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1

Acotación debida a Hartzenbusch, igual que la localización. «Patio en la Casa de los Linajes», tras el v. 47.

 

2

En muchas ocasiones el calzado sirvió a la literatura de la época para calificar socialmente a los personajes. De este modo subraya hábilmente Calderón la condición arribista de Juana. Cf. también el entremés de Alonso del Castillo Solórzano, La castañera (Antología, p. 451: «Que si veo mozuelas baladíes / que se quieren alzar en ponlevíes.» Sobre este aspecto, vid. Miguel Herrero García, Oficios populares en la España de Lope de Vega, Madrid, Castalia, 1977, pp. 198 y ss.

 

3

Deleito y Piñuela, J., La mujer, la casa y la moda, citada, pp. 87-88: «Tres cuartas partes al menos de la población de Madrid se hacinaba en casas de vecindad humildísimas, sórdidas, mezquinas, lóbregas y sucias... La mayoría de las viviendas eran de una sola pieza o «a la malicia», como se decía entonces, para sustraerse a la carga llamada «regalía de aposentos». Sus habitaciones eran tabucos, generalmente de paso unos a otros, que casi siempre recibían su única ventilación por el comedor.

 

4

No es la única vez que Calderón introduce en una pieza corta una autocita (como es sabido, Con quien vengo, vengo es el título de una de sus comedias). Ampliamos este aspecto en la nota al v. 184 de Las visiones de la muerte.

 

5

Se aplica el léxico del ajedrez. Vid. nota a los vv. 29-32 de la Jácara del Mellado.

 

6

Oficio normalmente ejercido por conversos. Ampliamente satirizados en la literatura de la época, se distinguió por su mordacidad Quevedo, vg., en El Sueño del Infierno: «Ved cuáles son los sastres, que es para ellos amenaza el no dejarlos entrar en el infierno... En esto hizo otro vómito de sastres el mundo, y hube de entrarme, porque no había donde estar ya allí; y el monstruo infernal empezó a traspalar. Y diz que es la mejor leña que se quema en el infierno: sastres.» De hecho todos los personajes que irán apareciendo tenían en su tiempo una connotación peyorativa.

 

7

Este personaje, junto con el corcovado, parecen entrar en el campo de las «figuras de capricho», de neta influencia quevedesca. Vid. M. Gendreau-Masaloux, «Le gaucher selon Quevedo: un homme à l'envers», en L'image du monde renversé, citada. La visión de la muchedumbre de zurdos en el Sueño del Infierno (vid. ed. cit., pp. 131-132) es definitiva para la caracterización moral negativa del personaje, que entronca así perfectamente con la sátira de los «linajes» que pretende Calderón. Vid. también n. a vv. 140-141 del entremés Las jácaras. Para la comprensión de este sistema de inversiones morales remitimos asimismo a las notas del entremés Las Carnestolendas.

 

8

Sin duda es una referencia a Don Belianís de Grecia, protagonista de la novela de caballería de Jerónimo Fernández (sus cuatro partes fueron publicadas entre 1547-1549). Se le menciona con frecuencia por su carácter valeroso, cortés y arrogante («¿Quién más acuchillado y acuchillador que Don Belianís?», Quijote, II, 1), y en este sentido es traído al contexto paródico de la discusión.

 

9

Sobre la figura del negro, vid. Castellano, J. R., «El negro esclavo en el entremés del Siglo de Oro», Hispania. XLIV (1961), pp. 55-65.

 

10

Civil: aunque en su significado literal valía sociable, cortés o urbano, apenas se empleaba en este sentido en el seiscientos, diciéndose, por el contrario, del que era mezquino, ruin y de baja condición y procederes (DA). Vid. también vv. 120-125 y 157.