La intervención de Lope en la publicación de sus comedias
Victor Dixon
Trinity College, Dublín
La iniciativa de Prolope de emprender la ingente tarea de editar debidamente la totalidad de las partes -y el muy feliz augurio de su volumen primerome han animado a esbozar esta especie de vista de pájaro de la participación del poeta mismo en la edición de su teatro a lo largo de su vida. Por ser su alcance tan amplio, contendrá sin duda muchas equivocaciones y lacunae, pido que las corrijan y subsanen otros aficionados al Fénix1.
En su Epístola a su amigo Antonio Hurtado de Mendoza, Lope escribe unos versos conocidos:
|
Estas frases se
prestarían a una interpretación un poco marxista: que
la Comedia Nueva nació de una necesidad histórica y
económica. Una vez despertado el apetito de diversión
de un creciente público urbano de todo nivel social, una vez
descubierta para la labor caritativa de los hospitales una fuente
de ingresos tan insustituible como las loterías de hoy -en
palabras del doctor Johnson, «impuestos
sobre los necios»
- era inevitable el desarrollo del
teatro nacional, por más que protestasen, a veces con
éxito, sus enemigos. Con que, de no haber existido el
todopoderoso Lope, habría sido necesario inventarle.
Pero él sin
duda quiere decir solamente, una vez más, que ha escrito sus
comedias sobre todo pro pane lucrando, que la creación teatral
ha sido para él un recurso esencial para mantenerse a flote.
De lo que con razón se ufana es de que las invenciones
nacidas de esa necesidad hayan sido no sólo cuantiosas sino
lo bastante magistrales para sentar las bases de toda una escuela
nacional. Lo cual no tiene nada de sorprendente; los artistas
más geniales han sido casi todos profesionales, y como dijo
también Johnson, «ninguno, menos un
zopenco, escribió jamás, excepto por
dinero»
.
En su empeño en publicar esos «versos mercantiles», según creo y espero mostrar, impera sobre todo -y aflora a menudo- la misma motivación. Otras sin duda tiene, pero siempre que las expresa parece trascender la principal. Como ejemplo de ello citaré su alegato más famoso, que por otra parte servirá como punto de partida (in medias res) del presente estudio. En su prólogo a la Novena parte (Madrid, 1617), Lope escribe:
Este
prólogo ha dado lugar a muy diversas opiniones. Según
algunos, Lope no ha tomado parte hasta ahora, como por cierto
parece decir, en la edición de sus comedias. Según
otros, interviene en ella desde su primera publicación. A
Castro y Rennert se les hace «difícil admitir que los ocho
volúmenes de comedias publicados hasta 1617 saliesen todos
sin permiso de Lope»
3.
Thomas Case dice asimismo: «Se supone que
Lope había dado su tácito permiso para estas
ediciones, excepto, tal vez, para la Parte
VI»
4.
Sturgess Leavitt alega incluso que «Lope
sin duda instigó la impresión de las ocho primeras
partes, pero sentía por lo visto que necesitaba una
cortina de humo»
5.
¿Qué es lo que podemos saber en concreto?
Conviene recordar
primero que Lope edita obras dramáticas suyas desde l604.
Habiendo publicado ya La Dragontea, Arcadia,
El Isidro y La hermosura de Angélica, con otras
diversas rimas, incluye en su Peregrino (cuya
dedicatoria firma en «Sevilla,
último día del año de 1603»6
)
los textos de cuatro autos. Tampoco ignora entonces que ya se
están publicando comedias suyas, o que se dicen suyas. En el
prólogo, antes de darnos su famosa primera lista de 219, se
queja de «los que con mi nombre imprimen
ajenas obras. Ahora han salido algunas comedias que, impresas en
Castilla, dicen que en Lisboa, y así quiero advertir a los
que leen mis escritos con afición [...] que no crean que
aquéllas son mis comedias»
7.
Pero está mal informado, en parte al menos; en el tomo al
que alude, Seis comedias de Lope de Vega, y de otros
autores8,
sí es suya la sexta comedia, El perseguido. Con el
título, incluido en su lista, de Carlos el
perseguido, se publica de nuevo, a partir de un texto
distinto, en la llamada «Primera Parte», y su
autógrafo, de 1590, es uno de los que copió Ignacio
de Gálvez9.
Al final del
quinto libro de su novela, imaginando que ésta concluye con
fiestas de boda, dice: «Las ocho primeras
noches hubo ocho comedias, que saldrán impresas en otra
parte por no hacer aquí mayor volumen»
. A
continuación nos da los títulos de todas ellas, con
los nombres de los autores que las habían representado, y
por terminar añade: «Vergara [...]
y Pedro de Morales [...] hicieron después otras dos,
llamadas El Argel fingido y Los amantes sin amor,
que con otras fiestas se remiten a la segunda
parte»
10.
Parece probable que esté pensando de veras sacar un volumen
aparte, con la ayuda quizás de su mecenas de entonces, Juan
de Arguijo.
Pero no lo hace;
ni siquiera «a medias»
cumple
su promesa, como dice uno de los editores modernos del
Peregrino, Juan Bautista Avalle-Arce. Éste se
equivoca al afirmar que «en ese mismo
año de 1604 Lope recogió no diez, sino doce comedias
en la parte primera de las suyas»
11.
La portada de la princeps del tomo que así llamamos, impresa
por Angelo Tavanno en Zaragoza a finales de 1603 y principios del
año siguiente, proclama que habían sido «recopiladas por Bernardo Grassa»
. Lo
mismo dice, añadiendo que están «agora nvevamente impressas y
emendadas»
, la de otra edición financiada muy poco
después en Valladolid por Alonso Pérez. Es algo
sorprendente por tanto la poca vergüenza con que Pérez
pretende en una dedicatoria: «Aviendo
llegado a mis manos algunas obras de Lope de Vega, y hecho
elección destas doze Comedias [...] me resolui a
imprimirlas»
12.
Indudablemente, como ha dicho Maria Grazia Profeti, «l'operazione che Tavanno
aveva tentato indicava un interesse del mercato, e l'accorto
Pérez pare deciso a
sfruttarlo»
13.
De todas maneras, nada indica la participación de Lope, y
las doce comedias incluyen sólo dos de las diez que
había mencionado al final del Peregrina Carlos el
perseguido y La montañesa (La amistad pagada).
Es más: en la Segunda parte de sus Rimas,
impresa con el Peregrino (aunque no sabemos en qué
mes)14,
inserta su divertida Epístola a Gaspar de
Barrionuevo, y allí, amén de aludir a su
«nuevo Peregrino»
,
parece quejarse precisamente del provecho que le han robado los
editores de aquella «Primera parte», como
también de sus malos textos. Incluso pudiera inferirse otra
vez que espera publicar él mismo sus comedias:
|
La Segunda
parte, impresa en Madrid por Alonso Martín en 1609, es
costeada también por Alonso Pérez. Es él quien
pide tanto la licencia como la tasa. Y esta vez escribe, en otra
dedicatoria: «Di a la estampa doze
comedias de Lope de Vega Carpio, librando la perpetuidad de su fama
en mi atrevimiento y la disculpa de mi osadía en la grandeza
de v.m.»
,
añadiendo que espera lograr «para
estas obras perpetuidad en el tiempo y yo gracia cerca de su
autor»
. ¿Publica la Segunda parte con la
tolerancia de Lope? Es una pregunta que nos hace Moll, agregando
que es una «que podremos repetir unos
años más tarde»
16.
A principios del mismo año Pérez había
reeditado las Rimas de 1604, añadiéndoles
(si bien, por cierto, con numerosos errores) el Arte nuevo de
hacer comedias17,
más tarde habrá de financiar muchísimos libros
de Lope, y su hijo de ocho años llegará a ser el
discípulo predilecto y primer biógrafo del poeta.
Pero dudo que Lope haya tenido participación alguna en esta
Segunda parte.
Tampoco la tiene, sin duda, en la Tercera. Dicho libro, editado, según su portada, por Cormellas en Barcelona, en 1612, de hecho sale, como Moll ha mostrado, de la imprenta sevillana de Miguel Ramos Bejarano18. Pero al año siguiente se produce, en la madrileña de Miguel Serrano de Vargas, una segunda edición. La costea, según su portada y sus erratas, Miguel Martínez; pero quien pide no sólo la licencia, sino también la tasa, es otra vez Alonso Pérez.
Lope, por aquellas fechas, sería aun más consciente de que otros, como Pérez, comprendiendo mejor tal vez los beneficios que podían sacarse de la edición de comedias, le habían ganado por la mano, que casi le estaban obligando ya a hacerles competencia, como diría unos veinte años después en su Epístola a Claudio:
|
De todos modos la Cuarta parte, de 1614, resulta muy distinta de todas las anteriores. Es impresa, como la segunda edición de la Tercera, por Miguel Serrano de Vargas; pero la costea otro librero, Miguel de Siles, que ha financiado el año anterior una nueva edición de las Rimas, en que el Arte nuevo sale bastante mejor corregido. Aprobación, privilegio y tasa son pedidos, en el espacio de sólo un par de meses, por el viejo autor de comedias Gaspar de Forres (o Porras)20. Éste firma además una dedicatoria a Sessa, el protector de Lope, que comienza:
Sabemos perfectamente, por haberse conservado una copia del borrador de esta dedicatoria, que la redactó Lope mismo21; y parece muy probable, por su estilo y contenido, que escribiera también el prólogo, sin firma, «A los lectores». Dice así:
Efectivamente,
como todos saben, Porras, nacido hacia 1550, tiene «amor y amistad [...] ha muchos
años»
con Lope. En su proceso por libelos en el
año 88, Lope alegó que Velázquez se
enemistó con él «porque las
comedias que le solía dar las dio a Porras»
; y en
palabras de Pérez Pastor, «entre
todos los autores de comedias, Porras fue el que gozó
más primicias del Fénix de los
Ingenios»
22.
Lope mantendrá incluso buenas relaciones con el hijo de
Porras, Matías (a quien dedicará en el 23, por
ejemplo, El valor de las mujeres), hasta después de
la muerte de éste en 1628. Y recién salida nuestra
Cuarta parte, el dramaturgo escribe a Sessa que este mismo
Matías «diome el libro de las
Comedias, y dixo que le hauia presentado a Vex.ª»
23.
George Haley ha demostrado además no sólo que al
menos la mitad de las comedias de esta parte habían
sido representadas por Porras en los años 1604 y 1606, sino
que cuatro publicadas en la Segunda pertenecían
asimismo al repertorio de éste; sugiere por tanto que el
primer ataque en la dedicatoria citada va contra Alonso
Pérez por haberlas pirateado24.
Es más que posible, creo, que la recopilación y edición de la Cuarta parte hayan sido el fruto de una colaboración, con la ayuda del duque de Sessa, entre Porras y Lope mismo; que represente, es decir, la primera participación de éste en la publicación de sus comedias. A esta Cuarta parte, y no sólo a la Novena y a las siguientes (que no se dedicaron al duque), estará aludiendo quizás, cuando escriba, otra vez en su Epístola a Claudio:
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No tarda en
presentarse, sin embargo, otro comerciante emprendedor. El 15 de
noviembre de 1614, Francisco de Ávila, vecino de Madrid,
consigue privilegio real para editar una nueva colección:
Flor de las comedias de España de diferentes
autores. Consiste, como casi todas, en doce comedias,
acompañadas cada una en este caso de una loa y de un baile;
y aunque sólo es de Lope la primera, El ejemplo de
casadas, a su título se añade: Quinta
parte. Ávila no carece de pretensiones y talentos
literarios; es suya por ejemplo una divertida Loa en alabanza
de las mujeres feas incluida en este tomo, y en la Octava
parte publicará asimismo dos entremeses propios. Pero
su oficio principal es el de un mercader de lienzos, y en palabras
de Montesinos «es poco probable que
sólo el entusiasmo literario le impulsara a editar a Lope.
Era un negocio, como la venta de sus otras mercaderías, un
negocio probablemente lucrativo, que debió irritar a Lope,
no muy sobrado de dineros»
26.
Ávila cede la edición a Alonso Sánchez, un librero de Alcalá, que la hace imprimir allí. Como ha advertido Moll, es sintomático del éxito de que iba gozando la venta de comedias impresas que, nada más expedida la tasa (el 5 del junio siguiente), Sánchez se compromete por contrato a entregar a un librero madrileño, Miguel Martínez, doscientos ejemplares del tomo, que éste anticipa vender en sólo dos meses y medio27.
Pero Ávila,
mientras tanto, ha obtenido a finales de diciembre un segundo
privilegio, que vende luego a su vez a ese otro librero de Madrid,
Miguel de Siles, que había costeado la Cuarta
parte. Alegando al pedirlo que «en
adquirillas y juntallas [había] gastado mucho tiempo y
trabajo»
, había reunido las doce comedias, todas
de Lope, que constituyen la Sexta parte. Impresa en Madrid
por la viuda de Alonso Martín, por lo visto con premura,
recibe su tasa el 3 de abril, dos meses antes incluso que la
Quinta.
Esta Sexta
parte reclama un estudio monográfico; se trata de un
caso excepcional en la publicación de las comedias de Lope.
El año siguiente, l6l6, sale de otra imprenta, la de Juan de
la Cuesta, aunque otra vez «a costa de
Miguel de Siles»
, una nueva edición, que
según su portada ha sido «corregida y enmendada en esta segunda impression
de Madrid por los originales de su propio Autor»
. Se
repiten, con leves cambios, los preliminares de la princeps, pero reza así
un prólogo añadido, sin firma:
Amezúa dio por sentado que este prólogo anónimo fue escrito por Miguel de Siles. Aludió también a otro, muy interesante por cierto, en que Lope había de escribir, cinco años después, en la Decimoséptima parte:
Amezúa
supuso luego que el primero de los pleitos aludidos, aunque sus
«autos no han llegado a
nosotros»
, había sido entre Lope y Miguel de
Siles, y que aquél aludía en 1621 a haber podido
participar en la segunda edición de la Sexta parte,
«en forma no vista hasta ahora por sus
biógrafos»
28.
Pero son demasiadas conjeturas, y la realidad parece haber sido
otra.
Al comparar las
dos ediciones, hallamos que las comedias han sido colocadas en otro
orden: en relación con la primera, 1, 2, 3, 8, 6, 5, 7, 10,
4, 9, 11, 12. De modo que si bien las tres primeras son las mismas
(La batalla del honor, La obediencia laureada y
El hombre de bien), es ahora la cuarta la que antes era la
octava (El secretario de sí mismo). Y en estos
cuatro casos se detecta claramente el empleo de nuevos textos, que
han conservado mejor lo que Lope en un principio escribiera. No
puede decirse lo mismo de las otras ocho comedias, aunque en varias
sí encontramos intentos serios de mejorar lecturas. La
parte ha sido revisada por un editor bastante concienzudo,
que dispone en efecto de cuatro manuscritos más fidedignos.
Y por fortuna sabemos también que estas mismas cuatro
comedias habían formado parte del repertorio del autor
Alonso de Riquelme29.
A diferencia de Amezúa, sugiero que el editor en
cuestión, como también el autor del prólogo,
fue el que (como allí dice) había compilado antes la
princeps,
Francisco de Ávila, y que había adquirido mientras
tanto de Riquelme, como luego explicaré con mayor detalle,
originales que a éste no le interesaba ya utilizar en las
tablas. Y así se explicarían -no por la supuesta
intervención de Lope- las alusiones en esta «segunda impression»
a «originales del propio Autor»
; no creo
que plantee, como ha dicho Moll, «el
problema de la relación de esta Parte con
Lope»
30.
Entretanto, la
actividad de Ávila no cesa; planea dos partes
más. Ha comprado ya de Juan Hernández, el 29 de
febrero, otras doce comedias de Lope, pertenecientes antes a
María de la O, la viuda de Luis Vergara, y doce más,
el 31 de marzo, a Baltasar de Pinedo. A base de ellas prepara luego
las Partes VII y VIII, e inicia los trámites de
«pedimento»
de licencias y
privilegio. A mediados de junio -en este caso los autos sí
han llegado hasta nosotros- Lope protesta al Consejo de Castilla
contra la nueva iniciativa de quien, mal informado quizás,
apellida «Pedro de
Ávila»
. El 21 de agosto alega que «no vendió las dichas comedias a los
autores para que se imprimiesen, sino tan solamente para que se
representasen en los teatros»
. El Consejo parece aceptar
sin embargo el argumento de Ávila: «con la venta se enajenó de su derecho y
yo sucedí en él por las dichas
compras»31.
Conviene notar dos
cosas interesantes. En primer lugar, González Palencia, al
publicar en 1921 los particulares de este pleito, aludió en
una nota final a otro documento, del año anterior, que
incluía el mismo legajo. Según él, Alonso de
Riquelme había logrado suspender una impresión de
comedias por Francisco de Ávila, para luego apartar el
pleito el 9 de marzo de 161532.
Se trata sin duda de una disputa entre los dos en torno a la
princeps de la
Sexta parte, que esta disputa, según parece,
terminó en un arreglo, nos ayuda a explicar el empleo en la
segunda edición de ella de los cuatro «originales»
ya mencionados.
En segundo lugar, las listas de comedias que había comprado Ávila, según los contratos de venta presentados por él al Consejo, no se corresponden del todo con el contenido posterior de las Partes VII y VIII. Dos títulos figuran en ambas listas33, y otros tres no han de incluirse en ninguno de aquellos tomos34. Para completar sus dos docenas, Ávila habrá tenido que adquirir (Dios sabe dónde) cinco comedias más, entre ellas El villano en su rincón. La fecha de composición de ésta ha sido muy discutida, pero que alguien estuviera dispuesto a vendérsela sugiere que se consideraba ya una obra relativamente vieja.
De todas maneras
Ávila consigue, el 10 de septiembre, su privilegio doble. Lo
vende a Miguel de Siles, que se apresura a hacer imprimir los dos
tomos a que se refiere35.
En ambos casos la viuda de Alonso Martín, que se nombra en
la portada, comparte la impresión con Juan de la Cuesta,
como se desprende de un examen de su tipografía36,
de modo que salen a la calle antes de fin de año. Así
se explica que campee en la portada de un ejemplar de la
Séptima parte conservado en Viena la fecha «1616»
37.
El librero dedica
los dos volúmenes a Sessa. Pero esto no implica, creo, que
tomaran parte en su publicación ni el duque ni Lope mismo,
que habrá leído más bien con cierto despecho,
en la dedicatoria de la segunda, una alusión a «nuestro Terencio Español»
, como
también la suposición de que él quedará
«agradecido se aya dado a sus celebrados trabajos vn dueño en
quien resplandece el amparo de las buenas letras»
.
Discrepo por ello de lo que han dicho al respecto una serie de
eruditos. Castro y Rennert escribieron, en su biografía:
«Las Partes VII y VIII van [...]
dedicadas al duque por el librero Miguel de Siles, el cual
también editó la Parte VI. Apenas podemos, por
consiguiente, creer ilegítimos esos
volúmenes»
. Lázaro Carreter en sus
Adiciones comenta: «La
intervención de Lope en la preparación de las Partes
VII, VIII y IX [...] está fuera de
duda»
38.
En su apoyo cita a Amezúa, que escribió
efectivamente: «Ya desde la VII [Parte]
Lope interviene en su impresión, para lo cual los libreros
editores le facilitaban los originales, que él luego
corregía, como explícitamente dice Miguel de
Siles»
39.
Pero Amezúa quería decir probablemente «desde la VI»
, y dicho aserto se basaba
en su dudosa interpretación, comentada ya, del
prólogo a la segunda edición de ésta. En fin:
aunque no se explica todavía todo lo que Lope había
de decir en 1621, nada nos autoriza a creer que participara de modo
alguno en la edición de las partes V a VIII.
Al contrario, el
fracaso en sus intentos de impedir la publicación de las dos
últimas le impulsa a no perder más tiempo para
acaparar el negocio. El primero de abril del 17 consigue la primera
aprobación de la Novena parte. A finales del mes
escribe a Sessa: «el [libro] de las
comedias va famoso, y se dirige a Vex.ª con vna braba epistola y
armas de Cordoua en la fachada»
40.Y
el tomo, impreso por la viuda de Alonso Martín, a costa de
Alonso Pérez, recibe su tasa el 13 de julio.
El duque ayuda no
sólo con dádivas o préstamos de dinero, sino
-más importante aún- con textos. Lleva al menos seis
años ya coleccionando autógrafos de Lope y otros
escritores41;
por alusiones inadvertidas hasta ahora en dos epístolas de
Lope (de julio del año 15) sabemos por ejemplo que Sessa
intentaba entonces obtener comedias suyas de Pedro de Valdés
y Jerónima de Burgos42.
En su dedicatoria a Sessa, Lope reconoce aquella ayuda: «De los papeles que V. Exc. tiene mios, saqué estas
doze Comedias, que le restituyo impressas»
. Pero no es
del todo verdad; Amezúa exageraba mucho al escribir «que cuando el Fénix [...] se
resolvía a sacar a luz algún tomo o parte
nueva de comedias [...] bastábale acudir al repleto y bien
abastado archivo ducal para encontrar en él las
necesarias»
43.
Tiene que acudir también, como Ávila, a autores u
otras personas. Es mentira por tanto en parte, como en otros muchos
casos, lo que dice la portada, y repiten tanto la aprobación
de Juan de Pina y el privilegio de Pedro Contreras como el
prólogo arriba citado: que las comedias han sido «sacadas de sus originales por el
mismo»
.
La undécima
por ejemplo es la más famosa de todas, La dama
boba; se comprende fácilmente que Lope quisiera
incluirla. Pero el autógrafo conservado estaba en
posesión entonces de Jerónima de Burgos, para quien
la había escrito en 1613, y mal podía
pedírsela; no se podían ver desde hacía al
menos dos años44.
En cambio, como sabemos por un testimonio de Suárez de
Figueroa, La dama boba, con otras obras de Lope,
había sido transcrita en un corral por el memorión
Luis Remírez de Arellano45;
se conserva incluso un manuscrito firmado por éste
mismo46.
Y lo que Lope sí pudo conseguir fue una mala copia de
aquella transcripción, parecida -pero de ninguna manera casi
idéntica, como creía García
Soriano47,
sino muy inferior- a dicho manuscrito. Total, que el texto
publicado por Lope, amén de estar muy estragado, carece de
467 versos conservados por el «original»
auténtico. Como
él confiesa a Sessa, sucintamente: «En razón de las comedias nunca
Vex.ª tubo La dama
boba, porque ésta es de Geronima de Burgos, y yo la
ymprimi por una copia, firmandola de mi
nombre»
48.
En la misma carta
Lope prosigue: «la que esta aqui es de
San Segundo, y en poder de Ortiz; yo la pediré
oy»
; pero habrá surgido una dificultad, porque
San Segundo de Ávila, escrita en 1594, no se
publicó en vida. Añade luego «que El exemplo de casadas no le
ymprimi, porque estaua impresso»
; en efecto había
salido ya, como vimos, con privilegio, en la Quinta parte.
Seguirá teniendo sin duda problemas parecidos; en otra carta
escribirá, en una frase mal comprendida por Amezúa,
que ha estado con el librero, «que dice
que de aquellas comedias están tres ynpresas y serán
menester dos, porque trahe treze»
49.
(En otras palabras, entre trece que han juntado, tres no pueden
publicarse de nuevo; para completar la docena, necesitan
otras dos). Y termina en la carta presente, pidiendo ayuda:
«crea Vex.ª que no le faltara vn verso
de lo que yo llebare, si se junta el cielo con la tierra. Con esto
yre a ver a Vex.ª, si
me da su buena licencia, y a suplicarle se sirva de que passemos
adelante con la impression, porque esta gente ruin ymprime mis
comedias lastimosamente: fio de la generosidad de Vex.ª sera seruido desta defenssa
de mi opinion, como dueño y señor mio.»
Por estas fechas
Lope, para consolidar su empresa, está preparando con
premura la Décima parte, que recibirá el 7
de noviembre su primera aprobación. A primeros de
septiembre, según parece, escribe de nuevo al duque:
«En otra ympression quieren poner otro
tomo, porque salgan aprisa, y solicitan criados de Vex.ª los libreros; si sera bien
darnos prisa, Vex.ª lo
vea, porque con eso pagaré yo mas presto lo que tomé,
aunque poco, en confiança de su
graçia»
50.
Pero la parte, aunque impresa, como la Novena,
por la viuda de Alonso Martín, no va dedicada al duque, sino
al marqués de Santa Cruz, y la costea no Alonso Pérez
sino Miguel de Siles otra vez.
En los siete
años siguientes, Lope edita 120 comedias más, en diez
tomos, costeados casi todos por Alonso Pérez; Miguel de
Siles financia sólo la Parte catorce, y una segunda
edición de la Decimaséptima51.
A partir de la Trezena, cada comedia va dirigida a una
persona distinta, 94 en total; y en estas dedicatorias, como
también en casi todos sus prólogos, Lope habla con
frecuencia de sus labores de editor. Sigue atacando los malos
textos publicados por otros, e insiste a veces de nuevo en que las
comedias que él edita se han sacado «de sus mismos originales»
. En la
Onzena parte imagina que dice «El Teatro»:
Es muy de notarse,
sin embargo, que a partir de la Dozena semejantes
pretensiones desaparecen de las portadas, y a menudo Lope confiesa
más bien, como en la Decimaséptima parte, no
disponer de textos adecuados de sus obras, «que no ha de andar el poeta
guardándolas, y más quien les da [a los autores] su
mismo original, y en su vida guardó traslado»
.
Abunda en las varias vicisitudes que han sufrido después, en
manos de autores, actores, memoriones y libreros muy poco
escrupulosos; por todo ello, sus escritos, muchos de ellos muy
viejos ya, le han llegado en pésimas condiciones. En la
dedicatoria de Los muertos vivos escribe:
Y en la misma Decimaséptima parte dice a Juan de Pina de El dómine Lucas, compuesta en Alba de Tormes:
Al hablar en la Trezena parte de Santiago el Verde, cuyo texto allí en efecto es muy distinto del autógrafo conservado, escribe:
Mis comedias andaban tan perdidas que me ha sido forzoso recibirlas como padre y vestirlas de nuevo, si bien fuera mejor volverlas a escribir que remediarlas52. |
Es decir, alude a
la posibilidad de revisar las comedias de un modo radical; pero no
alega nunca haber emprendido más que algunas correcciones.
Ofrece al lector, por ejemplo, esta misma Trezena parte,
«lo mejor que me ha sido posible
corregirla»
; pero es muy revelador el comienzo del
prólogo de la Decimaquinta parte.
Quejándose con frecuencia del estado del teatro y de los montajes en los corrales, los actores, los «carpinteros», el público y los detractores, destina sus obras a ser leídas, pero no como «literatura» -cosa que como nuevos editores (o viejos profesores) nunca debiéramos olvidar. Espera más bien que su lector recuerde haberlas visto en el teatro, o que reconstruya mentalmente la representación ideal que él mismo imaginara en un principio. En la Dozena parte nos dice:
Lope -y los que le editamos- publicamos sus comedias para lectores que, si no van a representarlas, deben ser los directores, actores y público de su propio teatro mental. No sabe Lire le théâtre quien no intenta leerlas así53, como un músico oye, leyéndola, una partitura.
En el
prólogo de la Parte veinte Lope escribe: «V.M.
señor Lector se entretenga con estas comedias lo mejor que
pueda, hasta la parte veintiuna»
. Por lo visto la
está preparando, sin saber por cuántos años
tendrá que esperarla dicho lector. Menos de dos meses
después de concedida la tasa de la Parte Veinte, el
Consejo de Castilla decide, el 6 de marzo de 1625, suspender la
concesión de licencias para la impresión de comedias
y novelas54.
Tal vez haya sido en cierta medida un alivio para Lope, cada vez
más deseoso durante su último decenio de granjearse
el favor de los poderosos y el aprecio de los doctos. En la
Decimaoctava parte había dicho Sebastián
Francisco de Medrano:
Pero por otra
parte sin duda se resiente de aquella suspensión. Cuando en
1628 aparece la Primera parte de las comedias de
Alarcón -permitida por haber recibido seis años antes
sus aprobaciones y privilegio- escribe a Sessa: «Las Comedias de Alarcón han
salido ympresas: sólo para mi no ay
licencia»
55.
Y sabe naturalmente que otros consiguen de vez en cuando burlarse
de la ley, imprimiendo fuera del reino o con falsos pies de
imprenta, o publicando novelas llamadas de otra manera. Su
discípulo Montalbán prepara una miscelánea,
Para todos, publicada por su padre en 1632, en la cual
incluye, amén de tres novelas y dos autos, cuatro comedias
propias. Y Lope también se vale de estrategias. Imitando la
forma de la traducción de la Comedia de Eufrosina,
impresa en Madrid en 1631, escribe su «acción en prosa»
La
Dorotea, describiéndola como «diálogo en prosa»
para pedir
el privilegio que se le concede el 10 de junio del 3256.
Y dos años después publica suelta, en Barcelona, su
tragedia El castigo sin venganza. Probablemente le ayuda
de nuevo Sessa, que durante años parece haber dejado de
apoyarle. Es la primera comedia que Lope le dedica desde la
Novena parte, aunque luego saldrán dirigidas al
duque las Rimas [de] Burguillos y la póstuma
Vega del Parnaso.
Levantada la suspensión de licencias a finales de 1634, el viejo dramaturgo se anima a reanudar la serie de tomos de doce, y consigue privilegios para otros tres57. Uno de los dos que se le conceden el 25 de mayo de 1635, aunque no se utilizó, mal pudiera ser más intrigante. De las doce comedias que reúne para pedir el privilegio, nueve se habían publicado en partes compuestas por otros: tres en la Segunda, una en la Tercera, y hasta seis en la Sexta. Había editado él mismo sólo las tres restantes: La dama boba en la Novena, y La locura por la honra y El perro del hortelano en la Onzena. Por desgracia, nunca sabremos si en algunos casos había conseguido mejores textos, por ejemplo de La dama boba, pero es interesante notar que tres de las seis de la Sexta parte eran precisamente La batalla del honor, El hombre de bien y El secretario de sí mismo, a las que aludí antes.
Con el otro
privilegio concedido el mismo día se imprime la Veinte y
una parte, en la cual figura de nuevo El castigo sin
venganza. Cuando recibe su tasa, el 5 de septiembre, el
Fénix ha muerto ya. Pero su hija Feliciana en la dedicatoria
dice: «Estas Doce Comedias que escriuio,
y fiò a la estampa Frei Lope Felix de Vega Carpio, mi padre
y señor, dio intención repetida de
dedicárselas a V.S.»
. Y Joseph
Ortiz de Villanueva, en un prólogo a los
«aficionados» a Lope: «Auiendo juntado en mi poder la mayor parte de
sus obras [...] a persuasion suya le di estas doze comedias,
sacadas de sus borradores y originales para darlas a la
estampa»
.
Anuncia
también la Parte veintidós, con un tercer
privilegio, conseguido por Lope el 21 de junio, saldrá a
principios de octubre. Un grabado inicial de Juan de Courbes
proclama: «Este libro contiene doze
comedias que dexo para imprimir el Fénix de España
Lope de Vega Carpio»
, y la portada dice que están
«sacadas de sus verdaderos originales,
no adulteradas como las que hasta aqui han salido»
. Es
muy de notarse sin embargo que la novena comedia, Amor, pleito
y desafío, no es la del Fénix cuyo
autógrafo se conserva, sino la que con el mismo
título había figurado en la llamada «Parte veinticuatro de Lope»
publicada en el 33 en Zaragoza, y que es en realidad una
versión de Ganar amigos, de Juan Ruiz de
Alarcón58.
El error sugiere que Lope no pudo haber mirado de cerca el texto
que presentó para pedir el privilegio.
La vega del
Parnaso es un caso aparte. Aunque no saldrá hasta
mediados del 37, Valdivielso declara haber estado escribiendo su
aprobación cuando «nos le
arrebató el cielo»
, y el privilegio se concede a
Luis de Usátegui sólo dos meses y pico
después, el 3 de noviembre. No sabemos sin embargo si Lope
mismo había planeado publicar las ocho comedias más
que el libro contiene. Pero de todos modos podemos decir que
seguía tomando parte, «con las
ansias de la muerte»
, en la edición de su
teatro.
¿Cómo hemos de caracterizar su labor editorial? Como
dije al principio, parece seguro que pese a todo aquello de
«defensa de mi opinión»
publica sus comedias más que nada por dinero -en este
aspecto con consecuencias lamentables para la calidad de los
textos-. Siendo (o sintiéndose) pobre, complementa de este
modo sus esporádicos ingresos, aunque gana posiblemente
menos de la publicación de doce que de la venta original de
una sola a los actores, o de la subvención de ella por un
mecenas59.
Por ello mismo, como también por «ocupaciones de otras cosas»
o
«estudios de más
consideración»
, no puede permitirse el lujo, a
pesar de sus pretensiones de querer «vestirlas de nuevo»
, de dedicar mucho
tiempo a cuidar de su impresión. Gasta más,
probablemente, en palabras de Ávila, «en adquirillas y juntallas»
.
A veces, gracias a
la ayuda de Sessa o de autores complacientes, o a la buena fortuna,
puede recobrar, más o menos intactos, los «borradores»
u «originales»
que con frecuencia
pretende emplear. Los casos en que esto ocurre se pueden
identificar principalmente de dos maneras. Por un lado, disponemos
de más de cuarenta autógrafos suyos, amén de
muchas copias fidedignas de los mismos. Si otro texto se
editó en las partes, no es difícil
cotejarlos. Por otro lado, en ellos es posible rastrear
características de su estilo, como sus normas de
ortología60,
o su empleo, casi siempre correcto, de los diversos tipos de
rima61,
y averiguar después en qué medida se encuentran en
las obras publicadas.
Otro criterio
posible es el de las didascalias. En sus autógrafos Lope
suele usar un mínimo de verbos; los que sí emplea no
son -significativamente- descripciones, en indicativo
(sale), sino instrucciones, en subjuntivo
(salga). Sus impresores, cuando no encuentran verbos, los
suplen con el indicativo convencional; cuando sí los
encuentran, los cambian igualmente al indicativo. Pero a veces, con
un «borrador»
delante, copian
mecánicamente los subjuntivos que ven. Por ejemplo, al
cotejar con el autógrafo de La doncella Teodor el
texto de la Novena parte, he notado los siguientes verbos
en las acotaciones: indicativos suplidos, 27; subjuntivos
«corregidos», 22; subjuntivos no
«corregidos», 23. Otros impresores sin duda
habrán sido más consistentes en cambiarlos; pero he
aquí al menos una hipótesis de estudio: un
relativamente alto porcentaje de subjuntivos indica tal vez que
trabajaban sobre un texto no muy distinto del autógrafo de
Lope. Puede haber ocurrido por ejemplo en el caso de El perro
del hortelano. El texto que nos ofrece la Onzena
parte parece por otras razones bastante fidedigno, y resulta
que el porcentaje de subjuntivos en sus acotaciones se eleva al
42%.
Por otra parte,
Lope recobra, como confiesa, en muchísimas ocasiones, textos
ya muy estragados de sus comedias, y «reducirlas a su primera forma es
imposible»
. Pero «no se echa
de ver que lo intentara siquiera»
. Son palabras de
Montesinos, el cual estudió de cerca, hace más de
medio siglo, los textos de tres comedias contenidas en la Parte
catorce, cuyos autógrafos editaba. Tras un minucioso
cotejo, halló «una docena de
enmiendas aceptables entre un millar de disparates y variantes de
"colaboración popular"»
62.
Si Lope se quejaba con razón de los textos que otros
publicaban, Montesinos concluyó,
«no era él mismo un editor ejemplar ni mucho
menos»
. «Tal vez corrigiera
algo: pero estas correcciones, perdidas entre una muchedumbre de
variantes, no pueden distinguirse ya»
. Más
importante todavía, añadió, Lope no
refundía63.
Mis propias
observaciones lo confirman. Por ejemplo, el texto que Lope
publicó de su El perro del hortelano no es malo,
como ya dije. Pero al editarla comenté haber hallado en
él «bastantes lecturas
inverosímiles y errores evidentes de puntuación para
convencernos de que Lope no participó en su edición
de una manera seria»
64.
Parece en efecto que era mínima su labor editorial.
Irónicamente, en el caso citado de la segunda edición
de la Sexta parte, la de Ávila (o quien fuera) fue
por lo visto más concienzuda.
En algunas partes publicadas por Lope encontramos sin embargo correcciones en prensa. Es dudoso que Lope mismo fuera responsable de ellas, pero no debemos descartar la posibilidad. Y aunque no sean de él, habrán sido intentos serios realizados por coetáneos de restaurar su texto. Cuando editamos hoy comedias suyas de las cuales no tenemos mejores textos, es una práctica esencial, aunque rara todavía, compulsar cuantos ejemplares podamos de las partes utilizadas. Celebro mucho que la haya adoptado el equipo de Prolope.
En el caso, por ejemplo, de la Dozena, Aníbal en 1932 distinguió entre dos ediciones impresas en Madrid en 1618 por la viuda de Alonso Martín; las bautizó A y B65. En el 82, Moll demostró que B se había basado en A; por consiguiente, un verso suplido en el texto de Fuente Ovejuna era posible pero dudosamente de Lope66. Pero Moll advirtió también que dos pliegos de A habían sufrido correcciones en prensa; afectaban a cinco páginas del texto de aquella comedia. Al editarla yo, señalé además correcciones de otro pliego, que afectaban a dos - páginas más67.
Es parecido el caso de la Onzena parte y El perro del hortelano. Los preliminares de la princeps incluyen una lista de sus erratas, a veces de difícil interpretación; en los ejemplares que pude ver, alguna se había corregido ya, otras no, y otras de una manera distinta. Pero uno de aquellos ejemplares tenía de nuevo correcciones en prensa, en dos pliegos, que afectaban a cuatro páginas de la comedia68. Consulté también, desde luego, todos los otros textos que pude de la comedia; y en Inglaterra, siguiendo una pista sugerida por La Barrera -nunca debemos perder de vista a los eruditos del siglo diecinueve- di con un manuscrito temprano que suministró variantes de importancia69. Aclaró sobre todo la distribución de versos entre los personajes, al comienzo del acto tercero, claramente errada en la parte que publicó Lope.
Editar bien, por fin, sus comedias es una tarea que nos pide un gran esfuerzo; pero el Monstruo de la Naturaleza nos lo exige. Nuestras ediciones deben aspirar a ser al menos comparables con las de su contemporáneo Shakespeare. Incluso podrían llegar a ser bastante superiores. Aunque algunos de los textos publicados en las partes sean malos, y Lope -insisto- los corrige poco, otros son relativamente buenos. Y por gran fortuna disponemos además de una cantidad incomparable de autógrafos y copias. Claro, la lista de sus obras de arte es larga, y la vida breve. Pero para ello está Prolope.