51
emprender: en el sentido de aprehender, apresar, dominar.
52
Pseudo Dionisio, Los nombres de Dios IV, 13.
53
C. P. Thompson, Canciones en la noche. Estudio sobre san Juan de la Cruz, Madrid, 2002, p. 118.
54
Ibid., p. 119.
55
San Atanasio, De Incarnatione 45: PG 25.177. Cfr. San Agustín, Confesiones I, 2, 2.
56
San Gregorio
Magno, Moralia in
Job 1.10: PL 928. En términos parecidos se
pronunciaba un gran místico contemporáneo, el padre
Sofronio del Monte Athos, cuando preguntado por la posibilidad del
infierno, qué pasaría si alguien se negara a abrir su
corazón a ese amor que se le ofrece, respondió:
«Tenga por seguro que mientras haya
alguien en el infierno, Cristo está allí con
él»
(Cfr.
Archimandrita Sophrony, Ver a Dios como Él es.
Autobiografía espiritual. Salamanca. 2002).
57
Algunos
críticos han expresado sus reservas sobre este final del
poema. Margaret Wilson, aunque admite que el principio es
magnífico, afirma: «Es una lástima que acabe
tan falto de gracia». En concreto, nota una caída
después de la canción quinta: «La estrofa se torna pedestre y el simbolismo de
la fuente se reduce primero a una alegoría muy floja de la
formación de la Trinidad para vincularse luego con
dificultad a la idea de la presencia de Dios en el
Sacramento»
(M. Wilson, Saint John of the Cross: The Poems, Londres.
1975, pp. 35-36).
58
A este respecto
escribía Thomas Merton: «La
contemplación es la más alta expresión de la
vida intelectual y espiritual del hombre... La vívida
comprensión de que nuestra vida y nuestro ser proceden de
una Fuente invisible, trascendente e infinitamente abundante. La
contemplación es, por encima de todo, la conciencia de la
realidad de esa Fuente. Conocer la Fuente, oscura,
inexplicablemente, pero con una certidumbre que va más
allá de la razón y de la sencilla fe; es una especie
de visión espiritual..., que ve sin ver y conoce
sin conocer. Es una profundidad de fe más
honda»
(T. Merton. Nuevas semillas de
contemplación, Buenos Aires, 1963, p. 15).
59
D. Ynduráin, San Juan de la Cruz. Poesía, Madrid. 1983. p. 221.
60
C. P. Thompson,
o. c., p. 113, Convicción que vuelve a
repetir más adelante: «El poema
es una amalgama y reelaboración creativa donde la
búsqueda de Nicodemo por la noche se identifica con la sed
de la mujer junto al pozo, a las que ambos encuentran
solución en el pan de vida, que también es la luz del
mundo y el agua viva»
(p. 121). Y con la que concluye: «Así, pues, puede ser mejor considerarlo
como una meditación sobre el tercer y cuarto capítulo
del Evangelio según San Juan, presentado con
imaginación por el narrador en primera persona que adopta la
voz de Nicodemo y la mujer de Samaria»
(p. 124).