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La cruz patriarcal, ó de doble traversa, y su antigüedad y uso en España; a propósito de la Cruz de Caravaca

Vicente de la Fuente





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§ 1.º

Mucho se ha escrito acerca del suplicio de la Cruz usado no solo por los romanos, sino también y anteriormente por los israelitas y otros países orientales, como también acerca de las varias formas de la Cruz y modo de ejecutar la crucifixión; y aun ahora mismo son objeto de discusión algunas cuestiones relacionadas con la crucifixión del Salvador, todavía no resueltas ni en vías de resolverse; pues los críticos no se avienen con lo que creen y dicen las personas piadosas, ni estas pasan tampoco por lo que quieren asegurar los críticos, los cuales á su vez tampoco   —178→   están conformes en sus noticias y apreciaciones. En el Congreso arqueológico de Amberes, á que tuvimos el honor de asistir el Sr. Saavedra y yo, el año de 1866, se trataron algunas de esas cuestiones, pero poco ó nada se dijo que no se supiera de antemano, excepto en lo relativo al error de pintar al Centurión á caballo, en que prevaleció la opinión de que este anacronismo lo habían iniciado los pintores hácia el siglo XI. No prevaleció tanto la idea de que Jesucristo no fué crucificado en el suelo, sino más bien subido en ella, según la costumbre romana y la frase in crucem conscendere, á la que se inclinaban los protestantes, pues los católicos no se resolvían á dar por inciertas las tradiciones que acerca de este punto se narran á los peregrinos al visitar el Santo Sepulcro. En la cuestión de los cuatro clavos la partida va ganada, pues la multitud de efigies de los siglos IX al XII, que representan á Jesús crucificado con cuatro clavos corroboran el dicho del respetable D. Lucas de Tuy, al escribir que fueron los albigenses los que por ludibrio comenzaron á presentar crucifijos con solos tres clavos. Las cuestiones relativas á la Cruz llevada por el Salvador, si la condujo toda, ó si llevó solamente el travesaño, si tenía supedáneo ó apoyo para los piés, ó carecía de él, y si la Cruz era de las formas conocidas con los nombres de immissa, commissa1, decussata (de aspa) ó bífida, son cuestiones agitadas, aunque no hacen á nuestro propósito, mucho más cuando hoy generalmente todos los católicos, con pocas excepciones, optan por la forma de la cruz immissa, tal cual se figura en las iglesias desde remotísimos tiempos.

En España se ha escrito poco acerca de este particular. En 1871 el Obispo de Antinoe, Vicario apostólico de Gibraltar publicó en la imprenta calpense y en castellano, un precioso libro de 170 páginas en folio, y con impresión compacta, titulado «De la Cruz del Señor y de su invención y exaltación», añadiendo tres curiosas láminas, la 3.ª de las cuales representa varios encolpios ó cruces relicarios.

Como la Cruz de Caravaca se supone que era el encolpio ó pectoral   —179→   del Patriarca de Jerusalen, y guardando la forma llamada impropiamente patriarcal, convendrá, antes de entrar á tratar de esta, decir algo acerca de la introducción y uso de esas cruces en España, y las más célebres de esa hechura que se conocen, juntamente con su origen y procedencia, dejando á un lado todo lo relativo al uso de los encolpios, sus variadas formas y hechuras, y lo que se refiere al origen de las cruces de doble traviesa, sobre lo cual han escrito con su habitual discreción é inteligencia los Bolandos, por lo relativo al Oriente2, como también lo que sobre crucifijos, cruces sencillas, griegas, latinas y procesionales se ha dicho muy eruditamente en el Museo español de Antigüedades con relación á las de España, y con motivo de un antiguo y precioso crucifijo de marfil que se conserva en la catedral de León.




§ 2.º

Es ya cosa corriente entre arqueólogos y críticos, que desde el siglo IV los cristianos usaban llevar la cruz al pecho en forma de encolpio, y á veces como relicario: este solía ser hueco, redondo ó cuadrado, con alguna partícula de la Cruz ó reliquia de algún santo, como también usan ahora las personas piadosas y algunos institutos religiosos, que llevan estos encolpios ó relicarios en forma de cruz, como lo usan las religiosas de la Visitación sobre las ropas exteriores.

San Gregorio Magno envía á nuestro Recaredo uno de ellos diciéndole: «Hemos entregado al portador de estas letras una cruz que os regalamos, la cual contiene una parte del leño en que fué crucificado el Señor3.» Como tan precioso regalo no ha llegado hasta nosotros, ignoramos qué forma tuviese, y si aquel relicario, probablemente encolpio, tendría la efigie de Jesús4. Por entonces comenzaba á usarse el representar á Jesús crucificado, pues   —180→   hasta fines del siglo VI apenas se usaba de ese modo, como prueban el caballero Rossi y el obispo de Antinoe, que le sigue y extracta en su citado libro. Las que desde fines del siglo IV hasta fines del VI se ven grabadas ó esmaltadas en los más antiguos encolpios, representan á Jesús vestido, en acto de bendecir ó de saludar con su acostumbrada fórmula «Pax vobis

Como en los más antiguos aparecía la imagen de Jesús vestido, vino de ahí la tradición de las Santas Barbadas y crucificadas, y de los Cristos completamente vestidos, como el de Luca, del cual es copia el de Atocha, llamado vulgarmente el Cristo del Zapato, al cual se ha desnudado modernamente por ignorancia de la tradición5.

Casi todos estos encolpios tienen un carácter bizantino y con los cuatro extremos de la Cruz iguales, ó casi iguales. Desde luego se comprende la razón de esa hechura, que ha llegado á llamarse cruz griega, y que afectan todas las órdenes militares, menos la de Santiago de la Espada, y lo mismo las de los Templarios y San Juanistas que las de Calatrava, Alcántara, San Jorge, y las de los religiosos Dominicos, Trinitarios, Mercenarios y otros. Y es que el Lignum Crucis, ó madero santo de la Cruz, debió quedar en esa forma desde que Santa Elena envió á Roma y á su hijo Constantino una gran parte de él, pues probablemente se aserraría el trozo inferior de la Cruz desde los agujeros inferiores de los clavos, remitiendo así la quinta parte de él á Roma, y quedando en Jerusalén los cuatro extremos restantes iguales, ó casi iguales, por lo que los orientales representaban la Cruz tal cual allí la veían en Jerusalen, el día de Viernes Santo, en que se exponía á la pública adoración.

Por eso, dejando á un lado las cruces más antiguas, como la del Museo Kirkeriano en Roma, la más antigua encontrada sobre el pecho de un cadáver exhumado del pavimento de la basílica de San Lorenzo en Roma, que describe Rossi, y se tiene justamente por la más antigua, encontramos de esa forma, con el asta inferior   —181→   muy poco prolongada, todas las cruces más antiguas que hoy quedan en España de los siglos VII y VIII, desde las toledanas del tesoro de Guarrazar hasta las asturianas de la Victoria y de los Angeles.








§ 3.º

En el siglo IX se halla ya más usada en España la Cruz completamente griega ú oriental, que la misma Iglesia latina había adoptado para los templos consagrados, y tal cual las vemos en todas las basílicas, y en Madrid en la catedral de San Isidro, parroquias de Santiago y de San Justo y en la moderna basílica de Atocha. Tan general era entonces el uso de esa Cruz de cuatro palos iguales al estilo oriental, que todavía en los siglos XII y XIII la adoptaron las órdenes militares y aun las mendicantes, como queda dicho.

Entre las más notables que pudieran citarse, y con referencia á la restauración pirenáica, son la cruz de Sobrarbe en Aragón y la de San Millán de la Cogolla.

La Cruz llamada de Sobrarbe, objeto de grandes controversias, que no son de este lugar, es el verdadero y primer distintivo heráldico de Aragón, que la Diputación del Reino reconocía, poniéndola al frente de sus fueros y publicaciones oficiales. Consiste en una cruz griega de plata, en campo azul, y situada, no en el centro del escudo, sino al poniente. Esta cruz, que llamaban también de Iñigo Arista, recordaba, según tradiciones, la aparición milagrosa de una cruz en el aire, ó en el cielo al decir de las gentes, que sirvió para guiar á Iñigo Arista, Rey de Navarra, cuando venía presurosamente á socorrer á los aragoneses, sitiados, y ya muy apurados por los moros, en el Pueyo ó cerro de Aragües.

Estas apariciones de cruces aéreas, al estilo de la de Constantino, son muy frecuentes en nuestra historia, desde el siglo VIII al XII, y desde la conquista de Gerona por Carlo Magno, hasta la de Alcalá por el Arzobispo D. Bernardo. En mi juicio la Cruz llamada de Aisa, de Aynsa y de Iñigo Arista, no era más que la cruz militar estacional que, como tésera, llevaban todas las legiones cristianas desde el siglo IV, y que, por guardarse como los   —182→   estandartes y banderas en la estación ó cuerpo de guardia, como ahora las usuales en el cuarto de banderas, se llamaban cruces estacionales. De ahí vino este nombre á la magnífica, esmaltada y con jacintos, que regaló Carlo Magno al Papa Leon III para la basílica Vaticana, ó Constantiniana, como refiere Anastasio el Bibliotecario, y que, según el deseo del Emperador, se llevaba procesionalmente á las iglesias donde se hacían las periódicas estaciones.

La Cruz de plata en el escudo de Aragón era indudablemente, no una Cruz procesional y con crucifijo, sino verdadera cruz estacional y militar, y así lo prueba la espiga que tiene en su parte inferior, y que indica el objeto á que se la destinaba, llevándola enarbolada sobre una pica, ó en el asta de una lanza.

No hace aquí al caso entrar en disquisiciones sobre la otra Cruz aragonesa que aparece sobre un roble, y también de forma griega, como tampoco el discutir su etimología y las observaciones del P. Moret sobre las primitivas monedas con esa cruz, y saber si lo que aparece como sostén de esa cruz es un árbol, ó es un lazo ó gallardete. Lo que si hace á nuestro propósito es que esa misma Cruz de Iñigo Arista, ó de Aisa, aparece en el cuartel superior del escudo de D. Jaime el Conquistador, tal cual lo llevan hoy día en sus hábitos los religiosos de la Real y militar orden de Nuestra Señora de la Merced, pero desviándose de la primitiva y genuina forma de la de Aragón, pues la cruz del escudo mercenario no tiene esa espiga y está colocada en el centro y sobre campo rojo en vez de serlo en azul y al poniente.

Pero lo más extraño es que en las monedas de los dos Jaimes aparece en el reverso la cruz patriarcal ó de dos traversas6, como diremos luego.

Por lo que hace á la cruz que tiene sobre el pecho la efigie yacente de San Millán, y que puede verse en el tomo 50 de la España   —183→   Sagrada, no es un encolpio, sino cruz manual, y algo parecida á la que en el siglo XI adoptaron los caballeros hospitalarios de San Juan, llamados últimamente de Malta, y aun la de los trinitarios de San Juan de Mata. Mas como esta Cruz era poco á propósito para ser manejada, tiene en la parte inferior adherido un palo, que es el que figura empuñar el santo para sostener la cruz.




§ 4.º

El uso de estas cruces ya en la Rioja y Aragón en el siglo IX, comparado con las otras góticas de Asturias, del siglo VIII, antes citadas, y el no hallar ninguna de aquel tiempo de cuatro brazos en ninguna iglesia ni escudo de por entonces, me inclina á creer que estas no se comenzaron á usar hasta fines del siglo IX, y que eran en España de importación extranjera, como lo fueron en Roma hasta poco antes, pues también vino esa forma del Oriente, donde era muy común, y donde la usaban en sus encolpios, no solamente los patriarcas, sino los obispos y hasta los seglares mismos, como prueban los Bolandos, por las que se hallan en efigies de santos orientales y personas piadosas, y recuerdan los mismos al hablar de la de Caravaca7.

En cuanto al segundo travesaño, ó traversa menor, de la Cruz patriarcal, solo resta que advertir, que representa el rótulo de la Santa Cruz puesto sobre ella, como dice el evangelio, y que solía ser una tabla que expresaba el delito por el cual era crucificado el reo, el cual la llevaba colgada al pecho al marchar al suplicio.

Sobre la pila del agua bendita suelen verse en antiguas iglesias y basílicas algunas cruces toscas, con dos y con tres travesaños. Algunos han pretendido explicarlas, diciendo que los tres travesaños representaban las tres cruces. No parece que se deba honrar tanto á la cruz del buen ladrón, cuanto menos á la del malo. Por ese motivo opinan otros arqueólogos que el tercer travesaño   —184→   inferior representaba el apoyo ó supedáneo, que á veces ponían para sostén del reo, quizá no con el objeto de aliviarle, sino de prolongar su agonía.

Como las obras de arqueología de la Edad Media, que dan muchas noticias acerca de estas cruces de dos traversas, nada dicen acerca de la introducción de ellas en España, somos nosotros los que debemos llenar ese vacío, y suplir ese silencio.

Las más antiguas de que tengo noticia son la de León y la del conde Fernán González. En mi juicio es más antigua la de plata sobredorada, que se guardaba en el monasterio de Arlanza, y que describieron Yepes, y en el siglo pasado el P. Florez8, y cuya antigüedad se remonta al siglo X, pues consta que se la regaló el Papa Juan XI al citado Conde.

No es mi ánimo describirla á pesar de que he podido manejarla cómodamente. Su hechura es bizantina, de oro y plata sobredorada y afiligranada. En el centro de cada uno de los travesaños tiene un óvalo guarnecido de cristales, dentro de los cuales se ve un buen trozo de Lignum Crucis en cada uno. Hoy día es propiedad del Excmo. Sr. Obispo de Málaga D. Manuel Gómez Salazar, que logró comprar tan preciosa joya arqueológica, artística é históricamente importante, rescatándola de manos de los particulares adonde había venido á parar. En la parte inferior tiene una espiga ó apéndice, que pudo servir para tenerla sobre peana ó pedestal, ó quizá como cruz estacional.

La segunda Cruz patriarcal es la de León, llamada á veces la del fuego, pues lleva un rótulo en letras góticas que dice: «Esta es la Cruz milagrosa que saltó del fuego». Los cánones de los siglos X y XI prohibían esta bárbara prueba, ó experiencia, de las reliquias, que, á pesar de esas prohibiciones, duraron hasta el siglo XV, y se hacían también con los libros litúrgicos, como acredita la tradición del triunfo del oficio gótico ó mozárabe sobre   —185→   el romano, y también la disputa de Santo Domingo con los albigenses, sujetando sus respectivos libros á la misma prueba. El trabajo afiligranado de la Cruz de León no revela la antigüedad de la del conde Fernán González, pero desde luego se conoce que la parte que contiene el Lignum Crucis, y que probablemente fué regalo de algún Papa para algún príncipe leonés ó asturiano, es de hechura más elegante y moderna que la del conde Fernán González. La de León es de hechura latina, al paso que la de Arlanza es bizantina, y casi de forma griega, ensanchándose hacia los extremos, como las del siglo IX, lo que no sucede en la de León.

La tercera, aún más moderna, es la del Santo Sepulcro de Segovia, regalada por el Papa Honorio III á los templarios, según dicen, en la era 1224, que debe en tal caso tomarse por año. Su hechura es parecida á la de Arlanza, pues tiene, como esta, un óvalo en cada uno de los centros de los dos travesaños. Consérvase hoy día en el inmediato pueblo de Zamarramala. Dícese que la capilla llamada de la Vera Cruz era de templarios: por mi parte no lo creo, y opino que fué de caballeros del Santo Sepulcro, que llegaron á tener en España dos lenguas ó provincias, como los Sanjuanistas, y con casas en Logroño, Salamanca, Toro, Zamora y otros pueblos importantes de Castilla, en cuyas iglesias se ve todavía la Cruz patriarcal de color carmesí, no gules ó rojo, que usaban en España los caballeros del Santo Sepulcro, y usaron los canónigos del Sepulcro en Calatayud hasta el año 1851, los de Santa Ana de Barcelona, y aun actualmente las Comendadoras del Santo Sepulcro en Zaragoza, único y último vestigio de la orden regular y militar del Santo Sepulcro en todo el orbe católico.

Creo que no serán estas antiguas cruces patriarcales las únicas en nuestras iglesias antiguas, y, llamando la atención sobre ellas, se sabrá de algunas otras9.



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§ 5.º

La actual Cruz del Santo Sepulcro roja con otras cuatro pequeñas iguales, ó sea la que dicen de Godofredo de Bullon, no fué conocida en España hasta algunos siglos después, en que la dieron á conocer los frailes franciscos del siglo XV al XVI. Mas en España no se reconocía como Cruz del Santo Sepulcro, sino la patriarcal carmesí, de la hechura de la de Caravaca, con algunas ligeras modificaciones en los extremos, como se dijo en el tomo 50 de la España Sagrada, al hablar de la Iglesia Colegial del Santo Sepulcro en Calatayud, casa matriz de todas las de España en los dos reinos. Estos caballeros, á la vez canónigos y agustinianos del Sepulcro en España, dependían del patriarca de Jerusalén, por lo cual usaban su cruz, como divisa, al costado, y en los últimos siglos como pectoral ó encolpio10.

En la iglesia de la Vera Cruz de Segovia se ve también an escudo partido, en cuyo primer cuartel se echa de ver la Cruz patriarcal. De estos antecedentes llegamos á inferir que esas cruces patriarcales no fueron conocidas en España hasta que en los siglos IX y X las enviaron los Papas á los príncipes con reliquias del Lignum Crucis, y que se generalizaron en el XII con la venida y propagación de los canónigos seglares del Santo Sepulcro, y los favores que les prodigó el Papa Urbano IV, el cual, habiendo sido canónigo del Santo Sepulcro y patriarca de Jerusalén, favoreció mucho á esa orden en España (1261-1265).

Por entonces se generalizó tanto, que llegaron á usarla en las monedas D. Jaime I y II de Aragón, siendo su hechura precisamente la misma de la Cruz de Caravaca, como se puede ver en las muchas que se conservan, y en las cuales se la representa como   —187→   cruz estacional, teniendo una pequeña espiga en la parte inferior, como la primitiva de Sobrarbe, según se ve en las bien conservadas. Y esto es tanto más de notar, y en el siglo XIII, cuanto que D. Pedro I de Aragón y los monarcas de aquel país en el siglo XI presentan en sus monedas la cruz de Sobrarbe como estacional, y divisa militar, puesta en la punta de una pica, y con unos lazos, corbatas ó ínfulas que la adornan. Las explicaciones que se dan para este cambio no satisfacen, y no veo necesidad de aumentar conjeturas. En tierra de Calatayud, donde abundaban mucho esas moneditas, la tradición popular las llamaba «ochavos del Santo Sepulcro», y suponían que los acuñaban los canónigos por privilegio que para ello tenían. Casa Real se llamaban aquel convento y su Colegiata, pero el privilegio de acuñar moneda no se pudo encontrar, aunque se buscó en el siglo pasado con diligencia por el prior Monterde, nuestro erudito correspondiente.

Se ve, pues, que si la Cruz patriarcal solo se conocía en los siglos IX, y X como regalo pontificio, con reliquias del Lignum Crucis, desde el siglo XII se había generalizado en ambas coronas por los canónigos agustinianos y caballeros de la orden del Santo Sepulcro, y en el siglo XIII por las monedas de D. Jaime I de Aragón, que la ponía en ellas, y no en su escudo como queda dicho, donde campea la de Iñigo Arista, aunque desfigurada.




§ 6.º

Todo esto predisponía á llamar cruces patriarcales á las de dos brazos, no conocidas ni generalizadas en España hasta dichos siglos. Las Cruces de D. Rodrigo Jiménez de Rada en la batalla de las Navas, la del cardenal Mendoza en la toma de Granada y la de Cisneros, todas eran sencillas ó de una sola traversa. Ni en los sellos de Cisneros ni en los del Colegio mayor de San Ildefonso, aparece más que la cruz sencilla. La que se ostenta sobre el tafetán del estandarte de los escaques, que llevó á la conquista de Orán, es falsa y anacrónica, inventada por la petulante osadía de los colegiales mayores, que, al poner la corona real en el escudo del Colegio, añadieron también un brazo á la Cruz primacial   —188→   y á la antigua, legítima y sencilla sustituyeron la de doble traversa, probablemente en tiempo de Fernando VI.

Todavía llamó la atención en Zaragoza que, al hacer su entrada solemne el arzobispo Buruaga, el año 1768, el crucero ó cruciferario llevase delante del arzobispo Cruz patriarcal, que nunca habían usado sus predecesores, y como estos consta que llevaban delante cruz alzada en todos los actos solemnes, es prueba de que la usaban sencilla y no de dos traversas ó cuatro brazos11.





 
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