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La escritura ante la formación de la conciencia nacional: «La peregrinación de Bayoán», de Eugenio María de Hostos

Eliseo R. Colón Zayas


Universidad de Puerto Rico



El 18 de agosto de 1492 se termina de imprimir la Gramática Castellana de Antonio de Nebrija. Esta se adelanta treinta y siete años a la primera gramática italiana de 1529 escrita por Tressino (La Gramaticheta); cincuenta y ocho años a la primera gramática francesa de Luis Meigret (Tretté de la Grammere françoeze de 1550); y cuarenta y cuatro años a la Grammatica de Lingoagem portuguesa escrita en 1536 por Fernando de Oliveira. La gramática española es la primera de una lengua romance. Dos meses antes del descubrimiento de América (18 de agosto de 1492) Nebrija nos decía en la dedicatoria de la gramática a la Reina Isabel:

...siempre la lengua fue compañera del imperio... y respondiendo por mí, dixo que después que vuestra Alteza metiesse debaxo de su iugo muchos pueblos bárbaros y naciones de peregrinas lenguas, y con el vencimiento aquellos tenían necessidad de recibir las leies quel vencedor pone al vencido, y con ellas nuestra lengua1.



Esta «Gramática del Imperio» que escribe Nebrija no es otra cosa que una semántica del poder; es la forma en que este letrado humanista explica la importancia de la lengua para el desarrollo del imperio español. Nebrija pone en práctica lo que quinientos años más tarde Umberto Eco teoriza en su libro La estructura ausente:

...podemos afirmar: a) en una determinada cultura pueden existir campos semánticos complementarios; b) una misma unidad cultural puede -dentro de una misma cultura- formar parte de campos semánticos complementarios; c) en una misma cultura un campo semántico puede deshacerse con gran facilidad y reestructurarse en un nuevo campo2.



El tercer postulado de Eco nos explica lo que sucede en América después del descubrimiento: se deshacen unos campos semánticos y se reestructuran en uno nuevo. Recordemos el caso más excepcional de este proceso, el de Guamán Poma de Ayala, quien ante la necesidad de tener que fijar su cultura oral en acorde con la cultura escrita del Imperio español, recurre al signo pictográfico para poder explicar aquello que el grafema no le permitía.

Esta lengua, al llegar a América, se convierte en la legitimación del poder. Será la que impondrá las exigencias colonizadoras, administrativas, militares y comerciales. Como nos apunta Ángel Rama: «La palabra clave dentro de todo este sistema es la palabra orden»3. Según Rama, este orden institucionalizado por la Iglesia, el ejército y la administración es la palabra que utiliza el Rey al impartir las instrucciones a Pedrarias Dávila, en 1513, para la conquista de Tierra Firme. El séptimo punto de las instrucciones fija el orden de las ciudades:

Vistas las cosas que para los asientos de los lugares son necesarias, y escogido el sitio más poderoso y en que incurren más de las cosas que para el pueblo son menester, habéis de repartir los solares del lugar para hacer casas, y éstos han de ser repartidos según las calidades de las personas y sean de comienzo dados por orden; por manera que hechos los solares, el pueblo parezca ordenado, así en el lugar en que hubiere la iglesia, como en el orden que tuvieren las calles; porque en los lugares que de nuevo se hacen dando la orden en el comienzo sin ningún trabajo ni costa quedan ordenados e los otros jamás se ordenan4.



El Rey fija, a través del signo lingüístico, su idea de la ciudad. Establece el orden que eliminará todo desorden futuro. Esta ciudad del orden concuerda con el establecimiento de la ciencia del orden que, según Foucault, es esencial para el pensamiento que va del siglo XVII al XVIII. Esta ideología del orden, según Rama: «en el caso de las ciudades había introducido el principio del planning»5 . Una vez pensada la ciudad, serán las élites intelectuales las que reconstruirán el orden, los que conservarán y estarán en pugna con el hombre común6. Rama establece la dicotomía entre la ciudad letrada (la de los intelectuales) y la ciudad real (la del hombre común).

La ciudad letrada se pondrá al servicio de los poderosos. Escribirá sus leyes, edictos, reglamentos, constituciones y códigos. La escritura construye la colonia; la escritura construye las repúblicas.

Después de las Guerras de Independencia:

Junto a la palabra libertad, la única otra clamoreada unánimemente, fue educación, pues efectivamente la demanda, no del desarrollo económico (que se paralizó y retrogradó en la época), sino del aparato administrativo y, más aún, del político dirigente, hacía indispensable una organización educativa. Es altamente revelador que el debate se trasladara, entonces, a la lengua y aún más a la escritura, o, dicho de otro modo, a averiguar en qué lengua se podría escribir y cómo se debía escribir7.



El Periquillo Sarniento, de Lizardi; La Gramática, de Andrés Bello; Simón Rodríguez, Sarmiento, todos se preocuparon por la escritura que fijará el nuevo orden social. La ciudad será el centro que hará del país un espacio homogéneo. Esta ciudad letrada establece la dicotomía decimonónica civilización/barbarie, que sirve de ideología a las reformas educativas de principio de siglo.

Como reacción a esta visión, a finales del siglo XIX aparecen en el Caribe dos figuras que se opondrán a esta visión de una ciudad que sólo ha servido para edificar caudillos y dictaduras. Ambos, José Martí y Eugenio María de Hostos, plantean el problema entre las dos ciudades: la letrada y la real. Nos dice Martí:

Los hombres naturales han vencido a los letrados artificiales. El mestizo autóctono ha vencido al criollo exótico. No hay batalla entre la civilización y la barbarie, sino entre la falsa erudición y la naturaleza. El hombre natural es bueno y acata y premia la inteligencia superior, mientras ésta no se vale de su sumisión para dañarle o le ofende prescindiendo de él, que es cosa que no perdona el hombre natural, dispuesto a recobrar por la fuerza el respeto de quien le hiere la susceptibilidad o le perjudica el interés8.



En el caso de Hostos, tema de nuestra discusión, la ciudad es vista en oposición al proyecto utópico de los letrados como lugar de vicio y desorden. Sarmiento, en su Facundo: civilización o barbarie, nos dice:

Lo que por ahora interesa conocer, es que los progresos de la civilización se acumulan sólo en Buenos Aires; la pampa es un malísimo conductor para llevarla y distribuirla en las provincias, y ya veremos lo que de aquí resulta9.



Por otra parte, Hostos nos comenta: «En las ciudades, mi corazón amante, mi espíritu que busca la verdad, se asfixian»10.

Tenemos que entender que la visión de Hostos no es la de plantear el pasado de los campos para construir la conciencia nacional como fue el caso de las Tradiciones peruanas, de Ricardo Palma; Recuerdos del pasado, de Pérez Rosales; El Martín Fierro, de José Hernández. Para estos últimos la escritura:

cumple una operación estrictamente paralela a la desempeñada con las culturas orales de los campos. Con los productos de éstas había logrado fundar persuasivamente la nacionalidad y, subsidiariamente, la literatura nacional, beneficiándose de su integración y de su incapacidad para reproducirse creativamente dentro de una vía autónoma. Analógicamente lo hará con la propia ciudad, acometiendo la reconstrucción del pasado abolido con fingida verosimilitud subrepticiamente a las pautas normativas, además movedizas, de la ciudad modernizada11.


En Hostos observamos otro contexto, el caribeño, constituido por el cañaveral y la hacienda. En el caso de Puerto Rico, la provincia era el eje de la vida económica y cultural.

Entre 1823 y 1868 la cordillera recibe muchos criollos desplazados de las costas debido a la expansión de los cañaverales. El noroeste que estaba más densamente poblado que el resto de la isla a principios del siglo XIX, aportó pobladores a Lares y a Utuado12.



Para Hostos, hablar del campo no era hablar del pasado, era hablar del presente. La ciudad, San Juan, sufría de todos los males causados por los gobernantes españoles. Hacia 1820, al establecer un sistema de libre aprovisionamiento de carne en el mercado de San Juan, los ciudadanos de la capital sufren el encarecimiento de la carne13. La gobernación colonial de Juan de la Pezuela reforzó, para la década del cincuenta, las medidas de seguridad pública y disciplinó la vida urbana. La ciudad, eje de todo el poder colonial, conducía al hombre al vicio y explotaba al trabajador. No olvidemos que en junio de 1849 Pezuela promulga un bando sobre los jornaleros, mediante el cual aquellos que no poseían tierras eran obligados a convertirse en arrendatarios o jornaleros; de no lograr ninguno de los dos, debía trasladar su residencia al interior14. Ante toda esta explotación de los regímenes coloniales, para Hostos el orden y la razón se encontraban en el campo y no en la ciudad. El centro del orden colonial y del Poder -San Juan- no mostraba ningún desarrollo económico ni cultural. «En los 1820 los municipios con mayor proporción de esclavos -Ponce, Mayagüez, Guayama- se convirtieron en los grandes centros azucareros de Puerto Rico»15 . La economía de la isla estaba basada en su principal producto: el azúcar.

Hostos intenta construir las raíces de la conciencia nacional al margen de la ciudad. Su proyecto, en vez de arrancar del centro hacia la periferia, se mueve en dirección opuesta: «Cuando estoy en el campo, creo estar en mi patria: voy a las ciudades y me falta»16. El proyecto hostosiano de crear una conciencia nacional surge de la necesidad de establecer un discurso que dé al hombre la conciencia del ser libre. Su propuesta quedó plasmada en la metáfora de la peregrinación, Al igual que otros escritores hispanoamericanos:

se imaginó a sí mismo como un Moisés conductor de pueblos que a la vez era una especie de profeta, sacerdote y médium. El daba expresión y forma consciente a las aspiraciones y deseos de pueblos que todavía se debatían en la inconsciencia de sí mismos. El escritor era un ser profundamente religioso, cristiano, que se sacrificaba por su pueblo, aun sin que éste lo comprendiera17.


La variante que presenta Hostos al discurso romántico hispanoamericano es su visión «distópica» del centro que ejerce el poder. El hecho de ser Puerto Rico una gran plantación hace que en Hostos se modifique el discurso articulado en el resto de Hispanoamérica. Los trabajadores rurales no son desplazados hacia la ciudad como en el resto de Hispanoamérica, sino que, por el contrario, gran parte de la masa puertorriqueña durante el siglo XIX busca tierra adentro mejores oportunidades en la agricultura.

La peregrinación de Bayoán es el discurso que pretende un orden, una armonía. Este orden y esta armonía se articulan en varios niveles. A un primer nivel, el de la estructura narrativa, encontramos tres textos; dos prólogos (uno a la primera edición y otro a la segunda), el diario de Bayoán, los comentarios del editor; las acotaciones al pie de algunas páginas sirven de lazo entre los tres textos. Tres voces narrativas se articulan en estos textos: Hostos, Bayoán, el editor. Los prólogos plantean todo un concepto de literaturidad, no gratuita, sino comprometida con una problemática social. El diario amoroso de Bayoán (transgredido por el texto de Goethe, Las cuitas del joven Werther) se debate entre la pasión y la razón. Es necesario que Bayoán recorra este programa amoroso como ordalía que le permita dar orden y directriz a su vida. Después de la muerte de Marién, éste decide continuar su peregrinación para estudiar las necesidades de su patria: América. El editor es el maestro letrado, quien al adueñarse del discurso de Bayoán nos dice: «Bayoán sería para el lector un objeto de estudio, y tal vez comprobación de que la felicidad más digna del hombre es la desgracia»18. Bayoán es proyecto, una idea que busca justicia para las Antillas. Como discurso:

Bayoán no era la negación de la felicidad; era meramente la infelicidad social, incapacidad de vivir entre los hombres con sosiego... recordó el pasado de América, vio lo que es hoy, quiso ver lo que será, y maldigo las iniquidades de la historia, deploró la ceguedad de los gobiernos, se quejó de la desgracia de patria y esperó en su porvenir19.



Las acotaciones al pie de algunas páginas, estructuralmente establecen una redundancia que une los tres textos. Esta redundancia dirige al lector a establecer un código común entre los tres textos: el de la literatura como proyecto de afirmación de la conciencia nacional. Como estructura narrativa la novela está perfectamente construida: tres personajes (Bayoán, Guarionex y Marién); tres voces narrativas (Hostos, Bayoán, el editor); tres textos (los prólogos, el diario, los comentarios del editor). Esta estructura metonímicamente establece el proyecto hostosiano; tres islas: Cuba, Santo Domingo, Puerto Rico; tres ideas: virtud, razón, orden; tres dicotomías: Europa/América, campo/ciudad, espíritu/cuerpo.

Con respecto al primer punto de su proyecto, nos dice Hostos:

Quería que Bayoán, personificación de la duda activa, se presentara como juez de España colonial en las Antillas, y la condenara; que se presentara como intérprete del deseo de las Antillas en España, y lo expresara con la claridad más transparente20.



En Bayoán se personifican tres ideas fundamentales del nuevo hombre del proyecto hostosiano. Este vivirá con virtud, razón y orden:

Virtud es fuerza: para ser virtuoso es preciso ser fuerte. La fuerza del espíritu no nace de una de sus potencias: nace de la unión de los esfuerzos por la potencia dominante. Todo esfuerzo llega a un fin: esta seguridad, animadora hasta de las inteligencias ordinarias y de los corazones pequeños y de los espíritus rastreros, se convierte, para las almas voladoras, para los corazones poderosos, para las inteligencias extraordinarias, en causa de desdén. Se busca más: Bayoán buscó. Sintiendo en su espíritu más fuerza, latidos más violentos en su corazón, más poder en su inteligencia, reunió todas las fuerzas, uniformó sus facultades, encadenó su imaginación, acalló su corazón, meditó largamente, dirigió su pensamiento a un fin difícil, rindió tributo a su razón, hizo dominante a la conciencia, y todo lo sometía a ella, y obedecía a su voz. A medida que adelantaba, se vigorizó su espíritu, y amó la virtud; hizo el esfuerzo. Vio que la virtud no da la felicidad, y pensó en la desgracia y la acepto21.



La formación de ese nuevo hombre, nacido en virtud, razón y orden, ejemplifica la capacidad constructiva que éste tendrá. Estos conceptos representan los valores que definen al nuevo hombre hostosiano en su lucha por conquistar el espacio nacional.

Según nos comenta Hernán Vidal, en la obra literaria romántica:

el peso intelectual y prestigio de las posibilidades culturales abiertas por el difusionismo reactualizó la imagen de la escisión cristiana entre cuerpo y espíritu. Ella se convirtió en uno de los motivos más fundamentales de la literatura romántica hispanoamericana. La contraposición cuerpo/espíritu adquirió, en primer lugar, una dimensión espacial. Espíritu era lejana y ejemplar civilización europea; espíritu era también la ciudad nacional principal en que se proyectaba material e ideológicamente el proyecto político librecambista; espíritu eran además las cosas y otros lugares en que se consumía lo europeo. Cuerpo era el interior americano, campo de vitalidad instintiva, pasiones y violencias, en que los procesos genitales, digestivos y agresivos no respetaban freno ni disciplina22.


En Hostos encontramos todo lo opuesto: el espíritu es el campo, el cuerpo es la ciudad. En el proyecto hostosiano el espíritu del campo domina al cuerpo de la ciudad. «Húndanse (comenta Hostos de la ciudad) en buen hora las ciudades, tráguese el mar las casas, los árboles, los ríos; desvanezca todo a nuestro paso»23. En oposición, nos dice del campo: «Al ver esas plantas felizmente agrupadas sobre aquella choza; al ver tras ella esas colinas, probablemente cruzadas por algún torrente, concibo la felicidad»24.

En La peregrinación de Bayoán encontramos que la escritura diseña la conciencia nacional a partir de una realidad: la colonial -la del cañaveral-. Su escritura desarrolla un proyecto más avanzado que la del resto de Hispanoamérica durante esta época. Mientras el escritor hispanoamericano afirma con su escritura el neocolonialismo impuesto por las relaciones entre éstos y Europa después de las Guerras de Independencia, en Hostos la escritura («lo que ellos con sus armas, haré yo con mi voz»), desarrolla un proyecto desde adentro, tomando la realidad nacional como punto de partida:

...fui a Europa, busqué por todas partes lo que mi Espíritu quería. ¡Era un engaño de mi Espíritu...! El árbol de la ciencia no daba sombra a hombres mejores25.


Como buen letrado decimonónico, Hostos reconoció la importancia de la escritura para desarrollar su proyecto. Esta, que le había sido legada por España, ahora tomaba otro rumbo. Sí, había que establecer un orden, pero éste era el de la conciencia nacional puertorriqueña. El campo semántico de Nebrija se reestructuraba ante el nuevo contexto; Hostos incorpora la voz del colonizador y la reestructura. Hostos utiliza la escritura, no como forma de poder, sino como denuncia de aquellos elementos que detienen la formación de una verdadera conciencia nacional.





 
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