211
Declaración suya recordada.
212
Su testamento, que se halla en las hojas 245-247 del protocolo del escribano que lo autoriza, años de 1592-1594, va en seguida de estas notas.
213
Un incidente doméstico que le ocurrió con ella, por poco no le cuesta la cárcel inquisitorial a Campofrío. Se denunció, en efecto, al comisario del Santo Oficio en Santiago de que diciéndole doña Marina que estaba indispuesta, le respondió él, por vía de burla y riéndose: «No os moriréis, las mujeres son inmortales, que aún no sé si Dios os puede matar». Examinado un testigo, sostuvo haber pronunciado el reo las dichas palabras riéndose, «y que diciéndole el testigo que mirase lo que decía, que era mal dicho, el reo se declaró y dijo que bien sabía que Dios todo lo puede y que las mujeres son mortales, y que lo decía porque las mujeres son recias de condición».
Hijos de ambos fueron: el capitán don Alonso de Campofrío Carvajal, casado con doña Catalina de los Ríos y Lisperguer, llamada la Quintrala, mujer célebre en los fastos de la colonia; don Lázaro Campofrío de Carvajal, de quien sólo se sabe que vivía en 1601; doña Teresa de Campofrío Carvajal, casada en 1611 con el capitán Martín de Irizar Valdivia y en segundas nupcias con el capitán Pedro Guajardo, que murió asesinado hacia el año de 1629; doña Francisca de Villalobos, viva en 1601; don Jusepe de Carvajal, casado con doña Bernabá de Aguirre Matienzo; el capitán don Manuel Roco Campofrío y Carvajal, que tuvo por mujer a doña Isabel Osorio de Cáceres, en quien logró larga sucesión y que testó ante Bocanegra el 29 de enero de 1660; y don Juan Roco Campofrío de Carvajal, casado con doña Beatriz de Escobar é Ibacache. Thayer Ojeda, Los Conquistadores de Chile, t. II. p. 90.
214
En su declaración prestada en el proceso de Villagra, el 16 de septiembre de 1558, dijo tener 35 años de edad (Documentos inéditos, t. XXI, p. 347). Para evitarnos citas, advertimos que cuando en el texto no haya otra referencia, se entenderá que los datos que consignemos proceden de esa declaración, única de Cano, por desgracia, que conozcamos.
215
Góngora Marmolejo, Historia de Chile, p. 49.
216
Mariño de Lobera, Crónica del Reino de Chile.
217
Página 49, obra citada. Cano, que tuvo ocasión de contar con algunos pormenores aquella batalla, no habla de este interesante hecho personal sino en términos generales aunque sí de otros que nos parece vale la pena de que se conozcan. He aquí esa relación, que da al contestar a la pregunta 15 del interrogatorio de Villagra: «...dijo que lo que de ella sabe e vido es que, yendo e caminando el dicho
Francisco de Villagra por el campo de la provincia de Arauco, en la parte y lugar que la pregunta dice, e yendo el dicho mariscal con toda su gente puesta en buena orden, invió un día de mañana ciertos corredores delante dél
para que descubrieran la tierra e camino que había; los cuales fueron; e comenzando a subir una cuesta arriba, y este testigo con ellos, y aun delante, vieron desde la dicha cuesta ir por la orilla de la mar tres o cuatro indios por la, playa adelante, y entre este testigo y el capitán Reinoso se platicó e dijo que en ir los dichos indios por allí era ensaye para coger los corredores si se desmandasen a ir a ellos; y estando diciendo esto, impensadamente
salió un escuadrón de indios con muchas armas, y este testigo e otros dos soldados arremetieron al dicho escuadrón, e mató allí este testigo un indio, e luego tornaron atrás este testigo e los que con él arremetieron, e ya los demás corredores que habían venido habían dado noticia de los dichos indios y dado arma en el real, e cuando llegó éste testigo hacia el dicho. Francisco de Villagra, ya él e todo su campo venía marchando
hacia los dichos indios e todos muy bien en orden, a los cuales estaban esperando los dichos indios; e visto por el dicho Francisco de Villagra los escuadrones, mandó que arremetiesen a ciertos capitanes, ansí de a pie como de
a caballo, según que lo tenía ordenado: los cuales arremetieron con tanto ímpitu, que rompieron e desbarataron a todos los dichos escuadrones que allí se hallaron de presente a pelear, e ansi los llevaron retirando a los dichos indios e huyendo hasta un llano, alanceándolos e haciéndolos huir, y en este tiempo siempre el dicho Francisco de Villagra andaba animando la gente mucho e peleando en la delantera de todos, e que era tanta cantidad de indios, que le parece a este testigo que serían cien mile indios; e pelearon ansí todos desde las ocho, poco más o menos, de la mañana hasta más de las cuatro horas de la tarde, en la cual batalla hubo muchos cristianos heridos e algunos muertos; e que después a la tarde, que ya estaban muy cansados los dichos españoles e caballos de pelear tanta distancia de tiempo, reconociéndolo los dichos indios, arremetieron con muy gran ímpitu dos escuadrones muy grandes, en que había muy gran cantidad de indios, e cerraron con la gente de a caballo e con las piezas de artillería, e las ganaron, sin poder ser parte los dichos españoles para se lo defender, e les pusieron en tanto aprieto, que, sin poder hacer otra cosa, por estar tan cansados, como dicho tiene, e ser tantos indios, se comenzaron a retirar todos los que pudieron: lo cual sabe porque este testigo, como dicho tiene, se halló en la dicha batalla»
. Documentos inéditos, t. XXI, pp. 351-352.
218
Es tan gráfico y tan digno de recordarse este incidente, que no resistimos al deseo de referirlo con las palabras mismas de Cano: «...la cual dicha nueva, como llegó, causó muy gran temor en toda la gente que traía el dicho
Francisco de Villagra, e viendo este testigo que la mayor parte de la gente estaba con
gran pavor, fue al dicho Francisco de Villagra e le dijo que le diese licencia a él y a otros soldados, porque ellos irían a la ciudad Imperial a saber la nueva, e que, si como los indios decían, era, que no volverían, e questo tenía por respuesta, e que si ellos mentían, que volverías a dar el aviso de la tierra; e que el dicho Francisco de Villagra no los quiso dejar ir por no aventurar dos soldados...»
Respuesta a la pregunta 46
, página 361 del tomo citado.
219
Con estas palabras le califica Juan Jufré en una declaración suya (Documentos inéditos, t. XXII, p. 504) y Ercilla de «caudillo diligente», que a Cano se refieren estas palabras suyas, que se hallan en 181-5-1. Los demás testigos de la información de servicios de Pedro de Villagra (Documentos inéditos, t. XIII, pp. 38, 60, etc.,) llamados a declarar cerca del hecho tampoco le nombran; de donde deduce muy acertadamente el señor Errázuriz (Chile sin gobernador, p. 356, nota 2) la estima en que era tenido Cano por sus compañeros de armas, que guardaron silencio a cerca de su persona por haber sido allí derrotado.
220
Tenemos que insistir sobre este punto, porque está íntimamente ligado a la presencia de Cano en la derrota de Lautaro en Mataquito. Dice, pues, en su declaración a la pregunta 64 del interrogatorio de Villagra (página 368
): «e ansí salió [Villagra] de la dicha ciudad de Santiago con la dicha gente, y
este testigo con él, e después se tornó este testigo a la dicha ciudad»
[Santiago].
En claro está lo de su partida, pero no así lo de su regreso, pues no dice desde qué parte del camino lo verificó. Por lo que expresaremos luego en el texto, se desprende que no llegó con Villagra hasta el término de su viaje y que, por consiguiente, no regresó con él.