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II, 4.

 

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De l'esprit des lois, libro XXI, cap. II («De los pueblos de África»).

 

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Para formarse alguna idea de la opinión mayoritaria acerca de la libertad de los negros, sobre todo después de la década de 1791-1800, en que se produjo la «atroz revolución» de los de las Antillas francesas, basta con leer las 36 páginas, es decir, cuatro números sucesivos (XLIV a XLVII) del periódico Minerva de 3, 6, 10 y 13 jun. 1806. Esta desusadamente larga reseña de dos libros franceses traducidos al castellano -de la que se tienen que descontar cuatro páginas finales de críticas al «culteranismo moderno» de los traductores-, no era como para animar a los abolicionistas...

 

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J. Bordiga Grinstein (p. 221) interpreta algo torcidamente lo que digo a propósito de la «amazona» de las comedias heroicas en Teatro y sociedad..., p. 504, n. 28 de la p. ant., pensando que me refiero a una figura «[neoclásica]» Tiene la culpa de ello una errata de puntuación en mi texto, en que la frase viene a continuación de dos puntos, teniendo que ser punto y coma. La frase siguiente desvanece cualquier duda al respecto: se trata de la mujer varonil que tanto incomodaba en las tablas a los neoclásicos.

 

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Ms. 1-28-14. Empieza la copla: «Din, don, din, doy, / con la mandinga. / Din, don, din, doy, / vamo a cantal. / Din, don, din doy, / cantemo, zinga. / Din, don, din, doy, / pala aleglal. / Alza, Neglota...» (etc.). Lindo dibujo marginal (máscara, instrumentos músicos, partitura); otros hay, de carácter más bélico, al principio de cada acto.

 

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Cit. por Bordiga Grinstein, pp. 374-376.

 

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Acerca de la reforma y sus vicisitudes, véase el último capitulo de mi libro Sur la querelle du théâtre au temps de Leandro Fernández de Moratín (Burdeos, 1970), en el que dedico a este tema unas sesenta páginas, frente a las diez escasas que constituyen el «Epílogo» de Teatro y sociedad en el Madrid del siglo XVIII (seg. ed., M., Castalia, 1988).

 

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BMM, ms. 1-74-4. El «4» del año, con el trazo vertical rematado abajo por un ganchito hacia la izquierda como el de una jota, es rigurosamente idéntico, por ejemplo, al que se advierte en la numeración, «Lám. 4ª», del conocido grabado intitulado La Petrimetra en el Prado de Madrid (Museo Municipal, Madrid, IN 2316). Por otra parte, véase cómo formaba Pellicer un 5 en la censura de Las esclavas amazonas, de 2 de nov. de 1805 (BMM, 1-28-14; la fecha viene también con letras). Nota algo dicordante: Díez González, según Cotarelo, no murió hasta fines de julio de 1804, y, efectivamente, la orden, indudablemente reciente, del nombramiento de Casiano Pellicer en sustitución de su difunto antecesor se la comunica al subdelegado de teatros Fuerte Híjar el gobernador del Consejo el 3 de agosto de 1804 (AMMA, 3-470-8); pero bien pudo D. Santos renunciar su cargo algunos meses antes y hacer D. Casiano de censor interino durante unos meses: lo mismo hizo a principios de 1806 el catedrático Joaquín Ezquerra durante la enfermedad del propio Pellicer, a la sazón censor efectivo, hasta que, habiendo fallecido éste, se nombró a Manuel José Quintana (ibid.); Cambronero («Un censor de comedias...», Revista Contemporánea, CI, 1906), no se refiere al fallecimiento de Díez, pero éste firma en cambio hasta el 21 de febrero varios documentos redactados por un secretario (AMM, Ayunt., 3-400-7), declarándose «indispuesto» en el de 2 de enero. En cuanto al texto de la censura firmado por Pellicer en 1804, no es naturalmente de letra de D. Santos, sino de otra, más pequeña que la de la firma, si bien la tinta es idéntica. Tal vez lo redactase el secretario.

 

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Leandro Moratín sustituía la curva inferior de la cifra por un simple trazo rectilíneo, redondeando en cambio la parte superior, de manera que su «5» se parece al del documento puesto boca abajo.

 

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Apuntes para una biblioteca..., op. cit., pp. 451-452.