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La aurora en Copacabana

Comedia famosa


Pedro Calderón de la Barca



[Indicaciones de foliación en nota.1]



PERSONAS QUE HABLAN EN ELLA
 

 
GUÁSCAR INGA,   rey.
YUPANGUÍ.
GLAUCA.
TUCAPEL.
UN SACERDOTE.
GUACOLDA.
LA IDOLATRÍA.
Unos indios.
Un indio llamado ANDRÉS.
Cuatro damas.
PIZARRO.
ALMAGRO.
CANDÍA.
Marineros.
DON LORENZO DE MENDOZA,   conde de Coruña.
DON JERÓNIMO MARAÑÓN,   gobernador.
UN DORADOR.
[ECO.]
Dos ángeles.
Acompañamiento.
Música.





ArribaAbajoJornada I

 

Dentro instrumentos y voces, y salen en tropa todos los que puedan vestidos de indios, cantando y bailando YUPANGUÍ, indio galán, un SACERDOTE, GLAUCA y TUCAPEL, y detrás de todos GUÁSCAR INGA, rey, todos con arcos y flechas.

 
YUPANGUÍ
En el venturoso día
que Guáscar Inga celebra
edades del sol, que fueron
gloria suya y dicha nuestra,
prosiga la fiesta.
MÚSICA
Prosiga la fiesta,
5
y aclamando a entrambas deidades,
del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos,
que viva, que reine, que triunfe y que venza.2
INGA
¡Cuánto estimo ver que a honor 10
de la consagrada peña
que desde Copacabana
sobre las nubes se asientan,
en hacimiento de gracias
de haber sido la primera 15
cuna del hijo del Sol,
de cuya clara ascendencia
mi origen viene, os mostréis
tan alegres!
YUPANGUÍ
Mal pudiera
nuestra obligación faltar 20
a tanta heredada deuda.
Cinco siglos, gran señor,
de dádiva tan excelsa
como darnos a su hijo
para que tú dél desciendas, 25
se cumplen; y hoy otros cinco
ha que cada año renuevan
la memoria de aquel día
todas tus gentes, en muestra
de cuánto a su luz debimos 30
y así no nos agradezcas
festejos que de dos causas
-188v-
nacen hoy: una que seas
tú nuestro monarca, y otra
que al culto en persona vengas, 35
a cuyo efecto hasta Túmbez,
donde el Sol su templo ostenta,
a recibirte venimos,
diciendo en voces diversas.
ÉL y MÚSICA
       Que vivas, que reines, 40
      que triunfes y venzas.
INGA
De una y otra causa, a ti
no poca parte te empeña,
Yupanguí, pues que no ignoras3
desciendes también de aquella 45
primera luz, por quien de Inga,
ya que no la real grandeza,
la real estirpe te toca.
YUPANGUÍ
Mi mayor fortuna es esa.

  (Aparte.) 

Bien que mi mayor fortuna, 50
si he de consultar mis penas,
no es sino ser el felice
día en que a Guacolda, bella
sacerdotisa del Sol,
llegué a ver. ¡Ay de fineza 55
que al cabo del año un día
está con mirar contenta!
SACERDOTE
Pues en tanto que llegamos
a la falda de la sierra,
donde las sacerdotisas 60
deste templo es bien que vengan,
puesto que allá ha de ser hoy
la inmolación de las fieras
que llevamos encerradas,
para sus aras sangrientas, 65
prosiga el canto.
GLAUCA4
Bien dice.
El baile, Tucapel, vuelva.
TUCAPEL
¿Es por mostrar, Glauca, cuánto
de hacer mudanzas te precias?
YUPANGUÍ
¿Que siempre habéis de reñir? 70
LOS DOS
Pues, ¿quién sin reñir se huelga?
YUPANGUÍ
¿Ni quién sino yo tendrá
para sufriros paciencia?
MÚSICA
Prosiga la fiesta,
aclamando a entrambas deidades, 75
del Sol en el cielo, del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos
que viva, que reine, [que triunfe y que venza.]5
[ESPAÑOLES6]

 (Dentro a lo lejos.) 

¡Tierra, tierra!
[OTROS
¡Tierra, tierra!]7
INGA
Oíd. ¿Qué extrañas voces son 80
las que articuladas suenan
como humanas, sin saber
lo que nos dicen en ellas?
YUPANGUÍ
No extrañéis que en estos montes
voces se escuchen tan nuevas, 85
pues tantos ídolos tienen
como peñascos sus selvas.
Desde aquí a Copacabana
no hay flor, hoja, arista o piedra
en quien algún inferior 90
dios no dé al Sol obediencia.
Y así, no solo se oyen
aquí equívocas respuestas
de idiomas que no entendemos;
pero se ven varias fieras 95
que por los ojos y bocas
fuego exhalan y humo alientan.
¿Y qué mayor que haber visto
una escamada culebra
tal vez, que todo el contorno 100
enroscadamente cerca
hasta morderse la cola
dando a su círculo vuelta,
como que da a entender cuánto
es misteriosa la selva, 105
a quien hacen guarda tales
prodigios?
INGA
Que este lo sea
no será razón que a mí
me turbe ni me suspendas.
Prosiga la fiesta.
MÚSICA
Prosiga la fiesta,
110
y aclamando a entrambas deidades,
del Sol en el cielo, [del Inga en la tierra,
al son de las voces repitan los ecos
que viva, que reine, que triunfe y que venza.]
 

(Dentro PIZARRO a lo lejos.)

 
PIZARRO
Pues ya vemos tierra, ¡ea!, 115
-189r-
para arribar a su orilla,
amaina.
TODOS
Amaina la vela.
 

(Vuelven a bailar, y a suspenderse.)

 
INGA
Callad, pues vuelven las voces,
por si podéis entenderlas.
INDIO
Silencio.
OTRO
Silencio.
GUACOLDA

 (Dentro.) 

¡Ay triste!
120
INGA
¿Qué nuevo eco se lamenta
ya en nuestro idioma?
TUCAPEL8

 (Aparte.) 

El de una
mujer, y según las señas
sacerdotisa.
YUPANGUÍ
Guacolda
es la que diciendo llega. 125
 

(Sale GUACOLDA como asustada.)

 
GUACOLDA
Valientes hijos del Sol,
cuya clara descendencia
hasta hoy lográis en el grande
Inga que en vosotros reina,
suspended los sacrificios 130
que a su alta deidad suprema
prevenís, y acudid todos
a mi voz y9 a la ribera
del mar, a ver el prodigio
que a nuestros montes se acerca. 135
INGA
Hermosa sacerdotisa,
cuya divina belleza
te acredita superior
a cuantas el claustro encierra
a su deidad consagradas, 140
¿qué es esto?

 ([Aparte.] 

Hablar puedo apenas,
admirado en hermosura
tan rara.) Cuando te espera
tanto concurso10 a que tú
sus ricos dones ofrezcas, 145
en vez de venir festiva
y acompañada de bellas
ninfas del Sol, sola, triste,
confusa, absorta y suspensa
a turbarlos vienes.
GUACOLDA
No
150
me culpes hasta que sepas,
generoso Guáscar Inga,
la causa.
INGA
¿Qué causa es?
GUACOLDA
Esta.
YUPANGUÍ

 [Aparte.] 

¿Quién creerá que muero yo
por saberla y no saberla? 155
GUACOLDA
De ese templo que a la orilla
del mar brilla, en competencia
del que a la orilla también
de la laguna que cerca
de Copacabana el valle 160
yace, vista de la peña
en cuya eminente cumbre
el Sol una Aurora bella
amaneció para darnos
a su hijo, porque fuera 165
no menos noble el cacique
que domine las setenta
y dos naciones que hoy,
después de partir herencias
con tu hermano Atabaliba 170
mandas, riges y gobiernas.
De ese templo, otra vez digo,
salí con todas aquellas
que al Sol dedicadas, hasta
que por su suerte merezcan 175
ser su víctima algún día,
viven a su culto atentas,
con deseo de llegar
tan rendida a tu presencia
que fuesen mi alma y mi vida 180
el primer don de la ofrenda;
cuando, volviendo los ojos
al mar, vimos en su esfera
un raro asombro, de quien
no sabré darte las señas; 185
porque si digo que es
un escollo que navega,
diré mal, pues para escollo
le desmiente la violencia;
si digo preñada nube 190
que a beber al mar sedienta
se abate, diré peor,
porque viene sin tormenta11;
si digo marino pez,
-189v-
preciso es que me desmientan 195
las alas con que volando
viene; y si digo velera
ave el que nadando viene,
también desmentirme es fuerza.
De suerte que a cuatro visos 200
monstruo es de tal extrañeza,
que es escollo en la estatura,
que es nube en la ligereza,
y aborto de mar y viento,
pues con especies diversas, 205
pez parece cuando nada
y pájaro cuando vuela.
Los gemidos que pronuncia,
voces son de extraña lengua
que hasta hoy no oímos. Y al verle,12 210
todas huyeron ligeras
a salvar la vida, viendo
que si a tierra una vez llega,
será en vano que la huida
las ampare ni defienda. 215
Pues quien corre tan veloz
por el mar, ¿qué hará por tierra?
Sola yo, no al valor tanto
como al desmayo sujeta,
absorta me quedé, y viendo 220
que habían cerrado las puertas
del templo a mi retirada,
ni bien viva ni bien muerta,
hasta este sitio he llegado,
donde para que no creas 225
más a mi voz que a tus ojos,
te pido que al mar los vuelvas.
Mírale, pues, cuán horrible
ya a las orillas se acerca.
Sálvete, señor, la fuga, 230
pues no puede la defensa.
INGA
¡La fuga salvarme a mí
contra quien en vano engendra
portentos ni tierra ni agua,
ni aire ni fuego! Las flechas 235
que contra otros animales,
bien que no de igual fiereza,
emponzoñadas usamos
de mil venenosas yerbas,
contra este flechad; que yo 240
seré13 el primero que emprenda
lograr el tiro.
YUPANGUÍ
A tu vida
mi pecho el escudo sea.
¡Ay Guacolda, si entendieses
tan equívoca fineza, 245
que es lealtad cuando me obliga,
y es amor cuando me fuerza!
GUACOLDA
¡Oh, si tú, Yupanguí, vieses
los pesares que me cuestas!
TODOS
Todos haremos lo mismo. 250
TUCAPEL
Sino yo, Glauca.
GLAUCA
¿Qué intentas?
TUCAPEL
Que tú te pongas delante,
con que a todos nos remedias.
GLAUCA
¿Yo a todos?
TUCAPEL
Sí.
GLAUCA
¿Cómo?
TUCAPEL
¿Cómo?
Si te coge la primera 255
a ti, de ti quedará
tan ahíto, que no tenga
hambre para los demás.
INGA
Pues ya que la lealtad vuestra
en mi defensa se ponga, 260
no venga a ser en mi ofensa.
Igual con todos, haremos
ala, y de nuestras saetas
tan espesa sea la nube
que sobre su escama llevaba 265
los congelados granizos
de piedra y pluma, que muera
en las ondas desangrada.
PIZARRO

 (Dentro.) 

Echa el áncora y aferra
haciendo a esos montes salva. 270
GUACOLDA
¿Qué esperáis, cuando ya expuesta
al tiro está?
 

(Al disparar ellos al vestuario, disparan dentro una pieza, y todos se espantan.)

 
VOCES

 (Dentro.) 

Dale fuego.
  -190r-  
UNOS
¡Qué asombro!
OTROS
¡Qué horror!
TODOS
¡Qué pena!
TUCAPEL
¡Qué bravo metal de voz
tiene la señora bestia! 275
INGA
Monstruo que con tal bramido
al verse herido se queja,
de los abismos sin duda
aborto es.
GUACOLDA
Pues no aprovechan
contra él las flechadas iras 280
de nuestros arcos y cuerdas,
defiéndanos de los montes
la espesura.
TODOS
Entre sus breñas
nos amparemos.
 

(Vanse.)14

 
INGA
¡Cobardes!
¡Así a vuestro rey se deja! 285
Pero, ¿qué importa, si quedo15
yo conmigo?
YUPANGUÍ
Considera
que cuando de conocido
la vida, señor, se arriesga,
todos dicen que es valor, 290
mas ninguno que es prudencia16.
En ventajosos17 peligros
donde no alcanza la fuerza
alcance la industria.
INGA
¿Cómo?
YUPANGUÍ
Manda desatar las fieras 295
que están para el sacrificio
en diversas grutas presas,
y fieras a fieras lidien,
cebándose antes en ellas
que no en las gentes, aquese 300
asombro.
INGA
Bien me aconsejas.
Ceda el brío a la razón
una vez.

 (Aparte.) 

Mejor dijera
ceda al gusto, pues por solo
salvar la vida de aquella 305
hermosa sacerdotisa
lo acepto.
YUPANGUÍ
Guacolda bella,
ya cumplí con la lealtad,
cumpla ahora con la fineza.
¿Dónde el temor te ha llevado? 310
VOCES

 (Dentro.) 

Al monte, al monte.
 

(Descúbrese la nave, y en ella PIZARRO, ALMAGRO, CANDÍA y marineros.)

 
PIZARRO
La tierra
que desde aquí se descubre
no es como las otras, yerma,
que atrás dejamos, pues toda,
coronando de sus tierras 315
las más eminentes cimas,
se ve de gentes cubierta.
ALMAGRO
Gracias a Dios, gran Pizarro,
que después de tan deshechas
fortunas, naufragios, calmas, 320
hambres, sedes y tormentas18
como habemos padecido,
desde que abriendo las sendas
del mar del Norte al del Sur,
atravesamos la Nueva 325
España, y en Panamá
nos hicimos a la vela.
Gracias a Dios, otra vez
y otras mil a decir vuelva,
que después de tantos riesgos, 330
ansias, sustos y tragedias,
hemos llegado19 a lograr
el descubrimiento destas
Indias, que hasta hoy ignoradas,
solamente supo dellas 335
la estudiosa Geografía
de quien halló por su ciencia
el ser preciso que siendo
el orbe circunferencia,
hubiese, mientras no daba 340
una nave al mundo vuelta,
aquella remota parte,
que no constaba encubierta.
PIZARRO
Ya que a solo descubrirla
venimos, bástanos verla 345
el día que no tenemos
para su conquista fuerzas.
Y así, pues estas noticias
son el fin de nuestra empresa,
volvamos, ya que tenemos 350
destos mares fijas señas20
donde mejor prevenidos
-190v-
de más pertrechos de guerra,
más navíos y más gente,
víveres, pólvora y cuerda, 355
volvamos a su conquista
en nombre del quinto César
Carlos, que felice viva.
CANDÍA
Fuerza será, pues no quedan
de los treinta que salimos 360
más que trece hombres que sean
de armas tomar, y la gente
de mar poca, y esa enferma.
Pero antes que nuevos rumbos
tomemos para la vuelta, 365
será bien, ya que llegamos
aquí, que llevemos destas
remotas partes (porque
podrá ser cuando nos vean,
que si lo creen los valientes, 370
los cobardes no lo crean)
algunas señas, bien como
frutas, árboles o yerbas
que allá no haya, y fuera desto,
será también acción cuerda, 375
por si el mar, que siempre ha sido
teatro de contingencias,
acabare con nosotros,
y otros al mismo fin vengan,
dejar señas de que aquí 380
llegamos, y no se adquieran
la gloria de que ellos fueron
los primeros en empresa
tan ardua y dificultosa.
PIZARRO
¿Qué señas han de ser esas, 385
que aquí podamos dejarlas?
CANDÍA
¿Qué más declaradas señas,
pues es la propagación
de la fe causa primera,
que una cruz en esos montes? 390
Pues nadie habrá que la vea
que no diga: «Aquí llegaron
españoles, que esta es muestra
del celo que los anima
y la fe que los alienta». 395
PIZARRO
No solo es heroica, pero
es religiosa propuesta.
ALMAGRO
Pues ya que es de otro el consejo,
porque alguna parte tenga
en acción tan generosa, 400
mía la ejecución sea.
Yo iré a tierra en el esquife.
CANDÍA
Eso no, ni es bien se entienda,
señor don Diego de Almagro,
que en aquesta conferencia, 405
siendo la propuesta mía,
sea la ejecución vuestra.
Mío fue el voto, y el riesgo
mío ha de ser.
ALMAGRO
Por la mesma
razón es bien que partamos 410
en los dos la diferencia.
Contentaos Pedro de Candía
con que vuestro el voto sea,
y dejadme a mí la acción.
CANDÍA
Primero que yo consienta. 415
ALMAGRO
Primero que yo.
PIZARRO
¿Qué es esto?
Ved que aunque la amistad nuestra
a todos nos hizo iguales,
en llegado a competencias,
del puesto usaré con que 420
el rey mis servicios premia,
pues vengo por general,
y al que no mire, no atienda
que estoy aquí.
LOS DOS
Pues da el orden
a quien a ti te parezca. 425
PIZARRO
Sí haré. Perdonad Almagro,
que hace esta razón más fuerza.
Id, Pedro de Candía, vós.
CANDÍA
Piloto, el esquife echa
al agua, mientras que yo 430
mis armas tome y prevenga
el Cruzado Leño.

 (Vase.) 

PIZARRO
En tanto,
para que de la ribera
la gente huya amedrentada
y el mayor espacio tenga, 435
-191r-
da fuego a otra pieza.
 

(Disparan cubriéndose la nave, úsale YUPANGUÍ arrastrando a TUCAPEL.)

 
VOCES
¡Cielos,
clemencia, cielos, clemencia!
TUCAPEL
¿Cómo quieres que los cielos
de ti, ¡ay infeliz!, la tengan,
si tú de mí no la tienes, 440
arrastrándome21 por fuerza
a vida de aquese horrible
parapeto, que bosteza
truenos y estornuda rayos?
YUPANGUÍ
Si en la confusión primera 445
que escuchamos su bramido
huyó Guacolda, y por ella
preguntando, me dijiste
que había venido por esta
parte, ¿qué extrañas traerte, 450
ya que en salvo el Inga queda
y ella no parece, ¡ay triste!,
a que me digas la senda
por dónde echó?
TUCAPEL
No es muy fácil
el saber por dónde echa 455
una niña que encerrada
está, el día que se suelta.
Por aquí vino, mas no
sé por dónde escapó.
YUPANGUÍ
Estrella,
siempre a mi elección afable 460
y siempre a mi dicha opuesta,
dime de Guacolda. Pero
si es mi empeño defenderla
de aquel asombro, con que
yo de vista no le pierda, 465
sabré el rato que a él le veo
y a ella no, que él no la ofenda
y que ella está asegurada,
consolando la tristeza
de no verla yo, con ver 470
que él tampoco puede verla.
Y así, yo solo en la playa
desvelada centinela
he de ser de sus acciones.
TUCAPEL
Si has de ser tú solo, deja 475
que me vaya.
YUPANGUÍ
Eso no.
TUCAPEL
Pues ¿cómo, di, se concuerda
solo y conmigo?
YUPANGUÍ
Muy bien,
pues en el punto que él venga
acercándose a la orilla, 480
te irás...
TUCAPEL
Linda cosa es esa.
YUPANGUÍ
...a decir que se desaten
las fieras.
TUCAPEL
Ya no es tan buena.
Las fi... ¿qué?
YUPANGUÍ
Las fieras digo;
pues sabiendo dónde queda, 485
con huir hacia aquella parte,
darán con el monstruo ellas.
TUCAPEL
Y ellas y el monstruo conmigo,
que será una diligencia
muy saludable.
YUPANGUÍ
Oye y calla,
490
que aún hay más terror que piensas.
TUCAPEL
Mucho será.
YUPANGUÍ
¿No reparas
en que él en el mar se queda,
y que de su vientre arroja
otro menor?
TUCAPEL
Voy apriesa
495
a traer las fieras.
YUPANGUÍ
Aguarda,
que aunque este a la orilla llega,
tampoco sale a la orilla,
donde de su seno echa
un hombre, al parecer.
TUCAPEL
¡Cielos!
500
¿Qué generación es esta,
que una bestia grande pare
otra pequeñita bestia,
y esta bestia pequeñita
un hombre?
YUPANGUÍ
Y de raras señas,
505
así en el blanco color
del rostro como en la greña
del cabello y de la barba,
cuya admiración aumentan
el traje y modo de armas 510
que trae.
TUCAPEL
Voy a que prevenga
las fieras contra él.
YUPANGUÍ
Detente,
que es de mi valor flaqueza
el pensar que para un hombre
he menester yo defensa, 515
-191v-
mayormente cuando entrando
voy en no sé qué sospecha
tal, que aunque puedo tirarle
desde aquí, será bajeza
matarle sin apurar 520
qué maravillas son estas.
Saldrele al paso.
TUCAPEL
Yo no,
ni aun huir podré ya; esta quiebra
me ha de esconder.
 

(Sale CANDÍA armado con una cruz de dos troncos bastos.)22

 
CANDÍA
Cuando digan
las edades venideras 525
que don Francisco Pizarro
quebró del mar las primeras
ondas al Sur, en demanda
del descubrimiento destas
nuevas Indias de Occidente, 530
digan también que fue en ella
Pedro de Candía el primero
que puso el pie en sus arenas.
YUPANGUÍ
Hombre aborto de la espuma
que esa marítima bestia 535
sorbió sin duda en23 el mar
para escupirle en la tierra;
¿quién eres?, ¿de dónde vienes,
y dónde vas?
CANDÍA
De su lengua
el frase no entiendo, pero 540
de su acción es bien que entienda
que debe de ser cacique
de valor y de nobleza;
pues cuando desamparada
todos la marina dejan, 545
solo él queda en la marina.
YUPANGUÍ
¿Cómo no me das respuesta?
¿Quién eres? ¿De dónde vienes,
y dónde vas?
CANDÍA
Si te alteras
de ver mi nave en tus mares 550
y mi persona en tus selvas,
óyeme y sabrás la causa.
YUPANGUÍ
Como yo habla, sin que infiera
lo que me dice.
TUCAPEL
Que se hablen
dos, sin que uno ni otro sepan 555
lo que se dicen no es nuevo.
YUPANGUÍ
Si eres humano y deseas
hallar en los sacrificios
que al Sol hacemos, y en prueba
de que al dios de rayos buscas 560
forjando sus truenos llega,
de paz te recibiremos.
Dinos, pues, ¿qué es lo que intentas?
CANDÍA
Noble cacique, que bien
tu valor lo manifesta, 565
no de tus minas el oro,
no la plata de sus venas,
me trae en su busca, el celo
sí, la Religión suprema
de un solo Dios y sacarte 570
de idolatría tan ciega
como padeces, a cuyo
efecto esta es la bandera

  (Levanta la cruz.) 

de su cristiana milicia
la más estimada prenda. 575
YUPANGUÍ
Sin saber lo que me dices,
sé lo que decirme intentas,
pues arbolando ese tronco
contra mí, bien claro muestras
que me llamas a batalla; 580
y así en el arco la flecha

  (Flecha el arco.) 

te responderá.
CANDÍA
Aunque ignoro
qué es lo que decirme intentas,
no ignoro que a lid me llamas,
pues embebido la cuerda 585
me aguardas. Dispara, pues,
mas mira que si me yerras,
has de morir a este acero.
YUPANGUÍ
De la ventaja que lleva
ser mi arma arrojadiza 590
y no la tuya, me pesa;
porque más quisiera a brazos
rendirte, que no que mueras.
Mas ¿qué es esto? ¿Quién me pasma
la mano que helada tiembla, 595
-192r-
el corazón que no late,
y el suspiro que no alienta?
Pero ¿qué mucho, qué mucho,
que todo, ¡ay de mí!, fallezca,
si el resplandor que me abrasa 600
carámbano es que me yela?

  (Cáese el arco.) 

Tronco que despide rayos
y a puras luces me ciega,
más es que tronco. No huyo
de ti, quienquiera que seas, 605
sino de tan ventajosas
armas que a hechizos me venzan.
Soltad las fïeras, porque

 (Yéndose.) 

cebe su veneno en ellas
este tósigo de luces 610
que a mí me asombra y me ahuyenta,
y a la selva, al valle, al monte,
peruanos, que hoy son tierra
y mar abismos de abismos
contra nosotros.
CANDÍA
Espera.
615

  (Vase y al ir tras él da con TUCAPEL.) 

Tras él... Mas ¿quién está aquí?
TUCAPEL

 ([Aparte.] 

¡Oh, quién decirle supiera
que soy tonto, y que de un tonto
es más tonto el que hace cuenta!)
Yo... sí... cuando...
CANDÍA
Aguarda, no huyas.
620
VOCES
Al monte, al valle, a la selva,
que las fieras se desatan.
TUCAPEL
Mas que el primero que encuentran
soy yo.
CANDÍA
¡Ay infeliz! ¡Qué miro!
De las profundas cavernas 625
destos montes, bostezando
nuevos horrores sus quiebras,
mil feroces animales
toda la marina pueblan.
Y dellos un león y un tigre, 630
 

(Salen un león y un tigre haciendo [lo]24 que dicen los versos.)

 
garras aguzando y presas,
a mí se vienen. Aunque es
imposible la defensa,
moriré matando. Pero
por más furiosos que llegan, 635
en viéndome se reparan,
y en vez de embestirme, tiemblan:
con que el león, arrastrando25
la desgreñada melena
de sus coronados rizos, 640
y el tigre, pecho por tierra,
vienen postrando a mis plantas
las nunca domadas testas.
Justo es que yo corresponda
a tan cortesana deuda. 645

  (Halágalos26.) 

TUCAPEL
¡Oigan cómo los regala,
y cómo ellos le festejan!
¿Quién tigres de falda vio,
y león de brazos, que juegan
con su dueño y él con ellos, 650
haciéndose muchas fiestas?
CANDÍA
Señor, pues este favor
tan anticipado premia
el deseo de arbolar
vuestra militar bandera 655
entre estos bárbaros, donde
vuestra fe plantada crezca,
en vuestro nombre, subiendo
a este risco, en su eminencia
la fijaré.

  (Sube a lo alto del monte.) 

TUCAPEL
¡Ay de mí!, que entre
660
el león y el tigre27 me deja;
mas yendo tras él, seguro
iré... Pero en su defensa
se vuelven contra mí.
CANDÍA
Ahora
que ya tremolada queda, 665

  (Deja la cruz y baja cortando ramas.) 

deste bruto balüarte
en la más rústica almena
vuestro estandarte, Señor,
volveré al mar con las señas
destas ramas y estos frutos, 670
y este indio, de quien la lengua
aprendamos, para que
-192v-
la entendamos a la vuelta.
Ven tú conmigo, y vosotros,
amigos...
TUCAPEL
¡Ay, que se acercan!
675
CANDÍA
Quedad en paz. Que me vaya
yo en paz, que me dicen muestran,
volviendo al monte. Ven tú.
TUCAPEL
Glauca, pues ves que me llevan
a ser de una bestia pasto, 680
no seas pasta de otras bestias
tú en mi ausencia.
CANDÍA
Nuevos mundos,
cielos, sol, luna y estrellas,
aves, peces, fieras28, troncos,
montes, mares, riscos, selvas, 685
buena prenda os dejo, en fe
de que si hoy la gente vuestra
adora al sol que amanece,
hijo de la aurora bella,
vendrá tan felice día 690
que sobre estas mismas peñas,
con mejor sol en sus brazos,
mejor aurora amanezca.
 

(Vase y sale la IDOLATRÍA vestida de negro, con estrellas, espada, plumas y bengala.)

 
IDOLATRÍA
Primero que ese día
llegue a ver yo, que soy la Idolatría 695
desta bárbara gente,
que en los trémulos campos de Occidente,
sin saber de otro sol ni de otra aurora,
por adorar la luz la sombra adora.
Primero, otra vez digo, que ese día, 700
contra la inmemorial posesión mía,
el Perú llegue a ver en su campaña
las invasiones de la Nueva España,
verá (si Dios la acción no me limita
y los poderes que me dio me quita) 705
que mis ansias, mis penas y temores
con el mágico horror de mis horrores
perturban de manera
de tierra y mar hoy una y otra esfera,
que el mar, antes que desta hallada playa 710
aquel bajel con las noticias vaya,
le embata, le zozobre y le persiga,
por más que agora, viento en popa, diga
en mi oprobio y mi ultraje.
PIZARRO

 (Dentro.) 

Vira al mar.
TODOS
Buen viaje, buen pasaje.
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