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Haskell, F., «The mannufacture of the past in XIXth century painting», Past and Present, 53, pp. 109-20.



 

101

Los fils de la morta viva, citada, pág. 363.



 

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Con el título La catástrofe de Sagunto se editará dentro de la serie Cuatro tragedias históricas con sus ripios correspodientes en Pirulís de la Habana. Lecturas para analfabetos, Madrid, Ediciones Editorial Popular, S. A., pp. 141-145. Reeditada con el nombre citado arriba en El negociado de los innombrables. La vanguardia del humor español en los años veinte (ed. J. L. Rodríguez de la Flor), Madrid, Ediciones de La Torre, 1990, pp. 173-176.



 

103

Fortunata y Jacinta, I, VI, 4. Vid. ed. de Francisco Caudet, Cátedra, 1983, vol. I, pág. 221.



 

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«El siglo XVIII, educador», Obras completas, II, Madrid, Revista de Occidente, 1966, pág. 600.



 

105

Teatro Crítico Universal, Tomo III, Dicurso X: «Amor de la patria y pasión nacional»; § 6 y § 7, ed. cit. pp. 111 y 115, respectivamente.



 

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Algunas noticias de este autor en René Andioc (Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII, Madrid, Castalia, 1976): en la temporada 1781-82 su compañía dedica al menos el 6% de su repertorio a obras calderonianas (pág. 20); en la temporada 1795-96 obtiene su compañía pingües beneficios con la representación de Cañizares El anillo de Giges (pág. 41); Andioc cita una carta manuscrita en la que alude a su interés por representar a Cañizares (pág. 117).



 

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Como se ha dicho en el Estudio In troductorio a propósito de la puesta en escena de este tipo de obras, el dramaturgo trata, sobre todo, de deslumbrar al espectador con la magnificencia del decorado. De ahí, según René Andioc (Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII, pág. 204) la frecuencia de ciertos adjetivos reveladores en las acotaciones escénicas: «largo y magnífico», «precioso», «grandeza y primor romanos» y aquí, en efecto «suntuoso templo», como después, en el tercer acto contemplaremos un «magnífico tribunal de Sagunto». El lujo, sobre todo considerado como profusión, es lo que en aquella época constituía el único signo externo de la grandeza. Algo, por otra parte, evidentemente barroco en el sentido de la actitud teatralizante, envuelta en puras apariencias, de aquella cultura. Como el mismo René Andioc se preocupa de recordarnos (loc. cit., pág. 205) Nicolás Fernández de Moratín recordó con sorna esta inclinación hacia el lujo y el asombro como signo exterior de ennoblecimiento: «A lo que el poetrasto más se inclina / y toma por preciso y fijo norte / [...] es a llenar de máquinas el foro / Y en lucido teatro suntuoso / mostrar de las tramoyas el decoro...» (Sátira II, Obras Completas, BAE, II, Atlas, 1944, pág. 33).



 

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Cuatro: se llama así en la música la composición que se canta a cuatro voces (Lat. Harmonica quaternio). (Dicc. Auto.). Desde el principio, por tanto, asistimos a la tendencia operística y, sobre todo, melodramática, de la obra.



 

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vv. 1-2. Recordemos que en la obra La destruyción de Sagunto de Manuel Vidal y Salvador aparecía en el Templo de la Diana con sus vestales. Y que la tragedia de Philip Frowde La caída de Sagunto tenía su solemne inicio en el Templo de Hércules. Razones había para una u otra cosa. En el primer caso ya Plinio mencionaba un Templo de Artemisión o Diana en Sagunto, existente ya, incluso antes del Teatro, durante la Segunda Guerra Púnica, y dedicado a un culto llevado hasta allí por los fundadores de Sagunto, provenientes de Zacintos. (Nat. hist., lib. XVI, 216). Silio Itálico se hará eco de esta mención (De bello Punico, lib. III). Véase asimismo nuestra nota al v. 76 del Canto I de La Saguntina (edición Sagunto, Caixa Sagunt, 1988, pág. 12). En el segundo, es clara la relación con Hércules o Alcides, presunto héroe epónimo de Sagunto, ya que éste fue fundado, de acuerdo con esta leyenda, sobre la colina en que Zacintos, amigo de Hércules, fue enterrado tras ser muerto por una serpiente (véase Silio Itálico, De bello punico, Lib. I). Pero frente a la tradicional consideración de Hércules como dios o héroe tutelar de Sagunto, Zavala se inclina, dentro del clima militarista de la obra, por convertir a Marte en el dios protector de los saguntinos.



 
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