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831

Gutiérrez, Eduardo, Hormiga Negra, Buenos Aires, Editorial El boyero, 1950, pág. 5.

 

832

Ibidem, p. 226.

 

833

Ibidem, pág. 227.

 

834

Por ejemplo, su primer patrón, don Norberto Ruiz, «quedó complacidísimo de su nuevo peón, prometiéndole que si seguía así, pronto le aumentaría el sueldo», pág. 48.

 

835

Ibidem, pág. 229.

 

836

Ibidem, pág. 70.

 

837

Op. cit., pág. 26.

 

838

Este autor observa los efectos disolventes que esta característica narrativa presenta, de manera paradójica, para con la legalidad, en un texto que se presenta explícitamente en el desenlace como su exaltación. Reproduzco más ampliamente la cita: «Esta 'transformación' [de Hormiga Negra] [...] aparece como una 'transformación maravillosa', no hay progresión psicológica ni moral, ni siquiera producto del castigo carcelario, produciendo una devaluación muy marcada de los registros legislativos, tanto de la ley ética como de la ley del Derecho. Hormiga Negra es una novela ilícita». Rosa, Nicolás, «El paisano ensimismado o La tenebrosa sexualidad del gaucho», en Jitrik, Noé (comp.), Atípicos en la literatura latinoamericana, Buenos Aires, Instituto de literatura hispanoamericana, Facultad de Filosofía y Letras, Universidad de Buenos Aires, pág. 404.

 

839

Algunos ejemplos de esta polisemia a propósito del apodo del personaje de la novela: Por un lado: «La rubia hormiga [...] era la reina de aquel hormiguero, que no hubiera podido destruirse ni con una pipa de bisulfuro de carbono» (pág. 8); «En menos de un cuarto de hora, Hormiga dio fin y remate con aquel enorme trozo de asado, como si se hubiera tratado de una simple hoja de rosa comida por una hormiga» (pág. 30); «Pudo penetrar al rancho sin que nadie lo viera, como una hormiga que asalta un parral» (pág. 45). Sin embargo, por otro: «¡Yo soy de casta de hormigas, que hasta partidas por la mitad muerden y se escapan!», proclama el protagonista (pág. 103). «Las hormigas negras son como yo, velay, que dondequiera que muerden no largan a dos tirones» (pág. 114). Para, como ya hemos visto, concluir en: «Guillermo Hoyo ha dejado de ser Hormiga Negra para ser el hombre hormiga, como lo llaman hoy, a causa de sus desvelos por trabajar de todos los modos» (pág. 229).

 

840

Blanchot, Maurice, El espacio literario, Barcelona, Paidós, (1955), 1992 (págs.146-147; 161). Asimismo, la figura de Orfeo llega a ocupar un lugar privilegiado en la poética lezamiana (ver, «Introducción a los vasos órficos», Eras imaginarias, Madrid, Fundamentos, 1971).