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«La española inglesa», primera novela cervantina vertida al serbio (1885)

Jasna Stojanović





Desde finales del siglo XVIII, momento en que arranca la recepción de la prosa cervantina en la cultura serbia, hasta hoy, es el Quijote la obra que acapara la atención del público y de los críticos, y eso, hay que dejarlo claro, en obvio detrimento de otros títulos del escritor.

Por lo que toca al Persiles, al que viene dedicado este Congreso, consta que no está traducido al serbio y que, consecuentemente, está desconocido de los lectores, exceptuando los reducidos círculos de la crítica y la práctica universitarias1. Se menciona a menudo, eso sí, en aportaciones generales sobre Cervantes y su obra. El único libro que trata más detenidamente de la última novela cervantina es la Historia de la literatura española (tomo I, 1985), redactada por los profesores de la Cátedra de Estudios Ibéricos de la Facultad de Filología de Belgrado, Ljiljana Pavlović-Samurović y Dalibor Soldatić2.

En cuanto a las Novelas ejemplares, disponemos en serbio de una traducción integral desde 19813. No obstante, volviendo la mirada al pasado, nos encontramos con la figura de Djordje (Jorge) Popović, primer traductor del Quijote y fundador del cervantismo serbio4. Aunque su versión de la gran novela es justamente famosa y sigue siendo la preferida por los lectores, es menos conocido que Popović también introdujo en Serbia las novelas cervantinas.

En efecto, este periodista, escritor y traductor, llamado Daničar, publicó «La española inglesa» en 1885, una década antes de lo que será la obra de su vida -la primera traducción integral del Quijote. En el siglo XIX no era caso aislado que los traductores del Quijote se interesaran también por las Novelas5. En el caso de Popović, fue, obviamente, su pasión cervantina la que le llevó a sentir curiosidad por los demás títulos del «gran Cervantes», como solía decir. Popović sacó a la luz «La española inglesa» en Panćevo, en la editorial «Hermanos Jovanović»6. La misma casa había publicado por estos años en su «Biblioteca popular» varias series de títulos de obras de diversión. Eran ediciones modestas, con fascículos de formato pequeño y portada de cartulina, probablemente baratos.

No sabemos a ciencia cierta qué motivo llevó a Djordje Popović a elegir «La española inglesa». Según Duško Vrtunski, traductor actual de las novelas, fue «probablemente por error», dado que las así llamadas «novelas idealistas» siempre habían tenido menos éxito que las «realistas»7. A estas alturas, sólo podemos vaticinar el por qué de esta elección: no hay manera de saber si Popović eligió la novela por un motivo particular o, al contrario, por razones banales (porque consiguió el libro, por ejemplo).

Sea como fuere, el estudio detenido del original y de la versión serbia revela que Popović se basó en un texto castellano, aunque no lo menciona ni en la portada ni en las preliminares del libro, como tampoco apunta el título de la obra ni el editor.

La versión de «La española inglesa» lleva el sello inconfundible de su traductor. La amplia cultura literaria de Popović y su dominio de la lengua clásica serbia se habían fundido en un estilo particular, románticamente pintoresco y opulento8. Unido a la historia de los amores de una doncella española con un hidalgo inglés y hábilmente trasladada al serbio, no podía sino tener éxito entre nuestros lectores de la última década del siglo XIX.

Con todo, comparada con el original y mirada bajo la lupa del analista, la traducción serbia de «La española inglesa» revela cierto número de imperfecciones que nos proponemos enumerar y analizar.

Hay que señalar de entrada que Djordje Popović era autodidacta y que no poseía conocimientos formales del español. Igual que muchos entusiastas del Quijote de la época, había estudiado castellano únicamente para poder traducir a Cervantes. Ya desde joven (con veintitantos años), había empezado la tarea de verter el Quijote al serbio: desalentado por las dificultades, desistía, luego cambiaba de opinión y seguía con su trabajo, y así repetidas veces9. Como traductor, Popović poseía experiencia y habilidad10, pero más que todo dedicación cervantina, lo que resultó decisivo para llevar la labor a cabo.

Está claro que la lengua de las Novelas es menos compleja que la del Quijote. El número reducido de refranes, de juegos de palabras y de metáforas complicadas, así como menos modismos y expresiones figuradas, cambios de registro lingüístico, el escaso número de nombres simbólicos y palabras culturales suponían menos dificultades para el traductor11. No obstante, Daničar falla: traduce erróneamente vocablos, frases y períodos, entiende mal ciertos pasajes, omite o añade palabras (expresiones o incluso oraciones), etc. Examinemos rápidamente algunos ejemplos.

Sin razón aparente, Popović traduce mal cierto número de palabras, frases y oraciones: para caja de lata dice «kutija od drveta»12 (es decir, caja de madera); convierte letra en «pismo»13 (*carta, en vez de rukopis), mesón en «kuća»14 (*casa, en vez de krčma) y sala en «trem»15 (*vestíbulo, en vez de odaja), etc. Alguno de estos vocablos/expresiones son típicos para el español áureo: desesperarse no significa «očajavati» (desesperar), sino, como es bien sabido, «suicidarse» (que en serbio vendría a ser ubiti se), discreta no es «retraída», sino lista, inteligente (razborita, mudra), así como, en el contexto, el sintagma valeroso caballero no significa «Hrabri viteže» sino «hrabri plemiću»16. Añadamos que aquí también, como posteriormente en el Quijote, Popović tiene dificultades para traducir correctamente el sustantivo polisémico razón y la expresión tener razón17.

En otras situaciones, parece que nuestro traductor ya no peca por incomprensión sino por descuido: sirva de ejemplo la frase habrá quince años, que él convierte en «habrá cinco años»18. Luego, en el caso de oraciones enteras o partes de oraciones mal entendidas, aducimos dos casos, señalando que son una veintena en el texto: [...] hizo que unos amigos le llevasen a caza -en vez de traducir correctamente, Popović dice «pozvao je u lov neke svoje prijatelje»19, lo que viene a ser «invitó a caza a unos amigos». O el ejemplo Yo imagino que debe de ser cosa hermosísima la guerra, pues aun entre mujeres parecen bien los hombres armados. -¿Y cómo si parecen?20, que vierte al serbio diciendo «[...] mislim, da će rat biti najlepša stvar, kad ljudi oružani dolaze i medju ženske. -A kako dolaze?»21.

Luego, igual que en el Quijote, Daničar traduce gran número de palabras y expresiones aproximadamente, como cuando para guardas dice «vojnike»22 (*soldados), cuando para un ministro de la reina dice «jedan služitelj kraljičin»23 (*un sirviente de la reina), o cuando para el sustantivo prisionera utiliza la palabra «robinja» (*esclava), en vez de «zatvorenica»24; lo que hace es reducir las palabras polisémicas a una acepción semántica, lo que, ciertamente, no dificulta la recepción de la traducción, pero supone un empobrecimiento del estilo cervantino, e incluso, a veces, un cambio de registro. Creemos que estos ejemplos revelan serias lagunas en el conocimiento del español de Popović.

Su traducción de «La española inglesa» tiene además otros defectos: la banalización de la expresión, el no respetar la sinonimia y la elipsis (que le confundían y que, hay que decirlo, no es siempre fácil conservar en la traducción), la omisión de juegos de palabras y de figuras retóricas favoritas del autor (paronomasia, aliteración, anáfora, rima en prosa, figura etimológica); a esto hay que añadir casos de traducción libre sin motivo aparente25. Muchas excelencias del estilo cervantino se fueron a perder en la versión serbia -hecho a menudo inevitable en el proceso de traducción, incluso sin tener que ver con la soltura del traductor, pero las soluciones literales, y los fallos, eso sí, se deben atribuir al conocimiento menguado del español de Popović.

Con todo, debemos subrayar que nuestro traductor, siguiendo de cerca el texto cervantino, consiguió dar vida a su espíritu y a su forma. Utilizó el mismo método que posteriormente en el Quijote: por un lado, notamos una orientación hacia la traducción literal, sin ninguna duda reflejo de la norma estética romántica, que aconsejaba respetar fielmente el original; por el otro, condicionado por su inseguridad, en muchas ocasiones se veía obligado de traducir más libremente. Pero, vista en su totalidad y dada la ausencia de tradición hispánica entre nosotros, así como los conocimientos hispánicos objetivamente limitados de Daničar, la traducción de «La española inglesa» es acertada. A pesar de los errores, la pluma de Popović consiguió trasponer la trama, el carácter de los personajes y el suspense de «La española inglesa».

Para ilustrarlo, diremos que esta versión viene a ser uno de esos viejos textos que cautivan por su tono ingenuo y su sabor arcaico y ameno. Nuestro traductor entendió el espíritu de la novela, supo manejar acertadamente vocablos y expresiones pintorescas, así como palabras de origen turco e italiano, que añaden colorido al texto. Asimismo, encontró buenas soluciones en la parte del léxico referente a títulos y costumbres de la corte, así como a términos marítimos, abundantes en la novela26. La transposición serbia de «La española inglesa» también resulta eficaz por algunas soluciones características del estilo Popović. Por ejemplo, a él debemos el tan típico y hasta ahora no superado hallazgo del adjetivo «nesravnjena», para designar la hermosura sin par (o la incomparable hermosura) de Isabela (y de Dulcinea, por supuesto)27*. Luego, sirva de ilustración de ello el fragmento en el que se describe la gallarda bizarría de Ricaredo: «Rikaredo je bio visok, plemenita lika i lepa stasa, te kad dodje u oklopu na grudima, sa naramenicama, okovratnikom, narukvicama i kuluč-kesom, sa milanskim pojasom izvezenim i pozlaćenim, vanredno se dopade svima, koji ga gledaše. Na glavi nije imao šlem, nego žućkast šešir sa širokim obodom i šarenim perjem, koji je po valonski na krivo metnuo bio; ma širok, bogate korice na maču, čakšire švicarska kroja. Ovako ukrašena i sa njegovim junačkim hodom nekoji ga sravnjivaše sa Martom, bogom rata, a drugi zaneti njegovom lepotom, rekoše da je kao Venera, koja se ovako prerušila, da bi neku šalu provela sa Martom»28.

De todas maneras, a Djordje Popović le pertenece el mérito de haber sido el pionero en presentar a los lectores serbios un cuento del autor del Quijote, en ese entonces conocido únicamente como padre de Alonso Quijano. Aunque quizás no acertó con la elección (pero esto es harto discutible), cumplió con lo que se proponían los editores con su «Biblioteca popular», y era la diversión del público.

La crítica no evaluó esta traducción: lo testimonia la ausencia total de juicios en la prensa de la época. Hay que decir que por estos años el amplio público ni siquiera había tenido la oportunidad de leer el Quijote en serbio, y menos aún de conocer otras obras de su autor. Y los lectores cultos, por su parte, se rendían sin excepción a los encantos de las aventuras del caballero manchego, ya desde mediados del siglo XIX (en versiones alemanas y francesas). En nuestro suelo era todavía demasiado temprano para la recepción de las novelas. Con su versión de «La española inglesa», Djordje Popović se había adelantado al «horizonte de expectativas» del público serbio, que todavía no estaba preparado para la recepción de esta obra. Conviene señalar también que el cuento serbio vivía entonces sus mejores días, y que sus modelos directos provenían de la literatura rusa. En este momento nuestro cuento había evolucionado tanto en la forma y la expresión que no necesitaba volver a los comienzos del género.

El interés por las Novelas ejemplares despertó tan sólo en el siglo XX. En este sentido, hubo dos hitos importantes: el primero fue la publicación de tres novelas, en 1938 por el sefardí Hajim Alkalaj29, y el segundo la versión integral (1981), de Duško Vrtunski30. La edición de 1938, reimpresa repetidas veces31 y muy leída, había merecido juicios elogiosos por parte de la crítica, dedicados juntamente al autor y al traductor32. Y parece que ése era el momento idóneo para la recepción de las novelas: familiarizado con el Quijote, el público erudito ya se sentía capaz de entender y valorar los demás títulos del alcalaíno. Tampoco hay que olvidar que en los años treinta del siglo pasado, cuando España era el centro de mira de toda Europa, el interés por su cultura y literatura en nuestro país era extraordinario. El número publicado de textos originales y de traducciones había experimentado un gran aumento.

Casi medio siglo después, al publicarse la traducción integral de las novelas33 (1981), la crítica no reaccionó: ya era demasiado tarde. Creemos que hay varias explicaciones para ello. Primero, el cuento como género (o sea «la novela» en el sentido que le da Cervantes) no tiene el prestigio de la novela larga y despierta mucho menos interés en la vida literaria. Segundo, el Quijote y los temas relacionados con él todavía seguían atrayendo la atención de los críticos. Y tercero, nuestra crítica no estaba preparada para interpretar las novelas cervantinas y evaluar su importancia para nuestra cultura. A lo que hay que añadir que, por supuesto, la época de su popularidad en Europa ya había pasado.

No obstante, y valorando la importancia de las novelas cervantinas para la literatura serbia, estamos persuadidos que ella no es vivencial, sino histórica; imprescindible en la base de nuestros conocimientos de Cervantes, lo es asimismo para la génesis y desarrollo del cuento europeo y mundial. Cervantes es en este sentido una figura clave, y, como dijo nuestro historiador de la literatura Radivoje Konstantinović...

Volviendo a Daničar, hay que decir que no perseveró en la tarea. Obviamente, la traducción del Quijote centró durante varias décadas todo su esfuerzo. Su aportación, no obstante las imperfecciones, no es pequeña. Fue el primero en presentar a los serbios una novela, y hay que subrayar que fue el primero en todo el ámbito de los eslavos del sur34.

En este sentido, nuestros hispanistas tienen el deber de elaborar una versión moderna, duradera, de las novelas cervantinas, en concordancia con las exigencias metodológicas y científicas de nuestro tiempo. Basándose, por supuesto, en lo que nos dejaron nuestros predecesores, entre los cuales Popović ocupa el puesto de honor.





 
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