino, cuando dice (417-2-2):


La ley perece y libertad se atierra [...],


donde no puede caber ya duda de que está bien dicho atierra.

Observa Cuervo, citando este verso, que al errar es aquí transitivo y vale postrar, abatir.

Selva (Guía del buen decir, n. 186) que ha citado en comprobación de este hecho de los verbos que son, ya regulares o irregulares, según la significación en que se emplean, el segundo de los versos de Ercilla que apuntamos, anota el siguiente de la forma regular de aterrar cuando se usa en el sentido de «causar terror».


Y España que el mundo aterra [...]


B. López García, «El Dos de Mayo».                


En la canción de Lauso (en quien creemos ver bajo este nombre al propio Ercilla) en la Galatea, lib. V:


Que fue cual suele sin poder sufrillo
venir al suelo el pino, que le atierra
en virtud de otros golpes el postrero.



Si por muerte creyera descargarme
del pensamiento dulce que me atierra [...]


Garcés, Sonetos de Petrarca, n. 29.                




193-5-4:


Hacen rostro en su nido a los leones [...]


Hacer rostro, que en Chile decimos hacer cara, hacer frente, pero que, más cultamente, empleaba en su forma castiza el P. Ovalle (I, 65): «[...] pues, hallándose con armas de fuego, no se atrevieron a hacerles rostro [...]».

«Y viendo que no había quien hiciese rostro a los enemigos [...]» . Galatea, lib. II, p. 65.



194-4-4:


Debajo de la rienda concertados [...]


Debajo, en su acepción figurada de «con sujeción a personas o cosas», de que se encuentran numerosos ejemplos en Don Quijote.



  —299→  

194-5-7:


Que las parias que pides ¡oh Lautaro! [...]


Parias, en su acepción de tributo, en la cual carece de singular.

«Como dio la isla de Malta el Emperador a la Orden de San Juan, por ella, de parias y reconocimiento le envía cierta cantidad de sacres y de neblíes cada año [...]». Zapata, Miscelánea, p. 324.

«[...] Guzmanillo, esto te doy por tregua, en señal de paz; mira que como el dómine Nicolás contigo no quiere pendencia, conténtate con este bocado, y con que te reconozco vasallaje dándote parias». Alemán, Guzmán de Alfarache, p. 187.



195-2-6:


Quede para su tiempo comenzado [...]


Entendemos: quede aquello (los proyectos de Lautaro por él enunciados y el fin que habían de tener en concepto de su interlocutor Marcos Veas), que ya ha tenido un principio de ejecución, para su debido tiempo.



195-3-2:


Acuerdo de tener también caballos [...]


Acordar tenía el régimen de. Así, dijo Cervantes (Don Quijote, I, 235, 236): «[...] acordó de esconderse en aquellas montañas [...]», «[...] acordó de hurtar el asno a Sancho Panza [...]».

Dice Cuervo que acordar, tal como aparece empleado aquí, que vale «resolver después de examen o deliberación» (transitivo) es acepción exclusiva del período anteclásico, del cual se conserva, al par de otras, como simple vestigio en época posterior, según se ve en el uso metafórico, y cita en comprobación otro verso de La Araucana que se halla en el Canto XXXIII:


Tres meses pido, amigos, solamente
para acordar lo que se debe en esto.




195-4-2:


Salieron a caballo seis chilcanos [...]


Chilcanos procede de Chilca o Chilcán, nombre propio de un cacique araucano.



195-4-5:


[...] y tocadas
las cabezas al modo de africanos.


Tocadas, de toca, el velo de la cabeza que usan las mujeres. No necesitamos describir aquí cuál era ese modo a que se refiere Ercilla, por ser bien conocido de todos. Ejemplo de tocar en esa acepción nos ofrece Cervantes (Don Quijote, III, 8): «No consintió el cura que le tocasen, sino púsose en la cabeza un birretillo de lienzo colchado que llevaba para dormir de noche [...]». El mismo Cervantes, que tanta ocasión tuvo de conocer los trajes de los moros, describe la llegada a la venta en que se hallaba hospedado su héroe, de un cristiano recién salido del cautiverio, que iba acompañado de «una mujer a la morisca vestida, cubierto el rostro, con una toca en la cabeza; traía un bonetillo de brocado, y vestida una almalafa que desde los hombros a los pies la cubría».

Conforme a esa acepción, pero en sentido más general, puesto que lo refiere a Caupolicán, dilo el poeta (555-4-1):


Descalzo, destocado, a pie, desnudo [...]




196-1-1; 370-3-2; 395-3-2:


«En vano ¡oh capitán! cierto trabaja [...]



Nos amenacen cierto en lo futuro [...]



Lo que el cristiano cierto le afirmaba [...]


Cierto, está usado como adverbio, por ciertamente, o de cierto, tal como dijo Cervantes: «[...] comunicolas con Arnaldo y Periandro, que ya habían sabido los intentos de Sinforosa y Policarpo, que les puso en mucho cuidado; por saber cierto que cuando el amoroso deseo se apodera de los pechos poderosos, suele romper por cualquiera dificultad [...]». Persiles y Sigismunda, p. 601, t. I, Colec. Rivad.

Agustín de Zárate (Conquista del Perú, pp. 479, 519): «Y porque entonces no se había hecho la fundición y ensaye, ni se sabía cierto lo que podría pertenescer a Su Majestad [...]». «[...] y creyendo cierto que eran algunos criados del Visorey [...]».

196-3-5:


Que cuerpo a cuerpo bárbaro comigo [...]


Comigo, pronombre personal, anticuado: conmigo, como se decía ya en tiempo de Cervantes.

En tal forma aparece cuatro veces en el poema y en ocho conmigo, y así enmendó Rosell en el verso citado.

Cuerpo a cuerpo es, dice el léxico, un modo adverbial, «que se dice de los que riñen uno con otro y con armas iguales».



196-5-7:


Proveyéndonos della, que a mi cuenta [...]


A mi cuenta, o, como trae esta frase el léxico, por mi cuenta, es modo adverbial que vale: «a mi juicio, en mi concepto». En Don Quijote se le halla siempre con por: «hallo por mi cuenta, que no está bien que mi amo sea arzobispo». I, cap. 29. «Verdaderamente, señor Cura, yo hallo por mi cuenta que son perjudiciales en la república [...]». I, cap. 49.



197-1-1:


«Que en el ínclito estado es uso antiguo [...]


Alude el poeta al estado de Arauco, definido por él entre las voces que necesitaban aclaración y empleada luego en el sumario del Canto Primero. En su significado de pueblo, nación o provincia, como dijo Ercilla al describir a Chile, se acostumbró entre nosotros hasta muy entrado el siglo XVII.

Por ejemplo, en este pasaje del P. Ovalle (II, 48): «Quedaron el gobernador y todos los soldados con esta tan insigne victoria con nuevos alientos y muy animados a rendir de esta vez y sujetar el Estado y a todos los demás indios aliados [...]».

  —300→  

Lleva envuelta esa voz el significado de independencia, aun aplicada a turbas indígenas, como en este caso de La Araucana, y para no citar más de otros, en el siguiente de Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 130 v.):


No le dejó de dar algún cuidado
a Cortés esta nueva, pero envía
cuatro Cempoallaneses al estado
a decir que supiesen que venía [...]




197-3-4:


De industria abriendo aquella falsa puerta [...]


Aquí y en varios pasajes emplea Ercilla este modismo. «Hacer una cosa de industria, dice Covarrubias, es hacerla a sabiendas y adrede, para que de allí suceda cosa que para otro sea a caso y para él de propósito: puede ser en buena o mala parte».

Lo usó Las Casas, t. III, 294: «Y porque le daban priesa del Consejo Real (y, según se sospechó, de industria los que tenían parte o arte en los intereses de estas Indias [...]». «Traía el Magallanes un globo bien pintado, en que toda la tierra estaba, y allí señaló el camino que había de llevar, salvo que el estrecho dejó, de industria, en blanco [...]». Id., p. 377.

Diego Mexía, dirigiéndose a sus amigos en el prólogo de su Parnaso Antártico les advierte que ciertos dísticos de su traducción de Ovidio se limitará a apuntarlos en el margen, «para que el censor entienda se dexaron de industria».

Es frecuente también en Don Quijote (III, 23): «determinó de enviarme a su hermano mayor, con ocasión de pedirle unos dineros para pagar seis caballos, que de industria, y sólo para este efeto de que me ausentase [...]». «y así me ha sido posible salir con este secreto como si de industria procurara decillo a todo el mundo [...]». Id., p. 178. En El casamiento engañoso, ed. citada, p. 271: «o ya fuese de industria o acaso [...]».

El P. Ovalle usó de ese modismo en el siguiente pasaje de su Histórica relación (I, 342): «[...] en cuya cumbre halló [Villagra] sitiado a Lautaro con diez mil hombres, sin que en el camino hubiese tenido estorbo ninguno, porque le franqueó los pasos de industria [...]».



197-4-4:


Y hacer todo el poder en procurallo [...]


He aquí un modismo que reemplaza en su significado, pero que reviste aún más fuerza de expresión, que el bastante corriente entre los clásicos de hacer su posible. En forma y valor semejantes a los que tiene en este verso lo hallamos empleado por el P. Acosta en su Historia de las Indias, lib. V, cap. XXII: «Los españoles que vieron aquellos crueles sacrificios de hombres, quedaron con determinación de hacer todo su poder para destruir tan maldita carnicería de hombres [...]»; y en el Vocabulario de Correas, p. 57: «"A banderas desplegadas": lo que a pendón herido; a imitación de la guerra, hacer contra alguno a todo su poder, o en favor de otro».



198-1-3:


Sin tocar trompa, del peligro instruto [...]


Instrulo, en la misma forma latinizada que, verso de por medio antes, dijo resoluto.



198-3-7:


La tierra es honda, floja, anegadiza [...]


Hondo, dice el léxico, aplícase en una de sus acepciones, «a la parte del terreno que está más baja que todo lo demás».

De fray Luis de León es, la siguiente oda, en la que se halla empleada esa voz:


¿Y dejas, Pastor santo,
tu grey en este valle hondo, escuro,
con soledad y llanto,
y tú, rompiendo el puro,
aire, te vas al inmortal seguro?


«[...] y aunque el crecimiento es mayor de humildes principios, y arguye mucho mayor valor en el presente, como mientras más hondo es un valle, más trabajo y valor es de allí subir a una cumbre alta, los descendientes querríanlo todo [...]». Zapata, Miscelánea, p. 236.


Al sordo murmurar que se despeña
el hondo valle suena comarcano [...]


Valbuena, El Bernardo, p. 161.                



Mira la tierra con beldad preñada
de cerros altos y sublimes cuestas,
y, en parte, cual parida y descargada,
en valles honda, fértil en florestas.


Hojeda, La Cristiada, hoja 212 v.                




199-2-4, 5:


Y el carro de Faetón resplandeciente
del Escorpio al Acuario ha discurrido [...]


Vuelve aquí de nuevo a recordar el carro de Faetón, significando el sol.

El Sol recorre desde el Escorpión al Acuario (constelaciones zodiacales) entre el 24 de octubre de cada año y el 20 de enero del siguiente.

La posición del Sol en esos signos corresponde entonces a la Primavera y entrada del Verano para los habitantes del hemisferio austral.



200-1-4; 491-2-7:


Que de perder el seso estuvo a canto [...]



Estando de perderse el reino a canto [...]


A canto, modo adverbial anticuado, define el léxico, «a pique, o muy cerca de».

En Chile lo hallamos empleado por Álvarez de Toledo a principios del siglo XVII:


Y en no habiendo en campaña una gran hueste,
estará de perderse el reino a canto [...]



Teniendo el enemigo tan a canto [...]


Purén indómito, Cantos XIV y XVI, pp. 270 y 320.                




201-5-4:


Sino al ciego apetito a quien seguimos [...]


Quedó ya nota sobre el uso de a quien por al cual. Apuntamos en las variantes, que en esta última forma salió (aunque cambiando el verso) en   —301→   las ediciones de 1577 y después, cuando se dejó tal como ahora aparece, en las dos de Madrid de 1578.



202-1-2:


Allí algún sufrimiento se tuviera [...]


como acababa de decir (200-3-4):


Para poder sufrir gente de guerra [...]


Sufrir, en la acepción de sostener o resistir.



202-5-1, 4:


Este les afirmó con juramento
que en Mapochó se sabe su venida,
ora les dio la nueva della el viento,
ora de espías solícitas sabida [...]


Observa Cuervo que en las frases con ahora es sumamente raro el uso del indicativo, y tanto, que el sabio lexicógrafo no pudo hallar otro ejemplo que éste de Ercilla.



203-4-2:


Y aquellos que los años agravaban [...]


Falta este verbo agravar en el Diccionario de Cuervo. Viene del latín: ad, a, y gravare, cargar, y vale lo que «aumentar el peso de alguna cosa, hacer que sea más pesada».

Don Juan de Jáuregui, en el libro VII de su Farsalia:


Ya las agrava la amistad, y en esa
la venia espira, y la disculpa cesa.




204-2-5:


Que puso a los cautenes esto espanto [...]


Cautén, región, río, en el poema, de donde este adjetivo cautenes.



204-5-8:


Y os dé civiles muertes de mil modos [...]


Civiles muertes, que tiene aquí un significado muy diverso del que hoy le damos, pues vale tanto como crueles, recordando, quizás, que en lo antiguo se estimaba que no la había peor que aquella que se originaba de contiendas fratricidas, según lo que decía Tácito, al encarecerlas aún más, cuando usó el calificativo de plusquam civilia.

En la misma acepción de cruel, pero en forma diversa la usó Villagra, Conquista de la Nueva México, hoja 265 v.:


Y a ti, Zutacapán, cevil que has sido [...]


Barco Centenera (Argentina, hoja 154):


La vida le concede muy rogado,
aunque muerte civil allí le diera,
habiéndole de boca deshonrado [...]


«Dixo esto tan pesadamente y con modo tan rústico y civil, que irritó en grado superior a los interesados [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, hoja 225.

El léxico registra, en verdad, esta acepción anticuada traduciéndola por «grosero, ruin, mezquino, vil».

Aproximándose más al uso de hoy en día, dijo también el poeta (277-4-3):


Y, envueltos en civiles armas [...]


Rufo en La Austriada, C. XXII, hoja 391 v.:


Si César imperó usando sutiles
mañas, y si fue en armas animoso,
si hasta en las batallas más civiles [...]
supo ganar renombre de famoso [...]


En un soneto del Maestro Serna, que trae Calderón en sus Flores de poetas ilustres, p. 211:


Cuando turbado el mundo se estremece
con el furor civil de Marte airado [...]



Y muera, dijo, quien su honor deshonra,
pues es muerte civil vida sin honra.


Valbuena, El Bernardo, p. 249.                


Cevil, tal como lo dijo el soldado a don Quijote: «Va por diez años; ... que es como muerte cevil». Malamente dicho, observa Rodríguez Marín (Don Quijote, I, 214): «[...] digo que no quería con pena capital castigarnos, sino con otras penas dilatadas, que nos diesen una muerte civil y continua [...]». Y Rodríguez Marín en su comentario (VII, 50) dice que puede bien dudarse si esta muerte civil es la misma muerte civil «de que se trata en el párrafo transcrito anteriormente», o si a la voz civil en este otro caso corresponde más bien la acepción de miserable.



205-3-2:


Y así, de sospechoso, no he querido [...]


Aunque sospechoso se aplica generalmente a la persona o cosa que da motivo a sospecha, dicen también, advierte el léxico, de la persona que sospecha. En este verso vale lo que desconfiado, receloso, que procura indagar con cuidado la verdad, acepción de que se halla muestra más adelante (233-2-6):


Se firma recatado y sospechoso.




205-3-7:


En que todos concuerdan y confieren [...]


Nota Cuervo que no tiene fundamento etimológico, ni están apoyados por el uso los sentidos con que aparece conferir en este verso de La Araucana, ni en un pasaje que cita del Español Gerardo de Céspedes y Meneses.



205-4-3, 4:


Prosiguiendo adelante, yo me obligo
que irá la historia más autorizada [...]


«En lugar de: a que vaya. La construcción de Ercilla se halla a mitad de camino entre la simple yuxtaposición de yo me obligo; irá [...], y la subordinación estrecha de yo me obligo a que vaya; lo que le permite emplear el indicativo, esto es, la afirmación sin reservas, en lugar del subjuntivo, es decir, la afirmación siempre más o menos relativa». Ducamin, p. 274.



206-3-2:


Y la pluma a escrebir tanto se atreve [...]


Tanto, en su valor de tan grande o muy grande, como en aquel conocido verso de Virgilio:

  —302→  

¡Tantaene animis coelestibus irae!



¡Tamañas iras en celestes pechos!




206-3-3:


Que de crédito estoy necesitado [...]


Concepto que en términos análogos expresó ya el poeta en la estrofa tercera del canto I:


Que de todo favor necesitada [...]


Crédito, que vale aquí reputación, fama, autoridad. «Tómase, por lo común, enseña el léxico, en buena parte».



206-4-5:


Y para que se entienda más barato [...]


Este adjetivo barato está empleado aquí en forma figurada, que vale como fácilmente, sin dificultad.



207-1-7, 8:


Viendo que aun el tirano no hedía,
que, aunque muerto (de fresco) se bullía.


Versos son éstos que han dado bastante que cavilar a los traductores y a Ducamin mismo, que sobre el particular se expresa así (pág. 324, verbo tirano): «Winterling cree que esta voz está empleada metafóricamente y significa: el espíritu de desorden y de insubordinación que reinaba en el Perú. Nicolás dice que se trata de una persona que realmente ha existido, y que Ercilla quiso designar a un hombre a quien todo el mundo en un momento dado llamaba "El Tirano", a saber, Gonzalo Pizarro, que fue llamado así porque durante tres años ejerció en el Perú un poder casi absoluto, sin haber recibido del monarca español investidura personal. En realidad, los dos interpretadores tienen cada uno por su parte razón a medias, porque es imposible traducir de manera satisfactoria el pasaje de Ercilla, sin dar a tirano a la vez el sentido propio de Nicolás y el sentido figurado de Winterling, esto es, sin entender por eso, juntamente, Gonzalo Pizarro, que acababa de ser muerto, y las pasiones que representaba y que le sobrevivían».

Los que conocen algo siquiera la historia del Perú de aquella época por la lectura de los antiguos cronistas, no podrán menos de admirarse de semejantes cavilaciones, pues tirano se llamaba entonces al que alzaba la obediencia al rey, rebelándose de su servicio, que era en lo que consistía su tiranía, hubiera usado o no de arbitrariedades o crueldades con los que no eran sus secuaces: en tal sentido fueron llamados tiranos Gonzalo Pizarro, Francisco Hernández Girón, Lope de Aguirre y algún otro capitán de menos cuenta.

Tampoco puede caber duda acerca de a quién aludiese Ercilla al emplear en este verso la voz tirano, que no fue, ciertamente, como se imaginaron aquellos comentadores, Gonzalo Pizarro, de quien no se hace mención para nada en La Araucana, ni había para qué, puesto que los hechos de que en ella se trata por lo que se refiere al Perú, arrancan de los días en que llegó allí el virrey don Andrés Hurtado de Mendoza, y por indispensable referencia, al estado en que halló el país después de la última revuelta que acababa de experimentar motivada por Hernández Girón, según expresamente lo consignó el poeta en la dedicatoria de la Primera Parte de su obra a Felipe II, en la que le dice: «llegando a la sazón nueva de la rebelión de Francisco Hernández en el Perú».

Bullir, verbo intransitivo; usado aquí como reflexivo, sin duda por analogía con menearse, observa Cuervo. Así también en Don Quijote (II, 48): «[...] pero viendo que el que tenía asido no se bullía ni se meneaba, se dio a entender que estaba muerto [...]» .



207-2-6:


Trayéndoles la mano por el cerro [...]


«Traer la mano por el cerro, dice Covarrubias, halagar a alguno y asegurarle, como hacen, al caballo y a otra bestia: para amansarla la palpan y le pasan la mano por el cerro».

«Traer la mano por el cerro, o sobre el cerro. (Tratar blandamente y llevar la condición de uno, sin apremiarle, como él quiere)». Correas, Vocabulario de refranes, p. 425.

Ejemplos del uso de esta frase: «[...] y el león le conoció que era su señor, y con aquel respeto espérale coleando. Entonces pónele el Duque la mano en la cabeza y tráesela por el cerro [...]». Zapata, Miscelánea, p. 10.

Queda ya indicado (128-2-7) el significado de cerro.

Cervantes (Don Quijote, VI, 334): «Pues el señor mi amo, que había de traerme la mano por el cerro y halagarme para que yo me hiciere de lana y de algodón cardado, dice que si me coge, me amarrará desnudo a un árbol y me doblará la parada de los azotes».



207-2-8; 207-5-7; 298-4-7:


Y dar más fuerza y mano a la justicia.



Aquellos que con más poder y mano [...]



La mano a don Felipe dio de modo [...]


Dar mano, esto es, favor, apoyo, o también ocasión en que pudiera intervenir. He aquí un ejemplo, de este modismo: «De suerte que debe hacer vana mi quexa el no ser conocido de quien pudiera darme la mano [...]». Suárez de Figueroa, El Pasagero, hoja 3. Y este otro, tomado de Cervantes (Galatea lib. VI, p. 212): «Poco fue menester para ser Aurelio obedecido, porque luego Erastro tocó su zampoña, y Arsindo su rabel, al son de los cuales instrumentos, dando todos la mano a Elicio, él comenzó a cantar desta manera [...]».

«La traza, pues, que tomaron fue quitar la vida al príncipe con la ocasión y mano que tenían de enseñarle a andar a caballo [...]». Ovalle, I, 299.



207-4-2:


Con son de un general repartimiento [...]


Apenas necesitamos advertir que bajo esa voz repartimiento se alude a los de indígenas.



  —303→  

208-1-2, 3:


Pues fueron perdonados y admitidos
cuando a vuestro servicio en sazón fueron [...]


Entiéndase que admitidos lleva subentendido «al servicio del rey».

El modo adverbial en sazón, que se aplica; de ordinario, en su sentido propio, a las frutas en su punto de madurez, quiere el Diccionario de Autoridades que valga en este verso de Ercilla, como acepción diversa de aquella, «oportunamente, a tiempo, a ocasión»; pero, nos parece que, en realidad, tiene el mismo significado y que el poeta, al emplearlo, sólo quiso hablar figuradamente.

Conviene tener presente que la estrofa en que se hallan estos versos y las tres que siguen, según podrá verse en las variantes; fueron de las que más trabajo impusieron al poeta en su redacción, sin duda a causa de las materias que encierran, delicadísimas para aquellos tiempos, sobre todo por lo tocante al Perú.



208-3-4; 553-5-3; 592-1-8:


Y que más examina la paciencia [...]



Que la ira examina al varón fuerte [...]



Le toca examinar la causa pública [...]


Versos en los que examinar está tomado como investigar, escrutar; de examen «la diligencia particular que se hace para averiguar la verdad de una cosa», como lo define Covarrubias. «Mas, porque la obediencia no examina las fuerzas, sino el mandato, y quien yerra obedeciendo no desmerece errando, doblaré el papel y echaré la tijera, salga lo que saliere». Pedro Espinosa, El Perro y la Calentura, Obras, p. 192.

Nótese en las variantes cuál fue la lección primitiva de Ercilla en ese primer verso y que salió en todas las ediciones anteriores a la de 1589-90.



209-1-3:


Así enfrenó el Perú con un bocado [...]


Bocado, tomado en su sentido propio, en la acepción de la parte del freno que entra en la boca de la caballería: sentido que acaba de declararse en el verso que sigue:


Que no le romperá jamás la rienda [...]


Véase lo dicho en 102-1-8.



209-4-5, 6:


Después hizo el Marqués repartimiento
entre los beneméritos de cuenta [...]


El léxico sólo da a benemérito la acepción general de «digno de un honor o empleo por méritos o servicios».

La ley 4, tít. VIII, lib. VI de las Indias se intitula «Que, sin embargo de lo resuelto por las nuevas leyes, se encomienden los indios a beneméritos», 20 de octubre de 1545. Y comienza así: «Estando permitido y ordenado que todos los Indios que se pacificasen en nuestras Indias fuesen encomendados a los descubridores y pobladores y otros beneméritos [...]».

«Y estando sirviendo dicha plaza, fue nombrado por uno de los beneméritos del ejército [...]». «Relación de los servicios de Don Diego de Vivanco (1653)», Medina, Bibl. Hisp.-Chil., t. II, p. 490.

Ejemplo en el que aparece benemérito como sustantivo, pues ya por ese entonces existía en Chile la clase de los capitanes así llamados -y de que sería inoficioso citar otros comprobantes, puesto que no se conserva.



209-5-4:


Fabrican edificios levantados?


Levantados, en forma figurada, y que vale como engrandecer, de mucho precio, grandeza, que se aplica, de ordinario, a las calidades morales, y así dijo Pedro de Oña (Arauco domado, p. 453):


No menos es airoso que derecho,
de rostro y pensamiento levantado [...]




210-3-1:


Que le asome fortuna algún contento [...]


Cita Cuervo este verso en demostración de la acepción que le corresponde a asomar, que, en general, dice, vale «acercar una cosa como para mostrarla; dejar entrever», cual en estos ejemplos:


Tu frente el alba me asoma,
tus mejillas me dan flores.


Iglesias, Rom. 5.                



Sóbrale tanto, cuanto falta a Roma;
y no nos puede ver, porque le vimos;
lo que fue esconde, lo que usurpa asoma.


Quevedo, Musa 2, son. 12.                






  —304→  

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215-2-4:


Y en gran figura y crédito tenido [...]


Hasta hoy permanece esta metáfora de llamar gran figura a una persona de importancia, por más que muchas veces, como suele verse aquí y en todas partes no pasen de ser figurones. Procede esa voz de que en las comedias antiguas se llamaban figuras a los personajes que eran representados. Hablando Gil y Zárate de un auto antiguo, dice: «En él vemos el origen de los autos de Calderón, reduciendo a drama un pensamiento moral o cristiano, o los mismos misterios de la fe, con la personificación de cuanto existe en el mundo real o intelectual: en éste son los personajes o figuras, como dice el original, la justicia, la misericordia [...]». Manual de Literatura, t. II, p. 110, ed. de Madrid, 1844, 8.º.

Definiendo esta voz figura, escribió por eso, Covarrubias: «Vale talle, parecer, semejanza, como dice el romance viejo:


»En figura de romero
no le conozca Galbán.


»Por esta razón llamamos figuras los personajes que representan los comediantes, fingiendo la persona del rey, del pastor, de la dama y de la criada, del señor, del siervo». He aquí un pasaje de Cervantes que hace a este propósito: «[...] y sobre todo encarecía y puso sobre las nubes la existencia y la honra que la darían en encargarla las primeras figuras [...]» . Persiles y Sigismunda, p. 626, ed. Rivadeneyra.

Ercilla empleó no menos de otras siete veces esta voz figura, de que sería inoficioso traer a colación los numerosísimos ejemplos que los clásicos ofrecen empleada en tal acepción; pero no resistimos al deseo de citar sólo tres, uno, porque trae cierta frase casi idéntica a la que da motivo a esta nota el P. Lapuente en su Guía espiritual, trat. II, cap. II, que dice: «tener a uno en buena figura»; y el otro, el P. Juan Sebastián, que vivió en Lima: «No atienden a ver en qué figura están en los ojos de otros». Del estado clerical, lib. I, cap. IX.

«Soy de parecer, según esto, evitéis cualquier ocasión de haceros figura, porque no os sucedan los encuentros con que a menudo incurren tales donosos y gracejantes [...]». Suárez de Figueroa, El pasagero, hoja 310.



216-2-5:


De sus partes, señor, nos contentamos [...]


Véase la nota de la página 206-5-5 sobre el significado de partes.



216-2-8:


Que nunca del león nació la oveja [...]


Pues a pesar de que Ercilla dice que esta es habla vieja en boca del vulgo, no hemos podido hallarla en ninguna colección de refranes.



216-4-7:


Gran gana de pasar aquella tierra [...]


Falta de nuevo la a antes de aquella, que suplieron Sancha y Rosell en sus ediciones.



216-5-2:


Así gran gente en número se mueve [...]


Gran, cuyo valor está indicado en el mismo verso por la voz número.



216-5-8:


Con el alegre son desta jornada.


Son, «que por extensión significa la noticia, fama y divulgación de alguna cosa», acepción que prueba el Dic. de Autoridades con este verso de Ercilla, y de que se encuentra también comprobante en Don Quijote (I, 125): «Paráronse los mercaderes al son destas razones [...]».



217-4-1:


Cosas destas yo pienso que ninguna [...]


En las ediciones de Salamanca, las dos de Madrid de 1578 y en la académica se puso Cosa: en la última, corregida por Ercilla, como en la nuestra; Cosas, pero en verdad que resulta mejor en singular.



218-1-4; 412-3-7, 8:


De armas, rico aparato y buen deseo [...]



Que iba a reconocer bajo de trato
la gente, alojamiento y aparato.


Aparato es, según Covarrubias, el ornato y sumptuosidad de un señor y de su casa: definición; que concuerda perfectamente con la idea expresada por el poeta en las dos ocasiones en que empleó la voz aparato.

En este último caso puede también referirse al aparato de guerra, expresión muy socorrida en los antiguos cronistas. Así dice Las Casas «[...] acuerda enviar a Francisco Becerra en un navío con 180 hombres, y con muy grande aparato de guerra [...]». III, 200. «Al fin, ordenole el Rey que corriese las Islas. Pues como ya tuviese mucho aparato para lo de Argel [...]». Pedro Espinosa, Elogio al retrato del... Duque de Medina Sidonia, Málaga, Juan René,   —305→   1625, 4.º, p. 242 de la reimpresión de Rodríguez Marín.



218-3-4:


De pífaros, trompetas y atambores [...]


Pifaro, hoy anticuado, pero antaño alternaba frecuentemente con la forma pífano.


El son de más de una templada caja,
y el pífaro triste y la trompeta,
que la cólera sube y flema abaja.


Viaje al Parnaso, cap. VI.                


Pero en La Española Inglesa, Colec. Rivadeneyra, p. 150, escribió pífanos: «[...] unas tocaban los atambores, alegres y sobresaltadas armas, a quien con señas tristes y lamentables respondían los pífanos [...]».

Pedro de Oña escribió pífaro en tres pasajes de su Arauco domado, de los cuales damos aquí la siguiente muestra (C. I, p. 19):


Al son de caja, pífaro y de trompa
el aire, el mar, la tierra se ensordece [...]




218-4-3, 4:


Sobrevistas y galas, invenciones
nuevas y costosísimas sacaban [...]


Al definir el léxico esta voz invención por «cosa inventada, hallazgo, engaño, ficción», omite la acepción que le corresponde en este verso y que data ya de los días de Jorge Manrique, cuando, refiriéndose a los galanes del tiempo del rey don Juan, dijo: «¿Qué fue de tanta invención como trujeron?»; pues invención era la expresión en forma enigmática del pensamiento amoroso del caballero que salía del torneo y de que usaban hasta los mismos reyes. Colecciones de ellas se encuentran en el Cancionero de Amberes y en otros. Recordamos en este momento, a título de ejemplo, la de aquel justador que por no haber recibido de su dama cierto día la acogida que esperaba, se presentó en la palestra, adornados él y su caballo, de hojas de malva, dando a entender que mal va. Las hubo de éstas sumamente ingeniosas y expresivas, de que se puede tener idea hojeando el Diálogo de las Empresas militares y amorosas, compuesto en lengua italiana por Paulo Jovio. En el cual se trata de las devisas, armas, moles o blasones de linages, León de Francia, 1562, 4.º, libro muy curioso y entretenido, en el cual van representadas las empresas en láminas. Entre ellas están la de Ludovico Ariosto y la del poeta Urrea.

A la índole de tales invenciones corresponde esa voz en el siguiente pasaje de Juan de Castellanos (Hist. del N. Reino de Granada, t. II, p. 170):


Vino también en esta coyuntura [...]
don Gonzalo Jiménez de Quesada,
harto más repelado que con pelo,
porque en juegos y damas y combates,
libreas, invenciones, faustos vanos
y prodigalidad desordenada
dio fin a la grandeza de moneda
en aquestas provincias adquirida [...]


y muy probablemente en este otro de Laso de la Vega (Cortés valeroso, hoja 155):


Que por horas los bárbaros trazaban
juegos, palestras, danzas, invenciones,
con que a los españoles solazaban [...]


Ercilla usó segunda vez esta voz (418-2-5):


Trincheas, nuevos reparos, invenciones [...]


En esta ocasión nos parece que vale tanto como ardid, treta, tal como lo dio a entender el P. Las Casas (Historia de las Indias, t. III, p. 269): «[...] que ya los españoles se hallaban burlados y de sus crueldades les iba pesando, porque no les quedaba ya quien, en las minas y en las otras sus invenciones de adquirir oro, ellos matasen».

Cervantes en Don Quijote, V, p. 86, al contar Sancho que lo habían dejado caballero sobre cuatro estacas, hurtándole el rucio, le replicó el bachiller Carrasco: «Eso es cosa fácil y no acontecimiento nuevo; que lo mesmo le sucedió a Sacripante, cuando estando en el cerco de Albraca, con esa misma invención le sacó el caballo de entre las piernas aquel famoso ladrón llamado Brunelo».

Y el P. Ovalle, I, 56: «Son éstos los meses de mayor entretenimiento para los muchados, que saliendo a tropas al campo y a las huertas, matan tantos [pájaros] ya con liga, ya con redes y otras invenciones, que vuelven a sus casas cargados de ellos».



218-4-5:


Estandartes, enseñas y pendones [...]


Pudiera parecer que obra aquí una redundancia en la designación de esas insignias militares, pero no hay tal, pues en lo antiguo hasta cada capitán traía la suya propia, según Oviedo en sus Quinquagenas, p. 108: «[...] Habemos de entender que los pendones y banderas son para que la gente de guerra e de los pueblos, en batallas donde hay copia de gentes, se puedan acaudillar e cada uno sepa a quién sigue [...] e con qué capitán milita, para lo cual cada general o particular capitán trae diferenciada su bandera con sus armas o devisa, e de tal manera, que, o en las insignias o en los colores, con fascilidad se conoscen, para que los soldados acudan a su capitán e bandera [...]».



218-4-8:


En hechuras, recamos y bordados.


Hablando de las araucanas, dice González de Nájera: «Son muy trabajadoras y en ocupaciones de varias labores y recamos muy ejercitadas y maestras [...]». Desengaño, p. 38.



220-4-5:


Suenan cañones, sacres, falconetes [...]


Cita este verso el Diccionario de Autoridades en comprobación del uso de la voz sacre. El jesuita José Cassani, en su Escuela militar de fortificación ofensiva y defensiva, Madrid, 4.º, sin fecha (1705), p. 202, define así el sacre y el falconete:

«Sacre o cuarto de culebrina, tira la bala de 4 a 6 libras.

»Falconete, u octavo de culebrina, tira la bala desde una hasta 4 libras [...]».



  —306→  

220-4-7:


Del Austro cargan a babor la escota [...]


Más adelante hemos de ver a Ercilla hacer alarde de sus conocimientos náuticos, cosa muy corriente en los poetas de su tiempo, y de que hoy, por la navegación a vapor y el poco tiempo de permanencia a bordo, comparado con los viajes de antaño, nos encontramos ayunos. Pues bien, la escota es el «cabo con que se templan las velas, aflojándolas o tesándolas hacia popa»; cargar la escota es dejarla lista para ser aferrada; a babor, hacia el costado izquierdo de la nave.



220-5-5:


Pero sobre el Garbino revolviendo [...]


Garbino. Voz de procedencia arábiga, nombre del viento que sopla del sudoeste, con el cual le citó el poeta en 252-5-8.



221-2-1:


¿Que del Pirú, no es caso soberano [...]


Soberano, adjetivo, empleado aquí en su valor de «alto, extremado y singular», de donde en las monarquías se llama soberano al rey.

Así, en Don Quijote (I, 42):


Imperios desprecié: la monarquía
que me ofreció el Oriente rojo en vano
dejé, por ver el rostro soberano
de Claridiana [...]




222-3-4:


Le dio aparejo y gana de reposo [...]


Aparejo, en su primera acepción, vale, según el léxico, «preparación, disposición para alguna cosa», y en el caso del presente verso, diríamos: oportunidad y medio de lograrla.



222-4-6, 7:


La fuerza y corazón, sin ser bastante
de poderme valer [...]


Hace notar Cuervo que bastante con de y un infinitivo, es giro anticuado; pero por más que Ducamin crea que no debía de ser raro en el siglo XVI, es lo cierto que ni uno ni otro de esos autores han logrado presentar otro ejemplo análogo. Se explica, añade el comentador francés, por la analogía de: capaz de.



222-5-4:


La fin tuya y principio de mi llanto [...]


«Desorden, fin, observa Bello (Gramática, p. 40), son hoy constantemente masculinos».

Podríamos citar infinidad de ejemplos del uso femenino antiguo. Así, Juan de Timoneda:


Oye, Cupido, señor,
no te quejes de pastores,
que el remedio de amador
es decir mal del amor
y a la fin morir de amores.


Las Casas, Historia de las Indias, t. III, p. 129: «[...] porque cuasi todos los que allí entonces estaban en breve murieron antes, y hobieron mala fin».

Fernández de Oviedo en sus Quinquagenas, p. 321:


El discreto presidente
a la fin ha de votar [...]


Garcilaso de la Vega en su égloga II:


Mas a la fin llegados a los muros [...]
Mas a la fin los brazos le crecían [...]


Gutierre de Cetina, Obras, I, 47:


Cuando fortuna, que hacer siniestra
quiso la fin de un bien tan deseado [...]


El cronista Garibay en su Compendio de Historia de España, lib. XX, cap. XXI: «No será bien pasar en silencio la desgraciada fin que tovo el Adelantado Vasco Núñez de Balboa [...]».


Vinieron ya a la fin a nuestras manos [...]


Zapata, Carlo famoso, Canto XV, hoja 72 v.                


Alcázar en sus Poesías, p. 36:


¿No veis que aquellos ojos muestran saña
en quien está mi daño y mi provecho,
y que, a la fin, habéis, a mi despecho,
de volveros al puesto con la caña?


En Don Quijote, donde ocurre varias veces, v. gr.: «Y lo que más es de admirar: que apenas uno ha caído, donde no se podrá levantar hasta la fin del mundo, cuando otro ocupa su mesmo lugar [...]» (III, 331).

Es curioso, a propósito de «la fin del mundo» empleada en este pasaje, lo que dice Rodríguez Marín, comentándola, que en ella «arraigó como femenino, así para los escritores de antaño como para el vulgo de hoy». Santa Teresa (Vida, cap. XXX): «[...] suplicando al Señor [...] que me dé Su Majestad paciencia y me esté yo ansí hasta la fin del mundo». Una copla popular (núm. 6884 de mi colección):


Yo me metí en una sima,
por ver lo que había dentro,
y he visto la fin del mundo
y el desengaño del tiempo.


Y en tres escritores de la colonia, uno de ellos de mediados del siglo XVII:


Mas a la fin, volviendo en sí, revuelven
tirados del honor y sangre nueva [...]


Pedro de Oña, Arauco domado, C. I, p. 22, y C. II, p. 50.                



Porque a la fin vosotros, su victoria
por propia la pondréis a vuestra cuenta [...]



Y a partirse por medio a la fin vino [...]


Álvarez de Toledo, Purén indómito, C. I, p. 7.                



Y entiendan a la fin los descreídos
que estamos sin Dios, aunque afligidos.


Monteagudo, Guerras de Chile, C. X, p. 213.                


Y aún en nuestros tiempos, según recuerda Cuervo en sus notas a la Gramática de Bello, «no es raro encontrarse en verso fin como femenino:


»La lluvia cae a torrentes:
parece que tiembla el suelo:
dijérase ser llegada
ya la fin del universo».


D. Ángel de Saavedra, El Sombrero, rom. III.                


Mas, Ercilla usó también fin como masculino, (160-3-3):


De la batalla el fin, y cuando vieron [...]


  —307→  

y, precisamente, en la frase a que alude Rodríguez Marín (398-1-2):


¿Cuál será aquel que no temblase viendo
el fin del mundo [...]


y en otra que, por cierto, nos parece que merece algún reparo. Dice, pues, en el sumario del Canto XXVI:

[...] se trata el fin de la batalla y retirada de los araucanos [...]




223-1-4:


De ti no es poderosa de apartarme [...]


Hoy diríamos poderoso para; de tal modo, que Salvá, Gramática, p. 309, critica a Jovellanos de haber incurrido en un arcaísmo al escribir: «poderoso de inspirar».

Cejador, al notar en Don Quijote la frase: «y así no fui poderosa de dar voces», añade: «no fui capaz»; en la Celestina, acto I, p. 9: «es poderosa de apartar el entrañable amor».

Ni es ése el único ejemplo que se nos presenta en Don Quijote, pues en la Parte II, cap. XIX, se halla este otro: «las riquezas son poderosas de soldar muchas quiebras».



223-3-2; 549-3-1:


No porque yo me juzgue peligroso [...]



Mas, viéndose apretado y peligroso [...]


Peligroso, por estar en peligro, acepción frecuentísima antaño:


El otro va trotando presuroso
a acompañar al Duque, si cabalga,
como si sin él fuera peligroso.


Cetina, Obras, II, 113.                



Hilaba la mujer para su esposo
la mortaja primero que el vestido;
menos le vio galán que peligroso.


Quevedo, Epístola al Conde Duque de Olivares.                



Cuando estoy más peligroso
entonces vengo a tener
mayor fe en lo más dudoso.


Galatea, lib. VI.                




223-5-1:


Cuanto más que, teniéndoos a mi lado [...]


Dícenos Cuervo: «Al uso interrogativo se reducen las expresiones cuanto más, cuanto menos, que se emplean para dar a entender que lo que acaba de decirse se aplica con más razón o menos razón a lo que sigue [...] Pero la estrecha conexión que se ha establecido entre las dos frases ha debilitado el acento interrogativo de cuanto, por lo cual no se marca tampoco el ortográfico. Otra cosa notable es que se usa más, aun cuando el sentido sea negativo; por donde se ve que la mucha frecuencia con que se usa en las frases positivas lo ha introducido en las negativas, de suerte que cuanto más es ya fórmula general de encarecimiento».



224-2-1:


«Por ella os juro y por aquel tormento [...]


Jurar, evidentemente empleado aquí por conjurar, como lo nota Ducamin. El léxico trae en conjurar la acepción anticuada de «jurar juntamente con otros».



224-3-2:


Mi poca estimación por vos se muestra [...]


Pudiera entenderse que Lautaro manifiesta con estas palabras que tiene en poca estimación a Guacolda, siendo que, en verdad, expresa la poca estimación en que es tenido por ella. El complemento por vos no es régimen de estimación, lo que sería galicismo imperdonable en Ercilla, sino que es ablativo agente del verbo pasivo se muestra. Volviendo en activa la proposición, sería: «Vos mostráis la poca estimación que me tenéis». Ya se ve por esto que ese verso se resiente por lo menos de anfibológico.

Ducamin dice con motivo de esta frase: «Nótese el empleo del posesivo, que equivale a de mi, que sería complemento de estimación: y la construcción de estimación, con por, dando a este sustantivo algo de la fuerza verbal de estimar» [en].



225-1-4:


Dejar en tal sazón de acompañalla [...]


Acompañarla en su llanto.