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La cencerrada.

ALONSO PONGA, José Luis

Costumbre muy arraigada en otros tiempos, pero que hoy ha desaparecido total o casi totalmente, debido probablemente como el resto de las manifestaciones populares de estas tierras, a la desertización paulatina de nuestros pueblos. La cencerrada está definida en el diccionario de autoridades como "El son y ruido desapacible que hacen los cencerros cuando andan las caballerías que los llevan. En los lugares cortos suelen los mozos las noches de los días festivos, andar haciendo ruido por las calles, y también cuando hai bodas de viejos o viudos, lo que llaman noche de cencerrada. Dar cencerrada o ir a la cencerrada"(1). En algunos pueblos de Castilla la Vieja, el nombre de cencerrada está sustituido por el de "matraca"(2) y probablemente de ahí tuvo el origen la frase tan conocida de "dar la matraca" en sentido de pesadez.

En algunas comarcas leonesas, se le da el nombre de "Chocalla" o "Chuecalla", porque el ruido se hace con cencerros, "Chocas" o "Chuecas".

Dentro de lo que se conoce normalmente como cencerrada, debemos distinguir dos cosas, la propia cencerrada, que consistiría como luego detallaremos en hacer ruido con los cencerros, la noche de la boda, o cuando se acompaña a los nacidos; y el acompañamiento propiamente tal que el pueblo les hace a la Iglesia, y que se conoce normalmente, como "llevar el palio, o ir bajo palio". Esto último no es privativo de las bodas de los viudos, o personas de edad avanzada, pues se aplica también a los que se casan en Carnaval, Cuaresma, etc.

Independientemente de lo que digamos a continuación, y de las diversas variantes que podamos encontrar en los pueblos, la cencerrada en general, consiste en: la víspera de la boda, a veces antes, los mozos unas veces, otras el pueblo entero, se armaba de cencerros, almireces, calderos rotos, botes llenos de piedras, rejas de arado viejas y cualquier instrumento que pudiese hacer ruido, y se llegaban delante de la casa del viudo o de la viuda que se iba a casar y allí se pasaban la noche armando el mayor escándalo posible, hasta que el novio, pagaba una cantidad de vino que fuese del agrado de los rondadores. Otras veces incluso después de haber recibido el vino continuaban con su serenata, y no faltan ejemplos que nos cuentan que esto se repetía a veces hasta ocho noches seguidas.

El día de la boda era la segunda parte. Los mozos, enganchaban dos bueyes viejos y malos, o dos burros del peor pelaje que se pudiesen encontrar en la localidad, a un carro, en el que colocaban también un palio hecho con sacos rotos, o mantas viejas y remendadas. En el palio ponían adornos alusivos a los motes que tuviesen los contrayentes. Hacían subir de grado o por la fuerza a los novios, y así, a paso lento, iban recorriendo el pueblo calle por calle, hasta llegar a la iglesia. La comitiva estaba formada por unos mozos, que iban delante del carro, revestidos grotescamente de curas, con las sayas de cualquier vieja del pueblo, otros de sacristanes, los cuales llevaban a modo de incensarios calderos rotos en los que quemaban excrementos de perro, gato, gallina, pimentón y guindillas, y con ellos iban incensando a los pobres viudos. Rodeando el carro por todas partes el resto de la juventud con cencerros.

Si bien del toque de cencerros por la noche no se libraba nadie, porque los mozos daban la serenata antes de la boda, la noche de bodas o después (conocemos casos donde la cencerrada se dio dos meses después de la boda, cuando los novios vinieron por primera vez al pueblo), de lo que si se libraban, era del cortejo y del palio. Para ello se concertaban las bodas en el más estricto secreto, sólo con el cura, y se casaban a horas intempestivas. Pero aquí también entraba la picaresca popular, que no abandona ninguno de los actos de la vida rural. Cuando se enteraba algún mozo, corría la voz y a la hora que fuese, cuando menos lo esperaban los novios aparecían los mozos con el carro preparado a la puerta de la Iglesia, para darles el paseíllo.

Esta es, en síntesis, la cencerrada que se daba en los pueblos de Castilla y León, pero sobre este esquema general, hay pequeñas variantes, y nada mejor que los testimonios recogidos directamente de labios de los ancianos de nuestros pueblos ,para ilustrar lo que han sido León y Castilla en este sentido.

En Gordoncillo, un pueblo de la Tierra Llana Leonesa, recogimos este informe que nos proporcionó don Nunilo Vallinas, y que nos detalla una cencerrada que se dio hace más de cuarenta años, y a la que asistió él de mozo: "Cuando llegaba y se casaba un viudo, se le daba la cencerrada, y consistía en que se quitaban los cencerros a las ovejas, los cogían los mozos, y ¡hala! a buscar al novio, a ver dónde estaba para darle la cencerrada. Hubo cencerradas que costaron disgustos, hubo algunas que trajeron riñas y todo.

Una vez vinieron unos de Valderas, porque no querían que les diesen la cencerrada en su pueblo y vinieron aquí a casarse creyendo que nadie se iba a enterar, pero cuando salieron de casarse a eso de las cinco de la mañana, allí estaban los mozos esperándoles con los cencerros, yo no sé quién se enteró, que corrió la voz, y allá fuimos todos.

Bueno, pues como decía, se cogían los cencerros debajo de la manta...antes se gastaban aquellos tapabocas y aquellas mantas grandes, te tapabas bien pa que no te conociesen, se metían los cencerros debajo de la manta, y venga, uno detrás de otro tocando los cencerros por todo el pueblo, primero por una calle, después por otra, y así todas, hasta que se llegaba a casa de la viuda, allí se ponían unos mozos a una esquina y otros a otra y se empezaba el "ajuja". El ajuja era que salía un mozo de una esquina y voceaba:

-Fulanoooo, ¿no sabes nadaaa?

-No hombre, nooo.

-Pero ¿qué me diceees? ¿Que se casa fulana con menganoooo?

-Pero hombre, ¿cómo así?, sí a fulana la vi yo el otro día con mengano (se dice el nombre del difunto) ¡Ay él!, ¡ay! ¡Cornudoooo!

Al día siguiente, ya estaban los mozos vigilando, algunos se pasaban toda la noche, y nada más que veían salir al novio de casa ya estaban otra vez detrás con los cencerros; ahora que de día no se decían los disparates de por la noche. También se enganchaba un carro y se les hacía un palio para acompañarles a la iglesia, y para volverles a casa. Iban muchos también al lado del carro con calderos y quemaban pimiento, guindilla, y aquello olía, ¡buf!"

Otra cencerrada, por citar otra manera de hacerlas, en este caso de la Comarca de Tudela de Duero (Valladolid), es ésta, que se daba a la puerta de los viudos la noche de bodas: "Los mozos, puestos en dos bandos, tenían entre sí este diálogo:

-¿Quién se ha casau?

-Fulana (siempre el apodo, que a poder ser se hacía en verso).

-¿Con quién? -Con fulano (apodo).

-¿Qué la dota?

-Dos pelotas.

-Y pa nosotros. ¿Qué ha dau?

-Nada.

-Pues arriba la cencerrada.

Y se ensañaban haciendo el mayor ruido posible, hasta que el novio salía a la ventana a darles vino. Si la cencerrada se daba la misma noche de la boda, se hacía todo lo posible por no dejarles dormir, e incluso si se podía se llegaba hasta la habitación y se les sacaba de la cama y se les paseaba nuevamente.

En Montemayor de Pililla {Valladolid), se iba a casa de los recién casados, y se hacia una hoguera a la puerta en la que se quemaba azufre y sustancias mal olientes, procurando que el aire llevase el humo para la casa de los homenajeados.

En algunos pueblos, cuando los contrayentes no se dejaban pasear, se les paseaba en efigie. En Gumiel del Mercado (Burgos), según noticias recogidas a principios de siglo (3), se hacían dos monigotes que representaban a los novios y se les paseaba bajo palio dándoles incienso con los incensarios ya descritos. En Frechilla (Palencia) se hacían dos "peleles" de lienzo rellenos de paja, a los que llamaban "bichos", con los que se quería representar a los viudos, y con los monigotes, procuraban hacer juegos y pullas para hacer reír a la gente.

En Cabañasraras (León), a los viudos, se les preparaban unos "espantullos" (espantapájaros) representando a los contrayentes, a él con sombrero, a ella con mandilón y chal; además, por la noche, se les echaba la "huelga" un rastro de paja desde casa de él hasta la casa de ella, para que todo el mundo supiese quién se casaba. En Benuza, en la misma provincia, se hacían dos monigotes de trapo y paja, y les colocaban como si se abrazasen, y los vecinos les cantaban "los espantajos machacan los ajos"

En la provincia de Segovia, según encuestas realizadas a comienzos de siglo (5), la cencerrada se celebraba el mismo día del ajuste de la boda, participando todos los vecinos, que interrumpían el concierto cuando el novio les daba la ración de vino convenida.

En Villalba de los Alcores (Valladolid), en la última cencerrada que se dio en el pueblo, los mozos anduvieron todas las noches tocando los cencerros, desde el día que se amonestaron los viudos. El día de la boda, les llevaron a la iglesia en un carro coronado por un palio; abriendo la marcha iba un mozo vestido con un pijama y un gorro dándoles incienso, y detrás todos los demás con cencerros.

Esta costumbre de llevar a los novios bajo el palio o similar, ha quedado reflejado en esta copla del cancionero leonés:

Cuando se casan dos viudos
es señal que va a nevar
por eso van con paraguas
el cura y el sacristán (6).

En S. Martín de Moreda (León), se estaban tocando las campanas en honor al futuro matrimonio durante toda la noche, y los mozos andaban por la calle disfrazados con los disfraces de carnaval.

En Sigüeya, también dentro de la provincia de León, se hacia la ronda al pueblo tocando cencerros, se le colgaban al viudo de la ventana los aperos de labranza, se les sacaba los animales a la calle, y no se les dejaba dormir en toda la noche.

En Oseja de Sajambre, en las montañas leonesas, los mozos disfrazados corrían los cencerros por delante de la casa de los novios.

En Víllalobos (Zamora), todo el pueblo, hombres y mujeres, iban dándoles la cencerrada desde que salían de casa hasta la iglesia.

En Palanquinos (León), se reunían todos los vecinos a dar la cencerrada y burlarse de los novios, diesen vino o no.

En Barruelo de Santullán (Palencia) y su municipio, antes de la boda, se quitan los cencerros al ganado, se monta al viudo en un burro y se le acompaña tocando los cencerros; después los mozos y las mozas van por todas las casas dando cencerrada al que no quiera darles nada.

En Antigüedad (Palencia), se les daba cencerrada, pero también se les montaba en un burro, atados uno a otro, mirando uno para atrás y otro para adelante, y así se les paseaba por todo el pueblo.

En la Vid de Ojeda, dentro de la misma provincia de Palencia, a cada contrayente se le montaba en un burro y se pasaban la noche buscándose el uno al otro, con los mozos de vigilantes, que procuraban por todos los medios que no se encontrasen.

Pero la cencerrada no sólo era típica de las bodas de viudos, sino que también se daba por otros motivos, lo mismo que llevar a la pareja bajo palio.

En Noceda del Bierzo, nos informó doña Felisa Rodríguez, daban la cencerrada al mozo que casándose con una chica del pueblo no pagase la "prindia" cierta cantidad de vino, o dinero para merienda.

En Oencia, cuando se casaba un viudo o un mozo que no quería pagar el vino a los mozos, se le armaba por la noche la cencerrada durante ocho días seguidos, tocando chocallo por delante de la puerta. Estos ejemplos se podrían repetir para otros pueblos del Bierzo.

En Guarrate (Zamora), prendían una hoguera a la puerta de la casa de los novios y les daban la cencerrada hasta que saliese el novio a dar vino y dulces.

En Pereda de Ancares (León), el viudo que se casaba o el que se casaba con una viuda, tenía que pagar vino a los casados, si no, no se salvaba de la cencerrada.

Bajo Palio iban también en la Tierra Llana Leonesa las bodas de Cuaresma o Carnaval. En Valencia de D. Juan, al que se casaba en Cuaresma, le acompañaban con el palio y le cantaban:

El que se casa en Cuaresma
tiene los hijos machos y las hijas hembras.

En Alcuetas (León), además de llevar bajo palio al que se casaba en Cuaresma, le sacaban coplas. Coplas que por otro lado no se pueden considerar ofensivas, sino que como en el ejemplo siguiente, son todo lo contrario:

Madrugaste doncellita
esta mañana temprano
a recibir bendiciones
de este sacerdote humano.

De Valdespino ha venido
pisando cardos lechares
a llevar la mejor moza
que habita en estos lugares.

Ciertamente las coplas son laudatorias, pero están hechas con una intención reprobatoria. El pueblo no admite que se celebren bodas en una época a la que la Iglesia en su liturgia da un carácter especial; esto da motivo para que se hagan poesías, no en vano en esta comarca la expresión "andar en coplas" significa o equivale a "estar en la picota".

Reprobación de segundas nupcias, o de los matrimonios de conveniencia, son los móviles que según Caro Baroja se dan en este acto (7). Sobre ellos nos ilustra con gran número de ejemplos, sacados de los textos clásicos, de cómo en la antigüedad precristiana ya se consideraba de necios el casarse por segunda vez, y que en el cristianismo se llega incluso en algunos concilios a declarar como reprobables las bodas en segundas nupcias.

El pueblo las reprueba, entre otras razones, porque las considera una traición al esposo o esposa difuntos. Esto lo hemos visto en el texto transcrito de la cencerrada de Gordoncillo, pero aún podemos aportar otros testimonios más directos en esta linea: en Fresno el Viejo (Valladolid), según un informe sin firma que nos remitieron en 1981, "cuando se casaba algún viudo, cuando los novios iban a la iglesia, iba la gente detrás con cencerros, porque se creía que el espíritu del difunto está allí, y los cencerros lo espantan" .En el cancionero leonés tenemos coplas que no dejan lugar a dudas en este sentido:

Viudos que vais a casar
no vayáis al camposanto
no se levanten los muertos
y tengáis algún espanto.

A los viudos se les considera veladamente culpables de traición y de haber quebrantado las buenas normas comunitarias, por eso se les hace expiar su culpa con una serie de castigos que recuerdan los aplicados en otro momento por la Inquisición (8). En efecto, este "santo" tribunal, cuando un reo conseguía huir, le quemaba, o le sacaba a la vergüenza pública en efigie. El paseo que se da a los novios en el carro o en los burros por las calles, recuerda a su vez a los castigos inquisitoriales que se aplacaban a los maridos consentidos y a las adúlteras, alcahuetas, brujas, etc..., que consistía en exponerlos a la vergüenza pública montados en asnos, y leer de vez en cuando el texto de su castigo.

Alrededor de las bodas de los viejos, o con motivo de la cencerrada, se sacaban muchas estrofas que se cantaban por la noche en la ronda o como acompañamiento de la boda. Ejemplo de ello son los siguientes (9):

Dos viejos muy setentones
se casaron anteayer
y luego dirán que el juicio
se adquiere con la vejez.
.......
Los padrinos de esta boda
ya saben su obligación
subir al altar los novios
no caigan de un tropezón.
.......
Entre los dambos amantes
juntan cuatrocientos años
el novio es un chopo viejo
la novia riestra sin ajos.

Resumiendo, podemos afirmar que existen dos variantes de cencerrada en lo que se refiere a sus causas: por un lado la propia cencerrada dada a los viudos y personas de edad avanzada, y por otro la que se da a quien siendo de otro pueblo se niega a pagar los derechos que la juventud le exige. En general en el primer tipo participa todo el pueblo (incluía el palio) mientras que en el segundo participan sólo los mozos que se sienten burlados por la acción del novio que no quiere pagar los derechos establecidos por la costumbre.

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(1) "Diccionario de la Lengua Castellana", 1729. Edición Facsímil, Madrid, Gredos, 1969, Vol. I, A-C, pág. 263.

(2) AYALA: Tesoro de la lengua castellana. 1693. Citado en CARO BAROJA: "El Carivari en España". Rev. Historia 16, año V, nº 47, pág. 56. También este mismo artículo se puede ver en CARO BAROJA "Temas castizos". Madrid, 1980, pág. 193. Nosotros citaremos siempre el libro.

(3) CARO BAROJA: Temas... pág. 210.

(4) Ibid., pág. 210.

(5) Ibid, 210.

(6) DOMINGUEZ BERRUETA, M.: El cancionero leonés. León, 1958, pág. 129.

(7) CARO BAROJA: Temas..., pág. 218.

(8) Ibid., pág. 220.

(9) DOMINGUEZ BERRUETA, M.: El cancionero leonés, pág. 129.