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La Fénix de Salamanca

Antonio Mira de Amescua



     [Nota preliminar: Edición digital a partir de Parte Tercera de Comedias de los mejores ingenios de España, Madrid, por Melchor Sánchez, 1653, ff. 157-180 y cotejada con la edición crítica de Ángel Valbuena Prat en Antonio Mira de Amescua, Teatro, II, Madrid, Espasa Calpe, 1957, pp. 1-126).

     Se pueden consultar las variantes anotadas por Ángel Valbuena Prat en la citada edición.]



                   PERSONAJES
 
DON GARCERÁN, caballero.
CONDE HORACIO.
DON BELTRÁN.
DON JUAN.
DOÑA MENCÍA.
LEONOR.
ALEJANDRA, dama.
LEONARDO, criado.
SOLANO, lacayo.
RIVERA.
OLIVERA.
RUGERO BAUTISTA.
DON TELLO.


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Jornada I

Sale DOÑA MENCÍA, y LEONOR, su criada, como capigorrón.
LEONOR    ¡Qué! ¿no estás desengañada?
DOÑA MENCÍA Es invencible mi amor;
no me fatigues, Leonor.
LEONOR Tu locura es extremada.
   Sin duda, doña Mencía,
según estas cosas van,
que ha de ser don Garcerán
Tu perdición y la mía.
   Seis meses ha que saliste
de Salamanca tras él,
y sin hallar rastro de él,
hasta Valencia corriste;
   y ¿agora quieres que esté
en Madrid? ¡qué desatino!
DOÑA MENCÍA ¡Ay dulce amiga! camino
tras los pasos de mi fe.
LEONOR    Pues ¿no has mil veces jurado
no tenerte obligación?
DOÑA MENCÍA Es verdad.
LEONOR                  ¿Qué es tu intención?
¿Qué te da pena y cuidado?
   Si te olvidó, ¿no es costumbre
de los hombres olvidar?
Si no tienes que llorar,
¿qué te ha de dar pesadumbre?
DOÑA MENCÍA    ¡Ay amiga! Mi inquietud
no tanto la causa amor,
cuanto el áspero rigor
de su fiera ingratitud.
   La noche que se partió
aquel crüel, mil amores
me dijo, que fueron flores
que su ausencia marchitó.
   Y aquella extraña mudanza
y no pensada partida
me trae y lleva perdida
tras una vana esperanza.
LEONOR    Pues advierte que este traje
tu pretensión no asegura;
medio más fácil procura,
no afrentes a tu linaje.
DOÑA MENCÍA    No hay, Leonor, dificultad,
de ese temor te retira;
que en la corte no se mira
con tanta curiosidad.
   Criado del gran Prior
que viene esta primavera y
he dicho que soy.
LEONOR                            Quimera
de tu loco y ciego amor.
DOÑA MENCÍA    Pues ¿quién ha de reparar
que soy mujer?
LEONOR                         Tu hermosura
lo dirá y mi desventura.
DOÑA MENCÍA (Aparte). Aquesta me ha de acabar
   Pues ¿no asegura a los dos
esta cruz y esta sotana?
LEONOR Sí, señora, que cristiana
soy, por la gracia de Dios;
   mas hay diablos alguaciles
que no se espantan de cruces,
que ven más entre dos luces
que los linces más sutiles;
   que, aunque te llames don Carlos,
nombre hueco y campanudo,
y yo Jaramillo el mudo,
no es fácil desengañarlos;
   que no ha de ser tu recato
tan grande, que alguna vez
no te miren a la nuez
y a los puntos del zapato,
   y echen de ver que eres macha,
y por la hebra el ovillo
saquen, y de Jaramillo
descubran también su tacha.
   Y en tal traje, esa cruz blanca
no es la que te ha de salvar,
aunque te quieras llamar
la Fénix de Salamanca;
   que a la visita primera,
sin tener duelo y clemencia,
un alcalde nos sentencia
a hilar en una galera.
   Tú, si algún tropiezo das,
como viuda varonil,
volveráste a tu monjil,
entera como te estás.
   Pero ¡ay de mí! mal pecado
si su cólera desfoga
la sala, y quiebra la soga
por mí, como más delgado.
   Mira que aquellos señores
sacan de la faltriquera
destierro, azotes, galera,
y aun dicen que son favores.
   Huyamos de la ocasión,
comámonos, de capones,
lo que han de comer soplones;
vámonos con bendición,
   porque yo querría llegar
a tálamo que bien cuadre,
si por ventura mi padre
me pretendiere casar.
DOÑA MENCÍA    ¡Qué terribles desatinos
estás diciendo!
LEONOR Señora,
todo sucede en una hora
por posadas y caminos.
Salen a la ventana ALEJANDRA y LEONARDO
LEONARDO. Mi señora, ¿no es gallardo
Don Carlos, nuestro vecino?
LEONOR Que nos miran imagino.
ALEJANDRA Tienes buen gusto, Leonardo;
   ¡qué bien que pisa y qué airoso!
¡qué bien hecho es, qué galán!
LEONOR Señora, mirando están.
DOÑA MENCÍA Calla, y miren.
ALEJANDRA                       ¡Qué gracioso!
   ¿Sabes quién es?
LEONARDO                               Caballero,
y del Piamonte.
LEONOR                         Repara
que te miran.
ALEJANDRA                     Gentil cara.
LEONOR Háblale, que estás grosero.
ALEJANDRA    Hombre será principal.
LEONARDO El hábito lo confirma,
y tu buen gusto me afirma
que no te parece mal.
ALEJANDRA    Es así, mas aunque fuera
un ángel, lo que poseo
en tanto estimo, que feo
y tosco me pareciera;
   porque no hay comparación,
si está de por medio el conde.
LEONARDO Y él también te corresponde
con igual estimación.
ALEJANDRA    ¿Ha venido el coche?
LFONAR.                                     Sí.
DOÑA MENCÍA Si respondiera que no,
al sol le pidiera yo
prestado el suyo.
LEONOR                           Eso sí.
Muy bien empiezas, señor;
habla con argentería.
ALEJANDRA El coche del sol sería
para mí grande favor.
DOÑA MENCÍA    ¿Queréisle? Que cuando el sol
prestado no me lo diera,
en medio de su carrera
se le quitara.
ALEJANDRA                     Español
y bizarro encarecer.
DOÑA MENCÍA Que también los extranjeros
tienen aquestos aceros.
ALEJANDRA Muy bien se os echa de ver;
mas fuera temeridad
meteros en tanto aprieto.
DOÑA MENCÍA Vence tan alto sujeto
la mayor dificultad.
LEONARDO    Mira que es tarde, señora.
DOÑA MENCÍA ¿Dónde vais?
ALEJANDRA                      Al campo salgo.
DOÑA MENCÍA En vos veo, a fe de hidalgo,
lo que del campo enamora,
   y agraviaisos si decís
que salís al campo.
ALEJANDRA                              ¿En qué?
DOÑA MENCÍA Alejandra, ¿no se ve
que fuera de vos salís?
   Porque las perlas hermosas
que el alba vierte en las flores,
y matizados colores
de sus mejillas de rosas,
   viento sutil y amoroso,
fuentes que risa y cristal
vierten por el arenal
argentado y espacioso;
   todo lo ve quien repara
en tan divina pintura,
que del campo en la hermosura
es copia de vuestra cara;
   y así, no tenéis, por Dios,
a qué salir ni a qué iros,
que no hay para divertiros
más que miraros a vos.
LEONARDO    A fe, que es gallardo mozo;
¡Qué bien que cerró el conceto!
ALEJANDRA ¡Qué vecino tan discreto!
LEONARDO ¿Qué hará si le crece el bozo?
ALEJANDRA    Deseo con más espacio,
señor don Carlos, gozar
de vuestro pico.
LEONARDO                          Picar
queréis en el pobre Horacio.
DOÑA MENCÍA    Cuando fuéredes servida;
que cerca está la posada.
ALEJANDRA Adiós.
DOÑA MENCÍA            Ella va picada.
LEONOR Tú ¿cómo quedas?
DOÑA MENCÍA                              Perdida.
Quítase de la ventana ALEJANDRA, salen el capitán, DON BELTRÁN y DON JUAN.
DON BELTRÁN    Éste don Carlos, don Juan,
¿es fraile o es caballero?
LEONOR No hagas la calle terrero;
que viene allí el capitán.
DON JUAN    Caballero y principal,
según estoy informado,
que pasa a Malta, y criado
del gran Prior.
Hablan de oído LEONOR y MENCÍA.
LEONOR                       No hagas tal,
que es el viejo mal sufrido
y se pica de valiente;
del pie te mira a la frente.
DOÑA MENCÍA Vamos; que me han conocido.
Vanse todos, menos DON BELTRÁN y DON JUAN.
DON BELTRÁN    Hablarle quiero.
DON JUAN                             Sería,
si no hay otro fundamento,
notable deslumbramiento;
sosegaos, por vida mía.
DON BELTRÁN    ¿Qué fundamento mayor
queréis, don Juan, que encontralle
cada día en esta calle?
DON JUAN No hay sin celos firme amor.
   Si el encontrar cada día
a don Carlos os enfada,
¿qué he de hacer, si su posada
tiene enfrente de la mía?
   Celos tuvisteis ayer
del conde Horacio, y cuidado
hoy, capitán, os ha dado
don Carlos; puede temer
   que también de mí mañana
tendréis sospecha y temor.
Con tantos celos y amor
os adorará mi hermana.
DON BELTRÁN    Mientras que la posesión
no tiene el galán que ama,
señor don Juan, de su dama,
no halla alivio su pasión.
   Y así, en tanto que no sea
Alejandra mi mujer,
no dejaré de tener
celos de quien la pasea.
DON JUAN    Nadie, don Beltrán, festeja
su calle ni su ventana,
ni a ningún hombre mi hermana
silla ha dado ni ha hecho reja;
   que su honrado nacimiento,
recato y honestidad
refrena la libertad
y acobarda el pensamiento;
   porque no hubiera señor,
por grave y rico que fuera,
que a raya no le tuviera
su honestidad y valor.
   Y es demasiado reñir
si sale en coche o si no,
dónde va, quién se lo dio,
y del bien y el mal gruñir.
   Mas creo que brevemente
vendrá la dispensación,
con que vuestro corazón
se asegure fácilmente,
   y una vez que estéis casado,
como dueño de mi hermana,
tapiad la puerta y ventana,
no la dejéis ir al Prado;
   no salga en silla o en coche,
a ver madre, abuela o tía,
tenedla en prensa de día,
y en una estufa de noche;
   y como tío y cuñado,
capitán, me perdonad;
que el amor y la amistad
esta licencia me ha dado;
   y si os queréis divertir
y gozar del fresco un rato,
vamos al Prado.
DON BELTRÁN (Aparte) ¡Qué ingrato
tanto amor me ha de salir!
DON JUAN    ¿No venís? (Vase).
DON BELTRÁN                     Ya voy tras vos.
Poneos a caballo luego;
mas este celoso fuego
tengo de apagar, por Dios;
   que, quitada la ocasión,
menos el daño amenaza;
ya se me ofrece una traza,
pondréla en ejecución;
   que, si puedo, aquesta noche
ha de dejar la posada
don Carlos desocupada,
aunque yo vele y trasnoche
   que el huésped es conocido,
y el dinero poderoso,
y un hombre, si está celoso,
hará lo que un ofendido. (Vase).
Salen DON GARCERÁN, de camino, y SOLANO, lacayo, también de camino.
DON GARCERÁN    ¿Dónde tomaste posada?
SOLANO Junto al Carmen.
DON GARCERÁN                           ¿Preveniste
la cena?
SOLANO              Sí.
DON GARCERÁN                  ¿Qué trujiste?
SOLANO Un capón y una empanada;
dos perdices...
DON GARCERÁN                        Bien las como.
SOLANO Medio cabrito extremado,
dos gazapos...
DON GARCERÁN                       Regalado
plato.
SOLANO          ¡Tienen tanto lomo!
Un gigote de carnero...
DON GARCERÁN Si está manido, no es malo.
SOLANO Un jamón...
DON GARCERÁN                   Gentil regalo;
has hecho buen despensero.
SOLANO    De clarete y moscatel,
tres azumbres; que sin vino
está en la mesa el tocino
como cautivo en Argel.
DON GARCERÁN    Yo tengo bien qué cenar.
SOLANO ¿Que es buena cena?
DON GARCERÁN                                  Extremada.
SOLANO Pues ven, la verá pintada,
que no hay más que desear,
   en esta calle primera;
que parece que el pintor
dio a los gazapos primor
y sazón a la ternera.
   ¿No me dirás, por tu vida,
qué bolsón diste, a Solano
para cine te tenga, ufano,
mesa y cama prevenida?
DON GARCERÁN    Luego, ¿no tienes dineros?
SOLANO ¿De qué los he de tener,
Garcerán, si desde ayer
estamos los dos en cueros?
DON GARCERÁN    ¿No te di trescientos reales
en Valencia?
SOLANO                     No lo niego;
mas oye la cuenta, y lego
podrás ver si están cabales.
(Saca un papel de cuenta).
   «Cuenta de lo que Solano
ha gastado en el camino».
DON GARCERÁN Y dala también del vino.
SOLANO A fe que está en buena mano.
   Sesenta reales gasté
en la maleta y cojín;
por dos mulas di a Machín
noventa, y me vine a pie.
   Ves, ahí tienes la mitad;
item veinte que perdiste,
y dos que a una moza diste,
que tuvo necesidad.
   Ciento en comida y posada
desde Valencia hasta aquí,
diez y ocho que bebí
de vino en esta jornada.
   ¿Cuántos faltan, si has contado,
para los trescientos?
DON GARCERÁN                                Treinta.
SOLANO ¿Justos?
DON GARCERÁN              Justos.
SOLANO En la cuenta
estoy, por Dios, engañado;
   que treinta menos cuartillo
al huésped di de señal,
mas por falta de orinal,
me acuerdo, compré un jarrillo,
   y con aquesta partida
están los treinta cabales;
mira tus trescientos reales,
y la cuenta concluida.
DON GARCERÁN    Toma, vende esta cadena.
SOLANO Del dinero, ¿qué has de hacer?
DON GARCERÁN Mientras negocio, comer.
SOLANO ¿Comer dices? Bien me suena;
   mas, gastada, ayunaremos
al traspaso cada día.
Señor, ¿qué estrella te guía,
que tan mal viaje traemos?
   ¿Qué pretendes?
DON GARCERÁN                              Irme a Flandes
con un entretenimiento,
y entre tanto hacer asiento
con uno de aquestos grandes.
SOLANO ¡Qué! ¿quieres servir?
DON GARCERÁN                                   Solano,
el que no sirve no medra;
de un olmo quiero ser hiedra
para que me dé la mano.
   Con el de Pastrana o Feria
pienso tratallo mañana.
SOLANO Con el de Feria o Pastrana
repararás tu miseria;
   que, como grandes señores,
no harán las cosas pequeñas.
Apostaré que te sueñas
general, con sus favores.
DON GARCERÁN    Mal estás con el servir.
SOLANO Pues, ¿no quieres que esté mal?
Servir, señor, a su igual,
es, don Garcerán, vivir,
   y no a un señor soberano,
que has de estar delante de él,
como el ángel san Gabriel,
con el sombrero en la mano;
   y si llama, con más olas
ha de ser que tiene el mar.
Sin servir puedes pasar;
ándate, señor, a solas,
   y si no, vuelve los ojos
aquella Fénix divina.
Deja la corte, camina,
concilia tantos enojos,
   da la vuelta a Salamanca,
que allí está doña Mencía;
ya conoces su hidalguía,
voluntad segura y franca.
   Viudo estás, no hay qué temer;
resuélvete, Garcerán;
que allí esperándote están
con hacienda y con mujer.
   Mas cuando della me acuerdo,
y de tu fiera mudanza,
mi imaginada esperanza,
como los sentidos, pierdo.
DON GARCERÁN    Dices bien, que fue rigor,
mas no lo puedo excusar;
que dejarla fue estimar,
como era justo, su honor.
SOLANO    Pues decirle a la partida:
«quedad con Dios», ¿qué importaba?
DON GARCERÁN Deja esta materia, acaba.-
¡Ay, ausente de mi vida!
SOLANO ¿Hay intervalos, señor?
¿Qué discurres o qué sientes?
DON GARCERÁN Memoria, no me atormentes
con tan extraño rigor.
SOLANO ¿Date la vida cuidado?
DON GARCERÁN Y aun acabarme podría.
SOLANO ¡Necedad! Toma alegría;
mira este famoso Prado,
   esta mezcla de colores
en jardines diferentes,
bullir y saltar las fuentes,
reír y alegrar las flores.
   Los varios, coches que en tropa
discurren el alameda,
que, hiriendo el viento en la seda,
caminan con viento en popa;
   las damas que a los estribos,
con su donaire español,
salen, dando luz al sol,
como a su gala cautivos;
   esta confusión, que espanta,
y esta grandeza, que admira,
de tanta verdad mentira,
que se celebra y se canta;
   de tanto amor sin amor,
de tanta gente perdida,
de tanta bárbara vida,
de tanto gentil señor;
   de tanto a pie caballero
que se ve y se disimula,
de tanto bonete , mula,
de tanto mulo y sombrero;
   de tanto ciego con vista,
de tanto malo buen hombre,
de tanto sabio sin nombre,
de tanto loco alquimista;
   de tanto ingenio abatido,
de tanto necio encumbrado,
de tanto ingrato, olvidado
del favor que ha recibido;
   de tanta dama pelota,
de tanto galán pelote,
que se viste y come a escote
de lo que la pobre escota.
DON GARCERÁN    ¿Has de hablar hasta mañana?
SOLANO Mucho la ocasión provoca;
por Dios, que me iba de boca,
y hablaba de buena gana.
DON GARCERÁN    Retírate aquí, Solano;
veremos pasar la gente.

Apártanse a un lado y salen el CONDE HORACIO, RUGERO, criado, y ALEJANDRA.

HORACIO Fresco está el Prado.
ALEJANDRA                                  Excelente.
HORACIO Lindo sitio.
DON GARCERÁN                  Y linda mano,
gentil mujer.
SOLANO                    Por mi fe,
que es buena ropa.
HORACIO                              Rugero,
avisarás al cochero
que dé la vuelta.
RUGERO                          Sí haré. (Vase).
ALEJANDRA    Entrarme en él es mejor;
que apearme ha sido exceso,
y temo algún ruin suceso.
Hacedle llegar, señor;
   no quiera mi desventura
traer por aquí a mi hermano.
DON GARCERÁN Gallarda mujer, Solano.
SOLANO ¿Hay ya nueva picadura?
   ¿Hirióte con ballestilla
el dios ciego y herrador?
HORACIO Mi bien, aqueste temor
con razón me maravilla;
   ¿Tan poco mi fe te debe,
que un flaco temor te impide?
ALEJANDRA ¿Flaco te parece? Mide
con mi amor tu gusto breve;
   verás, conde, si es razón
que tema, como mujer,
lo que puede suceder
en semejante ocasión.
   Don Beltrán anda celoso,
don Juan no sospecha en vano,
y si es el uno mi hermano,
el otro se llama esposo.
   No quieras paguen mis ojos
lo que han de sentir perderte.
¡Ay Dios, qué trance tan fuerte!
¡Qué ciertos son mis enojos!
   Muerta soy, conde.
HORACIO                                  ¿Qué viste?
ALEJANDRA A mi hermano y don Beltrán.
HORACIO ¡Bravo temor! ¿Dónde están?
ALEJANDRA Hacia acá vienen; ¡ay triste!
   Perdida soy; negra noche,
apresura tu carrera.
¡Ay Dios! si el coche viniera.
Sale RUGERO
Aquí está, Alejandra, el coche.
HORACIO    Repórtate.
ALEJANDRA                     No es posible;
que temo ser conocida.
HORACIO Toma el coche.
ALEJANDRA                         Estoy perdida. (Vase).
HORACIO Y de cobarde, terrible.
SOLANO    Ya toma el coche.
DON GARCERÁN                                Turbada
parece que va; cayó.
SOLANO ¡No estuviera cerca yo!
¡Bien vestida está y calzada!
DON GARCERÁN    ¿Qué viste?
SOLANO                      Lo que encender
pudiera un mármol: manteo
que lo guarneció el deseo,
que no hay más que encarecer;
   algo de la media y pie,
que con un zapato justo,
parece que brinda al gusto
para descalzarle, a fe.
   Mas parecióme tener
una falta, y no lo es;
que tener grandes los pies
es sobra en una mujer.
HORACIO    En qué extraña confusión
estoy metido, que veo
a riesgo lo que deseo,
y en la mano la ocasión.
   Si voy con ella, destruyo
su opinión; y si me quedo,
a ley de quien soy, no puedo
excusar lo que rehuyo.
   Si el coche ven, por las pías
han de conocer su dueño;
en grave ocasión me empeño;
desdichas son estas mías.
   ¡Qué sólo que me han dejado
mis criados! Ni un amigo
de los que comen conmigo
no descubro en todo el Prado;
   Pero allí está de camino
un hombre, a lo que parece;
que en él cielo me ofrece
todo mi bien, imagino.-
   ¿Caballero?
SOLANO                       ¿A quién, señor,
llamáis?
HORACIO             A los dos.
SOLANO                             Decí:
«¡Ah caballeros!» que así
os responderán mejor.
DON GARCERÁN    ¿No callarás, majadero?-
¿Qué manda vuesa mercé?
HORACIO En vuestro talle se ve
que sois noble caballero.
DON GARCERÁN    Si importa serlo, señor,
para serviros, yo he sido
desgraciado, aunque he tenido,
siendo humilde, algún valor;
   y si con él puedo y valgo,
me podéis, señor, mandar,
y de mí os asegurar
como del mejor hidalgo.
HORACIO    De que lo sois, muestra clara
me da vuestra gentileza,
porque se ve la nobleza
en el lenguaje y la cara;
   pero, porque cierta dama
de prendas y de valor,
con la tardanza, su honor
se aventura y se disfama,
   no quiero el tiempo gastar
en ofrecimientos vanos;
que con términos más llanos
la merced pienso pagar.
   Sólo os suplico, entre tanto
que pongo a salvo aquel coche,
si ya no quiere la noche
encubrirle con su manto.
   detengáis dos caballeros
que por aquí han de pasar,
sin que déis, señor, jugar
a desnudar los aceros.
   El uno es mozo y galán,
y el otro, aunque cano y viejo,
es su brío y su despejo
de un valiente capitán.
   Plumas trae negras, y espada
guarnecida de ataujía;
si erráis las señas sería
perderme en esta jornada.
DON GARCERÁN    No tenéis más que informarme.
Seguid el coche, señor;
que en ocasiones de honor
sé muy bien aventurarme.
   Las señas son conocidas;
bien podéis, señor, partir;
que aquí están para os servir
dos espadas y dos vidas.
HORACIO    Bésoos las manos mil veces
por la merced que me hacéis.
Cielos amigos, seréis
de aquesta amistad jueces. (Vase HORACIO).
DON GARCERÁN    ¿Dónde vas tú?
SOLANO                            A detener
las mulas en que venimos,
aunque al paso que trajimos
postas serán menester.
DON GARCERÁN    ¿Para qué son postas, loco?
SOLANO Mal discurres, Garcerán.
DON GARCERÁN Presto vaguidos te dan.
SOLANO Siempre me estimas en poco;
mas hazme un placer, señor,
de admitir lo que imagino;
que el consejo tras el vino
no suele ser el peor.
   Sin saber quién es el hombre
que de aquí partió ligero,
sin informarte primero
de su calidad y nombre,
   te has empeñado a estorbar
a dos hombres este paso,
ves aquí que paso a paso,
llegan y quieren pasar.
   ¿Qué has de hacer, si su porfía
fuese tan grande, en rigor,
que juzgasen por temor
hablarles con cortesía?
   ¿No es lance, no es ocasión
para venir a las manos,
si son los dos cortesanos,
y tú de buena opinión?
   Pues si reñimos, hay vidas
para este acero sangriento;
y en tal caso es de momento
tener postas prevenidas.
DON GARCERÁN    Has discurrido, Solano,
con el temor, altamente;
siempre el cobarde es prudente.
SOLANO Como el atrevido insano.
DON GARCERÁN    No tienes que prevenir
ni de qué tener temor;
que el cielo lo hará mejor
que tú lo sepas pedir.
   Y si los dos que recelas
acertaren a pasar,
huir podrás sin matar,
pues no te faltan espuelas,
   que yo tengo de acudir
a quien estoy obligado;
que la palabra que he dado,
fue de esperar, no de huir.
   Y cuando hacer bien se ofrece,
sin saber a quién se hace,
es lo que más satisface;
que aquello más se agradece.
SOLANO    Bien dices; mas digo mal,
en saber si cena a oscuras
éste por quien te aventuras,
con un cirio pascual;
   Si es merced o tú ni vos,
señoría o excelencia,
por quien se pueda en conciencia
reñir y matar a dos;
   que sería gran desastre
ser este tal hidalgote
un escudero guisote
o por gran ventura un sastre.
DON GARCERÁN    Sin duda que es caballero.
SOLANO ¿Caballero? ¿En qué lo vistes?
DON GARCERÁN ¿Los guantes de ámbar no olistes?
SOLANO ¿No podría ser guantero?
DON GARCERÁN    Espera; que aquestos son.
SOLANO Tentemos la de Bilbao;
aunque estuviera en el Grao
mejor que en esta ocasión.
Salen el capitán y DON JUAN
DON JUAN    No ha de encubrirles la noche
la libertad de los dos.
DON BELTRÁN Aguijemos; que, por Dios,
que van juntos en el coche.
DON JUAN    ¿No tomaremos razón
si han pasado por aquí?
DON BELTRÁN ¿Qué hay que tomar? Yo los vi.
DON JUAN Ciega mucho la pasión;
informémonos primero.
DON BELTRÁN ¡Qué flema tenéis extraña!
¡Oh! ¡Nunca viniera a España!
Informaos pues.
DON JUAN                          Caballero,
¿ha rato que estáis, aquí?
DON GARCERÁN Toda esta tarde.
DON JUAN                          ¿Ha pasado
por aquí un coche encarnado?
DON GARCERÁN Un coche no, coches sí.
DON BELTRÁN De éste tiran cuatro pías,
que gobiernan dos cocheros.
SOLANO ¿Llevan libreas?
DON JUAN                          Vaqueros
azules.
SOLANO            Habrá diez días
   que ese coche vi en Valencia,
y en él al Virrey, por Dios.
DON BELTRÁN No hablan, lacayo, con vos.
SOLANO Lacayo, con reverencia.
DON JUAN    No seáis hablador, hermano;
que no venimos de humor.
DON GARCERÁN Que éste es un loco, señor.-
¿Que no has de callar, Solano?-
   Aunque he visto con cuidado
y admiración juntamente
aqueste Prado excelente
y los coches que han pasado,
   no he visto por él pasar,
ni atravesar la carrera,
el que decís; yo quisiera...
DON BELTRÁN Que no hay que nos informar;
   que por aquí fue, y la vuelta
tornó hacia Atocha, don Juan.
SOLANO (Aparte) ¿Don tenemos?
DON JUAN                         Don Beltrán...
SOLANO ¿Otro don más? Que hay revuelta...
DON JUAN    Seguidme.
DON GARCERÁN                    Será cansaros;
mas si buscarle os importa,
por otra senda más corta
que vais, he de suplicaros;
   que allí delante, un amigo
está hablando con su dama,
y importa mucho a su fama
no tener ningún testigo.
   Hacedlo, por vida mía,
que en la corte a un forastero
hacer suele el caballero
amistad y cortesía.
DON BELTRÁN    Ya fuera mucho trabajo
y notable desatino
dejar el cierto camino
por buscar incierto atajo;
   que para quien va de prisa
es demasiado rodeo.
DON GARCERÁN No hay duda, sino que creo
que la ocasión es precisa;
   mas córreme a mí mayor
obligación y cuidado,
si un amigo me ha dejado
encomendado su honor.
   Halle esta vez a los dos
gentileza y cortesía,
porque, si pasáis, sería
descomponerme, por Dios;
   que la mujer es honrada
y el amigo conocido,
y por ventura habrá sido
forzosa la retirada.
DON BELTRÁN    Impórtanos conocer
quién va en aquel coche.
DON GARCERÁN                                       A mí
que no paséis por aquí.
DON BELTRÁN ¿Cómo no?
DON GARCERÁN                   Aquesto ha de ser.
(Meten mano).
SOLANO Antes que acuda al reclamo
del chas, chas, alguna gente,
guardaré, como valiente,
las espaldas a mi amo.
Salen DOÑA MENCÍA y LEONOR en el hábito dicho y ponen mano, y favorecen a GARCERÁN.
LEONOR    Cuchilladas son; acude.
DOÑA MENCÍA Paréncenme forasteros;
aguija.- Paz, caballeros,
paz digo, y nadie se mude.
DON BELTRÁN Retirémonos, don Juan.
Vanse el capitán y DON JUAN
DOÑA MENCÍA Mucha merced me haréis.
(Aparte). Ojos, ¿qué es esto que veis?
¿No es éste don Garcerán?
   ¿No es éste el ingrato? ¡Cielos!
SOLANO Yo he andado como un león.
DOÑA MENCÍA (Aparte). (Saber quiero la cuestión,
y ¡ay de mí, si fue por celos!)
   ¿Por qué ha sido la pendencia,
podremos saber, hidalgo?
Que aventurar lo que valgo
obliga vuestra presencia.
DON GARCERÁN    Agradezco ese favor
corno venido del cielo:
que pocas veces da el suelo
tanta hermosura y valor.
   Pero si gustáis saber
la causa de esta quistión,
fue cumplir mi obligación
y amparar una mujer.
DOÑA MENCÍA    Bien ha sucedido. Aquí
me esperad; que no es razón,
si aquesa fue la ocasión,
se quede el negocio ansí.
DON GARCERÁN    Aquí os espero.
DOÑA MENCÍA (Aparte).             Leonor
no te apartes de su lado.
LEONOR ¿Importa?
DOÑA MENCÍA                 Ser mi cuidado
y mi tormento mayor.
Vase MENCÍA y sale el CONDE HORACIO.
HORACIO    tarde.
SOLANO                           La tormenta,
gracias a Dios que ha pasado.
HORACIO ¡Oh! ¡Nunca ciñera al lado
espada que así me afrenta!
   ¿Qué ha sido aquesto, señor?
DON GARCERÁN Lo que no pude excusar.
HORACIO ¿A quién tengo de pagar
tanta merced y favor?
SOLANO    A mí, y es bien que celebres
mi valor; que los hidalgos
corrieron, como los galgos
suelen correr tras las liebres.
DON GARCERÁN    Óyete, loco, no afrentes;
sus espadas sin respeto;
que anduvieron, os prometo,
bizarros como valientes.
HORACIO    En todo sois extremado
con superior excelencia;
que el valor y la prudencia
veo en vos en igual grado.
   Decidme, si sois servido,
vuestro nombre y calidad;
que una perfecta amistad
en veros me he prometido;
   que con hacienda y persona
os he de servir, señor;
halle en vos este favor
el conde Horacio Colona.
DON GARCERÁN    Perdone vueseñoría
si en algo he andado grosero;
que erré, como forastero.
HORACIO Sois la misma cortesía.
SOLANO    Vueseñoría perdone
mi mala imaginación,
y también, con el perdón,
alguna gracia me done;
   que, si va a decir verdad,
creí que era en el olor
portugués perfumador
o hombre de esta calidad.
DON GARCERÁN    Conozca vueseñoría
a Solano, mi criado,
por un hombre en quien no ha entrado
pesar ni melancolía.
Sale DOÑA MENCÍA
DOÑA MENCÍA Esto está hecho, señor;
la mano me dad de amigo
de aquellos hidalgos.
DON GARCERÁN                                 Digo
que les soy su servidor.
SOLANO Luego, ¿yo matarlos puedo
si los encuentro?
DOÑA MENCÍA                           También
me dad la vuestra.
SOLANO                             Está bien.
DON GARCERÁN Valiente estás.
SOLANO              Todo es miedo.
HORACIO    Decidme, y no os divirtáis,
lo que os tengo suplicado.
DOÑA MENCÍA Si es secreto, aquí apartado
estaré.
HORACIO           Muy bien estáis.
   Débole vida y honor
a este noble caballero,
soy agradecido, y quiero
saber de quién soy deudor.
DOÑA MENCÍA    El conde pide razón,
y que el propio gusto tengo
os prometo y prevengo
mayor o igual atención.
DON GARCERÁN    Haré lo que me pedís;
que obligación es forzosa,
si vida tan prodigiosa
con piedad y gusto oís.
   Mi nombre es don Garcerán
Cavanillas y Torrellas,
apellidos de mis padres,
don Vicente y doña Greída.
Segundo fui de mi casa,
y como el amor heredan
los segundos de los padres,
y los mayores la hacienda,
mientras que vivieron fui
el alivio de sus penas
el querido mayorazgo,
su alma y su vida mesma.
En medio de sus regalos
y mi mocedad inquieta,
vino a Valencia una dama,
con sus padres, desde Huesca.
Gente de mediano estado,
que entre las demás, plebeya
ya la patricia, tenía
buen lugar por su llaneza.
Vila, parecióme bien,
visité su casa, améla
tanto, que creció el amor
hasta casarme con ella.
Sentidos mis padres de ello,
retiráronse a una aldea,
donde acabaron sus días
de vejez y de tristeza.
Quedé sin ellos, cargado
de obligaciones y deudas,
con un enemigo hermano,
con una mujer a cuestas;
encontrado con mis deudos,
con los suyos en contienda,
porque les pido y se excusan,
porque les hablo y me niegan;
hasta que, de lastimados,
mis deudos mi vida ordenan,
mis alimentos componen
y mis trampillas conciertan.
Quisieron que prosiguiese
en la ocupación primera;
que acabase mis estudios,
cosa para mí bien recia;
que, graduado, podría,
con mi calidad y letras,
su majestad ocuparme
en una de sus audiencias.
Resolverme fue forzoso,
y dejando en orden puesta
mi casa, y a mi mujer
recogida en Santa Tecla,
partí para Salamanca,
y dándome alguna priesa,
llegué, día de San Lucas,
a aquella insigne academia;
tomé casa y compañía,
que me la hicieron muy buena
dos caballeros hermanos,
naturales de Plasencia.
Empecé a estudiar con gana,
y mis trabajos lucieran,
si catedrático amor
de ostentación no leyera
la materia de Arte amandi,
tan llena de sutilezas,
que hube menester pasante
para mejor entendella.
Ofrecióse la ocasión,
y un día que a San Esteban
salí...
DOÑA MENCÍA         ¡Ay de mí! Leonor,
que aquí mi historia comienza.
LEONOR ¿Qué historia o qué calabaza?
DOÑA MENCÍA Luego ¿no has estado atenta
a lo que dice ese ingrato?
LEONOR Si estado, y soy una bestia.
¿Garcerán es éste?
DOÑA MENCÍA Sí,
     calla.
LEONOR Callará mi lengua.
¡Pues!, ¿por un hombre casado
andamos de venta en venta?
DOÑA MENCÍA ¿Qué quieres? No lo sabía.
HORACIO Pensamientos no os diviertan;
pasa adelante.
DOÑA MENCÍA                       Señor,
no os quedéis en San Esteban.
DON GARCERÁN Digo que vi una mujer,
viuda, hermosa y bella
más que el sol y que los cielos;
mas no quiero encarecella,
que todo será afilar
la espada que me degüella,
y despertar la memoria
que me aflige y atormenta.
Sólo diré que venía
en un coche con dos dueños,
tocada de honestidad
y vestida de vergüenza.
Apeóse y oyó misa,
y aquel rato que en la iglesia
estuvo, me vi en la gloria,
gozando de su presencia
Volvió a ponerse en su coche,
y yo, que estaba a la puerta,
al pasar, todo turbado,
la hice una reverencia.
Miróme, y hizo lo mismo,
fuese, y dejóme en tinieblas,
naciendo de aquestas vistas
mi cuidado y su querella.
Hasta llegar a su casa
la seguí, supe quién era,
con que se aumentó el deseo
de mi temeraria empresa;
que fijé casada esta dama
con un tal don Saavedra,
que de un choque de un caballo
murió, entrando en unas fiestas;
y tan principal señora,
que de Guzmán y Fonseca
tenía la mejor sangre,
y más de seis mil de renta.
Con estas partes divinas,
otras le dio el cielo, anejas
su mucha calidad,
tanto, que, por excelencia,
como a otra Safos un tiempo
la llamó el milagro Grecia,
LA FÉNIX DE SALAMANCA
llamaban todos a ésta.
Procuré hablarla y servir
mujer de partes tan bellas,
sin que pasase mi amo
los límites de quien era.
Diome el tiempo la ocasión,
la ocasión su corta greña;
asila, y entré en su casa;
con mi término agradéla.
Querer decir sus favores
será contar las estrellas.
DOÑA MENCÍA (Aparte). ¡Ay de mí, si este villano
se atreve a mi fama honesta;
que si de lo que no hizo
se alaba, esta daga fiera
le sacará el corazón,
y haré que rabiando muera!
DON GARCERÁN Mas pongo al cielo testigo
que fue con tanta limpieza,
que no la toqué una mano.
DOÑA MENCÍA (Aparte). ¡Ay Garcerán! bien pudieras
Hoy mi vida te consagro,
y mil, si tantas tuviera;
y ¿qué mujer no da el alma
a un hombre de buena lengua?
DON GARCERÁN Creció con el largo trato
nuestro amor, de tal manera,
que era mi alma una Troya,
y la suya otra Aquileya.
Por mancebo me tenía,
y persuadirse pudiera;
que casados estudiante
muy pocas veces se encuentran.
Enternecióme su engaño,
y lastimóme la afrenta
que de ofendella y burlalla
a su honor venir pudiera;
y así, resuelto a morir
a las manos de la ausencia,
que no a ofender el cabello
más corto de su cabeza,
a la ocasión di de mano,
vencí mi propia flaqueza,
dejé libros, cartapacios,
amigos, ciudad y escuelas;
y sin hablarla palabra
ni escribir sólo una letra,
sólo con este criado
a mi casa di la vuelta.
Turbóse mi fiero hermano,
cayó mi mujer enferma;
que aparecerse así, acaso
sangre y corazón altera.
Sintió en mis ojos la causa,
y crecieron las sospechas
de mi amor, su enfermedad,
v acabó con su carrera.
Lloré su muerte temprana;
que no hay vida tan entera,
que no la consuman celos
y que no la acaben penas.
Vïudo, quise partirme
a Salamanca, y lo hiciera,
que la fe me aseguraba
de aquella adorada prenda,
si un amigo con quien tuve
alguna correspondencia,
que trataba de casarse,
por cierto no me escribiera.
Di crédito a sus razones:
que si se muda en presencia
la mujer sin ocasión,
ausente ¿qué hará? Y con ella
al fin mudé parecer;
y partiendo de Valencia,
aquesta corte he venido
a pretender por la guerra,
para que en Italia o Flandes,
si se rompieren las treguas,
acabe con mis desdichas
una pistola francesa.
HORACIO    Suspenso me habéis tenido,
Garcerán, y entre las cosas
que he oído maravillosas,
ninguna me ha parecido
   tan digna de admiración
cómo, amando y siendo amado,
dejar un hidalgo honrado
perder tan buena ocasión
   porque pocos, os prometo,
tuvieran tanta cordura;
que siempre el que ama procura
que llegue su amor a efeto.
DOÑA MENCÍA    Anduvo don Garcerán
como honrado caballero.
HORACIO No hay negaros lo primero;
pero él hizo mal galán.
DOÑA MENCÍA    Peor fuera ofender la fama
de tan principal mujer.
HORACIO La ocasión no ha de perder,
señor don Carlos, quien ama;
   y quédese comenzada
la cuestión para otro día;
que de Garcerán querría
saber si tiene posada.
DON GARCERÁN    Sí, señor, que mi criado
la tiene ya prevenida.
HORACIO La mía os tengo ofrecida,
si de ella no estáis prendado;
   que caballos y dinero
tendréis a vuestro servicio.
DON GARCERÁN Serviros, señor, codicio,
cine es el premio verdadero;
   mas vino en mi compañía
un caballero, y los dos
posamos juntos.
HORACIO                          Sin vos
voy descontento, a fe mía;
pero aguardaréos mañana
a comer.
DON GARCERÁN               Iré a recibir
merced.
HORACIO              Bien sabréis cumplir.-
Tú también.
SOLANO                   De buena gana.
Vase el CONDE HORACIO
DOÑA MENCÍA    Por ganarme por la mano
el conde, no os he ofrecido
lo que él mismo...
DON GARCERÁN                            Agradecido
os estoy.
SOLANO               Y está Solano.
DON GARCERÁN Yo os juro, a fe de quien soy.
que he estimado conoceros
tanto, que sólo con veros,
mirando mi bien estoy;
   que sois del original
más bello que formó el cielo
perfectísimo modelo
y retrato natural;
   y no os pese parecer
a aquella Fénix divina;
que beldad más peregrina
no alcanza humana mujer.
DOÑA MENCÍA    Antes me quiero estimar
en más de lo que hasta aquí,
pues habéis hallado en mí
cosa que os pueda agradar;
   y si estriba en mi presencia
parte de vuestro contento,
no haré, os juro, ni un momento
de vuestros ojos ausencia.
Sale RIBERA, huésped
RIBERA    ¿Señor don Carlos?
DOÑA MENCÍA                                   Ribera,
¿hay en qué os pueda servir?
RIBERA Véngoos, señor, a pedir
una cosa harto ligera
   para vos, que para mí
es, don Carlos, bien pesada;
que vos hallaréis posada
mucho mejor que os la di;
   pero tal huésped, sería
toparle grande aventura.
DOÑA MENCÍA Pues ¿quién quitarme procura
mi posada?
RIBERA                   Dicha es mía.
Por el Rey está tomada
para cierto embajador,
y aquesta noche, señor,
ha de estar desocupada;
   que ya la ropa han traído.
DOÑA MENCÍA Y ¿la mía?
RIBERA                 En mi aposento
la metí. En el alma siento
no haberos mejor servido;
pero volveréis, que presto
se irá aqueste embajador;
. que me debéis mucho amor,
y habéis de pagarme en esto.
DOÑA MENCÍA    De diferente manera
lo siento; que es gran ganancia
tener huésped de importancia.
RIBERA No, por vida de Ribera.
DOÑA MENCÍA    Ve tú, y buscarme posada,
Jaramillo, y acomoda
la ropa.
DON GARCERÁN             Llévenla toda
a la que tengo tomada;
   que allí cerca de la mía
os armarán una cama.
DOÑA MENCÍA Por ventura tendréis dama,
y no querrá compañía.
DON GARCERÁN    No la tengo, por mi vida.
DOÑA MENCÍA Pues con esa condición
la acetaré.
LEONOR                 ¿Qué invención
es ésta? Que vas perdida.
DOÑA MENCÍA    Antes me pienso ganar,
Leonor, por este camino.
LEONOR Yo seré mal adivino,
si no hubiere que llorar.
DON GARCERÁN    Venid; sabréis mi posada.
SOLANO ¿Es Jaramillo voacé?
LEONOR Yo soy.
SOLANO             La mano me dé
por amigo y camarada;
   que la cama es buena y ancha,
limpia la ropa y el hombre,
que por la cara y el nombre
yo haré que metan ensancha;
   que de ese nombre un pariente
tengo en Alcalá, y honrado,
que goza, a fe de soldado,
libros y vino excelente.
LEONOR    Toco, y haga buen provecho
lo que hubiéredes bebido.
SOLANO Es el capón escogido.
LEONOR Adiós, Ribera.
Vanse, y queda RIBERA, solo.
RIBERA                       Esto es hecho,
que de esta suerte asegura
el capitán sus recelos;
que con dineros y celos,
no hay cosa que esté segura.

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